Despidos, precariedad laboral y accidentes laborales : el negocio de la patronal

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Octubre-Noviembre 2003

Dolores con muchos años de trabajo en la fábrica de Tabacalera en Sevilla, hoy Altadis, hace de tripas corazón cada vez que piensa que después de una vida gastada en la fábrica la dirección va a cerrarla obligándole a escoger entre el traslado a Alicante o el despido. Su marido que trabaja también en la empresa ve como los jóvenes que entran en su departamento lo hacen con contratos precarios, ganando la mitad que él.

Antonio tiene 51 años. Trabaja en Telefónica y está esperando el expediente para prejubilarse. Le darán un buen despido y cobrará el paro hasta la jubilación. Pero su hijo que ha terminado Informática en la Universidad sólo tiene contratos temporales y cobra la tercera parte que él.

José con 52 años y albañil no tiene la suerte de Antonio. Trabajó en Hispano -Alemana hoy desaparecida por las fusiones y fue despedido como otros muchos. Ahora ha tenido que buscar trabajo fuera de su ciudad. Contratado por el tiempo que dura una obra, o la parte que la subcontrata tiene del edificio, no tiene vacaciones pagadas, cuando las coge es porque lo dejan parado el tiempo necesario para hacerle otro contrato por obras y servicios. El sabe que si no trabaja en esas condiciones, - traslados de ciudad en ciudad, diez horas de jornada... -, no cotiza y por lo tanto no tendrá una pensión mínima digna en la jubilación. Y esto a pesar de poder costarle un disgusto con los accidentes. Su hijo, obrero de la construcción también, no conoce un contrato fijo.

Juan es uno de los 500 trabajadores de Colaboración Social en el Ayuntamiento de Sevilla. Cobra unos 600 euros y no cotiza a la Seguridad Social. Espera que le hagan un contrato, como le prometió el alcalde para que le votara en las últimas elecciones, para cotizar y tener una pensión suficiente. Su hija sin embargo no conoce la estabilidad en el empleo y si sigue así no sabe si cotizará lo suficiente para su jubilación.

Mohamed llegó a Sevilla en la pubertad, escondido en el vientre de un camión. Cuando el camión llegó por el puente del 5to. Centenario, en una parada salió. Una familia lo encontró deambulando sin norte, le dio cobijo y le ayudó durante un tiempo. Ahora trabaja sin contrato limpiando cristales de oficinas. A veces se va a la fresa o le sale una obra. Pocas veces encuentra un trabajo legalizado. Pero se da con un canto en los dientes: ha conseguido papeles y puede ser "legal". Alí, Rachid y sus compañeros son bereberes argelinos. Huyeron de la represión de su país. No le reconocen el exilio. Dice el gobierno que Argelia es un país sin persecuciones. Sólo hay terrorismo como aquí y esto no es suficiente para acogerlos. Sobreviven como el resto de emigrantes: trabajan cargando y descargando camiones de pollos. No tienen hora fija de trabajo, ni días, ni contrato. Normalmente una furgoneta les recoge por la tarde, 6 o 7 horas y los lleva a las granjas que están a 10 o 90 km. de distancia. Vuelven ya pasada la media noche. Ganan unos 30 euros por camión.

Estas historias sencillas de trabajadores son un botón de muestra, que nos indica lo que está pasando en la clase trabajadora de nuestro país. A los millones de asalariados que día a día producen y mantienen la sociedad, a todos, les une una necesidad común. Necesitan buscar trabajo, un salario digno, una mejora de las condiciones de vida. Todos ellos están sometidos a la misma estrategia de la patronal, la burguesía y el gobierno. Y tienen todos un problema común, el temor al día de mañana, a perder el trabajo, a estar en paro. No hay distinción entre unos y otros. Puede que a unos les haya sonreído la vida más que a otros. Puede que el compañero que trabaja en Telefónica esté bien contento con los salarios que cobra. Pero no por su hijo. Y tampoco sabrá, tampoco estará seguro, si podrá cobrar tranquilamente su retiro. Los negocios de bolsa ya se sabe y los recortes de las pensiones ya lo avisan desde Alemania.

Sin embargo este sistema económico en el que unos trabajan por un salario y otros contratan y pagan, lo dominan unos pocos accionistas y grandes propietarios de dinero y capital. Viven del esfuerzo y del producto de la clase obrera. Este sistema económico tiene suficientes recursos para eliminar los temores y las miserias del mundo. Con sus beneficios tendríamos solucionados estos problemas. Pero este sistema vive de hacer dinero y lo hace a costa del trabajo y para sólo unos pocos. El capitalismo es un obstáculo, es una locura inhumana que para mantener los beneficios de unos pocos despide y precariza el mundo del trabajo. Para el futuro, para el futuro de los trabajadores y de la humanidad sólo hay una solución: responder todos juntos con la lucha y la protesta contra los despidos y la precariedad.

La estrategia de la patronal

Tres lacras sociales acosan al mundo del trabajo: la precariedad, el paro y los accidentes laborales con su rosario de muertes. Los trabajadores en España, estamos sometidos a un ataque continuo a las condiciones laborales por parte de las grandes empresas y del gobierno, su aliado. Empeorando las condiciones de trabajo aumentan sus beneficios. Este ataque es obligado si se quieren mantener y aumentar las ganancias. Comienza en el pilar básico del funcionamiento empresarial y origen de las tres lacras: los despidos colectivos. Con ello logran bajar los salarios y como consecuencia aumentar los beneficios.

En los medios de comunicación, en especial en el más visto la TV, el mundo del trabajo, los asalariados ocupan un lugar pequeño, casi oculto podríamos decir, en la información general. Y no digamos en la económica. La bolsa, los grandes empresarios y ejecutivos, acaparan la cámara y las noticias de esta índole. Este mundo, esta realidad que aparece en los medios surge como producto de la subida y bajada de beneficios bursátiles, de los escándalos financieros, de las fusiones u Opas empresariales. Todo parece un juego donde el dinero viene, se va, corre de unas manos a otras en una especie de monopoli, donde la lotería, el azar es la ley de los beneficios. Sólo cuando los trabajadores luchan se abren paso informativo. Y en esta medida aparece el mundo real del trabajo. Pues la economía real, la que produce riqueza, la del día a día, es la que utiliza la pala, el martillo, o la furgoneta. Es ahí donde se construye la riqueza y es ahí donde los grandes capitales obtienen su beneficio. Por eso cuando los trabajadores aparecen en escena con toda su fuerza ante sus problemas laborales, se desvela la realidad.

Los despidos colectivos propuestos por la antigua Tabacalera, Altadis, han despertado la indignación general de los trabajadores en todo el país y en especial en Sevilla y en Cádiz donde sus fábricas tienen una tradición de siglos. Meses antes fue Telefónica con su recorte de 15.000 empleos en todo el país, la que levantó ampollas entre los ciudadanos. Estas noticias del mundo obrero salen a la luz cuando las empresas son importantes. Cientos de otras medianas y pequeñas nunca salen del ámbito local y sus trabajadores son despedidos en peores condiciones laborales que los de estas grandes empresas. Esto es así debido a su pequeño número o al miedo y desmoralización que supone enfrentarte con una realidad impuesta que te deja aparcado en la cuneta de la sociedad. Estos despidos reales se disfrazan con eufemismos de "flexibilización", "bajas incentivadas", "prejubilaciones", o "despidos no traumáticos".

En realidad son eliminación de puestos de trabajo que corresponden a sectores de trabajadores asentados en las empresas con contratos fijos, sujetos al convenio de empresa y con edades comprendidas entre los cuarenta y cincuenta años. Estos puestos no se cubrirán ya con ampliaciones de plantilla en las mismas condiciones laborales. Las necesidades productivas son realizadas incrementando la intensidad del trabajo con nueva maquinaria y con subcontrataciones de empresas de empleo temporal y precario. Y donde estas prácticas se llevan al paroxismo de la precariedad, es en el sector de la construcción, sector además que lidera el crecimiento económico en nuestro país. Son las empresas de la construcción las que han llevado a su máximo exponente la subcontratación y la precariedad laboral.

A este estado de cosas hay que añadirle la nueva esclavitud de la mano de obra inmigrante. Los empresarios, fundamentalmente agrícolas de los sectores intensivos y de la construcción, pero también de los servicios, se frotan las manos con la continua llegada de pateras con inmigrantes ilegales que huyen del hambre, de la miseria, de Europa del este y América Latina o de las guerras en las que está hundido el continente africano.

El negocio de los despidos colectivos

Despedir es un negocio para la gran patronal. Es una forma más de ganar dinero. Tradicionalmente los despidos son la manera de aumentar los parados para que en su competencia por un puesto de trabajo estén obligados a escoger un salario más bajo o peores condiciones de trabajo. Pero desde hace unas décadas también es una forma de ganar directamente dinero. Es decir el Estado paga a los trabajadores que despide, los salarios que debiera pagar la empresa. Ésta recibe subvenciones para "reestructurar" plantillas e invertir en I+D (investigación y desarrollo) y con más cinismo todavía, las nuevas contrataciones que harán después de las regulaciones y de despedir, serán temporales, precarias, no sujetas a convenio, o con salarios más bajos y con subvenciones del Estado que con todo sarcasmo dice que son subvenciones para "crear empleo". El negocio, el robo mejor dicho, es redondo, legal y con el Estado de apoyo y garante del asunto y con las consecuencias trágicas de los accidentes laborales.

Desde la entrada del régimen parlamentario, muerto el dictador, la clase trabajadora española se ha visto periódicamente expuesta a los vaivenes de la política de despidos que la patronal ha realizado con el apoyo y connivencia de los gobiernos de turno. Recordemos las reconversiones industriales realizadas en tiempos de Felipe González, los cambios legislativos laborales que con las sucesivas reformas - desde el Estatuto de los Trabajadores, los contratos basura, o la última reforma del PP- han desembocado en la ruina de comarcas enteras, en el paro de millones de trabajadores y a la postre en grandes beneficios de las empresas. La política de despidos colectivos se ha encubierto con los eufemismos de reestructuración empresarial o flexibilización de plantillas. Para este fin de despedir colectivamente a parte o totalmente la plantilla se utilizan los E.R.E, los Expedientes de Regulación de Empleo. Si queremos saber los despidos colectivos y los recortes de plantillas que realizan las empresas en nuestro país, sólo hay que remitirse a las estadísticas que publica el Ministerio de Trabajo sobre los ERE, que se pueden consultar a través de su página web. Según estas estadísticas cerca de 40.000 trabajadores fueron despedidos en 2002 gracias a los ERE. En 2001 37.700 y en el 2000 cerca de 30.000. desde 1993 más de medio millón de trabajadores han sido despedidos por este procedimiento.

Pero también son formas que tienen las empresas de hacer pagar al Estado salarios durante el tiempo de "reestructuración". Son las suspensiones de empleo y sueldo y las reducciones horarias por las cuales el trabajador recibe el salario de paro a cargo del INEM. Los trabajadores afectados por los ERE, (despidos, suspensiones temporales de trabajo y reducciones), desde 1993 ha sido más de 1.600.000 trabajadores. Según el periódico el País los ajustes de plantilla, los ERE, cuestan anualmente unos 240 millones de euros en salarios de paro a costa del INEM en las grandes empresas y se eleva a 600 millones en todas las empresas con ERE. Y hay que señalar que en despidos individuales en el año 2002 había una proporción de 20 trabajadores por cada mil. Es decir que en España hay 1 despido por cada 50 trabajadores.

Esta forma de despidos y de ajustar plantillas y recortarlas son muchas veces pactadas con los sindicatos mayoritarios a cambio de jubilaciones anticipadas o bajas incentivadas "voluntarias" de los trabajadores. Son los casos de Endesa que presentó un plan de despido de 5.000 trabajadores, Iberia, con más de 2.500, y otras como Vodafón, Ericson, Altadis, Telefónica y un largo etcétera que no vamos a citar para no abrumar con cifras. Empresas todas ellas con millones de euros de beneficios. Sólo las grandes empresas que cotizaron en bolsa, las 35 del Ibex, ganaron este año hasta junio la cifra de 11.673 millones de euros. Y todas ellas han presentado en los últimos años un ERE.

Por medio de los expedientes la gran patronal de este país, obteniendo grandes beneficios despiden libremente, con ayuda del Estado y sus gobiernos. La patronal propone los ERE justificando pérdidas en los beneficios, cambios en la tecnología y maquinaria, o simplemente para "modernizar" las empresas. El gobierno en la mayoría de los casos accede. Ante eso los trabajadores responden normalmente con protestas y huelgas, para terminar negociando los despidos en las mejores condiciones posibles. Estas mejores condiciones son en realidad las "prejubilaciones", o el cobro del salario de paro por un tiempo. En los dos casos, el Estado con dinero público paga a los trabajadores, lo que se ahorra la empresa que agranda así, sus beneficios. Pero estas mejores condiciones posibles en los despidos, implica a la larga precarización del sector del mercado de trabajo y redunda en una bajada de salarios y aumentos de los ritmos de trabajo que preparan los grandes beneficios empresariales futuros. Y en esto las centrales sindicales mayoritarias son cómplices de este juego que ha derivado la situación actual.

Y para muestra no hay mejor que apreciar lo que ocurre ahora con Tabacalera y Antena 3 y lo que ha ocurrido con Repsol o Telefónica. Ésta empresa que fue pública comenzó sus ERE seccionando empresas como la que después se llamaron Sintel, o Cabitel. Empresas que realizaban el trabajo que antes lo hacía directamente la propia Telefónica. Ahora Telefónica ha presentado un nuevo ERE con la idea de despedir a 15.000 trabajadores. No es de extrañar que los trabajadores de las subcontratas de Repsol-YPF, después de ver morir a sus compañeros en la refinería de Puertollano, zarandearan con toda su rabia a Cándido Méndez. Pues Repsol ha realizado a través de los EREs los despidos y la precarización que ha desembocado en la muerte de 8 trabajadores. Expedientes de Regulación de Empleo, además, pactados con los sindicatos

El ejemplo de tabacalera: una historia de despidos colectivos

La reciente lucha de los trabajadores de Tabacalera, Altadis, pone de manifiesto esta política de la gran patronal contra el mundo del trabajo. Los despidos reales, enmascarados de movilidad obligada, es decir el cambio de puesto de trabajo y de ciudad, o la baja incentivada, ha desatado la rabia de las obreras y obreros de esta empresa que ven como se destruye empleo y les obligan a escoger entre el despido y el traslado con lo que eso supone para cientos de familias. Tabacalera ha sido un monopolio del Estado hasta 1997 que el PP terminó de privatizarla, curiosamente con el presidente actual de Telefónica Cesar Alierta conocido en las mafias financieras por los negocios y "contabilidades" oscuras. Mientras que sus beneficios no han dejado de crecer su plantilla no ha dejado de decrecer, al amparo de losexpedientes de regulación (cuadro n°1).

Tabacalera (Altadis) n°1
AÑOS PLANTILLA VENTAS BENEFICIOS
1993
8.300 (1er.ERE)
(mll. de ptas)
(mll. de ptas.)
1995
7.281 (2do.ERE)
760.961
13.714
1996
6.884
799.844
9.527
1997
6.852
978.299
16.628
1998
6.833 (3er.ERE)
1.156.740
20.012
1999
5.491 (4to.ERE)
2.621.400
21.949
2002
438 mll.euros
2003
1.763(prevista) (5to.ERE)
1.593 mll.euros (1er.semestre)
220,1mll.euros (1er.semestre)

En 1999 y como resultado de la fusión en 1998 con su homóloga francesa, nace Altadis, nombre actual de la empresa.

Tabacalera ha presentado un "plan industrial" con la intención de presentar un ERE, (oficialmente todavía no lo ha hecho). El programa de despidos de Tabacalera viene precedido de cierres de factorías y de reducciones de otras. Oculto entre las entretelas del vocabulario mercantil, el plan propone una reducción de 743 puestos de trabajo en España (y 540 en Francia), una prejubilación de parte de esos obreros y del traslado de otros tantos a las fábricas de Alicante y Tarragona. Cínicamente estos despidos son "el plan social" del plan industrial. Estos despidos significarían bajas indemnizadas para mayores de 53 años, lo cual supondría que el Estado pagaría hasta las jubilaciones de los 65 años, el traslado forzoso a otras fábricas, con la alternativa de un despido que ahora podría oscilar alrededor de 60.000 euros, unos 10 millones de las antiguas pesetas. Este "plan social" supone en la práctica el chantaje del despido para las familias que con la vida echa y con más de 40 años y sin llegar a los 53 años -la mayoría de la plantilla-, les obligan a escoger entre el traslado a Alicante - para las trabajadoras sevillanas- o el despido. La fábrica de Sevilla, la primera fábrica de labores de tabaco del mundo, es una de las más golpeadas con este plan, con sus 233 trabajadores. Y todo parece indicar que en el cierre ha intervenido el futuro valor inmobiliario de los terrenos donde se ubica actualmente la fábrica que con una recalificación del Ayuntamiento harían cuantiosos beneficios.

La empresa presenta esta reducción como Plan Industrial y sería su quinto Expediente de Regulación de Empleo. Su justificación no ahorra sarcasmo: decrece el mercado de cigarrillos, presión social antitabaco, restricción a la publicidad y competencia con las marcas internacionales. Su objetivo confesado es, ni más ni menos, que reorganizar la producción haciendo más "productivas" las fábricas actuales y "optimizando" la plantilla. En el primer caso se cerraría Lille y se traspasaría parte de la producción a Nantes, en Francia y a Alicante. También en Francia se cerrarían la factoría de Dijon y Tonneins. La fábrica de Sevilla se cerraría y pasaría la producción a Alicante. También la fábrica de Tarragona que pasaría a Logroño y en la de Cádiz y Plazuelo se reducirían plantilla. Y como colofón de este plan la empresa explica que "como en ocasiones anteriores, el diálogo y el mutuo entendimiento deben ser los principios básicos de la negociación".

Y en cierta medida no le falta razón a la empresa. Pues en la medida que ha negociado con las centrales sindicales mayoritarias y ha ido reduciendo plantilla el "entendimiento" les ha venido como anillo al dedo. Pues el ERE que propone la empresa es el quinto desde 1993 con una reducción de 5.794 trabajadores, a los que habría que sumarles los 743 del actual (cuadro nº1).

La lucha actual de los trabajadores de esta empresa es la lucha contra la estrategia de toda la gran patronal española contra el mundo del trabajo. Utilizando los recortes de plantilla, despidiendo consiguen sus grandes negocios. El ejemplo de estos trabajadores muestra a donde nos llevan las políticas de las empresas y como la respuesta sindical fábrica por fábrica, de luchas aisladas no consigue sino, en todo caso, mejorar las condiciones de los despedidos, pero que provoca a la larga la debilidad y la precariedad de la clase trabajadora en su conjunto.

La subcontratación y precarización del empleo

La subcontratación - junto a los "autónomos"- se ha generalizado en todos los sectores productivos. Es la forma de reducir costes y aumentar las ganancias. Así se organiza el trabajo sin riesgos para el empresario y se facilita la explotación obrera siempre alrededor de una o varias grandes empresas. En cualquier actividad productiva el porcentaje de trabajadores externos a la plantilla ha aumentado hasta extremos increíbles. Jesús Albarracín en su obra "La onda larga del capitalismo español" daba el dato de que en 1985 el 5,4% de las plantillas de las grandes empresas eran temporales. Según datos de un informe de la UGT sobre "La influencia de la precariedad laboral en el índice de siniestralidad en España", del año 2002, el 25% de la plantilla de las empresas de más de 250 trabajadores son ajenos a ésta. Es decir que a través de subcontratas o de trabajo temporal, realizan funciones productivas que antes realizaban los obreros de la misma empresa. La mayoría de los trabajadores están en pequeñas empresas menores de 50 empleados. Según ese mismo informe el porcentaje de trabajadores que realizan trabajos para las empresas siendo ajenos a ellas están reflejados en el siguiente cuadro(nº2):

(nº 2)
Sector % centros de trabajo con trabajadores ajenos
Química
23,9%
Metal
20'6%
Construcción
32,7%
Administración/Banca
18,9%
Comercio/Hostelería
19,7%
Servicios Sociales
22'6%
Otros Servicios
17,6%

Esto no es casual. Siempre nuestro país ha adolecido de un tejido empresarial débil. Pero también a partir de las reconversiones industriales de los ochenta las grandes empresas empezaron a eliminar empleo directo, de contratación fija, para subcontratar los servicios que necesitaban. De esa manera obtenían beneficios de la precarización. Grandes empresas como Telefónica, o la tristemente célebre de Repsol, han llevado a cabo la misma estrategia. Una estrategia contra los trabajadores con apoyo de los gobiernos de turno.

Pero donde las subcontratas han hecho su agosto ha sido en el sector de la construcción que tirando de la economía es la que fundamentalmente crea empleo, precario claro. Tradicionalmente la construcción ha sido el sector que tirado hacia arriba a la economía. En la industrialización de los años sesenta tuvo un papel fundamental. A falta de una estructura industrial y tecnológica con el nivel de los países imperialistas europeos, la burguesía española ha obtenido pingües beneficios en este sector, unida a políticos, el futbol y la corrupción. Los datos sobre el sector da idea de su importancia respecto a otros sectores en España. Casi el 12% de la población trabajadora española, unos 2 millones de trabajadores trabaja en el sector. El año 2002 ha significado un crecimiento del PIB positivo que la derecha en el poder no ha cesado de cacarear. De ese PIB - con todas las reservas que tiene esa forma de medir el crecimiento económico de un país- la construcción ha sido el pilar fundamental. Pilar basado, no hay que olvidar, en la especulación y en los precios abusivos de la vivienda. El 16,7% del PIB se lo debe a la construcción. De toda la inversión - la formación bruta de capital - de ese año casi el 60% es ladrillo.

Este sector lo dominan 5 grandes grupos. Cuyos dirigentes y grandes accionistas son la "flor y nata" de la gran burguesía española a lo que están ligados políticos muy conocidos. Estos grandes grupos controlan las grandes obras públicas y de inversión estatal que suponen la parte más suculenta del pastel de este sector. De toda la inversión en la construcción, el Estado contrata el 22% del total. Siendo sus inversiones las más importantes por su montante económico. Y a través de las inmobiliarias controlan la vivienda de uso residencial. Estos grupos son: Fomento de Construcciones y Contratas SA (FCC). Grupo dirigido por el político derechista Marcelino Oreja y la familia Koplowitz de la gran burguesía. Grupo Acciona SA, producto de las fusiones de Entrecanales y Távora y Cubiertas y MZOV. OHL, fusión de Huarte y Laín dirigida por el político derechista Villar Mir. Actividades de Construcciones y Servicios SA (ACS) que se ha fusionado con Dragados y cuyo dirigente más conocido en el presidente del Real Madrid, Florentino Pérez. Está fusión ha significado la conversión en el tercer grupo europeo detrás de Bouigues y Vinci.

Sin embargo según el INE el año pasado había 336.075 empresas dedicadas a la construcción. En realidad quienes controlan el mercado de la construcción son estos 5 grandes grupos empresariales que sólo tienen el 10% del total de trabajadores del sector en sus nóminas. Es decir 205.000 empleados. Y como es lógico casi todas sus obras es subcontratada a pequeñas empresas, que a su vez subcontratan en una cadena que precariza el empleo obteniendo grandes beneficios. En el 2002 fueron 2.210 millones de euros las ganancias de estos cinco grupos.

Como indica el informe de la UGT citado más arriba, la construcción es el sector productivo donde más subcontratación existe. El 32% de los trabajadores no pertenece a la plantilla - y sólo es una media indicativa-. Sólo en Andalucía hay 30.000 contratas que trabajan en obras a cargo de las grandes en su mayoría. Sólo en Sevilla y Málaga existen 8.000. Empresas además que reciben ayudas de los gobiernos regionales y del central a través de subvenciones en los contratos precarios que realizan, y esto cuando los tienen, por ser Pymes con créditos baratos, o simplemente por crearse. Son los que llaman en las páginas de economía de la prensa "emprendedores".

Basándose en la especulación de terrenos e inmobiliaria, con hipotecas baratas, recalificados los terrenos por los ayuntamientos, los grandes empresarios del sector están obteniendo millones en estos negocios. Esta dinámica ha inflado una burbuja de precios inmobilaria que ya están avisando los expertos y los informes del Banco de España de los efectos desastrosos que puede tener este proceso. Pero estos beneficios no vienen del dinero prestado fácil por el sistema bancario o de la bolsa. Viene fundamentalmente de la plusvalía extraída a los obreros en condiciones precarias que están pagando con su vida las malas condiciones en el trabajo.

Muertes en el tajo: terrorismo empresarial

Según la OIT en el mundo mueren cada año a causa de enfermedades y accidentes relacionados con el trabajo 2 millones de trabajadores, casi 5.500 al día. De esas muertes, 12.000 son niños que realizan actividades peligrosas. Nuestro país tiene el record europeo en accidentes y muertes en el trabajo. Las muertes en los accidentes laborales que han aupado a España al número uno del ranking europeo en este triste Guines y al mismo nivel que en los países pobres más subdesarrollados. Aproximadamente el 20% de todos los accidentes laborales de la Unión Europea se produce en nuestro país.

Las últimas noticias en el mundo laboral así lo corroboran. En el año 2002 hubo 1.104 accidentes mortales, 3 obreros muertos al día. En los últimos meses la catarata de accidentes laborales con final en muerte no ha dejado de aumentar. En Andalucía son en lo que va de año 41 trabajadores muertos hasta la fecha que aparece este artículo. Todos en la construcción y la mayoría jóvenes. Los 8 muertos en Repsol de Puertollano y los que diariamente se suceden ponen de relieve una tragedia que en modo alguno es natural, propio de las dificultades del trabajo, sino que todo lo contrario, responde a un deterioro de las condiciones de trabajo que hacen de la muerte una macabra lotería diaria en cualquier punto de la geografía española.

Ya nadie puede engañarnos sobre las causas de esas muertes. De todos los accidentes en el año 2000 el 60% lo fueron en trabajadores temporales en precario. En Andalucía la cifra sube al 70,8%. En los accidentes por cada 100.000 trabajadores, 9.498 son jóvenes entre 18 y 24 años, mientras que son 6.231 los obreros entre 45 y 55 años. Como vemos en cuadro nº 3, en diez años la cifra de accidentes mortales no varía significativamente. Ni los pactos realizados entre los sindicatos, patronal y gobiernos, ni las leyes como la de prevención de accidentes ha solucionado nada.

(nº3)
AÑOS ACCIDENTES MORTALES
1994
1.026
1995
1.008
1996
982
1997
1.070
1998
1.071
1999
1.110
2000
1.130
2001
1.021
2002
1.104
2003 (enero-abril)
300

Lo único que ha servido es para subvencionar cursos de prevención a patrones y sindicatos y marear la perdiz de la explotación. Después de años de muertes en el tajo - con la construcción a la cabeza- los sindicatos se han "atrevido" a convocar un día de huelga para el 5 de noviembre en Andalucía y en este sector

Porqué se producen tantos accidentes y muertes en un país que es la décima potencia mundial por riqueza?. Porque esa riqueza la obtiene la burguesía a costa de la sobreexplotación de los trabajadores. la rotación de los contratos, el cambio continuo de tajo y empresa, la falta de experiencia, los horarios excesivos y la movilidad obligada para trasladarse de un lugar a otro.

La siniestralidad en el trabajo no viene aislada y sola. Proceden del trabajo precario, con la temporalidad, el abuso en las jornadas de trabajo, las rotaciones de contrato, los cambios de tajo y de empresa. Y estas lacras de la explotación obrera son hijas de los despidos y de los recortes de plantillas y reestructuraciones que enmascaradas en las llamadas "bajas incentivadas" y prejubilaciones sustituyen el empleo en las condiciones de trabajo usuales en peores en precarias. Despidos, precariedad, accidentes en el trabajo, son los eslabones de una cadena que comienza por ese mismo orden, y por la necesidad de las empresas de mantener y aumentar los beneficios. Ley, por otra parte, central de la economía capitalista y que le permite funcionar y que lleva a esta locura inhumana de despilfarro de recursos humanos y sociales para mantener la riqueza y los privilegios de una minoría de poseedores de acciones, grandes empresarios, banqueros, terratenientes y capitalistas en general.

Si el motor de la economía es el beneficio privado, éste está sujeto a la propia necesidad del capital. No hay otra posibilidad de aumentar los beneficios que apropiarse del trabajo humano. Esto que se concreta en la bajada general de los salarios, se hace teniendo una reserva de trabajadores, los parados, que están a la expectativas de empleo y que compiten con sus compañeros por un puesto de trabajo. Se hace también aumentando los ritmos de trabajo en las empresas. Al despedir parte de la plantilla el trabajador que se queda produce por dos y cobra por uno. Se hace empleando en precario, trabajando más horas por igual o menos salario y en peores condiciones de trabajo. Y se hace teniendo un sector obrero que por necesidad no tiene más remedio que trabajar por el sueldo que le den y que obliga a los demás a competir a la baja. Y esto es la mano de obra emigrante.

Los trabajadores de Altadis, los de Telefónica, los de cualquier empresa, los inmigrantes son integrantes de la misma clase trabajadora que recibe los ataques del gobierno y de los empresarios. La respuesta de los trabajadores de Altadis, como los de cualquier empresa en lucha son los primeros pasos que deben tender por propia necesidad a unificar las luchas para plantarle cara al capital. Para ello es necesario una respuesta general del mundo del trabajo contra estas lacras sociales de la clase obrera. Los despidos son el primer paso de esta estrategia de la burguesía contra los trabajadores. Son las raíces donde nace la precariedad y los accidentes y muertes en el trabajo. Contra este estado de cosas sólo la lucha obrera puede frenar estos ataques. Coordinar las luchas de trabajadores, de empresas e ir desarrollando un movimiento obrero de lucha es la única salida contra la patronal y el gobierno. Esta reacción obrera puede unirse exigiendo la prohibición de los despidos en las empresas con beneficios, abrir las cuentas a los trabajadores públicamente y avanzar en la unidad de la lucha de todos los sectores obreros.