Mientras los bombardeos siguen en Irak y Siria, la ONU sigue esperando los 1.000 millones de dólares que hacen falta para detener la propagación del brote de Ébola en África.
Una suma, sin embargo, ridícula frente a las dedicadas por las grandes potencias para sus guerras e imponer su orden. El presupuesto militar estadounidense son 661.000 millones de dólares, o sea 1.800 millones cada día. Medio día de lo que cuesta el mantenimiento del ejército estadounidense bastarían para salvar los miles de víctimas de esa terrible enfermedad.
Obama acabó por prometer enviar 3.000 hombres a Liberia, siete meses después de haber dado la alerta por Ébola. Todavía se les espera. En Monrovia, la capital, los cadáveres de las víctimas yacen en las calles y arriesgan contaminar al resto de la población por falta de vehículos y personal para evacuarlos. En Sierra Leona, el sábado 4 de Octubre, tan sólo en un día, murieron 121 personas. Mientras tanto, todo tipo de máquinas de guerra llegan a las bases militares estadounidense en todas partes del mundo.
Desde el principio, la indiferencia de los dirigentes de las grandes potencias ha sido completa. Tan sólo algunas organizaciones ayudan, como Médicos sin fronteras. La población de los países pobres sigue recibiendo por parte de las grandes potencias más bombas y metralla, que ayuda en contra de las enfermedades y hambre.