El problema vasco hoy: E.T.A. y la herencia envenenada del franquismo

打印
Octubre - Noviembre - Diciembre

El pasado 13 de julio un secuestrado por E.T.A., Miguel Angel Blanco, joven concejal del Partido Popular, fué asesinado por E.T.A. Y en los días siguientes, por el llamamiento de todos los partidos de derecha e izquierda y sindicatos, grandes manifestaciones han reunido en todo el país a millones de personas para pedir el fin del terrorismo. Luego, a pesar de este clima, cerca de 30.000 personas se han manifestado a finales de julio en San Sebastián (País Vasco) siguiendo la convocatoria de las organizaciones independentistas para reclamar el acercamiento a las prisiones vascas de 600 presos de E.T.A., actualmente dispersos en prisiones alejadas de las ciudades donde viven sus familiares, reivindicación que E.T.A. había puesto como condición para la liberación de Miguel Angel Blanco. Después se han multiplicado las declaraciones del gobierno anunciando la intención de mostrarse intransigente en el juicio a miembros de la dirección de Herri Batasuna, que comenzó el 6 de octubre.

Constituido legalmente en 1978 Herri Batasuna es un frente de organizaciones independentistas que se reclaman del mismo programa que ETA y cuyos recuentos electorales oscilan entre el 12 y el 15%. Sus dirigentes están acusados de tener lazos con el terrorismo por haber hecho, en las elecciones de febrero de 1996, propaganda a favor de E.T.A. presentando un vídeo en la campaña con la "Alternativa Democrática" de la organización armada.

Estos hechos, y se podrían citar muchos otros, muestran que después de poco más de 20 años de la muerte de Franco, los gobiernos que se han sucedido no han sido capaces de resolver la cuestión vasca. No han dado solución a los problemas que son el origen de la existencia y que explican el mantenimiento en esta región de una corriente política nacionalista radical que practica el terrorismo, suficientemente importante e implantada en la población como para que perdure después de años de represión del poder central.

La decisión de los dirigentes de E.T.A. de ejecutar al joven concejal de un pequeño pueblo del País Vasco, electo del partido de derechas actualmente en el poder, el Partido Popular, no es justificable. El terrorismo individual incluso el que golpea a responsables del aparato de Estado, o a personalidades implicadas en la represión, no es una forma de lucha que contribuya a la emancipación de los oprimidos. Pero la ejecución de secuestrados que, como Miguel Angel Blanco, no ocupan cargos de gran responsabilidad, es aún menos admisible. Como tampoco lo son los atentados ciegos, la liquidación de militantes de partidos rivales... o de viejos militantes de ETA que han abandonado la actividad, las agresiones contra patronos que se niegan a pagar el impuesto llamado revolucionario. Y es larga la lista de acciones terroristas de ETA inaceptables tanto desde el punto de vista de los objetivos como de los métodos. Pero estos hechos se inscriben en la lógica de los enfrentamientos sangrientos que caracterizan desde hace años las relaciones entre ETA y las fuerzas del orden que obedecen a los que detentan el poder en Madrid.

Del mismo modo no se puede olvidar que toda esta violencia perdura porque los responsables del Estado español han elegido, por su parte, emplear la violencia para obligar a la oposición independentista vasca a someterse o desaparecer.

La ejecución de Miguel Angel Blanco ocurre después de una gran campaña del gobierno en la que presumía de haber impuesto a E.T.A. la liberación de otro secuestrado, Ortega Lara, funcionario de prisiones. Aznar, el líder del Partido Popular, actualmente jefe del gobierno, se vanagloriaba de la eficacia de su intransigencia.

La respuesta de ETA ha sido mostrar que se niega a ceder ante la intransigencia del gobierno y ante la presión de los manifestantes que pedían la liberación de Miguel Angel Blanco. Este ha pagado, pues, con su vida el triunfalismo de los dirigentes de su propio partido.

E.T.A., el ala radical del movimiento nacionalista vasco

En apariencia la forma en que se desarrolla hoy la guerra larvada que opone E.T.A. al poder central parece muy diferente de la política que, en los últimos 10 años del franquismo, hizo de E.T.A. uno de los símbolos de la resistencia a la dictadura.

Cuando en diciembre de 1970 Franco organizó en Burgos un juicio con la intención de dar un ejemplo de intransigencia y de avisar a todos los militantes vascos y a todos los oponentes de su régimen, E.T.A. supo dirigirse a la opinión no sólo a la del País Vasco sino de toda España e incluso a la opinión mundial. Un comando de E.T.A. había secuestrado al cónsul de Alemania en San Sebastián, pero fué liberado. Los acusados se convirtieron en acusadores. El juicio a los vascos se transformó en juicio al franquismo hasta el punto que Franco deberá dar marcha atrás y cambiar las penas de muerte anunciadas, por el tribunal, por encarcelamientos.

Cuando en 1973 E.T.A. eligió como blanco al almirante Carrero Blanco, brazo derecho de Franco, su ejecución en pleno Madrid encontró la aprobación de todos los que en España aspiraban al fin de la dictadura. Y la solidaridad de la población con E.T.A., no sólo en el País Vasco sino en toda España, se apoyaba en el hecho de que E.T.A. se atrevía a enfrentarse al poder demostrando así que era posible hacerle dar marcha atrás.

No obstante la E.T.A. de hoy tiene fundamentalmente las mismas bases que la E.T.A. de ayer. Sus elecciones, sus acciones se inscriben en el marco de una política que sitúa a esta organización y a sus organizaciones satélites en una corriente que, ayer como hoy, no tiene nada que ver con el movimiento revolucionario proletario; nada que ver con la lucha por la emancipación de los explotados y oprimidos. Y la lógica sangrienta de sus acciones terroristas de hoy procede de sus perspectivas fundamentales.

Desde sus orígenes E.T.A. es una organización nacionalista que quiere un Estado vasco independiente de España. De ningún modo inscribe su lucha en la perspectiva de la caída del capitalismo. Esta organización nacionalista radical que practica la lucha armada es una de las que componen el movimiento nacionalista vasco cuya fuerza política más antigua es el Partido Nacionalista Vasco (P.N.V.) que aún hoy en día es la corriente nacionalista electoralmente más fuerte.

Creado a finales del siglo XIX, el P.N.V. representaba la aspiración de la burguesía vasca de poder beneficiarse libremente de sus riquezas sin sufrir la tutela del Estado español. Se desarrolló sobre la base de ideas reaccionarias. El racismo antiespañol, la exaltación de la raza vasca, el integrismo religioso se suma a una hostilidad a toda referencia a la lucha de clases en una región donde la clase obrera estaba compuesta cada vez más de inmigrantes venidos de Andalucía, Galicia o Extremadura.

Las divisiones que se han hecho posteriormente en el seno del movimiento nacionalista no ponían en duda las opciones nacionalistas y antiobreras de los fundadores del P.N.V. Ha habido muchas escisiones en las primeras decenas de este siglo entre los partidarios de la autonomía y de la independencia. Ha habido divisiones a propósito de la apreciación de la revolución irlandesa, como más tarde a propósito de la actitud a adoptar cara al gobierno republicano entre 1931 y 1936. En el momento de la guerra civil, el alineamiento del País Vasco (Alava, Vizcaya, Guipúzcoa) en el campo republicano que ha hecho del País Vasco un símbolo antifranquista. Pero el conjunto del movimiento nacionalista tenía en común, durante todo este período, una hostilidad respecto al movimiento obrero que ya se manifestó en su condena de la insurrección de Asturias del 34 y que no se abandonó durante toda la guerra civil.

Franco hizo pagar al País Vasco el haber escogido el bando contrario. La represión del conjunto de la población vasca fué feroz. Condenado a la clandestinidad, el PNV continuó su existencia.

Cuando a partir de 1952, una parte de los dirigentes de las juventudes del PNV comenzaron a contestar la moderación de la política de este partido, no pusieron, en ningún caso, en duda la tradición y las bases políticas del P.N.V. Los que en 1959 crearon E.T.A. expresaban la radicalización de una pequeña burguesía vasca en contra de la opresión nacional ejercida por el Estado franquista. Se beneficiaron de la solidaridad con los militantes vascos que se manifestaba en todas las capas de la sociedad contra la represión de que eran víctimas.

La E.T.A. de los primeros años se atrevía a lo que no osaba el P.N.V. En 1961 organizó un descarrilamiento del tren que llevaba a dignatarios del franquismo. Este descarrilamiento fracasó, la oleada de represión que le siguió fué muy dura, pero E.T.A. se reconstruyó. Sus acciones espectaculares les hizo ganar la simpatía de los vascos y de muchas personas del resto del país. Muy pronto fue la fuerza de oposición más osada.

E.T.A. conservaba sus referencias políticas. Afirmaba tener por enemigos a los españoles en tanto españoles, ya fueran de derecha o izquierda. Se pronunciaba por el derecho a la autodeterminación del pueblo vasco. Partidarios de la independencia, al mismo tiempo que se reclamaban del ejemplo de los nacionalistas irlandeses y de Israel, apostaban por la lucha armada. ETA se implantó rápidamente en la juventud del País Vasco, atrajo a elementos que provenían de diversas corrientes políticas. Militantes procedentes del maoismo, del trotskismo, del castrismo militaban en sus filas e intentaban influir en su política. ETA durante un tiempo tomó orientaciones tercermundistas. Bajo la influencia de los maoístas y de los troskistas del Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional adoptó un lenguaje más obrerista, seudo marxista. Sin embargo continuaba presentando a los fundadores del P.N.V. como progresistas y rechazando toda referencia a la lucha de clases juzgada por principio "demasiado reformista".

Así que para los dirigentes de E.T.A. el enemigo era el Estado español y no la burguesía. Y cara a un movimiento obrero que se reconstruía su objetivo era intentar integrar a la clase obrera en la lucha por la "liberación nacional" sin tener en cuenta los intereses de la clase obrera. Se hablaba de "conciencia nacional de clase". Se inventó el término "pueblo vasco trabajador". Era una de las formas de reafirmar los objetivos nacionalistas del movimiento.

La falta de corrientes radicales en el movimiento obrero dejando a los nacionalistas de E.T.A. el campo libre, el radicalismo de su política les dió crédito en el conjunto de la población obrera, comprendiendo a los obreros no vascos que vivían en el País Vasco y fuera de él. Y es característico que la corriente trotskista procedente de E.T.A., que ha militado en el País Vasco, no haya sabido definir una política independiente de la de los nacionalistas.

La determinación, el radicalismo y el brillo de E.T.A. no cambiaban nada el fondo del problema ni el hecho de que se proponía formar un poder cuya espina dorsal debía de ser el aparato militar, constituido en la lucha armada. Pretendían constituir un Estado Vasco independiente. La escisión que se produjo al final del franquismo entre E.T.A. militar (E.T.A.-m) y E.T.A. político-militar (E.T.A. p-m) tenía por base, la mayor o menor importancia dada por algunos dirigentes a la acción de masas pero ninguno de estos dos brazos ponía en duda los objetivos nacionalistas del movimiento.

En cuanto al recurso del terrorismo, suponía la existencia de comandos armados clandestinos que escapan a todo control de la población y capaces de mantenerse, intentando imponerse al poder central y en el seno del movimiento nacionalista. Los años que han pasado han mostrado como esta política iba a conducir a un callejón sin salida.

La lógica a de los enfrentamientos entre el poder y E.T.A.: un callejón sin salida sangriento

El mismo régimen franquista con su represión feroz, con la imposición de "una España grande" había, de alguna manera, dado la posibilidad a E.T.A.-m y E.T.A.-pm

de adquirir un crédito político y reconocimiento más allá del País Vasco.

Con el fin de la dictadura, los políticos que dirigían el país en la transición, temían las movilizaciones sociales. Los acontecimientos que se desarrollaban en el vecino Portugal, después del derrocamiento de Caetano por los militares el 25 de Abril, mostraban que los temores no eran infundados.

El problema de las autonomías fue utilizado como maniobra de diversión. Suarez fue a buscar a Francia al antiguo presidente del gobierno catalán entre 1.936 y 1.939, Tarradellas, para hacerlo presidente de una Generalitat resucitada como por arte de magia. Si bien en Cataluña y País Vasco el sentimiento nacional estaba enraizado en la población no era así en el resto de las regiones.

La política de Suarez llevaba la creación de autonomías, no soló para las llamadas históricas por haber tenido el Estatuto de Autonomía en el período republicano (Cataluña, País Vasco, Galicia), sino también para todas las regiones, pero con distintos grados en las competencias. Esto supuso la utilización de agravios comparativos entre distintas regiones fomentando el nacionalismo en regiones que como Andalucía prácticamente no existía.

En esta maniobra de diversión de los problemas reales de los trabajadores y de la población llevada a cabo por Suarez encontró el apoyo de la pequeña burguesía, de toda la izquierda incluida la extrema izquierda, que vió en esta política la posibilidad de ganar al electorado, de conseguir cargos políticos y baronías o simplemente de seguir la corriente de moda en este momento.

De este modo el nacionalismo y el "problema autonómico" funcionó de maravilla a la hora de desviar la atención de los verdaderos problemas y de sus responsables.

El problema vasco fue la excepción.Las dificultades venían del aparato represivo del Estado. Todos los responsables de la policía y del ejército eran los mismos que en el franquismo y se mantenían en sus puestos.

Si los dirigentes del Estado estaban dispuestos a aceptar la liberación de los prisioneros vascos y a discutir un Estatuto de Autonomía para el País Vasco, sin Navarra, se negaban a cualquier negociación con E.T.A. mientras no abandonase las armas, así como se negaban también a reconocer el derecho de autodeterminación del pueblo vasco.

El Estatuto de Autonomía de Guernica negociado fundamentalmente con el P.N.V., recogía un País Vasco compuesto por lava, Vizcaya y Guipúzcoa, sin Navarra, con los derechos comparables a los del Estatuto del 36, con una policía autónoma que se implantaría progresivamente. Pero el Estado se negó a reconocer a E.T.A. como interlocutor en las negociaciones, y a aceptar la inclusión de Navarra y el derecho de autodeterminación. Estos elementos constituyen los vetos que ningún gobierno que ha existido desde 1.976 se han atrevido a inflingir. De esta manera el problema vasco se encontró en un callejón sin salida desde el momento que para los dirigentes de E.T.A. no es ningún problema mantener sus posiciones sin capitular.

El conjunto de la clase política asumía la idea de que en una España, de ahora en adelante democrática, no estaba justificada la lucha armada. Pero E.T.A. excluida del juego político, eligió defender su existencia, recurriendo sistemáticamente a métodos terroristas. Decidió sus acciones independientemente de lo que pudiera querer y reivindicar la población vasca, a la que pretendía representar. Sin embargo una parte nada despreciable de la población vasca continuía apoyando incansablemente a E.T.A., que algunos años antes, había atraido, en la lucha contra la dictadura, a decenas de miles de jóvenes. En todas las familias del medio popular han tenido un padre, un hijo, un familiar o un vecino víctima de la dictadura.

E.T.A., para imponerse, multiplicó sus acciones y atentados que pasan de 88 muertos en 1.976 a 119 en 1.979. Tenía un peso en la vida política. El P.N.V. se mostró sensible a esta presión, como por ejemplo cuando se negó a aprobar la Constitución del 78; lo cual no le impidió aprobar el Estatuto propuesto por el poder. A partir de este momento, con su prolongación legal Herri Batasuna, E.T.A. se desenvolvió sola.

Los objetivos de E.T.A. seguían siendo la constitución de un "Estado independiente, incluidos Navarra y el País Vasco francés". Pedía una negociación sobre la base de 6 puntos, la llamada alternativa K.A.S. (Coordinadora Patriota Socialista). Se añadía a la reivindicación anterior, la liberación de los presos, la legalización de los partidos independentistas, la salida de las "fuerzas de ocupación", la mejora de las condiciones de vida de los trabajadores vascos, el reforzamiento del Estatuto y el derecho a la autodeterminación.

La política decidida por los gobiernos de derecha en los primeros años del post-franquismo respecto al problema vasco, no encontró una oposición firme de los partidos de izquierda. Estos se limitaban a criticar al gobierno por su intransigencia. Felipe González en los años 81/82, había prometido arreglar el problema vasco de forma definitiva, pero una vez en el gobierno mantuvo las mismas posiciones de los gobiernos precedentes. En Diciembre de 1.982 Felipe González declaraba : "el ejército es la columna vertebral del Estado". Y es precisamente de cara al ejército que González escogió su posición de cerrazón contra E.T.A. No era su intención correr el riesgo de enfadar a los militares dando más libertades a los vascos, luchando realmente contra la tortura, tratando más dignamente a los presos de E.T.A. Se contentó con preparar un plan de "reinserción" para los arrepentidos que renunciaran a la lucha armada. Sin embargo E.T.A. es una organización compuesta de militantes que no se doblegaban ante tales presiones.

Lo esencial de la política de González en este terreno, ha consistido en intentar, cueste lo que cueste, desmantelar a E.T.A. Con la complicidad de la policía francesa, su gobierno creó los GAL, que reclutados entre la mafia francesa y actuando a las órdenes de la policía, actuaron contra militantes de ETA exilados en Francia, asesinando y atentando contra refugiados vascos. Además, de acuerdo con el gobieno francés se extraditó a decenas de vascos que vivían refugiados en el país vecino. A pesar de todas las medidas anti-terroristas tomadas en los catorce años de gobierno los socialistas no arreglaron nada. A pesar de la liquidación de dirigentes de E.T.A., no han podido impedir la multiplicación de los atentados, los secuestros, las represalias contra los guardias civiles, los funcionarios de prisiones o contra los patrones que se negaban a pagar el "impuesto revolucionario".

Desde las elecciones de 1996, el Partido Popular ha hecho de la radicalización de la lucha contra E.T.A. uno de sus principales temas de campaña, prometiendo que sabrían acabar con el terrorismo de E.T.A. Pero los recientes hechos permiten dudarlo.

Ante el retorno del terrorismo ciego de E.T.A., la clase política ha reaccionado llevando una política interclasista de unión sagrada. Además esta política es una especie de tradición en España, desde el consenso general sobre la Constitución (comprendiendo la forma monárquica del régimen) pasando por los Pactos de la Moncloa que instauraron, algunos meses más tarde, una política de austeridad para la clase obrera con el acuerdo de todos los partidos políticos, incluido el P.C.E. Esta unanimidad se tradujo en 1987 en un pacto de unidad antiterrorista. También se manifestó muchos años después en la organización de grandes manifestaciones donde se han visto desfilar en cabeza de pancarta, lado a lado, a los dirigentes políticos de todos los partidos. Esto no ha llevado a aislar totalmente a ETA. Herri Batasuna, cuyos lazos con ETA son reales, continúa obteniendo el 12% de votos. Es menos que hace diez años cuando sus recuentos casi rebasaban el 15% pero eso quiere decir que a ETA le queda una fuerza que aún pesa en el País Vasco y en el conjunto de la vida política española.

Un problema que pesa sobre toda la sociedad española

Veinte años después de la muerte de Franco la cuestión vasca pesa aún, y cada vez más, en la situación política española. La burguesía española podría arriesgarse otorgando a los vascos el derecho a la autodeterminación, permitiendo a la población navarra ser consultada sobre su adhesión o no al País Vasco e intentando que el gobierno central negociase abiertamente con E.T.A. Esta elección sin duda no sería más costosa para las clases dirigentes de España que la guerra larvada que perdura. Pero como lo hemos visto el aparato de Estado español, heredado del franquismo, se niega a legitimizar una organización que lo desafía desde hace más de 40 años.

Desde hace años los gobiernos que se han sucedido proclaman periódicamente que ETA ha sido desmantelada, diezmada, aislada políticamente y de la población. Y sin embargo se la ve regularmente resurgir e intervenir. Su base social se ha estrechado, entre otras cosas porque el Estatuto de Autonomía ha satisfecho una parte de las reivindicaciones de la burguesía y de la pequeña burguesía vascas. Pero E.T.A. queda aún cómo una fuerza política importante en el País Vasco. Los resultados electorales de Herri Batasuna lo muestran. Como lo muestran las manifestaciones que E.T.A. es capaz de organizar periódicamente. Incluso si la desaprobación de los métodos de E.T.A. se manifiesta más abiertamente y mayor, los militantes independentistas continúan siendo percibidos en el País Vasco -y en el resto de España- como combatientes y no como delincuentes o mafiosos. Y una parte de la población del País Vasco se siente solidaria frente a la represión de que son objeto, una represión como la que sufrieron bajo la dictadura franquista.

Las leyes antiterroristas de la democrática España permiten la detención previa prolongada en cárceles donde la tortura es moneda corriente. Los detenidos, a menudo condenados a penas de muchos años, incluso de muchas decenas de años, son -despreciando la ley- dispersados en cárceles por los cuatro puntos del país donde sus familiares difícilmente pueden ir a verlos.

Los políticos, que se dicen demócratas, no dudan en violar su propia legalidad constituyendo, como hemos visto, comandos paralelos que con el consentimiento de las autoridades españolas e internacionales (en particular francesas) tienen campo libre para organizar verdaderas cacerías de hombres y acorralar, detener o asesinar a presuntos terroristas. Y cuando un detenido muere o se suicida en una comisaría o prisión no es extraño que las autoridades bloqueen cualquier investigación.

Esta violencia de las altas esferas no justifica la política terrorista de E.T.A. pero permite comprender porque hoy aún dispone de apoyo en la población y suscita reacciones de solidaridad. Reacciones que también se explican porque en el País Vasco una parte nada despreciable de la población piensa que, si incluso la independencia no es la salida deseada y que es necesario acabar con el terrorismo, sería justo reconocer a E.T.A. como interlocutor.

Mientras tanto la lucha que hoy lleva a cabo E.T.A. parece cada vez más una lucha particular donde esta organización, en tanto que aparato militar, defiende su supervivencia sin tener en cuenta lo que quiere la población, incluida la vasca.

En este sentido E.T.A. no juega el papel que hubiese podido jugar en la sociedad española en los años 70 cuando los retrocesos impuestos al poder dictatorial de Franco constituyeron una revalorización para todas las fuerzas de oposición.

La línea en la que E.T.A. ha continuado su lucha no va en el sentido de la defensa de los intereses de los explotados en España. Continúa desarrollando en el País Vasco una propaganda nacionalista reaccionaria que contribuye a dividir a la clase obrera.

No está sola en esto. Los demás partidos nacionalistas ya sean vascos, catalanes , andaluces, gallegos u otros coinciden en poner a los trabajadores bajo la burguesía de cada región y a enfrentarlos unos a otros invocando ridículas fronteras regionales heredadas de otra época, completamente artificiales. La clase obrera española, que desde hace años sufre los efectos de la política anti-obrera llevada a cabo por el conjunto de la burguesía española y por los gobiernos centrales y regionales, lleva todas las de perder con el aumento del chovinismo regional y nada que ganar con el desarrollo de un sentimiento antivasco que acompaña al rechazo del terrorismo.

Y además en un contexto de retroceso de las luchas sociales y políticas, los reflejos de temor y defensa de una parte de la población, pueden ser utilizados como un factor de unión de la población con el gobierno. En una entrevista en el periódico El Mundo, Jaime Mayor Oreja, actual ministro de Interior, declaraba: "la lucha contra el terrorismo se convierte en un elemento de unidad nacional formidable. El Estado nos une cada vez más". Se ve el triunfalismo de este político y de muchos otros que no cesan de vanagloriarse de haber reducido a ETA a la impotencia para ser desmentidos algunos días más tarde por la noticia de un atentado.

Pero es cierto que esta especie de unión interclasista a la que aluden los dirigentes políticos y que contribuye a justificar las restricciones de las libertades, a reavivar las ideas reaccionarias favorables a reimplantar la pena de muerte y el desarrollo de ideas y comportamientos conformistas e intolerantes, lleva a la sociedad a retroceder a posiciones cada vez más reaccionarias.

La clase obrera española no tiene interés en el desarrollo de las ideas nacionalistas. La lucha de E.T.A. no es la suya, los métodos de E.T.A. no son los suyos. Pero no debe equivocarse de enemigo y alinearse detrás de los que pretenden gobernar democráticamente pero que rechazan reconocer el derecho a la autodeterminación y recurren en la lucha contra los militantes de E.T.A. a métodos que utilizarán mañana contra todos los que se atrevan a enfrentarse a ellos.