Un año de la tregua de ETA

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Noviembre y Diciembre de 1999

El pasado 16 de septiembre se ha cumplido un año de tregua indefinida declarada por ETA. Los diversos acontecimientos que se han venido sucediendo, especialmente en los últimos meses, están muy condicionados por un largo proceso electoral (habrá elecciones generales el año próximo) y la relación de fuerzas entre los diferentes partidos, resultado de recientes elecciones (gobierno autónomo y municipales). A pesar de la profusión de noticias sobre el llamado "proceso de paz" las negociaciones, cuando se dan, se llevan a espaldas de la población, aunque todas las fuerzas políticas insistan en que buscan "salidas democráticas.

Al día de hoy, aparentemente, los contactos entre el gobierno y ETA están rotos, después de una primera reunión en mayo, entre acusaciones mutuas de utilización electorista del proceso de paz, inmovilismo o indiscreciones. Para el gobierno del Partido Popular la paz no debe tener ninguna contrapartida política ni desbordar la legalidad, en todo caso se negociaría la situación de los presos de ETA. Aunque Aznar anuncie estar dispuesto a reanudar "de inmediato" los contactos con ETA, siempre trata dejar claro su posición de fuerza y el marco infranqueable de la negociación - el orden constitucional -, incluso cuando ha llevado a cabo el acercamiento à cárceles del País Vasco o próximas a éste de un centenar de presos de ETA.

Por el contrario para la organización independentista hay que negociar el derecho de autodeterminación. Ante el progresivo aislamiento social que sufría ETA y su brazo político Herri Batasuna, la tregua les ha supuesto un cierto respiro, especialmente la confluencia con el nacionalismo moderado - Partido Nacionalista Vasco y Eusko Alkartasuna - en el llamado Pacto de Lizarra. Fruto de este pacto es el apoyo parlamentario que Herri Batasuna da al gobierno del PNV y EA, la derecha nacionalista. A raíz del Pacto de Lizarra los grupos nacionalistas están impulsando lo que denominan la "construcción nacional de Euskadi", arecientemente en la llamada samblea de electos vascos que pretende reagrupar a los representantes municipales de la Comunidad Autónoma Vasca, País Vasco francés y Navarra, y entre cuyos objetivos está aparecer como la "primera institución de base nacional" del País Vasco. Sin embargo la perdida de influencia electoral del PNV ha abierto fisuras con H.B., mientrás ésta plantea que la Asamblea de electos debe superar a las actuales instituciones, el PNV defiende su validez.De hecho ETA acusaba, en un comunicado, a sectores del PNV de estar dando marcha atrás en la construcción nacional de Euskadi.

Estos cálculos políticos de unos y otros tienen poco que ver con los intereses de la población trabajadora, y el País Vasco como en el resto de España , se ve involucrado en una dinámica nacionalista atizada desde el gobierno central y desde los grupos nacionalistas que tiende a ocultar los problemas que a diario sufre la clase trabajadora.

Si desde el gobierno central se niega el reconocimiento del problema político vasco, se utiliza a los presos de ETA como mercancía política o se apela a un orden que descarga sus golpes contra el conjunto de los trabajadores, lo que se puede esperar de la "construcción nacional" de Euskadi, lo ilustra a la perfecctión la defensa que un dirigente del PNV realizó de la soberanía fiscal vasca, que ha representado miles de millones en subvenciones para los empresarios. Para este dirigente uno de los factores del hecho diferencial vasco es "el biológico", y a continuación declaraba que la inmigración masiva - buen número de trabajadores vascos - ha contribuido, entre otros hechos, a desdibujar al País Vasco y provocar el conflicto político.

Mientrás los medios de comunicación se felicitan de la bonanza económica que ha traido la "paz", los trabajadores de Daewoo en Vitoria - beneficiaria de millones de subvenciones gracias a la sobiranía fiscal vasca - llevan dos meses de huelga reclamando salarios dignos, los despidos y el cierre de fábricas planean, como en el resto de España, sobre las factorías de Michelin o de Tabacalera de San Sebastián. Al lado de esta situación las empresas vascas, españolas u otras se benefician de las subvenciones del gobierno central y del gobierno vasco. Si para sus negocios no hay fronteras, tampoco tiene que haberlas para la lucha de los trabajadores.