Un aluvión de despidos colectivos e individuales se están realizando en todo el país. El despido sea colectivo, ERE o individual no es más que un arma legal en manos de la patronal para eliminar costes y ganar a futuro más dinero. En una sociedad que se basa en producir para vender con beneficio, se necesita abaratar continuamente la mano de obra a través de la productividad.
Mientras más se produzca y en menos tiempo, y más barato cueste el trabajador, más beneficio habrá, y los accionistas ganarán más e invertirán. Esta ley de la economía capitalista es el fundamento de la rentabilidad y es una ley de hierro que las empresas capitalistas no pueden evitar pues si no hay beneficios los “inversores” se van con el dinero a otra parte.
Esta ley del funcionamiento de la sociedad de “libre mercado” explica la explotación del trabajador que es el que produce. La diferencia entre la masa salarial y las mercancías producidas marcan el beneficio empresarial. De aquí proceden las crisis pues se produce siempre más de lo que el mercado puede consumir.
Por ello la pandemia no ha hecho más que acelerar la crisis que ya estaba en marcha. Crisis que no ha parado desde hace años. Con las crisis se procede a “reestructurar” también el mercado de trabajo. Es decir, a introducir nuevas tecnologías y precarizar la mano de obra para que los beneficios, con ayuda del Estado y dinero público, vuelvan a los accionistas y empresarios.
Por ello sirve de poco que los trabajadores hagan “esfuerzos” bajándose el salario, aceptando despidos y bajas incentivadas o prejubilaciones.
Al final serán los futuros trabajadores y los despedidos los que sufrirán el paro y la precariedad. Porque el mecanismo que hace funcionar la economía de esta sociedad es el beneficio a costa del trabajador, que es la vaca lechera que ordeña la patronal.
En la historia de nuestro movimiento obrero la dinámica ha sido siempre la misma: la empresa después de un periodo de ganancias y crecimiento se paraliza, los empresarios dicen que tienen pérdidas, deudas, falta de carga de trabajo etc., hay que hacer despidos, “reestructurar” la mano de obra despidiendo. Los trabajadores reaccionan, se movilizan y al final aceptan despidos, sean bajas incentivadas, prejubilaciones o despidos duros.
El ejemplo de Alestis es clarificador: la empresa pretende despedir a 440 trabajadores. Alestis nace en 2008 de la reestructuración de la empresa aeronáutica Sacesa en crisis con dinero público, -54% del accionariado- y de cajas y bancos y con Ficosa y Alcor. Detrás Airbús, que subcontrata por valor de 1.700 millones de euros.
Pero una vez “volados” los beneficios y los millones de dinero público en septiembre de 2012 plantean un ERE para 593 trabajadores. Al final los despidos son 340. En diciembre del mismo año, ¡milagro! ¡Ya tienen una cartera de pedidos de 2400 millones! En este tiempo salta la noticia: Airbús compra la mayoría de Alestis, y el empresario Grajales de la antigua Alcor exconsejero de Alestis gana, ¡6,4 millones!, al vender sus acciones. Y en 2014 vuelta a empezar. Se llega a un acuerdo con CCOO y UGT para “vincular las condiciones laborales a los resultados económicos”. En 2019 Aciturri compra un paquete mayoritario. En 2020, vuelta a empezar: ¡más despidos!
Sin embargo, la historia también demuestra que si los trabajadores se paran, se para el mundo. Es el número el que muestra el verdadero papel de la clase trabajadora en el mantenimiento de la sociedad y esto se hace visible cuando la protesta se hace realidad con las manifestaciones y las huelgas. Los trabajadores unidos serían imparables pues todo depende de su fuerza de trabajo. Por ello es momento de la lucha obrera, de mostrar que somos leones y no sumisos corderos. Contra los despidos: ¡lucha obrera!