La indignación popular ha estallado en Madrid. Miles de personas han salido a la calle pidiendo la dimisión de Ayuso.
La cifra global en el país roza ya los 700.000 casos de Covid-19 desde que se inició la pandemia, mientras que la cifra “oficial” de fallecidos ha superado ya las 31.000 personas. En esta situación la sanidad está ya colapsada en la atención primaria en general en todo el país y en particular en Madrid ha llegado a un punto en el cual las UCI empiezan a estar al 95%.
En esta situación miles de personas están hartas de soportar la situación: alrededor de los Centros de Salud, en la Puerta del Sol, en las plazas de los pueblos de la comunidad autónoma de Madrid se están realizando actos de protesta en contra de las medidas y la gestión de la Covid por parte del gobierno de la comunidad en manos de la derecha, el Partido Popular, aliados con Ciudadanos y la extrema derecha de Vox. Según ha explicado la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos de Madrid (FRAVM), hay confirmados 53 actos en siete municipios de la Comunidad y en 16 distritos de la capital.
Es en los barrios populares que se paga más cara la crisis de la Covid, es ahí que se sufre más el problema de las residencias de ancianos mal atendidas, de los metros atestados y de los trabajos precarios. El desprecio profundo de la presidenta Ayuso al reconfinar los barrios obreros fue la gota que colmó el vaso. Las medidas indiscriminadas de confinamiento realizadas por el gobierno autónomo han mostrado el carácter de clase y racista de su política. Mientras que achacaba a los barrios populares y al “modo de vida de los inmigrantes latinoamericanos” la expansión de la pandemia, confinaba según distritos sanitarios a los barrios más obreros y populares.
Así mientras podías tomar un café en la barra de un bar de un barrio, cruzabas la calle y no podías hacerlo en el bar de enfrente. Mientras que una trabajadora doméstica podía ir al barrio rico de Salamanca y llevar los niños al parque, en su barrio no podía hacerlo. Y mientras tanto las aglomeraciones en el transporte público y en el metro son algo cotidiano en las horas punta, porque no han incrementado el número de vagones y trenes necesarios.
El ridículo ha llegado cuando vicepresidente y un consejero de la Comunidad se hacían propaganda en la TV y prensa el 22 de septiembre pasado para anunciar la instalación de dispensadores de hidrogel en las estaciones del Metro de Madrid. Y ni siquiera en todas. Y esto a meses del comienzo de la pandemia.
Según el gobierno de Ayuso iba a contratar a 10.100 profesionales de todas las categorías (celadores, auxiliares, enfermeros, técnicos, etcétera) y faltan 2.844. La causa, aparte de la insuficiente contratación, son los contratos precarios, las jornadas extenuantes y la inseguridad en el empleo que hacen que los profesionales no acepten los contratos.
El cinismo de Ayuso llega al colmo de echar la culpa del colapso de la atención primaria a la falta de médicos en Madrid y en España. Algo que ha indignado a toda la profesión médica. Y no hablemos de los rastreadores que brillan por su ausencia.
Y mientras tanto desde el gobierno autonómico de Madrid demandan la intervención de ejército y policía para controlar los confinamientos, cuando se necesitan médicos y personal sanitario. El otro gran motivo de indignación ha sido la vuelta al cole. Se le ocurrió a las cabezas pensantes del gobierno de Ayuso hacer pruebas masivas de Covid a los profesores días antes del comienzo de curso, creándose aglomeraciones donde miles de profesores esperaban en colas kilométricas la prueba. Sin contratar el personal y profesorado necesario para los desdobles y las distancias de seguridad.
Estas protestas de los últimos días y las que vendrán son la respuesta bien merecida a su cinismo al atacar a la clase trabajadora de Madrid, a los pobres, a los immigrantes, como responsables de la segunda ola de la Covid, intentando así esconder el fiasco total de su política.
El desprecio de Ayuso, sin embargo, es sólo la versión más reaccionaria de la política general de la gestión de la Covid. En el fondo, el gobierno de Pedro Sánchez también es responsable pues no ataca a los verdaderos males de la pandemia que está en la falta de planificación de todo tipo, puesto que todos los sectores productivos lo dominan las grandes empresas que solo buscan su beneficio. No tienen otra política que culpabilizar a la gente sobre su actitud, subvencionar a las empresas con dinero público, pagándoles con los ERTE, los salarios a los empresarios, apoyar a los banqueros y sus fusiones financieras (Bankia con la Caixa), sin expropiar sus beneficios para luchar contra la crisis y al final respaldar a Ayuso cuando se trata de mandar más policía y militares.
La población está además, pagando el precio de años de recortes presupuestarios de los gobiernos en sectores tan vitales como la salud, la educación y el transporte y esto se está notando muchísimo. Desgraciadamente las clases trabajadoras y populares están pagando la crisis sanitaria, económica y social mientras que las clases burguesas se van de rositas y lo peor es que el gobierno central, el gobierno de izquierda, de “progreso” hace muy poco para evitar los ataques de Ayuso y la apoya apelando a la “unidad” contra la pandemia, como hizo el otro día Pedro Sánchez en su comparecencia conjunta.
Así pues, la ira que se expresa en este momento debe transformarse en una lucha social si se quiere poder imponer un programa social de urgencia a las empresas y al gobierno: ¡prohibición de los despidos, creación masiva de empleos en sanidad, educación y transporte, expropiación de los hospitales privados…!