En el parlamento de Londres los debates y votaciones en torno al Brexit -la salida de Reino Unido de la Unión Europea- no cesan; duran ya más de dos años. La batalla sobre cómo hacerlo divide a los dirigentes políticos ingleses de todos los colores, habiendo habido dimisiones y disensiones de todo tipo. Hay partidarios de un Brexit “duro” y partidarios de uno más liviano y alargado en el tiempo; los hay que quieren un plazo largo mientras otros solo desean un breve aplazamiento; también hay quién quiere permanecer integrado en la UE.
El presidente del Consejo europeo, por su parte, propone alargar la salida un año más en espera de que los propios políticos británicos se aclaren. Sin embargo, los socios comunitarios pueden no aceptar y vetar la prórroga. ¡Una locura de propuestas y contrapropuestas que lo que esconde son intereses y entramados empresariales!
Mientras todo esto ocurre en los círculos políticos, entre la población y los trabajadores los problemas son otros, como por ejemplo el cierre de la fábrica de Honda.
No es que los políticos ingleses se hayan vuelto todos locos, para nada. Sencillamente lo que está en juego es la futura relación comercial entre Londres y el resto de Europa, lo que está en juego es el pulso que las distintas burguesías se están echando en unos momentos en que la crisis económica, la crisis del capitalismo, no deja holgura suficiente para que todos los capitalistas mantengan beneficios tan altos.
Para interés de los trabajadores, el razonamiento debía ser diferente: de qué modo unirnos para dar una salida a la sociedad acabando con el pudridero que de una forma u otra trae el capitalismo y abrir así una perspectiva de futuro pensada y realizada por la clase trabajadora.