El calentamiento global es un hecho que está afectando a millones de personas. Noticias e imágenes sobre los efectos de este cambio climático provocado por la era industrial capitalista no dejan de circular en redes y en noticieros. Las consecuencias para toda la humanidad son catastróficas. Hambre y miseria en los países pobres explotados por el imperialismo, movimientos migratorios asociados, guerras y conflictos, incendios, subida de precios… Una vez más es necesario tomar conciencia de la situación.
Y mientras las olas de calor y las lluvias torrenciales arrecian el país la derecha se debate entre culpar a la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) y al gobierno o negar la obviedad del cambio climático y en la izquierda reformista se conforman con la ilusión de un capitalismo verde. Pero la realidad es tozuda: es la actividad del sistema económico capitalista la causa de fondo del cambio climático. El capitalismo ha entrado en contradicción con la supervivencia del género humano. Los ciclos de valorización de capital chocan de frente con los ciclos de la naturaleza. El capitalismo ha llegado a sus límites y sus contradicciones nos llevan a la barbarie.
De las olas de calor extremo a las DANAS, el clima se ha convertido en noticia cotidiana este verano. Estos fenómenos asolan el mundo entero. Las olas de calor de julio han batido récords de temperatura en tres continentes y las fuertes lluvias han provocado inundaciones mortales en todo el globo.
En la península Ibérica los ciclos de sequía, así como episodios de lluvias torrenciales, están cambiando. La España seca y la España húmeda dividían en diagonal los ciclos climatológicos. En el sur estos ciclos de sequía eran habituales y también sus restricciones de agua potable. Pero estas olas de calor extremo se adelantan en el tiempo llegando, por ejemplo, a 38 grados centígrados en Córdoba en el mes de abril y extendiéndose a la España húmeda trayendo además la DANA –acrónimo de Depresión Aislada en Niveles Altos–. En agosto cayeron en Pamplona 145 litros en 24 horas. Las consecuencias para la salud pública son terribles: más de 1.800 defunciones a nivel estatal, por la ola de calor. (Datos del Instituto de Salud Carlos III de Madrid). A esto hay que añadir las muertes por las inundaciones y destrozos materiales que las DANAS traen consigo.
En Europa se han alcanzado las temperaturas más altas de su historia registrada, con algunas zonas de Italia con más de 48 grados. China ya ha batido su récord con una temperatura abrasadora de 52,2 ºC en Sanboa. En Estados Unidos la propia NASA ha expresado que 2023 será el año más caluroso en el mundo desde que se tienen registro. El calentamiento global es un hecho que afecta a la humanidad.
¿Qué es el cambio climático y cuáles son las causas científicas que lo producen?
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) fue creado en 1988 por la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y la Asamblea General de las Naciones Unidas, para ofrecer al mundo una visión científica clara sobre el cambio climático y sus repercusiones medioambientales y socioeconómicas. El IPCC prepara informes que se pueden consultar en su web. El IPCC afirma que la humanidad tiene tres años para actuar reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero y manteniendo un mundo habitable. Sus previsiones indican un calentamiento catastrófico de más de 3°C para finales de siglo.
Hay un consenso científico sobre el calentamiento global de la tierra. El clima terrestre se halla regulado por un proceso natural denominado “efecto invernadero”, por el cual ciertos gases que se hallan en las capas bajas de la atmósfera (dióxido de carbono, metano, óxido nitroso, hidrofluorocarbonos, etc.), absorben parte de la radiación solar que la tierra emite en forma de calor, formando un verdadero “invernadero global”. En el caso del planeta Tierra, el equilibrio natural de este fenómeno es el que ha permitido el desarrollo de la vida tal como la conocemos. Pero cuando la concentración de los gases de “efecto invernadero” asciende en la atmósfera, este equilibrio se ve alterado dando lugar a lo que se ha denominado “cambio climático”. Y las consecuencias de esta situación son los fenómenos que estamos padeciendo.
Según declaraciones que recoge la prensa Álvaro Silva, experto de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), dependiente de la ONU, explica que “la corriente en chorro se debilita y se debilita cuando el aire caliente se desplaza hacia el norte y el aire frío hacia el sur”. “En estas condiciones, se establecen patrones meteorológicos casi estacionarios que provocan olas de calor y sequías prolongadas en algunas regiones y fuertes precipitaciones en otras”. Carlo Buontempo, director del Servicio de Cambio Climático de Copernicus, de la Unión Europea, explicaba en una entrevista reciente en el diario “El País “…que estos extremos – olas de calor- no son una fluctuación casual o un caso raro de la estadística, sino que encajan perfectamente en un patrón de calentamiento global. Sería muy, muy, muy improbable este agrupamiento de extremos en pocos años si no fuera por este calentamiento del sistema global del que somos muy responsables los humanos.”
Así pues, hay un consenso generalizado entre todas las organizaciones científicas que estos fenómenos meteorológicos extremos son causa del cambio climático producido por la actividad económica y en especial a la acción de los gases de efecto invernadero expulsados a la atmósfera.
¿Es la mano del hombre responsable del cambio climático, o la actividad económica en manos de la burguesía mundial que dirige la sociedad global?
En la prensa y los medios de comunicación es común generalizar a todo el género humano, “la acción del hombre”, la responsabilidad del cambio climático. Pero tenemos que decir que la inmensa mayoría de la humanidad no es responsable de las actividades predadoras de un sistema económico en manos de una clase social que explota la naturaleza y al mundo del trabajo para extraer sus beneficios. Es sabido que las multinacionales de la energía pagan ingentes sumas de dinero para publicitar el negacionismo del cambio climático.
El capitalismo se basa en la acumulación de beneficios a costa de rebajar costes, precarizar el trabajo, porque vive de los resultados de la cuenta de beneficios. Son los intereses privados por los beneficios los que marcan y dirigen la acción empresarial del capital y este no puede sobrevivir más que abaratando costes, precarizando el trabajo asalariado y produciendo mercancías para vender más y más.
El capitalismo tiene sus límites históricos y una vez más está poniendo en riesgo la supervivencia del género humano. Es la contradicción entre ganancia capitalista y devastación ambiental. Los ciclos de valorización de capital chocan de frente con los ciclos de la naturaleza. Las empresas buscan sus ganancias en el menor tiempo posible para poder competir en el mercado y acumular ganancias que le permitan reinvertir y competir en el mercado. En este ciclo, el capital se valoriza. Es decir que con el capital invertido en compra de materias primas y maquinarias, así como en salarios a trabajadores, se obtiene una cantidad mayor de mercancías a partir de no pagarle al trabajador el total del valor que produce y solo pagar una parte de lo que produce en forma de salario.
Esta valorización del capital, como decíamos, tiene que ser en el menor tiempo posible y con el menos coste posible. Por esta razón, los empresarios sobre explotan los recursos, sean tierras con ganadería extensiva o siembra de monocultivos, minas a cielo abierto, mares con una pesca intensiva, entre otros modos de sobre explotación que no permite que los ciclos naturales repongan lo que se está extrayendo. A esto se le añade el uso de las energías contaminantes imprescindibles para que el sistema funcione. Es por ello que todas las conferencias internacionales, los acuerdos mundiales, – Kioto -, son pantomimas imposibles de cumplir.
El propio sistema capitalista ha creado las condiciones tecnológicas para producir sin expulsar gases de efecto invernadero pero es la ganancia, el beneficio capitalista el que impide realizarlo. Es un hecho la posibilidad de producir energía eléctrica sin contaminación ninguna, sin embargo en nuestro país el oligopolio eléctrico no permite realizarlo, puesto que la propiedad privada de la producción busca ante todo la realización de beneficios. Si las azoteas de nuestras ciudades se llenaran de paneles solares gestionados por una empresa pública y colectiva gestionada por vecinos y trabajadores tendríamos una inmensa central eléctrica casi gratuita. Pero es la concentración de capital en manos privadas la que impide esta generación de electricidad limpia.
Los efectos sobre el medio ambiente del capitalismo son, además globales, las sequías generalizadas, o las DANAS, los incendios de los bosques junto a su tala indiscriminada provocan hambre y miseria en los países pobres, antiguas colonias de Europa y dominados por los países imperialistas de EEUU y la UE. Esto produce movimientos migratorios hacia estos países que a su vez alimentan la demagogia racista y xenófoba de la extrema derecha.
Así se constata una vez más que es el sistema capitalista y su modo de producir en interés de las ganancias privadas y no de acuerdo a los interese públicos, nos lleva una vez más a la barbarie. La única solución posible es utilizar todos los medios tecnológicos y científicos, expropiando los oligopolios económicos y las grandes empresas para ponerlos al servicio de los intereses del género humano, planificando las actividades económicas racionalmente.