Los resultados de las elecciones autonómicas del 21-D han mantenido la polarización nacionalista. Los bloques catalanista, independentista y el españolista “constitucionalista monárquico” mantienen dividida Cataluña en dos mitades. La radiografía de la opinión pública en estas elecciones muestra además un retroceso de las fuerzas de izquierda a favor de las derechas de uno u otro bando. Así pues, la clase trabajadora se ha visto dividida por el nacionalismo dejando sus intereses y necesidades fuera de la confrontación política, lo cual es una trampa que beneficia a la derecha y la burguesía.
Estas elecciones han tenido una gran participación, el 82%, la mayor desde la muerte del dictador. Para el PP, que había cifrado esperanzas en la participación, hablando de la “mayoría silenciosa” para un vuelco a favor del españolismo unionista, el varapalo ha sido enorme, cayendo por los suelos y quedándose con tan sólo 3 diputados. Las elecciones han castigado al partido de Rajoy por el 155, las medidas judiciales represivas que ha llevado a cabo, desde el 1-O.
Ciudadanos que recoge los votos del PP y de parte del electorado popular de las ciudades no independentista es la fuerza más votada. Pero no podrá formar gobierno puesto que el llamado bloque independentista conseguirá la mayoría absoluta a través de los pactos. Con tan alta participación tanto el bloque independentista como el constitucionalista han ganado votos, pero entre ambos lo que hay es una diferencia de 165.000 votos; quedan muy parejos.
Con estos resultados —los 34 escaños de Junts x Cat, 32 de ERC y los 4 de la CUP— Puigdemont, Junqueras y Riera están llamados a entenderse para formar gobierno. Y de igual forma Rajoy desde el gobierno central debe tomar nota del resultado electoral y obrar en consecuencia. Imaginamos que todos ellos intentarán pactar alguna salida a la situación legal a corto plazo, pues parte de este gobierno está en prisión o encausado y Puigdemont sigue en Bruselas. O a más largo plazo, haciendo correr de puesto las listas electorales. La reforma constitucional se pone en el orden del día si se quiere que el conflicto no se enquiste en un bucle sin salida.
Para los comunistas revolucionarios que somos, no podemos dejar de ver que en Cataluña la vencedora es la derecha y han retrocedido las posiciones de izquierda. Porque no hay que olvidar que el partido de Puigdemont ha sido el partido de los recortes en Cataluña, aunque en su demagogia quiera hacernos ver que los recortes eran impuestos por “Madrid”. En el otro bando, está Ciudadanos, al que muchos llaman la marca blanca del PP y que se pretende alternativa a la derecha corrupta de Rajoy.
Cataluña está, de momento, dividida de forma interclasista, y en esta división los problemas de los trabajadores no aparecen. En el resto de España también, la derecha ha despertado y se ha sacudido sus complejos, apareciendo a pecho descubierto cara a la sociedad.
En estos tiempos de crisis capitalista, con gobiernos de derecha o gobiernos pretendidamente más sociales o liberales, se ataca directamente a las clases trabajadoras y populares con el objetivo de mantener los beneficios de la banca y grandes capitalistas, su razón de ser.
En esta situación el nacionalismo, de uno u otro lado, no es más que una trampa que envenena a la población trabajadora en unas ilusiones que solo benefician a la burguesía y su derecha y sirven para tapar la explotación, los recortes sociales, la precariedad y el paro. Estamos convencidos que, tanto en Cataluña como en el resto del país, la población en general y los trabajadores van a retomar el camino de la unión y la solidaridad obrera, único posible para luchar contra el paro, contra los desahucios, para paliar la pobreza y cuántos problemas nos acucian.
En estas elecciones se muestran también claramente la necesidad de construir un partido obrero y comunista que represente y sea la voz de los trabajadores, defendiendo una perspectiva de un futuro socialista. El socialismo o la barbarie es la alternativa.
Para ello lo único que podemos hacer es unirnos todos contra los “Puigdemont”, contra los “Rajoy”, “Arrimadas” y similares, y luchar contra las clases burguesas, en definitiva, contra el Estado capitalista, sea catalán o español.