Tras la tregua de una semana, los misiles israelíes caen de nuevo sobre Gaza; la población, que nunca ha dejado de estar horrorizada, vive en condiciones horribles, hacinados y faltándoles de todo. Israel está bombardeando hasta la zona sur fronteriza con Egipto, dónde ellos mismos habían ordenado a los gazatíes trasladarse.
Según recoge “El País” de una gazatí de 33 años refugiada en la zona: “Nos dijeron que nos fuéramos al sur y lo hicimos, y después empezaron a bombardear como locos”…“Las masacres que muestran las imágenes de Gaza son suficiente prueba de las atrocidades que se están cometiendo contra civiles inocentes. Estamos aguardando a que el mundo haga algo para protegernos, pero ya no tenemos esperanza…”. Según el Ministerio de Sanidad palestino, son más de 6.000 los menores masacrados por los ataques israelíes en Gaza, casi la mitad de las más de 15.000 personas que han perecido en la Franja desde el inicio de la guerra hace ahora siete semanas. Estos datos están avalados por Unicef y Naciones Unidas los considera creíbles.
En Gaza hay aún 1,1 millones de niños, niños que según Unicef van a necesitar apoyo mental, inexistente mientras la Guerra continue. ¡No hablemos de los niños que están siendo amputados, unos 2000!
La destrucción de numerosas infraestructuras se suma al bloqueo y a los cortes de agua decididos por el gobierno israelí. La desnutrición y las epidemias se desarrollan y amenazan a los supervivientes.
Mientras que la Organización Mundial de la Salud estima que el consumo diario de agua para lavarse, beber y cocinar debe ser de al menos 50 litros por persona y día, y de 100 litros para una verdadera comodidad, el consumo medio en Gaza es de tres litros desde el comienzo del conflicto.
Casi la mitad de las escuelas están en ruinas y 625.000 niños se han quedado sin escolarizar. Además de las decenas de miles de víctimas ya registradas, las secuelas sufridas por la población son también inestimables.
Esta hecatombe está siendo infligida a la población palestina por el gobierno israelí con el apoyo político y militar de todos los dirigentes imperialistas.
Con el pretexto de destruir a Hamás o de liberar a los rehenes, el objetivo es mostrar a este pueblo, y a todos los de la región, que lo que les espera si desafían el orden imperialista puede ser una masacre despiadada.