En breve comenzará el gran espectáculo de la democracia capitalista: las citas electorales. Los resultados, de estas, dependen, sobre todo, del estado de esperanza de los ciudadanos llamados a participar y, en estos momentos, la ilusión se palpa en la derecha mientras el desencanto se instala en la izquierda. Podemos cumple cinco años en medio de un terremoto ocasionado por las múltiples guerras que desgarran a la organización y se consume mucho más tiempo en luchas internas, para disputarse la visibilidad, que en organizar un partido de la clase trabajadora, que por cierto nunca ha sido su objetivo. Mientras, a IU solo le queda confluir si no quiere exponerse a quedar fuera del congreso. Las direcciones estatales de las dos organizaciones han anunciado el acuerdo para concurrir juntos a las elecciones generales del 28 de abril, pero el escenario es muy distinto para las autonómicas y municipales del 26 de mayo; la confluencia no está asegurada en el conjunto de las autonomías y en los municipios la lucha por encabezar listas promete ser caliente.
A la gente común, a las clases populares que se ilusionaron con el 15M y el surgimiento de Podemos, y a los que llevan toda la vida votando al PCE, primero, y a IU después, se les escapan las actitudes personalistas y egocéntricas de los mismos líderes que les “sugieren” la necesidad de confluir en las elecciones (tarea principal de estas organizaciones) mientras se renuncia a la organización política de clase y se fomenta la burocratización y reparto de cargos en el “partido-máquina electoral”.
La tarde del 15 de mayo de 2011, se convocaron manifestaciones en toda España para criticar, sobre todo, a los políticos y la crisis económica y social que salvaba a los bancos y hundía a las clases populares. En enero de 2.014 surgió Podemos, que recogió la indignación popular y el espíritu del 15M y con ello se neutralizó aquella subida de conciencia, y la crisis capitalista y la sociedad de clases fueron dejados a un lado. Había que movilizar “malestares”, ilusionar y generar mayorías sociales electorales prevaleciendo el eje identitario o nacional sobre el eje económico y social, y fundamentalmente arrinconando, cuando no eliminando, el mundo del trabajo. Podemos se presentaba como la cara amable para la mayoría moderada y de clase media y el engaño para las clases trabajadoras.
Unidos Podemos, o como se llame en los distintos sitios, se ha convertirdo en un partido “atrapalotodo”, medida urgente para paliar la deuda de IU y PCE y para la transversalidad oportunista. Podemos, -sus confluencias, y por supuesto IU y PCE-, ha relegado al baúl de los recuerdos, la tarea principal de las organizaciones de izquierdas de hombres y mujeres trabajadoras: luchar por las reivindicaciones directas de los oprimidos y dar elementos para pensar y orientar a la clase obrera para que acceda a la conciencia necesaria para acabar con la sociedad capitalista. Aún, esta clase sigue en cama y con 40º de fiebre, en la amnesia, pero confiamos que de sus filas, pronto o tarde, surgirán las mujeres y hombres portadores de un nuevo orden, social, fraternal, solidario y combativo contra los que llevan consigo la barbarie.