“Gran maniobra”, “Gran estafa”, los carteles de las manifestaciones del sábado, que aún reunían a 84.000 personas, muestran que los chalecos amarillos no son tontos: la movilización da resultados. Fue la movilización la que obligó a Macron a renunciar al CSG (impuesto) de los jubilados y ahora lleva a algunas empresas a pagar una prima extraordinaria a los trabajadores. Y para que estos obtengan nuevas concesiones del gobierno y de las grandes empresas, tendrán que movilizarse una y otra vez.
No importa cuánta película se haga en torno al gran debate nacional, Macron no responderá a la ira social. Por supuesto, hará algunos ajustes para demostrar que ha tenido en cuenta los resultados del debate. Pero la única manera de abordar los problemas de los trabajadores, las pensiones pequeñas, el desempleo masivo y la falta de recursos estatales es atacar los beneficios de la clase capitalista. Macron siempre se negará a hacerlo. Su negativa a restaurar la ISF (impuesto sobre la fortuna), que es simbólico en comparación con todos los regalos dados a la clase capitalista, demuestra que no tocará ni un pelo de los más ricos.
Esta elección de clase no es exclusiva de Macron. Todos los sucesivos presidentes se han pronunciado a favor de la burguesía y en contra del mundo del trabajo. Coquetear con los inversores extranjeros para que se dignen a establecerse en Francia, como hace Macron, es el deporte presidencial favorito. Pero todo lo que estos supuestos inversores saben hacer es embolsarse los beneficios, acumular montañas de capital, hasta el punto de que 26 personas poseen ahora tanto como la mitad más pobre de la humanidad, es decir, 3.800 millones de seres humanos.
Independientemente de su etiqueta, todos los políticos defienden este orden social, donde una minoría concentra una masa de capital en sus manos y tiene más poder del que tienen los son cabezas del Estado. Gobernar en el marco de la dominación de este gran capital es hacer la política que le conviene y someter a su ley, la ley del beneficio.
El 15 de enero, Macron dijo: “La gente en situaciones difíciles será más responsable, porque algunos lo hacen bien pero otros abusan”. Pero cuando los directores generales pagan a los accionistas 57.000 millones de dólares y bloquean los salarios, ¿hacen lo correcto o abusan? Cuando aquellos que poseen miles de millones de dólares los usan para comprar a sus competidores o especular en la bolsa de valores cuando deberían estar contratando, invirtiendo en la construcción de viviendas y el transporte público, ¿están haciendo lo correcto o abusando?
Para que la sociedad avance de nuevo, debemos desafiar el derecho de las grandes empresas a hacer lo que quieran con los beneficios que todos los trabajadores contribuyen de una manera u otra a producir. Deben ser expropiadas y tomar colectivamente el control de la economía.
(Editorial de los boletines de empresa de los compañeros de Lutte Ouvrière del 21 de enero 2019)