El caso Errejón ha sacudido a toda la izquierda parlamentaria. No es para menos, pues es un político que fue miembro fundador de Podemos y posteriormente de Más Madrid y Sumar, y de este último era su portavoz parlamentario. Las reacciones no se han hecho esperar, y aunque otros partidos han tenido casos de machismo en sus filas, de la supuesta izquierda “que iba a cambiar todo” se esperaba algo más. Especialmente cuando han hecho del feminismo una de sus señas de identidad.
Errejón es el ejemplo perfecto de oportunista: un político que abusa de su posición y poder para su gozo personal, en este caso parece ser de una forma totalmente deleznable según los testimonios que han salido a la luz.
Aunque ningún grupo esté libre de que esto ocurra, también hay que decir que el hecho de que esto se haya mantenido en el tiempo, el hecho de no ser contrarrestado desde el minuto uno, es consecuencia de ser una izquierda reformista, que ha construido partidos formados por cúpulas electorales donde pueden colocarse este tipo de personajes, que se ven integrados en las estructuras del Estado y caen en los mismos errores que decían venir a destruir.
Además han tendido a estudiar las opresiones de forma aislada, como la de la mujer, separadas de las demás. Como si pudiera lograrse una sociedad igualitaria en el capitalismo, donde imperan todo tipo de desigualdades alimentadas por el lucro privado de unos pocos capitalistas que necesitan dividir y aplastar a la clase obrera, a cualquier precio, y por tanto necesita todo tipo de opresiones, la del trabajador, la de la mujer, la del inmigrante…
Es de esta manera que han rebajado el discurso y la conciencia de clase y estudiado el feminismo desde un punto de vista individualista, no de clase, separado del hecho social y económico que permite esa desigualdad. Tenemos que recordar que, aunque la opresión de la mujer aflora muchísimo antes que la sociedad capitalista, aparece nítidamente con la división de la sociedad en clases sociales, en opresores y oprimidos. Es un hecho histórico que la primera explotada y esclavizada fue la mujer y que la lucha contra los fundamentos de la sociedad de clases actual es la única posibilidad de erradicar la opresión de la mujer y el machismo.
Por otra parte, esta izquierda “cuqui” está demostrando tener todos los vicios de la propia sociedad capitalista. Integrados en el Estado a través del juego electoralista, aparecen en los medios por sus características de “picos de oro”, “intelectuales”, pero sin defender a los oprimidos, planteando “políticas de progreso” pero donde solo progresan las patronales y mandan a la policía a reprimir huelgas. Y en el caso de la mujer hay una doble opresión, por el hecho de ser mujer y trabajadora.
Está claro que el aparato del Estado consiente la integración de estos partidos que no cuestionan la sociedad de clases y que acaban sirviéndole, pues no siembran ninguna duda sobre la validez del orden establecido, sobre la sociedad dividida en ricos y pobres, explotados y explotadores. Y naturalmente explotando doblemente, como hemos mencionado antes, a la mujer.
Por otra parte los políticos del régimen capitalista, muchos de ellos aprovechan esta posición de poder para dar rienda suelta a sus privilegios y deseos; ninguno piensa realmente en poner fin a la tiranía del capitalismo y a todas sus lacras. Todo esto les hace perder credibilidad en estos momentos, con la decepción y desilusión en las capas de votantes de la izquierda. Y esta desesperanza puede abrirle el paso la derecha y la extrema derecha.
Solamente un partido enraizado en la clase trabajadora, no con “piquitos de oro” sino con militantes activos y responsables de sus actos, sin ningún tipo de inmunidad, con dirigentes probados en la lucha en las calles, verdaderamente elegidos por sus compañeros y revocables en cualquier momento, sin ningún tipo de privilegios y que mantengan un salario acorde a lo que cobra un trabajador medio, que critique de raíz y quiera poner fin a la sociedad capitalista con todas sus opresiones, permitirá construir una sociedad nueva y libre, donde el machismo no tenga cabida. Necesitamos un partido revolucionario de trabajadores para barrer toda la podredumbre y a los “errejones” que utilizan la política para su propio ego y satisfacción.