El 8M, fue un día dónde asistimos con alegría a grandes manifestaciones por las principales ciudades españolas; cientos de miles de mujeres y hombres salieron a la calle para celebrar el 8M como el día de la mujer, denunciando que queda mucho camino por recorrer pues por todas partes en el mundo las mujeres soportan mayor precariedad laboral, más desempleo, mayor explotación, menores sueldos y -por si fuera poco- aún tienen que soportar la lacra de la violencia machista. La huelga convocada para el día, en cambio, no tuvo gran repercusión, puede ser en parte por la forma en que estaba convocada.
El 8M, históricamente, fue concebido como el día de la Mujer Trabajadora, aunque más tarde se le ha ido despojando de su carácter de clase. En 1907 diferentes revolucionarias socialistas fundan e impulsan la Internacional Socialista de Mujeres, y posteriormente, en 1910 en Copenhague, Clara Zetkin propone al Congreso de dicha Internacional que se establezca el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, en homenaje a todas las mujeres que dieron su vida en la lucha contra la explotación capitalista, y por la plena igualdad y el sufragio universal para todas ellas.
La lucha de la mujer trabajadora no significa relegar al hombre, al contrario: es la lucha por la igualdad en la sociedad y esta lucha sólo la podemos ganar unidos y unidas contra el capital. A la vista está que la señora Botín despide y desahucia, a la vista está que las ministras de Sánchez no han podido o querido derrocar la reforma laboral, a la vista está que no pueden o quieren mejorar la sociedad. Para ello hombres y mujeres deberemos tomar las riendas de la sociedad en nuestras manos y acabar con la lacra del capitalismo para hacer que el interés y el beneficio capitalista dejen paso al desarrollo de todas las capacidades humanas.