La economía capitalista mundial en 2006

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febrero 2007

La situación económica no ha cambiado mucho desde el año pasado, ni en la realidad ni en la manera en la que los dirigentes políticos de la burguesía y sus economistas la presentan.

Este año, es el economista mayor del FMI, Raghuram Raja, el que se alegra de que "el mundo conoce el mayor periodo de expansión (...) desde principios de los años setenta" (Les Echos, 15 y 16 de septiembre de 2006).

Lo que ellos llaman "el crecimiento mundial" avanzaría gracias a los gastos de los consumidores americanos y a la importancia creciente de China en el comercio mundial así como por sus inversiones de dinero en Estados Unidos.

Como mucho, ciertos comentaristas matizan su optimismo subrayando que los gastos de consumo americano - es decir los de la pequeña burguesía - están, desde hace varios años, basados sobre el crédito fácil y por lo tanto sobre el endeudamiento de los particulares. Los créditos abundantes consentidos por los bancos, están por su parte garantizados por las fianzas hipotecarias, es decir, por el valor sobre todo especulativo del precio del sector inmobiliario. Pero, así van las cosas: la burbuja especulativa del sector inmobiliario está sin lugar a dudas desinflándose.

El "aterrizaje suave" esperado por los comentaristas muestra su deseo de que el final de la subida de los precios del sector inmobiliario, o su baja, no sea demasiado brutal y que no se traduzca por una incapacidad para rembolsar los créditos, lo que supondría una crisis bancaria.

Los economistas de la burguesía se han quedado sorprendidos de ver que incluso la subida de los precios del petróleo, casi contínua hasta el verano de 2006 cuando empezaron a bajar, no ha comprometido el alza de los beneficios. Parece ser que, si la subida de los precios del petróleo ha generado retenciones suplementarias en los costes de las empresas, estas retenciones han sido compensadas, y de sobra, por un crecimiento de la explotación de los trabajadores.

Así, la economía mundial sigue en ese ciclo llamado de crecimiento que empezó en 2002, del que se puede decir, como el año pasado, que el crecimiento es esencialmente el de los beneficios, sin un aumento significativo de las fuerzas productivas, en el que el crecimiento de la producción para mercados en expansión - ligados principalmente a la informática y a la telefonía móvil, o también a la industria de lujo - no compensa el declive en sectores más antiguos. De ahí las empresas que cierran y un paro masivo.

Recordemos sin embargo que el ciclo precedente, en el que el crecimiento era del mismo tipo, se terminó con la crisis bursátil de 2001-2002 y, en particular, con la caída de las acciones de la pretendida nueva economía.

Mas allá de estas manifestaciones diversas - crisis monetaria, crisis del petróleo, crisis bursátil, crisis de producción -, el largo periodo de estancamiento o de progreso difícil de la producción que caracteriza a la economía capitalista desde principios de los años setenta, tuvo su origen en el movimiento de bajada de las tasas de beneficio, anunciada desde mediados de los años sesenta, expresión de la crisis de la economía capitalista. Como todas las crisis de la economía capitalista, esta crisis se ha traducido por una baja de las inversiones, por despidos y cierres de empresas que han provocado un auge del número de parados y por el bloqueo de los salarios.

Las políticas de austeridad emprendidas entonces por todos los gobiernos a nivel mundial tenían por objetivo ayudar a la clase capitalista a restablecer la tasa de beneficio quitando, progresivamente o brutalmente, todos los obstáculos legales susceptibles de frenar la explotación. Las políticas de austeridad tenían también el objetivo de consagrar una parte creciente del presupuesto del Estado en ayudar a la clase capitalista, aunque ello se tradujese por una reducción de todas las partidas del presupuesto que financiaban otra cosa, los servicios públicos en particular.

A partir, digamos, de principios de los años ochenta, la tasa de beneficio se puso a aumentar de nuevo, para alcanzar y sobrepasar, hacia finales de los años noventa, la tasa de beneficio de antes de la crisis.

En el capitalismo más o menos competitivo, el restablecimiento de la tasa de beneficio acaba conllevando un rebrote de las inversiones productivas, la creación de empleos, por lo tanto la disminución del paro y un nuevo periodo de crecimiento de la producción, hasta la crisis siguiente.

Nada de ésto ha ocurrido desde hace unos buenos treinta años. Varias fluctuaciones cíclicas se han sucedido, pero ninguna ha tenido por consecuencia un desarrollo determinante de las inversiones y el paro ha seguido a un nivel elevado en todos los países imperialistas.

No es un mecanismo económico impersonal el que ha tenido por consecuencia la recuperación de la tasa de beneficio anterior, sino la ofensiva conjunta de la patronal y de los Estados. Los ataques han tomado diversas formas, han variado con el tiempo y, en cierta medida, en función de la situación de cada país. Por razones evidentes - su potencia económica y el peso del dólar en la economía mundial - los Estados Unidos pueden, hasta cierto punto, hacer recaer ciertas consecuencias de la crisis en los países imperialistas menos potentes y ellos arreglárselas mejor. Los países imperialistas en su conjunto han hecho recaer ciertas consecuencias de sus propias crisis en los países subdesarrollados. Es lo que ha hecho por ejemplo Francia devaluando el franco CFA lo que se ha traducido inmediatamente por una degradación brutal del nivel de vida de las clases populares en los países africanos, antiguas colonias, y por una mejora de la posición competitiva de las empresas francesas implantadas en Africa.

Lo que representa sin embargo una constante en esta evolución, es la disminución contínua de la parte salarial con respecto a la renta del capital, debido tanto a la disminución de los salarios reales como a la reducción del número de asalariados debido al paro.

La burguesía se ha aprovechado en todas partes de la relación de fuerzas que le era favorable, debido a las consecuencias del paro en la moral de la clase obrera, y debido a la traición de los partidos que tenían una influencia política sobre la clase obrera y que, cada uno de ellos, han dado su aval a esta evolución, partidos estalinistas incluidos.

Es útil recordar la inflexión en la actitud de la burguesía y de su Estado frente a la crisis de principios de los ochenta, entre una primera fase marcada por las inversiones estatales destinadas a suplantar las inversiones privadas, y ayudas a los capitalistas financieros creando moneda, y por tanto una fuerte inflación, y una segunda fase durante la cual la inflación ha sido atenuada en gran medida. Esta inflexión no ha atenuado la guerra del gran capital contra las clases populares. Pero ha considerablemente reforzado la dominación del capital financiero sobre el capital industrial.

La aceleración de la inflación en la primera fase de la crisis, si tenía para los capitalistas la ventaja de reducir el poder adquisitivo de los salarios, tenía también el inconveniente de reducir el tipo de interés real, el del capital invertido, una vez deducida la tasa de inflación. Este aspecto era perjudicial para las actividades financieras, sin hablar siquiera de los problemas planteados en el comercio internacional, debido a los ritmos diferentes de la inflación en los diferentes países, y debido a las variaciones en el tipo de cambio que ello podía crear.

Remplazar la creación de dinero por empréstitos al sistema financiero para subsanar el déficit del Estado ofreció a la clase capitalista posibilidades crecientes de invertir su dinero - que no podía ni quería invertir en la actividad productiva - en pagarés del Tesoro o en uno u otro de los múltiples títulos que representaban una fracción de la deuda del Estado o de las colectividades locales.

La consecuencia de esta política ha sido, desde hace al menos veinte años, un crecimiento incesante del endeudamiento de los Estados, empezando por el más potente de ellos, Estados Unidos. Una vez puesto en marcha, el sistema funciona solo:el servicio de la deuda absorbe una parte cada vez mayor de los ingresos de los Estados, que se ven obligados a endeudarse de nuevo para poder pagar. Los diferentes títulos que representan la deuda pública nutren continuamente los mercados financieros.

La desregulación y la supresión de toda frontera legal entre las funciones respectivas de los bancos, de las compañías de seguros, y de las empresas industriales o comerciales, hacen que todas las empresas tienen acceso al mercado financiero, pueden prestar o pedir dinero, comprar o vender bonos del Tesoro o títulos financieros diversos.

Nuevos órganos financieros han surgido o han conocido un desarrollo fulgurante:fondos de inversión, fondos de pensión, fondos especulativos, etc. especializados en la intervención en los mercados financieros para realizar beneficios que parecen desconectados de todo lazo con la actividad productiva.

Esta evolución ha generado la financiarización del conjunto de la economía, de la que hemos hablado ampliamente años atrás, y la posición dominante adquirida por el capital financiero en comparación con el capital industrial. Se trata ciertamente de dos expresiones del mismo capital, pero sus funciones son diferentes, con consecuencias importantes en el funcionamiento del conjunto de la economía. La fase actual llamada de crecimiento se basa sobre estas evoluciones anteriores. No se diferencia de las fases precedentes, en particular de la que terminó con la crisis bursátil de 2001-2002, más que por el hecho de que los capitales acumulados son mas grandes aún y que sus inversiones y desplazamientos de una región del planeta a otra, en función del beneficio posible a muy corto plazo, son todavía mas fáciles, gracias a una red financiera que rodea al mundo con instrumentos de especulación que no dejan de crecer.

En el fondo, la dominación del capital financiero sobre el capital industrial es tan antigua como el imperialismo. Lenin ya lo subrayaba en El imperialismo fase suprema del capitalismo:"Lo propio del capitalismo, en regla general, es separar la propiedad del capital y su aplicación en la industria; separar el capital-dinero y el capital industrial o productivo;separar el rentista que no vive más que de la renta que saca del capital-dinero, y el industrial, así como todos los que participan directamente en la gestión de los capitales. El imperialismo o la dominación del capital financiero es ese grado supremo del capitalismo, cuando esta separación toma proporciones formidables. La supremacía del capital financiero sobre todas las demás formas del capital significa la hegemonía del rentista y de la oligarquía financiera, la situación aparte para un pequeño número de Estados financieramente "potentes" entre todos los demas."

En un informe con título significativo: "¿Es normal el comportamiento de inversión de las empresas?" el Boletín del Banco de Francia, fechado en agosto de 2006, se regocija del hecho que "en relación al porcentaje del producto interior bruto, los beneficios de las empresas se encuentran al nivel más alto desde hace decenas de años. Esta situación es a la vez el reflejo del vigor del ciclo económico actual y el resultado del proceso de reestructuración empezado en 2001." La publicación bancaria, a la que le da igual lo que estas reestructuraciones representan en despidos y en sacrificios de todo tipo para los asalariados, añade:"Esta evolución en sí es normal y sana". ¡Un banquero no tiene, sin la menor duda, razones para hablar de otra manera! El Boletín subraya sin embargo " un desequilibrio mundial" que considera "el más importante de todos":se trata de la diferencia que separa, en los países del G7 - el grupo de los países industriales más potentes - , el ahorro de las empresas privadas de sus inversiones productivas, y subraya que en "2005, el sector de las empresas ha prestado globalmente un total de 1,3 billones de dólares a otros sectores de la economía. Esta situación sin precedentes parece paradójica y las consecuencias serán importantes."

Efectivamente, mientras que en una economía realmente en crecimiento, las empresas piden más bien prestado el dinero que los bancos les captan para invertirlo en la actividad productiva, en la economía actual ocurre lo contrario. Las empresas acumulan liquidez, que a falta de poder y querer invertir suficientemente, ponen a disposición del sistema financiero.

El mismo Boletín del Banco de Francia constata, es verdad, una reanudación de las inversiones en el primer trimestre de 2006 que, escribe, puede parecer impresionante para Estados Unidos o para Japón, pero añade que ello se explica por el nivel muy bajo de partida y que, en comparación con el producto interior bruto total, "el ratio de inversión se sitúa a su nivel más bajo desde hace decenas de años en el conjunto de los países del G7".

Y comenta, con ese sentido del eufemismo que caracteriza al mundo cubierto de fieltro de la banca, que "es posible que el comportamiento de las empresas pueda proceder, al menos en parte, de una muy fuerte aversión al riesgo en lo que concierne a las nuevas inversiones". Ciertamente...

La mayor parte del beneficio obtenido por las empresas es redistribuído a los accionistas, bajo la forma de dividendos, o bajo la forma de recompra por las empresas de sus propias acciones a fin de aumentar el beneficio redistribuído por cada acción. En Estados Unidos por ejemplo, "casi la mitad de los beneficios han sido utilizados para comprar acciones desde principios de 2005 (contra el 10% en los años setenta)" (Alternatives économiques - septiembre de 2006).

Le Monde Economie del 26 de septiembre de 2006, subrayando el mismo hecho, añade que " las compras de acciones no han substituido a la entrega de dividendos, las empresas que utilizan estos dos tipos de operaciones son en general las mismas: en Francia, Total es al mismo tiempo la empresa que paga más dividendos y que compra más sus propias acciones". Hecho significativo, en efecto, porque Total es la empresa francesa cuyos beneficios son los más elevados desde hace varios años, pero es también de las que invierten muy poco.

De ahí la progresión de las grandes fortunas, que aumenta en porcentaje más rápidamente que los beneficios de las empresas. De ahí el aumento del número de multimillonarios en dólares en el planeta: 476 en 2003; 582 en 2004; 691 en 2005. En dos años su fortuna neta acumulada ha crecido de 1,4 a 2,2 billones. Es más que el producto interior bruto de Francia. De ahí también el crecimiento, en torno al 20%, de la producción de lujo - vehículos de lujo, yates, aviones privados, joyas o porcelana de lujo, etc.- sacada adelante por uno de los pocos mercados de consumo realmente en expansión.

El ciclo precedente, que terminó en crisis bursátil en el 2001-2002, ya estaba por entonces marcado por la parte importante de beneficios acumulados que las empresas habían utilizado en "fusiones-adquisiciones", operación que consiste para una empresa en comprar otra empresa - muchas veces la de la competencia - para conseguir empresas, redes de distribución y clientes ya existentes y, sobre todo, la parte de plusvalía que los trabajadores de la empresa comprada crean. Después de haber aumentado en esa época hasta el punto de representar a finales de los años noventa más de las tres cuartas partes de los flujos de inversiones directas hacia el extranjero, el movimiento se paró con la crisis bursatil del 2001-2002. Vuelve a empezar a una escala mayor desde hace dos o tres años.

Hay que recordar aquí que el vocabulario mismo de los economistas de la burguesía se anda con rodeos, y que las cifras que recubre enmascaran la realidad y no la aclaran. Lo que ellos llaman "inversiones directas al extranjero" (IDE) significa solo que un poseedor de capital ha tomado más del 10% de las acciones de una empresa en el extranjero. La empresa en cuestión puede por lo tanto ser - y es el caso la mayor parte de las veces - una empresa que existe ya, sin que "el inversor" invierta nada, aparte del hecho de pesar sobre las decisiones de la empresa y, claro está, se lleve su parte de beneficio.

Aunque las estadísticas que conciernen a las "inversiones directas al extranjero" incluyan igualmente las verdaderas inversiones - es decir la creación de nuevas empresas - son las fusiones y adquisiciones transfronterizas las que constituyen el núcleo y la mayoría de estas inversiones. Ahora bien, para utilizar la fórmula del Monde Economie (10 de octubre de 2006) :"los flujos mundiales de inversiones directas al extranjero (IDE) han explosionado durante los últimos veinte años, pasando de 40 mil millones de dólares a principios de los años ochenta a 900 mil millones en 2005".

En estas compras de empresas hay una parte especulativa. Pero esta especulación, al contrario de la que especula con cualquier cosa, desde cuadros de grandes pintores hasta grandes vinos - y que por cierto sigue, ¡y mucho! - tiene un fundamento racional. En efecto, si las especulaciones permiten al feliz ganador de una operación sacar partido de la plusvalía global, esta plusvalía en sí misma está creada en las empresas productivas. Cuando los mercados están estancados, o en todo caso cuando su extensión es lenta, la mejor manera de doblar o triplicar su beneficio, es conseguir una parte del mercado ya existente.

La lucha entre grandes empresas para comprarse las unas a las otras no se transforma en un aumento de la fuerza productiva ni de la riqueza social, sino en una concentración mayor.

Ni siquiera una concentración mayor de la producción misma, lo que podría representar a veces una cierta racionalización, sino una concentración financiera. Por no citar más que este ejemplo, que ha marcado por su originalidad, el de la llegada del capitalista de origen indio Mittal en el sector del acero: Mittal no ha creado su fortuna construyendo nuevas empresas. Lo ha hecho empezando por comprar a bajo precio las empresas obsoletas dejadas de lado en los países pobres (Trinidad y Tobago) y en la ex URSS (Kazakstán). Después de haberlas restructurado a costa de despidos, se encontró a la cabeza de capitales suficientemente importantes como para extender su zona de caza, especializándose en la compra de empresas con dificultades, un poco en todas partes, donde la ocasión se presentaba, de Argelia a Alemania, de la República Checa a Estados Unidos. Convertido en el número uno del acero con esta política de compra, ha podido apoderarse de su principal rival Arcelor, después de la batalla bursátil que conocemos.

Si las inversiones de los grandes grupos se quedan estancadas en sus propios países, y más generalmente en los países imperialistas, es en dirección de los países que la fraseología oficial llama "países emergentes" donde hay un cierto flujo de inversiones reales.

En lo que concierne al trust francés de automóviles Peugeot-Citroën, por ejemplo, si no invierte en Europa Occidental más de lo estrictamente necesario, para renovar los modelos en particular, si hasta disminuye sus inversiones, cuando cierra su única empresa en Gran Bretaña, ha hecho inversiones reales en Europa del Este, construyendo sucesivamente, una nueva empresa en Kolin, en República Checa, en colaboración con Toyota, y luego solo, en Trnava en Eslovaquia. Precisando que es el Estado de este país pobre como lo es Eslovaquia el que ha realizado más del tercio de las inversiones, sin contar las obras públicas necesarias como la construcción de carreteras, etc.

Al contrario de eslóganes recurrentes, se trata menos para PSA de aprovechar una mano de obra barata - aunque los salarios en Eslovaquia son efectivamente tres a cuatro veces menos elevados que en Europa occidental - que de tener un acceso al mercado del automóvil aún en desarrollo de la parte oriental de Europa.

En general, es el acceso a los grandes mercados de consumo lo que constituye la motivación principal de los trusts que operan a escala internacional. En la época de las barreras aduaneras elevadas, la implantación in-situ era la manera tradicional de rodear las barreras proteccionistas. Esta razón así como la proximidad de un mercado y de sus costumbres siguen siendo hoy en día esenciales, con más razón aún ahora que las barreras aduaneras han sido remplazadas por formas más sutiles de proteccionismo.

Pero estas inversiones reales no conciernen más que un número muy limitado de países pobres. En algunos casos, el desarrollo del mercado local puede venir de países que, aún siendo pobres, tienen ya una industria más o menos desarrollada, con demandas procedentes de estas industrias ( Brasil o Méjico por ejemplo) o, también, de los países del Este europeo. En el caso de un país como China, la perspectiva de un desarrollo del mercado local viene de la agravación brutal de la diferenciación de clase y del desarrollo de la clase privilegiada local que, aunque sea minoritaria con respecto al conjunto del país, representa un mercado de consumo más importante que el de muchos países imperialistas.

En lo que a ésto se refiere, mencionar el porvenir que nos presentan como catastrófico de un país como China donde el número de coches sería tan alto en proporción como en el Occidente imperialista, con el consumo de petróleo, de acero, etc., que ello implica, es totalmente estúpido. El desarrollo en China no es el del conjunto del país. Es el enriquecimiento de una minoría que representa entre el 5% y el 10% de la población, en detrimento de la gran mayoría de la población. Esta minoría misma está fuertemente diferenciada entre los que acceden a ingresos comparables a los de la pequeña burguesía occidental y la pequeña minoría de la minoría que tiene una riqueza tan elevada como ostentosa.

Pretenden muchas veces que China, conservando en dólares, y sobre todo en Bonos del Estado americano, una suma tal que ello financia el 20% del déficit americano, tiene a Estados Unidos entre sus manos. Hay, es cierto, en las relaciones financieras entre ambos Estados, un aspecto de dependencia y de rivalidad recíprocas. Pero esos 900 mil millones de dólares obtenidos gracias a la sobre explotación de la clase obrera china, en particular de esos millones de migrantes del interior, antiguos campesinos echados de sus tierras, sin derechos y sin solución, que deposita China en los bancos americanos, son 900 mil millones de dólares que no se invierten en la economía china, no se invierten para construir carreteras, infraestructuras, y en ningún caso para mejorar la situación de la población. A fin de cuentas, sirven sobre todo para financiar el consumo a crédito de la pequeña burguesía americana.

Mas allá del ejemplo de China, está de moda, en la prensa que busca lo sensacional, hablar de las cantidades crecientes de las reservas, en dólares o en bonos del Tesoro, de cierto número de países pobres. Ocho países de Asia oriental, China, claro, pero también entre otros, Corea del sur, Singapur, Malasia o Indonesia han duplicado sus reservas en dólares en cuatro años.

Pero el premio Nóbel de economía Joseph Stiglitz, ex-presidente del Banco mundial, ex-consejero económico del presidente de Estados Unidos, constata que esos miles de millones de dólares depositados sirven de vector de retenciones considerables sobre esos países por parte de los sistemas bancarios de los países imperialistas: "El costo real de estas reservas para los países en desarrollo sobrepasa los 300 mil millones de dólares por año. Es considerable"

Es una de las consecuencias más dramáticas del funcionamiento de la economía mundial, que estas cantidades importantes de dinero, en efecto, procedentes de los países pobres, no sirvan para desarrollar la economía de estos últimos, y aún menos para mejorar la situación de sus poblaciones, sino que alimentan otra vez el sistema financiero mundial.

La existencia de enormes excedentes de capital y la dificultad que encuentran los que los poseen para invertirlos de manera rentable no es un problema nuevo. Es incluso uno de los aspectos que originan la fase imperialista del capitalismo. Lenin constataba: "A principios del siglo veinte, vemos aparecer un nuevo modelo de monopolio: primero asociaciones monopolísticas capitalistas en todos los países con capitalismo evolucionado; después la situación de monopolio de algunos países muy ricos, en los cuales la acumulación de capital atañe proporciones inmensas. Se produce un enorme "excedente de capitales" en los países avanzados. Ciertamente, si el capitalismo pudiese desarrollar la agricultura, que hoy en día tiene mucho retraso con respecto a la industria, si pudiese elevar el nivel de vida de la mayoría de la población, que en todas partes, a pesar de un progreso de la tecnología vertiginoso, sigue a niveles de desnutrición e indigencia, no se podría hablar siquiera de excedencia de capital. Los críticos pequeño-burgueses del capitalismo utilizan todo el tiempo este "argumento". Pero entonces el capitalismo ya no sería capitalismo, porque la desigualdad de su desarrollo y la desnutrición de las masas, son las condiciones y las premisas esenciales, inevitables, de este modo de producción. Mientras el capitalismo sigue siendo capitalismo, el excedente de capital es utilizado, no para aumentar el nivel de vida de las masas en un país dado - porque ello equivaldría a un descenso de los beneficios para los capitalistas - sino para aumentar estos beneficios exportando capital al extranjero, en los países subdesarrollados."

No hay nada que quitar en estas líneas, ni siquiera lo que se dice sobre "los críticos pequeño-burgueses del capitalismo" cuya etiqueta cambia en función de la época, pero que, pidiendo solo "la anulación de la deuda del tercer mundo", o "la supresión del FMI" o por lo menos de sus órdenes, siguen solo queriendo limar las uñas del capitalismo por negarse, sobre todo, a defender la perspectiva de su destrucción.

Se podría como mucho actualizar la constatación de Lenin añadiendo que, a principios del siglo 20, las exportaciones de capital hacia los países subdesarrollados tenían más tendencia a traducirse por inversiones productivas en comparación con hoy en día. Bueno, siempre se han hecho en función de los intereses de las metrópolis imperialistas. Han contribuido sobre todo a integrar a países atrasados en el sistema imperialista mundial en una posición de subordinados.

Pero quedan, hasta en Africa, algunas infraestructuras, al menos algunas carreteras, algunas vías férreas, puertos o canales, construidos bajo dominación colonial porque son indispensables para evacuar los productos del pillaje.

Hoy en día, cuando el gran capital - en particular francés en su antiguo imperio colonial - se interesa por las infraestructuras, es para usar hasta el final las que el pasado ha dejado de herencia. Bolloré, que ha comprado la línea férrea Abidjan-Ouagadougou, la explota sin sumarle un centímetro de vía. Es verdad que la explotación del puerto de Abidjan - propiedad suya también, en gran parte - necesita sin embargo algunas inversiones, por lo menos para tener en cuenta las evoluciones técnicas del transporte naval.

En lo que concierne al resto, el único capital que llega hasta la mayoría de los países africanos es un capital usurero, dinero prestado a los gobiernos, cuyo costo es tan pesado que el Africa subsahariana, a pesar de ser la región más pobre del mundo, envía más dinero a los países imperialistas que el que recibe.

Y en lo que concierne a los países de Africa que disponen de materias primas valiosas y donde, como en Congo ex-Zaïre, el Estado central está hecho añicos, remplazado por la anarquía de bandas armadas, son las víctimas de una economía de depredadores. Sus minas son explotadas casi sin inversiones, a no ser que lo sea la propina que se le da al jefe de guerra local, sus bosques son devastados para explotar especies difíciles de encontrar.

El capitalismo naciente, en tiempos del comercio triangular, había desangrado a Africa con el comercio de los esclavos, prácticamente sin penetrar en su territorio, transformando a los reyes y los jefes locales en auxiliares de la depredación.

El capitalismo senil de nuestro tiempo hace lo mismo, pero a una escala todavía mayor. Con la diferencia de que los fusiles regalados son remplazados por armas mucho más peligrosas y que los muertos no son las víctimas de la travesía del Atlántico para ser vendidos en América, sino de las guerras mismas y de las hambrunas consiguientes. Pero la escala es mayor, en este caso también: se estima, por ejemplo, en cuatro millones, el número de víctimas de las guerras y de la hambruna únicamente en Congo-Kinshasa.

La competición entre mega y giga-empresas para comprarse las unas a las otras se traduce por el alza de las acciones de las empresas implicadas. Este alza se acentúa con la especulación, no solo sobre las acciones de las empresas implicadas en una operación de compra o venta, sino mas allá. Adivinar quién puede ser objeto de una oferta de compra, amistosa u hostil, es la actividad de oficinas especializadas que venden sus datos confidenciales, como las publicaciones especializadas en carreras de caballos venden sus apuestas sobre el orden de llegada de la carrera. Ya que hay mucho dinero en juego: una empresa víctima de ataques bursátiles ve el precio de sus acciones aumentar. Es sin duda este mecanismo, totalmente irracional fuera de este mundo capitalista baldado de especulaciones, lo que explica la información dada por el periódico Le Monde diplomatique de octubre de 2006:"A principios de septiembre de 2006, la Ford Motor Company ha anunciado que perdía siete mil millones de dólares por año: sus acciones aumentaron un 20%".

El resultado de todo ésto es una nueva aceleración bursátil descontrolada. No es la primera. La anterior había conducido, a mediados de octubre de 2000, el Dow Jones, índice bursátil americano, a la cima sin precedentes de 10192 puntos. La crisis bursátil que tuvo lugar a continuación bajó este índice a 7733 puntos en 2002, es decir una disminución del 26% en dos años. Sin embargo el récord del 2000 ha sido vencido y de sobra puesto que, el 23 de octubre de 2006, el índice Dow Jones ha alcanzado los 12100 puntos.

¿Hasta dónde irá esta aceleración y cómo terminará? Nadie puede predecirlo en este sistema capitalista anárquico. Solo se puede especular...

El progreso del CAC 40 ha sido menos amplio. Este índice de la bolsa de Paris, que alcanzó los 6064 puntos en octubre de 2000, se ha desplomado totalmente llegando dos años después a los 2758 puntos, es decir una baja del 55%. Actualmente está en 5375 puntos, es decir, a menos del doble de su punto más bajo en 2002.

A principios de 2006 sin embargo, una mini-crisis bursátil ha disminuido los valores de las acciones en bolsa durante un tiempo. Y el miedo del mundo bursátil es que se produzca una de esas crisis que ya se han conocido cuatro o cinco veces durante el largo periodo empezado en el año 1970 (crac bursátil general de 1987, crisis mejicana, crisis asiática, crisis bursátil de la "nueva economía", etc.).

El mercado de las materias primas siempre ha sido un mercado especulativo, tanto para los productos minerales o energéticos, como para los productos alimenticios de base, como el trigo. Lo es particularmente durante el actual ciclo de especulación.

El precio de los metales - y con ellos, el valor de las acciones de las minas - ha llegado en 2005-2006 a cimas sin precedentes desde hace decenas de años, cuando no desde el principio de su valoración en bolsa. Este fenómeno es conocido para el petróleo porque, entre 1999 y 2006, el precio del petróleo bruto ha sido multiplicado por siete, pasando de 10 dólares el barril a más de 70 dólares, este verano, antes de caer de nuevo a 56 dólares. El precio del cobre ha sido multiplicado por seis en cinco años. El aluminio, el zinc, el níkel siguen el mismo movimiento.

Es habitual volver responsable de esto a la demanda creciente de cierto número de países, en particular China. Pero si la demanda que viene de China ha acarreado un alza del precio de las materias primas, es sobre todo porque las grandes empresas del sector tienen desde hace varios años el mismo comportamiento que los trusts del petróleo: en vez de invertir, más vale hacer súper-beneficios, con la misma producción pero dejando que los precios suban vertiginosamente. El origen de las alzas de precios está en las sub-inversiones de los trusts que dominan la extracción y la transformación de las diferentes materias primas. Y, una vez que empieza el aumento de los precios, la especulación se ocupa del resto para acentuar todavía más el alza.

Esta especulación no es solo el hecho de industrias que utilizan tal o cual materia prima y que, para protegerse, hubiesen anticipado la demanda, sino más bien el hecho de oficinas financieras especializadas en la especulación sobre las materias primas.

Contando solo Francia, existen 36 fondos cuyo trabajo exclusivo es crear beneficios especulando sobre las materias primas. ¡Ésto ha sido lucrativo hasta ahora, puesto que estos fondos de inversión han mostrado una progresión de sus beneficios del 103% en tres años!

La introducción masiva de fondos especulativos en la especulación sobre las materias primas no tiene sólo por consecuencia el alza de los precios. Las páginas económicas del Figaro del 29 de mayo de 2006, subrayando la importancia creciente del papel de los fondos especulativos en el sector de la energía, constatan que resulta de ello "la extrema volatilidad de los valores, lo que ha conducido la tonelada de cobre a perder más de 1000 dólares en un día a mediados de mayo, de ahí una alternancia entre golpes de calor y de frío."

Y es también en el sector de las materias primas donde ha aparecido, a mediados de septiembre, el espectro de una nueva crisis financiera. El fondo especulativo Amaranth ha perdido en solo un fin de semana la friolera de cinco mil millones de euros, los dos tercios de su capital, especulando con el alza continua del precio del gas natural, precisamente en el momento en el que los precios empezaban a bajar (Le Monde économie del 3 de octubre de 2000).

Exceptuando a ciertos países productores de petróleo - entre los cuales, con los emiratos de Oriente Medio, Rusia - , este alza de las materias primas ha sido poco benéfica para los Estados productores y, evidentemente, no lo ha sido nada para sus clases populares. Incluso entre los países productores de petróleo, los de Africa en particular, se encuentran en esta situación contradictoria, que al mismo tiempo que aumenta su producción de petróleo bruto, se ven obligados a comprar el petróleo refinado en el mercado internacional para abastecer su propio mercado local, por la simple razón de que no tienen refinerías o no funcionan porque los trusts del petróleo no invierten. En Nigeria por ejemplo, uno de los principales países de Africa productores de petróleo, las dos refinerías existentes, obsoletas, están más o menos fuera de servicio. Ello hace que los ingresos del petróleo bruto están, en gran parte, anulados por la compra de petróleo refinado.

En general, el papel de los fondos de inversión, es decir de los fondos especulativos, ha ido creciendo de manera constante entre 2000 y 2006. Las actividades financieras que ellos gestionan han triplicado durante el mismo periodo, pasando de 520 mil millones de dólares a 1,54 billones de dólares. Los bancos, las compañías de seguros y otras instituciones financieras, no son modelos de transparencia pero, los fondos de inversión, domiciliados la mayoría de las veces, pero no siempre, en paraísos fiscales, escapan a toda regla. Son cada vez más los auxiliares, o hasta los protagonistas, de las operaciones de compra de las grandes empresas.

Su preocupación es conseguir un máximo de beneficio en un mínimo de tiempo, una participación importante de uno de estos fondos de inversión en una empresa dada modifica su gestión. La producción pasa al segundo plano, en comparación con la operación financiera que puede representar la compra de una empresa, su desguace y su venta "apartamento por apartamento".

La imaginación de los financieros no tiene límites para inventar sin parar nuevos instrumentos financieros derivados de diferentes formas de crédito, cuyos inventores mismos acaban por no entender nada.

Le Monde diplomatique de octubre de 2006, bajo el título expresivo "Una economía de aprendices de brujo", cita al economista americano Warren Buffet, segunda mayor fortuna del planeta, "bien situado para estar en el ajo de la finanza", que considera que "los derivados del crédito son armas de destrucción masiva".

Está de moda en los círculos altermundialistas, en particular, considerar estos fondos de inversión, su funcionamiento, su implantación en paraísos fiscales, como tumores malignos en el cuerpo del organismo capitalista. Tumores malignos, ciertamente, pero imposibles de operar porque forman totalmente parte del organismo que parasitan. Los fondos de inversión, son una de las materializaciones del capitalismo de hoy en día, son el capitalismo de hoy en día. Son inseparables de los bancos, de las compañías de seguros, de las grandes empresas, hasta de los ricos de quienes invierten los fondos de manera especulativa (ricos obligatoriamente porque, por lo visto, la inversión mínima para jugar a la ruleta financiera de los fondos de especulación americanos es de 250000 dólares).

Los defensores del capitalismo actual pretenden que, gracias a la globalización, los intercambios internacionales han podido desarrollarse sin límites y que un mundo sin barreras proteccionistas permitirá a todas las economías encontrar un pequeño espacio bajo el sol del comercio mundial. Pero, en realidad, solo el capital se desplaza libremente, riéndose de las fronteras. No los hombres, la actualidad lo ilustra cada día, ni siquiera realmente las mercancías.

El mercado internacional no tiene nada de un mercado libre, si es que los mercados nacionales, lo fueran. Como todo mercado, el mercado internacional es una jungla, donde sólo cuentan las relaciones de fuerza. Además, a pesar de los discursos sobre la "globalización", los Estados nacionales siguen siendo parte integrante de estas relaciones de fuerzas.

La mayoría de los países del planeta están metidos en esas negociaciones-maratón que tienen nombres exóticos, la última de ellas "el ciclo de Doha", que presuntamente trabajan para lograr acuerdos de libre intercambio generalizados a nivel del planeta. Su objetivo es conseguir acuerdos multilaterales, es decir acuerdos que den a cada país el mismo derecho a acceder al mercado de todos los demás y en las mismas condiciones, la función de la Organización Mundial del Comercio (OMC) siendo de vigilar el respeto de las reglas de este sistema de libre intercambio internacional.

Le Monde Economie del 20 de junio de 2006 constata sin embargo que, "desde la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 1995, ningún acuerdo multilateral ha sido firmado mientras que, al mismo tiempo, el número de acuerdos regionales o bilaterales ha explosionado". ¡Es como decir que la OMC no sirve de casi nada y que los que, esta vez también en los círculos altermundialistas, luchan contra ella como si fuese el símbolo del capitalismo globalizado, atacan realmente molinos de viento!

En cuánto a los acuerdos bi- o trilaterales, si su objetivo es facilitar el comercio entre los países implicados, constituyen al mismo tiempo, de hecho, un obstáculo proteccionista hacia los países apartados de ellos.

En los acuerdos regionales, está lo que fue por ejemplo, el Mercado común entre 9 o 12, asegurando un libre intercambio entre países imperialistas de mismo nivel. Pero el libre intercambio no era real más que en el interior del Mercado común; era proteccionista hacia el exterior.

Además, cuando se trata de un acuerdo entre un país imperialista y uno o más países pobres, se trata de la forma jurídica moderna del antiguo sistema de esferas de influencia económica. Estos acuerdos reproducen relaciones de dominación entre un país imperialista y uno o varios países pobres. Estados Unidos, Canadá y Méjico, por ejemplo, están ligados desde 1994 por el Acuerdo de Libre Intercambio Norte-Americano (ALENA). Si el ALENA abre Méjico ante las mercancías americanas, si facilita el funcionamiento de las maquiladoras, de esas zonas francas donde crecen empresas con capital americano y salarios mejicanos, nada lo simboliza más que el muro que Estados Unidos está construyendo entre los dos países. Un muro que quiere ser impenetrable en un sentido y poroso en el otro...

Ampliándose hacia los países más pobres del Este europeo, el antiguo Mercado Común, transformado en Unión Europea, ha integrado a su vez en el interior de sus fronteras, relaciones de dominación país imperialista/país dominado. Todavía no estamos en la fase en la que se contruyen muros materiales pero ya, la "libre circulación" no tiene el mismo significado cuando uno se desplaza de la parte oriental pobre hacia la parte occidental, o en el otro sentido. De manera significativa, Gran Bretaña, por ejemplo, disminuye las posibilidades para los trabajadores rumanos o búlgaros de ir a trabajar en su suelo, precisamente en el momento en que Rumanía y Bulgaria entran oficialmente en la Union Europea.

En conclusión de la fase actual de la economía capitalista, sin embargo considerada como en crecimiento:

-nunca tantas concentraciones de riqueza por un lado, ni tanta miseria y pobres por otro lado;

-nunca, en la mayoría pobre del planeta, tantos campesinos echados de sus tierras, proletarizados en las grandes ciudades sin que, sin embargo, la industria moderna les encuentre un trabajo;

-nunca tantas contradicciones entre un mundo financiero cubriendo con sus redes el planeta entero, irrigado por capitales que circulan con la velocidad de la luz o casi, y el mundo real de los hombres y los productos, los primeros separados y opuestos por alambradas y muros, los segundos frenados por barreras proteccionistas sofisticadas;

-raras veces el sistema ha aparecido tan frágil, no desgraciadamente por los golpes de la lucha de la clase obrera, con el objetivo consciente de destruir un orden social anacrónico, sino por sus contradicciones internas;

-raras veces ha sido tan claro el perjuicio de la organización capitalista de la economía basada sobre el mercado y el beneficio, y su incapacidad para responder a los problemas de la colectividad humana a pesar de las posibilidades fantásticas que se encuentran a disposición de la sociedad.

Considerando el porvenir, el movimiento obrero revolucionario, constatando desde hacía un siglo que el capitalismo ya no representaba el progreso sino, en el mejor de los casos, el estancamiento, en el peor, la regresión, daba la alternativa siguiente: socialismo o barbarie. Sólo el renacer del movimiento obrero revolucionario puede parar la caída en la barbarie.

29 de octubre de 2006.