Por la guerra, 2.300.000 ucranianos han tenido que huir de su país; el éxodo continúa y ahora la conmoción que esta guerra ha levantado, afortunadamente, también está levantando una oleada de solidaridad de la gente hacia ellos, o más bien hacia ellas pues este éxodo tiene cara de mujer siendo ilegal la posibilidad de escapar para los hombres con edades comprendidas entre los 18 y los 60 años.
Aquí en España el Ministerio de Inclusión y Asuntos Sociales, avisa que “tenemos que estar preparados para acoger un número importante de personas…”, “…en los próximos días van a estar disponibles tres grandes centros de recepción y derivación, en Alicante, Madrid y Barcelona”. Todos los gobiernos occidentales están siendo muy considerados de momento, pero ¡ojo! que las declaraciones oficiales y la sensibilidad suele durarles poco.
Nada importa a los distintos gobiernos aquí en España, la suerte de los migrantes que intentan saltar la valla de Melilla, huyendo de la dictadura atroz que es Marruecos; es más estos últimos días, lejos de ser ayudados, han sido golpeados cientos de jóvenes que intentaban huir del paro y la miseria. 10 de ellos han tenido que ser hospitalizados. Esta brutalidad del gobierno español parece un aviso a navegantes; su solidaridad con el pueblo ucraniano es momentánea y de boquilla, no significa que España vaya a convertirse en un país de fronteras abiertas para aquellos que lo necesiten, y menos con los vecinos marroquíes o africanos…
Nada importa a las autoridades españolas la suerte del pueblo saharaui, al que abandonaron a su suerte, la suerte de la población bombardeada en Siria, Irak, Afganistán… ¡Los ejemplos lamentablemente son muchos!
Por ello, la solidaridad que perdura es solo la de los pueblos, la de los trabajadores de todo el mundo hacia los que sufren cualquier tipo de consecuencia por la barbarie de la sociedad capitalista.