Hace un siglo, Vladimir Lenin, cuyo verdadero nombre era Vladimir Ilich Ulianov, murió a la edad de 53 años. Fue fundador del Partido Bolchevique y líder junto con Trostky de la Revolución Rusa de octubre de 1917 que llevó a la clase obrera al poder y derrocó a la clase capitalista.
Lenin se rebeló contra el régimen retrógrado y represivo del zar. Cuando tenía 17 años, su hermano mayor fue ejecutado por intentar asesinar al zar. Lenin se acercó a las ideas marxistas y comprendió que no bastaba con deshacerse del zar y cambiar el gobierno ruso. La clase obrera tenía que construir una nueva sociedad y llevar la revolución socialista a todos los países.
La bancarrota de la II Internacional y el partido bolchevique
Encarcelado y exiliado continuó desde el extranjero la labor de construcción de un partido obrero revolucionario. Fue dirigente de la Segunda Internacional en Rusia. Además luchó contra el reformismo que había desarrollado el ala más conservadora de los socialistas sucumbiendo a las presiones de la pequeña burguesía y de la aristocracia obrera que se había formado en los países imperialistas.
Había que construir un partido de revolucionarios profesionales, comprometidos con la causa de la clase obrera y la revolución, en contraposición a los partidos socialistas más flexibles cuyo objetivo era atraer al mayor número de gente posible. El capitalismo estaba produciendo nuevas crisis y guerras. Las revoluciones posteriores que se produjeron por toda Europa en las décadas siguientes pronto darían la razón a Lenin.
En 1905, en la primera revolución rusa, los trabajadores desarrollaron una nueva forma de organización: los soviets. Estos eran los consejos obreros: decidían sus acciones de forma mucho más democrática que todos los parlamentos y congresos burgueses juntos, y fueron un paso muy importante pues plasmaban en la práctica el poder de los trabajadores.
La gran Revolución Rusa de 1917
Pero pronto las crisis capitalistas provocarían la 1ª guerra mundial. A pesar que los partidos socialistas se comprometieron en impedir la guerra llevando a cabo huelgas para intentar detenerla, la mayoría sucumbió a la propaganda nacionalista difundida por la clase capitalista y apoyaron a sus respectivos países. Lenin explicó las fuerzas económicas capitalistas que estaban detrás de la Primera Guerra Mundial, la traición del ala reformista de la II Internacional y la necesidad de que la clase obrera destruyera el viejo aparato estatal capitalista.
Fruto de sus propias contradicciones el capitalismo ruso y el zarismo estallaron con la revolución de 1917. En abril de 1917, justo después de que Lenin regresara a Rusia desde el exilio, pidió ‘‘todo el poder para los soviets‘‘, es decir, que los trabajadores derrocaran al Gobierno Provisional y tomaran el poder. Muchos de los dirigentes de su propio partido no creían que esto fuera posible, incluido Stalin, y buscaron una alianza con los socialistas moderados del Gobierno Provisional.
Las consignas de Lenin correspondían a una agudización de las fuerzas de la revolución, es decir, a la creciente radicalización no sólo de los obreros sino también de los campesinos. En octubre, Trotsky dirigió la insurrección del Partido Bolchevique que barrió al Gobierno Provisional y colocó firmemente a los soviets obreros en el poder en Rusia.
La revolución internacional y la III Internacional
En una Rusia pobre y atrasada, diezmada por la guerra capitalista, la revolución en Rusia no podría sobrevivir si permanecía aislada. La idea era aguantar el mayor tiempo posible mientras la clase obrera avanzaba en otros países. En los años siguientes, la clase obrera de distintos países llevó a cabo revoluciones una y otra vez pero carecían de un partido de militantes profesionales con profundas raíces en la clase obrera, un partido de tipo bolchevique.
La III Internacional se centró en apoyar la construcción de nuevos partidos en sus propios países, pero una tras otra, las demás revoluciones retrocedieron; pero el Partido Bolchevique resistió.
Aislada y rodeada por las grandes potencias imperialistas, acosada por la guerra civil e invadida por el imperialismo, los revolucionarios resistieron. Pero la guerra y la pobreza, el atraso, el hambre y las epidemias, diezmaron Rusia que quedó debilitada y aislada. La clase obrera rusa quedó tan debilitada que prácticamente desapareció.
Su última lucha
En sus últimos años Lenin dirigió la lucha, junto con Trotsky y muchos ‘‘viejos bolcheviques‘‘, contra Stalin y la creciente burocracia. La falta de una revolución obrera exitosa en otros países fortaleció el dominio de Stalin y la burocracia, que se apoderaron de la III Internacional y la utilizaron para consolidar su propio poder, traicionando al mismo tiempo las revoluciones obreras en otros países. Lenin consideraba a Trotsky como su principal aliado en esta lucha.
En su testamento, que la burocracia estalinista mantuvo oculto hasta los años 60, Lenin pedía la destitución de Stalin; no vivió lo suficiente para llevar a cabo su lucha hasta el final. Stalin erigió un mausoleo en Moscú para exponer el cuerpo de Lenin, un ‘‘culto a la personalidad‘‘ que le habría indignado. Krupskaya, su viuda, dijo que si hubiera vivido más tiempo, Lenin probablemente habría acabado en la cárcel junto con todos los demás ‘‘viejos bolcheviques‘‘, todos los cuales fueron finalmente ‘‘eliminados‘‘ por la burocracia estalinista.
Hoy, cuando la continua decadencia de la sociedad capitalista conduce a nuevas formas de barbarie y a guerras en todo el mundo, nuevas revoluciones de los trabajadores serán necesarias. Lo que se consiguió en Rusia hace tantos años todavía sigue siendo una guía para los trabajadores, que se verán empujados a la rebelarse en nuestros días.