El pasado 30 de septiembre comenzó la huelga convocada por los maquinistas de la Renfe, que estaba prevista hasta el día 12 de octubre. Desde el primer día, esta huelga no pasó desapercibida: largas esperas en los andenes que llegaron a alargarse durante horas; retrasos en todos los trenes, etc. Incluso durante algunas franjas horarias se detuvieron los servicios mínimos, esto es, no salía ningún tren y algunas estaciones cerraron sus puertas. Es la fuerza que tiene este sector de la clase trabajadora cuando se moviliza, es posible pararlo todo.
Tras días de movilización, finalmente se desconvocó la huelga antes de lo previsto ya que el grupo Renfe aceptó las demandas que se habían propuesto, acordando recuperar las frecuencias de trenes y condiciones que los trabajadores tenían antes de la pandemia.
Es importante fijarse en estas demostraciones de lucha de los trabajadores en un contexto en el que parece que hay cada vez más desmovilización.
Constantemente se nos trata de convencer de que la clase obrera ya no se moviliza, que no hay remedio para los problemas a los que nos enfrentamos cada día porque, incluso si se convocaran huelgas, nadie asistiría. Este es uno de los ejemplos que nos muestran que no es así, que los trabajadores se pueden movilizar y ¡cómo de grande es su fuerza cuando esto ocurre!