Introducción
Este año una vez más, lo que ha marcado la situación internacional es el gran número de conflictos de todo tipo entre Estados o dentro de los
Estados. El acontecimiento más relevante de las últimas semanas, que ha movilizado a la diplomacia internacional con tanta publicidad mediática como ineficacia, es la sublevación de la población palestina. Pero muchos conflictos han tenido lugar este año o perduran desde hace tiempo, haciendo gran número de víctimas, de las que nadie habla, menos cuando el secuestro de algunos turistas focaliza la atención de los medios de comunicación en tal o tal lugar del planeta del que se aprende, en esas ocasiones, la pobreza al mismo tiempo que los antagonismos que lo desgarran.
De Casamancia, en Senegal, en el oeste de frica, a Somalia, en el este, de México a Filipinas, de Sri- Lanka a Malasia o a Papuasia, el mapa-mundi está salpicado de zonas de conflictos separatistas. Varios conflictos armados en frica oponen dos Estados entre sí, por no hablar de la hostilidad que opone desde hace más de medio siglo Pakistán a India, que implica desde luego, por ejércitos interpuestos, más de mil millones de seres humanos y que ha llevado el año pasado a una nueva confrontación militar en Cachemire.
El dominio imperialista, impidiendo a gran parte del planeta toda posibilidad de desarrollo económico, agravando las desigualdades a nivel mundial como dentro de cada país, mantiene la mayoría de los habitantes del planeta en un estado de pobreza que es tanto más inacceptable que el nivel conseguido por las fuerzas productivas podría permitir que todos los habitantes del mundo vivan correctamente. La pobreza, la polarización de la riqueza, así como las desigualdades y la opresión que conllevan, he aquí en última instancia la causa de todos estos conflictos.
Pero la responsabilidad política de las grandes potencias imperialistas está aún más directamente comprometida por el hecho de que, para mantener su dominio, han dejado en todos sitios y siguen dejando bombas a acción retardada utilizando las oposiciones nacionales, étnicas y religiosas y así atizándolas. Además se apoyan sobre aparatos de Estado, a menudo aborrecidos por las poblaciones, y que buscan a menudo y encuentran a veces asentimiento sobre la base de ideas reaccionarias como el integrismo, la xenofobia o el etnismo.
En tiempos del enfrentamineto entre dos bloques, todo esto ya existía pero estaba ocultado en parte porque lo presentaban como un derivado de dicho enfrentamiento, lo que no era siempre el caso. Además, con la evolución reaccionaria actual, ligada al retroceso del movimiento obrero consciente, muchas revueltas, al principio sociales, son descarriadas por fuerzas retrógradas hacia vías que, en vez de permitir avances en un sentido progresista, las conducen marcha atrás. Es significativo, por ejemplo, que ya no haya apenas guerrillas armadas que sientan la necesidad, como en el pasado, de apoderarse de la bandera del progresismo, cuando no del comunismo, aunque sea de forma caricaturesca, como lo es que, excepto algunas escasas supervivencias, no haya regímenes que sigan reivindicándose de esta etiqueta.
Estados Unidos
Los Estados Unidos tienen más que nunca el papel de gendarme del orden internacional que, desde la desaparición de la Unión soviética, nadie les discute. Si la Unión europea empieza a proclamar un papel independiente en el juego político mundial, desde luego no son la trabajosa elaboración de una "política europea de seguridad y de defensa" (PESC) ni incluso la decisión de dotarse de un ejército europeo de 80 000 soldados las que le dan la posibilidad de realizar tal tipo de ambición. De hecho, es significativo que el hombre escogido para representar la unidad europea en torno a esta política sea precisamente el Solana que había oficiado anteriormente de secretario general de la OTAN, organismo totalmente dominado por los Estados Unidos. El papel de figurante dejado a la Unión europea en el conflicto de Oriente Medio ilustra el hecho de que la heteróclita coalición de potencias imperialistas secundarias que es la Unión europea está demasiado resquebrajada por las rivalidades internas, por la incapacidad de tomar decisiones comunes, para tener otro papel en la jungla de la política internacional que no sea el de segundón.A pesar de la desaparición de la Unión soviética, hecho dominante de la evolución de la situación internacional durante los diez últimos años, que los comentaristas interesados veían detrás de cada conflicto de las décadas anteriores, el número de conflictos no disminuye. En cuanto al desarme al que numerosas conferencias intenacionales siguen dedicadas, como en tiempos de la Unión soviética, sigue siendo una desgraciada broma. A pesar de cierta disminución del presupuesto militar de las grandes potencias y de la producción de sus industrias de armamento además de nuevo en alza -, la cantidad de armas dispersadas en el planeta sigue siendo colosal. El tráfico de armas sigue floreciente aunque sin embargo el mundo imperialista ya no tiene a su "enemigo hereditario". Esta realidad da al traste con todas las afirmaciones pacifistas y con todas las corrientes políticas que se construyen en torno a estas afirmaciones. Mientras dure el dominio imperialista en el mundo, no habrá desarme como tampoco paz duradera.
El papel de gendarme del mundo que asumen los Estados Unidos recurre sin embargo raras veces a intervenciones militares directas, aunque en los diez últimos años ha intervenido directamente en Somalia, ha desembarcado en Haiti y ha llevado a cabo verdaderas guerras contra Irak o contra Serbia. Pero, escaldado por las guerras de Corea y luego de Vietnam, los Estados Unidos se muestran muy prudentes en sus intervenciones militares directas, con respecto a su propia opinión pública, evitando las que pueden costarle la vida a sus soldados. Washigton recurre a un amplio panel de medidas, que van desde presiones sobre los gobiernos al apoyo dado a intervenciones militares realizadas por otros, incluyendo las sanciones económicas. Incluso aparte de Cuba, sometida a un embargo total desde hace cuarenta años, o de Irak, que es víctima del mismo régimen desde hace una decena de años, el año pasado, más de setenta países han tenido que pagar, mediante sanciones económicas, el hecho de haber desagradado a Estados Unidos. Pero el papel de gendarme mundial consiste sobre todo en mantenerse en equilibrio, en tener en cuenta la multitud de fuerzas opuestas que se enfrentan en todo el planeta. Pero incluso las formas más suaves de la intervención imperialista constituyen un factor de agravación de los antagonismos.
Oriente Próximo
Si la sublevación de la población palestina toma tanta importancia en la política internacional, es evidentemente porque Oriente Próximo es una zona estratégica para el imperialismo y porque el Estado de Israel, contra el cual está dirigida la sublevación, tiene un papel particular en esta región. Hemos tomado posición, en repetidas ocasiones ultimamente, sobre lo que ocurre en Israel y en los territorios ocupados. Recordemos simplemente que estamos a favor del derecho de los dos pueblos, israelí y palestino, a coexistir en esta región. Sin embargo, estos dos pueblos no están hoy en una situación equivalente. No solo Israel dispone de un Estado mientras que el pueblo palestino no tiene más que una caricatura de ello con la "Autonomía Palestina", sino que es precisamente el Estado israelí el que contituye la fuerza de opresión más directa, el que impide al pueblo palestino acceder a una existencia nacional. Además, el Estado israelí, al convertirse en el principal agente regional de la dominación imperialista, atiza el odio de las poblaciones de toda la región que sufren, a un nivel u otro, esta dominación. Los antagonismos nacionales ocultan el antagonismo social o, más exactamente, si una de las causas fundamentales de la sublevación palestina reside en la pobreza, en la gravedad del paro, en el subdesarrollo económico impuesto a las zonas en las que viven los Palestinos, la sublevación contra esta situación toma tanto más fácilmente la forma de una lucha contra solo la opresión del Estado de Israel que es en tal sentido que la orientan todas las organizaciones y todos los Estados reaccionarios que pretenden ser dirigentes del combate de los Palestinos.
Los dirigentes políticos de Israel tienen una responsabilidad mayor en el hecho de que los dos pueblos se encuentren en un sangriento callejón sin salida. Ya que lo es para los dos pueblos, para el está oprimido pero también para el que oprime. Esta responsabilidad deriva directamente de esta forma de nacionalismo que es el sionismo, compartido más o menos por las principales fuerzas políticas del país.
Recordemos que, desde la aparición del sionismo a finales del siglo pasado, los marxistas revolucionarios, y en especial los de origen judía, siempre han denunciado el callejón sin salida que esta corriente representaba para la propia población judía, víctima de opresiones, de segregaciones y de pogroms en esta parte oriental de Europa en la que ha nacido el sionismo y que estaba bajo la dominación compartida de la Rusia zarista y de los imperios alemán y austríaco. Los marxistas revolucionarios siempre han propuesto a los elementos más conscientes de la población judía la perspectiva de integrarse en el combate proletario para emancipar la sociedad de toda explotación y de toda opresión, y el ocupar plenamente su sitio en él, lo que algunos han hecho.
El marxismo revolucionario por un lado, el sionismo por otro, siempre han representado dos perspectivas opuestas. El primero propone la perspectiva de la transformación social, el segundo la de una tierra prometida imposible en un sistema mundial dominado por el imperialismo.Sin embargo, la degeneración estalinista, con su tufo a antisemitismo, y la degeneración subsecuente del movimiento comunista mundial han oscurecido progresivamente esta alternativa. El estalinismo, cerrando la perspectiva de la revolución proletaria para todo un periodo, ha abierto la vía al sionismo. Pero, es sobre todo la infamia del nazismo la que ha dado a toda una generación de Judíos europeos la convicción que en Europa, no había sitio para ellos y que la única solución era darse un territorio propio.
Evidentemente no se trata de reprochar a la masa de los que, con la subida y la instalación del fascismo, durante o después de la guerra, se han visto obligados o han escogido intalarse en Palestina, el haberlo hecho. Las infamias del imperialismo y el retraso de la revolución proletaria han creado muchas situaciones que solo han abierto ante los pueblos como los individuos nuevos callejones sin salida.
Pero, una vez el Estado de Israel instalado, la política sionista, de política nacionalista propuesta a un pueblo decidido a liberarse de la opresión se ha transformado en política imperialista. Si la economía de Israel es demasiado artificial y demasiado limitada para que se la pueda calificar de imperialista si no por procuración, su política es una política imperialista. A partir del momento en que los dirigentes del Estado de Israel se han prohibido la vía que hubiera permitido a su pueblo ganarse la confianza del pueblo palestino y de los pueblos árabes de la región, han sido naturalemente llevados a subordinar el destino del pueblo judío a una adhesión sin reserva a la política del imperialismo americano.
Una política llevada a cabo en dirección de los pueblos árabes hubiera debido tener como eje fundamental el ayudarles a realizar la aspiración de sus classes pobres a deshacerse de los regímenes árabes reaccionarios y oscurantistas, que se apoyaban en estructuras sociales anticuadas. Hubiera tenido que ofrecer a estos pueblos perspectivas de transformaciones sociales, por lo menos la de un cambio radical en la propiedad de la tierra, así como la conquista de libertades democráticas. Una política que se situe claramente en el bando de las masas pobres de esta región, no solo en los discursos pero también en los actos, lo que hubiera implicado la oposición tanto a los regímenes árabes reaccionarios como, por encima de ellos, al imperialismo.
Evidentemente, no hubiera sido fácil llevar a cabo tal política, y esto hubiera exigido sacrificios. Pero sacrificios, el pueblo de Israel ha tenido que consentir muchos otros durante este medio siglo que ha transcurrido desde la creación de Israel. Sin embargo, todas las guerras, las unas padecidas, las otras llevadas a cabo en beneficio de los protectores imperialistas, solo han contribuido a hacer más profundo el abismo de sangre entre Israelíes y poblaciones árabes. No han disminuido las amenazas, solo las han agravado. Echando a Palestinos de sus tierras, en cada guerra más, el Estado de Israel ha llevado a que este pueblo no tenga verdaderamente ninguna otra alternativa que la lucha. Y si, gracias a su superioridad técnica y al apoyo del imperialismo, Israel ha ganado hasta ahora todas estas guerras, su pueblo todavía no puede saber, después de cincuenta años de presencia en esa tierra, si no vendrá un día la guerra que perderá irrevocablemente. El callejón sin salida del sionismo anunciado por la corriente comunista revolucionaria se confirma de forma sangrienta. Para desgracia del pueblo palestino, como para el del pueblo de Israel, como de hecho para desgracia de toda la humanidad.
La primera Intifada, de la que el Estado de Israel no conseguía librarse, lo ha conducido a intentar desprenderse del descrédito de la represión ofreciendo a Arafat la creación de una "Autonomía Palestina" con en contrapartida la tarea de mantener el orden en contra de su propio pueblo. Los dirigentes de Israel, con la complicidad de Arafat, han utilizado la ambigüedad de esta Autonomía Palestina. El dirigente palestino la ha presentado como una etapa en el camino de la creación de un Estado palestino mientras que, para los dirigentes israelíes, solo era una forma de retrasarlo. El "proceso de paz", cuya reanudación reclaman todos los grandes de este mundo con una enternecedora unanimidad, solo es una manera de hacer perdurar la opresión sobre el pueblo palestino.
Este pueblo, cuya mayoría pobre está dispersa entre los campos de refugiados del Líbano o de Jordania, en los territorios ocupados de Gaza o de Cisjordania o en Israel mismo y que no acepta ni la opresión ni la pobreza que le imponen, representa una fuerza considerable, que podría convertirse en un importante factor revolucionario en esta región del mundo. A pesar de la política nacionalista de los dirigentes palestinos, son las reacciones de este pueblo y el ejemplo que ha dado los que ya han provocado en el pasado, sucesivamente, la desestabilización de Jordania y luego la del Líbano. Pero, tanto la OLP de Arafat como el Hamas integrista se niegan a representar esta perspectiva. La una como la otra son enemigas de toda política que podría unificar en un mismo combate todas las clases explotadas de la región, la de Israel incluida.
La violencia nacionalista de los unos no hace más que confortar la violencia nacionalista de los otros. Las pocas concesiones, sobre todo verbales, de los dirigentes israelíes artífices del "proceso de paz" han reforzado en Israel la extrema derecha y su base popular más determinada a llegar a las manos, la de las colonias judías implantadas en Cisjordania o en Gaza. La implantación voluntarista y sistemática de estas colonias, relacionadas entre sí, que ciñen los minúsculos territorios palestinos en una estrecha red, solo podía convencer a la población palestina que a modo de "proceso de paz" disponían barrotes suplementarios en su cárcel. De manera simétrica, las concesiones de la Autonomía Palestina hacia Israel y, aún más, su incapacidad fundamental para sacar de la miseria a la fracción de la población palestina que está bajo su control, refuerzan la influencia de las organizaciones islamistas. La combatividad y el espíritu de sacrificio de la población palestina se ven despilfarrados por falta de otra alternativa que no sea la aceptación resignada de la opresión o enfrentamientos perpetuos en los que se expresa la energía de los dos pueblos. En ninguna otra parte del mundo más que en este Oriente Próximo desgarrado se hace sentir, con tanta fuerza, la ausencia de una corriente comunista revolucionaria capaz de conducir la inmensa energía de una población sublevada hacia la perpectiva de una transformación social.
Al tiempo que procuran avalar la ficción de la continuación posible del proceso de paz que asocie a Arafat, los Estados Unidos dan, de momento, carta blanca a Israel para acabar con la actual ola de revuelta. Tanto más que no parecen tener que temer, de momento, la extensión del conflicto al conjunto de la región.
Los jefes de los Estados árabes vecinos, ya sea de Egipto o de Jordania que han reconocido el Estado de Israel, o de Siria que no lo ha hecho, no tienen ningunas ganas de participar a una nueva aventura guerrera contra Israel. No parecen tampoco, como les ha ocurrido a algunos en el pasado, necesitar desviar la hostilidad de sus pueblos con respecto al imperialismo hacia un conflicto contra Israel.
La sucesión de Juseín de Jordania, marioneta desde hace tiempo del imperialismo, ha tenido lugar sin contratiempos, como ha ocurrido, en Siria, con la de Hafez El-Assad quién, él, se daba a veces aires de contestatario.
De no ser por la sublevación de los jóvenes Palestinos, las relaciones entre Estados de la región irían más bien hacia la estabilización.
En cuanto a Irak, los Estados Unidos tienen cada vez más dificultades para imponer a sus aliados europeos el boicot de este país. Dicho infame boicot, que hace pagar a la población el precio de la dictadura que pesa sobre ella, refuerza de hecho la posición de Sadam Husein. Sin embargo, no es por humanismo si las potencias europeas están a favor de un ablandamiento respecto a Irak. Les interesa el acceso al petróleo irakí y a las posibilidades comerciales que la renta del petróleo podría abrirles.
En cuanto a Irán, el ablandamiento de su régimen y sobre todo el restablecimiento de sus relaciones con Occidente, entabladas desde hace tres años, continúan, aunque muy lentamente. Al imperialismo desde luego no le molesta el mantenimiento de la dictatura, incluso bajo los auspicios de los integristas. Lo que no perdonaba Washington solo eran los aspectos antiamericanos de la política iraní. Arabia Saudí, gran amiga de Estados Unidos, no es menos una dictadura ni tampoco es menos integrista.
Los Balcanes
En los Balcanes, el acontecimiento del final del año es la caída de Milosevic, presentada al principio como una revolución cuando solo era una tosca mascarada, aunque se haya llevado a cabo con el consentimiento de la población. Las pocas horas de manifestaciones delante del Parlamento y el saqueo de la televisión nacional solo han sido un procedimiento para atribuir a una reacción popular el vuelco de parte del aparato de Estado, del ejército en particular, en el sentido deseado por el Occidente imperialista. Era sobre todo una manera de exculpar todo el aparato de Estado, y el ejército en particular, de su compromisión pasada al servicio de la dictadura de Milosevic y de su papel en la represión contra las minorías nacionales, especialmente albanesa, y en las múltiples guerras, en Bosnia, en Croacia, etc. El nuevo presidente de la Federación yugoslava, Kostunica, puede de ahora en adelante presentarse como un demócrata, llegado al poder gracias a una elección, apoyada además por una movilización popular.
El reemplazo de Milosevic por Kostunica no cambiará casi nada para la población serbia, y todavía menos para las minorías nacionales. No solo porque Kostunica es tan nacionalista gran-serbio como su predecesor, sino sobre todo porque quiere forjar un consenso nacional en torno a él sobre el terreno del nacionalismo. Sin embargo, su acesión a la cumbre del Estado serbio desbloquea una situación bloqueada en las relaciones entre las potencias imperialistas y Serbia. El boicot económico contra Serbia no solo imponía sufrimientos suplementarios a la población serbia, a lo que las potencias imperialistas se resignan fácilmente. Planteaba problemas políticos a los dirigentes del mundo imperialista y levantaba obstáculos económicos ante sus trusts. Una vez realizada la demostración de fuerza de los bombardeos, le interesaba al
imperialismo restablecer relaciones con el Estado serbio, que dispone de la fuerza militar más importante de los Balcanes exceptuando a Turquía -, con el fin de hacer de él un guardia del orden en una región que permanece muy inestable.
Además, el embargo contra Serbia no convenía a los negocios de estos trusts europeos que, desde de la guerra, codician esta región, y en particular los grandes proyectos de reconstrucción. De ahora en adelante, la vía está libre para ellos. El Estado serbio, es cierto, no podrá pagar pero Bouygues y sus compadres de Construcciones y Obras Públicas podrán contar con la financiación de sus Estados nacionales y de las instituciones europeas en nombre, por supuesto, de la "generosa idea" de ayudar a la población serbia.
La población de Serbia parece esperar de ello una mejora de la situación económica, lo que tendrá lugar como mucho de forma limitada. Pero no es difícil predecir que el nuevo régimen se aprovechará de las "necesidades de la reconstrucción" para seguir imponiendo en el país salarios que se han desmoronado durante la guerra. Los trusts occidentales serán los primeros en aprovecharse de una mano de obra especialmente barata.
No es por nada si Europa, y Francia en particular, ha sido la primera en reconocer el nuevo régimen y en recibir a su nuevo presidente durante la cumbre europea de Biarritz. Intenta utilizar los medios diplomáticos y políticos de los que dispone para asegurar una pequeña ventaja a sus propios trusts con respecto a los trusts americanos. En lo que respecta a Francia en particular, esto le permite restablecer su política tradicional que considera a Serbia como su zona de influencia, Eslovenia y Croacia estando más bien en la esfera de influencia alemana.
El cambio de régimen en Belgrado le da a las potencias occidentales la posibilidad de desentenderse del Kósovo. Algunos dirigentes americanos ya han considerado abiertamente dicha eventualidad. En cuanto a los dirigentes europeos, sus fanfarronadas a próposito del papel del contingente europeo Eurocorps dejan pensar que presentan su candidatura para seguir asegurando militarmente el protectorado de la ONU sobre Kósovo. Queda por saber si tendrán la capacidad para ello. Sin embargo, lo que no deja lugar a dudas es que Kósovo no tendrá derecho a decidir de su propia suerte, que se decidirá mediante un acuerdo entre grandes potencias.
Hasta ahora, las potencias occidentales siempre se han negado a pensar tanto en la independencia de Kósovo como en su unión con Albania, con la que comparte el mismo idioma. Por cierto, las mismas potencias imperialistas europeas que, en el marco de sus rivalidades, tanto han contribuido a la independencia de Eslovenía y de Croacia, son mucho más reticentes ante la independencia de las regiones más pobres de ex-Yugoslavia que no disponen, además, de prácticamente ninguna riqueza natural. Si las cancillerías occidentales han alentado, en tiempos de Milosevic, las veleidades de independencia de Montenegro con respecto a Serbia, han cambiado de actitud con el cambio de régimen en Belgrado. No tienen ganas de favorecer la multiplicación de mini-Estados sin recursos, que solo podrían sobrevivir gracias al apoyo financiero de las grandes potencias. En el mejor de los casos, Kósovo tendrá un estatus de república en el marco de una Federación yugoslava a la que pertenecerían también Serbia y Montenegro. Pero quizás deba contentarse de una autonomía dentro del Estado serbio.
Si la ONU acaba por decidirse a entregar Kósovo a la Federación yugoslava, evocando su propia resolución al día siguiente de la guerra que reconocía la soberanía de Belgrado, se les explicará a los Kosovares que Serbia habiéndose vuelto una democracia, siempre podrán defender su aspiración a la independencia mediante las urnas... Otro tanto se le dirá a los habitantes de Montenegro si acaso la mayoría de ellos desea separarse de Serbia.
A pesar de la reconciliación ambiente entre las potencias imperialistas y Serbia, la situación sigue inestable en toda esta parte de los Balcanes. Albania y Macedonia siguen estando entre los países más pobres de Europa, roídas, la primera, por la corrupción y las mafias y la segunda, por las reivindicaciones nacionales de sus minorías, especialmente albanesa, en el interior, y por la actitud hostil de las vecinas Grecia y Bulgaria. Y en cuanto a Bosnia-Herzegovina, su Estado sigue siendo una abstracción de la diplomacia internacional de tanto que sigue siendo un mosaico de micro-poderes, que corresponde más o menos al mosaico étnico, cuyas tres componentes, bosniaca, serbia y croata, siguen separadas por líneas de frente más difíciles de franquear que fronteras de Estados. Signo de que las fuerzas militares de interposición bajo los auspicios de la ONU, que mantienen el orden desde los acuerdos de Dayton de 1995, no han resuelto nada : los centenares de miles de refugiados expulsados de su región por las limpiezas étnicas todavía no han podido, o no se han atrevido, a volver, a pesar de ser dentro del mismo país.
La "estabilización" imperialista solo significa, en todo caso para Albania, Macedonia y Bosnia-Herzegovina, el poder de clanes corrompidos, parásitos de las economías derruídas, que se mantienen a la fuerza, utilizando una demagogía irredentista. Para las poblaciones respectivas, queda la miseria o la huída hacia Occidente, "boat people" hacia Italia, trabajadores clandestinos en Alemania o en Francia, y a menudo la explotación por mafias de la droga o de la prostitución.
Ex-Democracias Populares
Integradas en distintos grados en la economía de Europa occidental, las antiguas Democracias populares Polonia, República Checa, Eslovaquia, Hungría, Rumanía y Bulgaria son todas candidatas a la integración en la Unión europea. Forman parte de una lista de solicitantes en la que figuran, además de ellas, los tres países bálticos procedentes de la Unión soviética, Eslovenia procedente de Yugoslavia, las dos islas mediterráneas Chipre y Malta, aparte de la candidatura ya antigua de Turquía.
Incluso para las menos subdesarrolladas dentro de las antiguas Democracias Populares, Polonia, República Checa, Hungría, así como Eslovenía, la integración significa sobre todo el control de los capitales occidentales, alemanes en particular, sobre sus mayores empresas, y de esta manera, sobre su economía.
En lo que respecta a la parte más subdesarrollada del Este europeo, la integración de estos países solo significa concretamente cierres de empresas, un nivel catastrófico de paro, un pauperismo mayor, sin ni siquiera que haya un aporte masivo de capitales occidentales. Además, la economía de los países vecinos de la antigua Yugoslavia se ha visto más o menos gravemente dañada por la guerra de la OTAN contra Serbia, debido a las destrucciones de vías de comunicación y a las consecuencias indirectas del boicot.
Capitales occidentales, en especial en los cuatro países que más les interesaban, no ocurre lo mismo en el otro sentido, para la exportación de la producción de estos países. Las barreras proteccionistas de la Unión europea frenan en particular las exportaciones de productos agrícolas. Lo que conlleva consecuencias tanto más graves para estos países que a la vez los antiguos circuitos de intercambio entre países del ex-COMECON (zona económica más o menos unificada del ex-bloque soviético) han sido parcial o totalmente destruídos.
Para los dirigentes de Polonia, de la República Checa, de Hungría y de Eslovenia, la integración rápida de sus respectivos países en el Mercado Común resulta ser en estas condiciones una necesidad vital. Sin embargo las instituciones europeas tienen tanta menos prisa que las potencias europeas no tienen todas los mismos intereses en cuanto a la integración de los países del Este y que están lejos de haber encontrado los métodos y los procedimientos que obtengan el asentimiento de todas. Aunque los cuatro países del Este más avanzados en el camino de la integración acaben por ser admitidos en la Unión europea, esto no cambiará evidentemente la relación de fuerzas entre el gran capital de las potencias imperialistas europeas y estos países que, antes de la guerra, eran semi-colonias. Fuera de la Unión europea o dentro, la posición resevada a la economía de estos países es una posición subordinada, deformada en función de los intereses y de las inversiones de los trusts occidentales.
Además, las instituciones europeas les exigen a estos países condiciones draconianas para ser admitidos en el Mercado Común. Además de las habituales medidas de austeridad referentes a los presupuestos de estos Estados, éstos deberán liquidar lo que todavía queda de estatismo del periodo anterior. El mantenimiento de algunos complejos industriales, no rentables según los criterios capitalistas, o también el mantenimiento de la gestión de las viviendas por organismos públicos o administraciones locales han evitado, en algunos de estos países, que el pauperismo sea insoportable.
Por otra parte, las instituciones de la Unión europea no deseando en absoluto hacerse cargo de la agricultura de los países del Este, les presionan para que la "modernicen", lo que, en el caso de Polonia por ejemplo donde el pequeño campesinado es numéricamente importante, tendrá consecuencias catastróficas.
La integración venidera de estos países en la Unión europea facilitaría la circulación de las mercancías así como, en cierta medida, de los hombres hacia Europa occidental. Sin embargo, ahondaría la separación económica y humana de estos países con los que están situados más al Este. Una de las condiciones impuestas por las instituciones europeas es el fortalecimiento de sus fronteras que, en caso de integración, se convertirían en las fronteras de la Unión europea. Con poco que la integración de los diferentes países del Este esté escalonada en el tiempo, una frontera tipo Schengen puede llevar a la separación de República Checa de Eslovaquia que, hace diez años, constituían un solo país ; puede llevar a la separación de Eslovenia de las ex- repúblicas vecinas dentro de Yugoslavia, entre las cuales Croacia ; o también separar Hungría de las minorías húngaras, numerosas, de Rumanía, de Eslovaquia o de la Voivodina serbia.
Rusia
En Rusia, el acontecimiento político del año ha sido la transmición de poderes sin altercados de Yelsin a Putin. Este ex-general del KGB, desconocido hace dos años, ha sucedido pues al viejo alto cargo de la burocracia convertido en pro-occidental. Con ello, Putin ha sacado un título de jefe de Estado y Yelsin la total impunidad judicial ofrecida por su sucesor que protege tanto a su persona como la fortuna de su clan adquirida desvalijando el Estado.
El porvenir dirá cual es el poder del que dispone realmente el nuevo presidente de la Federación de Rusia. Pregona su voluntad de "restablecer la vertical del poder" y de instaurar "la dictadura de la ley". Pero, de momento, la verticalidad se pierde en el laberinto de los poderes locales y, en cuanto a la dictadura de la ley, se trata sobre todo de la de los clanes burocráticos y de las mafias de todo tipo.
Es cierto que Putín ha obtenido de la Duma una modificación del estatus de los gobernadores y de los presidentes que dirigen los 89 "sujetos de la Federación" (regiones, repúblicas y las dos capitales), que ya no ocuparán un escaño en el Consejo de la Federación (una especie de Senado), que ya no tendrán imunidad judicial y que podrán ser revocados. Del mismo modo, sus asambleas respectivas pueden ser disueltas por el poder central. Incluso Putin ha creado una autoridad que supuestamente controla los poderes regionales y ha recortado el país en siete super-regiones encabezadas cada una por un super-prefecto nombrado por él y de los cuales cinco de los siete son generales o altos cargos procedentes del KGB. Pero, si esto le da la posibilidad jurídica de controlar, no le da obligatoriamente la posibilidad material. Los poderes locales más propensos a obedecer al poder central son los de las regiones más pobres y cuyas finanzas dependen del centro. Sin embargo, las autoridades de las regiones más ricas no están más controladas que antes, y Putin bien se guarda de buscar conflictos con ellas.
Si el nuevo presidente también ha intentado someter a algunos altos cargos de la burocracia mercantiles, en especial algunos de los que se han apoderado de la prensa y de los medios de información, esta tentativa no es muy concluyente.
Rusia sigue, desde el 1 de octubre de 1999, hundida en la segunda guerra en Chechenia, esta república cuyas autoridades son las que más abiertamente desafían el poder central desde hace varios años. Esta guerra habría hecho en un año 45 000 muertos civiles, 18 000 desaparecidos, y por su parte, el ejército ruso habría perdido a más de 10 000 soldados. El ejército ruso controla Grozni, en gran parte destruída, y algunas otras ciudades del país. Sin embargo, a pesar de la presencia de 180 000 soldados, no controla el conjunto del país. Esta guerra, que le cuesta muy caro a la población chechena, le cuesta también a la población rusa. Hay que notar que, exceptuando algunas declaraciones de principio, el Occidente imperialista deja enteramente libre el Kremlin para seguir esta guerra.
No ha habido grandes cambios a nivel económico este año. El bajón de la producción parece haberse parado porque, después del crac financiero de agosto de 1998, al ya no poder importar el país ha tenido que reactivar algunas producciones locales. Además, sus ingresos presupuestarios así como sus ingresos procedentes de la exportación se han beneficiado de la estrepitosa subida del petróleo y del gas que representan el 40 % de las exportaciones del país.
Pero las inversiones siguen siendo insignificantes y el naufragio del submarino Kursk es un símbolo del estado de desgaste en el que se encuentran máquinas y materiales. El Primer ministro, Kassionov, ha reconocido recientemente que el 70 % de todos los equipamientos industriales han superado el periodo de vida para el cual habían sido inicialmente concebidos. La burocracia en descomposición sigue haciendo pagar al conjunto de la población tanto su pillaje como su gestión a corto plazo. La escala de clasificación del nivel de vida de la ONU vale lo que vale pero situa el nivel medio de vida en Rusia en la 71° posición, detrás de países como Perú, México, Malasia o incluso Rumanía y las islas Fidji, y su producción por habitante, todavía más lejos detrás.
En cuanto al avance de lo que los dirigentes tanto rusos como occidentales llaman "las reformas", es decir la transformación de la economía en el sentido capitalista, está parado desde hace tres años. Los capitales occidentales siguen desdeñando Rusia, no queriendo invertir en un país cuyo funcionamiento económico es inseguro. En cuanto a los burocrátas mercantiles rusos, siguen, como lo llevan haciendo desde hace diez años, sin invertir nada en Rusia e invirtiendo la mayor parte de su dinero en los bancos occidentales.
La contrapartida de la desaparición de la Unión soviética y del debilitamiento del poder en Rusia mismo es que el Kremlin ya no tiene la posibilidad de llevar a cabo eficazmente su papel de gendarme en esta parte del planeta. Los Estados del Cáucaso o de Asia Central procedentes del despedazamiento de la Unión soviética permanecen dentro de la zona de influencia de Moscú que mantiene los regímenes de algunos de estos países bajo perfusión financiera y militar. A falta de medios, Moscú intenta preservar su influencia jugando con las contradicciones y con los conflictos. El conjunto de las repúblicas del Cáucaso sigue siendo una zona de tensiones, entre Estados o dentro mismo de los Estados. En cuanto a las repúblicas de Asia central, están corroídas por los tráficos, especialmente de droga, y por la subida del islamismo.
China y Corea
Aunque los dirigentes chinos sean los últimos en reclamarse oficialmente del comunismo, no solo China siente simpatía por el Occidente imperialista, sino que el mundo de los negocios considera a su régimen como un modelo con respecto a Rusia. A pesar de protestaciones puramente simbólicas después de Tien an men, el
imperialismo les está agradecido a los dirigentes chinos por mantener el orden en ese país inmenso y poblado, sobre todo en un periodo en el que la apertura creciente a los capitales occidentales, el desarrollo del sector privado y el enriquecimiento rápido de una pequeña capa privilegiada conllevan una agravación de la situación social. El desarrollo del paro es explosivo tanto por la reducción de plantilla en
grandes empresas que se están abriendo a los capitales privados como por la posibilidad dejada a los campesinos de irse de los campos e ir hacia las ciudades.
La distancia aumenta entre algunas regiones que atraen los capitales, como las que están alrededor de Shangai o la zona económica alrededor de Hong Kong que conocen una tasa de crecimiento entre las más importantes del mundo, y el interior del país cada vez más subdesarrollado.
A pesar del carácter autoritario del régimen, dado la rapidez de una evolución que aumenta las desigualdades, este país, el más poblado del mundo, podría quizás volver a convertirse en el foco de explosiones revolucionarias que ha sido en el primer cuarto del siglo veinte. Aquí también, todo depende de la capacidad del proletariado chino, convertido sin duda en uno de los más numerosos del mundo, de orientarse hacia perspectivas de clase.
El ablandamiento de las relaciones entre las dos Coreas, separadas por alambradas desde hace medio siglo, se anuncia desde hace dos o tres años. Se ha acelerado este año y ha sido marcado por la visita del presidente surcoreano al Norte y por la noria de dignatarios occidentales que desfilan en Pyong Yang. El cambio rápido de las relaciones entre las dos Coreas refleja sobre todo un cambio de actitud del imperialismo americano que, con la evolución de Rusia y la de China, ya no necesita mantener la tensión en esta zona que ha sido durante tiempo uno de los puntos más álgidos del enfrentamiento entre los dos bloques. Y no le apetece que otras potencias imperialistas, Japón en particular, le cogan el sitio.
Dicho esto, la unificación de estos dos países no está todavía llevada a cabo, e incluso si se hace, se hará difícilmente. Incluso la integración de la ex-RDA, Alemania del Este, en el conjunto alemán ha planteado muchos problemas y lo sigue haciendo, cuando se trataba de dos regiones entre las más desarrolladas e industrializadas del mundo. Las dos Coreas, cada una a su manera, forman parte de países subdesarrollados. Corea del Sur conoce desde hace varios años una situación social explosiva, con intervenciones esporádicas pero vigorosas de la clase obrera. Lo que podemos esperar es que la unificación le dará a estas luchas otra amplitud y que les permitirá a las dos fracciones separadas de la clase obrera coreana unirse en la lucha.
frica
frica sigue siendo el continente que sigue pagando el mayor tributo a la dominación imperialista sobre el planeta. La economía de la mayor parte de los países de frica negra sigue descomponiéndose. Y su producción así como la renta per cápita han retrocedido no solo relativamente a los países desarrollados sino incluso en absoluto. Por muy profunda que sea la regresión económica y por mucho que la pobreza de la mayoría de la población no tenga límites, el imperialismo sigue desangrando el continente adaptando simplemente sus métodos a las circunstancias. En numerosos países, a la explotación directa del tiempo de la dominación colonial y luego a la explotación a través de la usura por los proveedores de fondos internacionales, han sucedido formas de pillaje en las que el imperialismo utiliza a los jefes de bandas armadas cuya presencia se generaliza.
Y es que buena parte de la frica negra se instala en una situación en la que las guerras ya no son un estado momentáneo, accidental, sino un estado de situación permanente. Es el caso desde hace varios años de Liberia, de Sierra-León, de Somalia y de Sudán.
En frica central, las guerras civiles locales que han devastado, por turno, Ruanda, Burundí, el Congo ex-Zaire y el Congo ex-Brazzaville, han confluido en una guerra regional en la que, aparte de las bandas armadas que desgarran dichos países, participan tropas o bandas armadas procedentes de Angola, Uganda, Ghana, Zimbabwe y Namibia.
Los trusts imperialistas, incapaces de hacer asegurar la continuidad de la explotación de las riquezas mineras inmensas de estas regiones por Estados en deliquescencia, han aprendido a utilizar a los jefes de guerra, a finanzarlos y a armarlos. A los "compradores" de antaño han sucedido los jefes de guerra "compradores" cuya actividad económica
consiste en desvalijar las riquezas de su país, en especial mineras, para canalizarlas hacia los encubridores imperialistas. Mientras que en la ONU o en las instituciones europeas, se votan resoluciones contra los tráficos de armas, de diamantes, de materias preciosas, son, en última instancia, grupos industriales o financieros occidentales los que originan tráficos de armas hacia el continente africano, como son ellos, en última instancia, los encubridores de las riquezas
de estos países. Estos grupos imperialistas han adaptado perfectamente su pillaje a esta situación de guerra permanente que sustentan, cuando el poder de bandas armadas no solo provoca decenas de miles de víctimas sino contribuye a desorganizar y a debilitar aún más la economía del continente africano.
A pesar de una indudable presencia del imperialismo americano, económica especialmente en frica del Sur, frica sigue siendo mayormente la presa de las dos principales ex-potencias coloniales, Francia y Gran Bretaña. El imperialismo francés sigue ligado a una forma de dominación semi- colonial, marcada a nivel económico por el mantenimiento de la zona CFA y a nivel político y militar por sus intervenciones en la selección del personal político y militar dirigente de los Estados de las ex-colonias. Aunque la intervención del imperialismo británico sea más discreta, Londres tiene una responsabilidad mayor en la guerra civil atroz que ha desgarrado a Sierra- León y cuyo final no es seguro.
Sin embargo, las dos principales ex-potencias coloniales, ambas imperialismos de segundo nivel hoy, tienen cada vez más dificultades para asegurar el mantenimiento del orden en este hervidero en que se ha convertido frica. A nivel militar, las intervenciones directas de sus tropas ceden el paso a las intervenciones de tropas de otras ex-colonias de la región afectada. Son, por ejemplo, las tropas actuando en nombre de las Naciones Unidas y compuestas sobre todo por soldados nigerianos que han intervenido en Sierra- León.
Sin embargo, el imperialismo francés sigue mantiniendo bases militares en Costa de Marfil, Senegal, Gabón y en Djibutí. El imperialismo británico como el francés, al tiempo que cada uno se queda enganchado a su zona de influencia del tiempo de la dominación colonial, buscan sin embargo cada vez más hacer finanzar su influencia mediante las instituciones europeas.
La explosion etnista que acaba de producirse en Costa de Marfil y el proceso que a ella ha llevado son representativos de lo que ocurre en gran número de países de frica. Y eso que se consideraba a este país como uno de los países menos pobres del antiguo imperio colonial francés. Uno de los principales productores y exportadores de cacao y de café, era además la base avanzada de los grupos capitalistas franceses en dirección a los otros países de frica occidental. Sin embargo, la caída de la cotización de las materias primas ha puesto fin al pretendido milagro económico marfileño que, de todos modos, solo ha beneficiado, además del gran capital francés, a una capa pequeño-burguesa compradore. El milagro se basaba en última instancia sobre trabajadores de las plantaciones de los que gran parte venía de Malí, de Ghana, de Guinea, de Benin y sobre todo del Burkina-Faso vecino. En un contexto marcado, desde hace varios años, por el retroceso de la producción y por la devaluación del franco CFA, que ha agravado la pobreza de las capas trabajadoras, Costa de Marfil ha llegado al borde de una crisis económica y social.
Vive también una crisis política relacionada con la sucesión aún no concluida de Houphouët-Boigny, dictador durante más de treinta años con el apoyo del imperialismo francés. Si Bedié ha podido aprovechar su posición de presidente de la Asamblea nacional, que hace de él el sucesor constitucional, nunca ha tenido el poder de apartar definitivamente a sus principales rivales, Alassane Ouattara, Laurent Gbabo y sus respectivos clanes. Para consolidar el poder, ha desencadenado una propaganda xenófoba y etnista marcada, especialmente, por la supresión del derecho al voto de los marfileños procedentes de Burkina-Faso y luego por la invención de la "marfilidad". Ha sido prontamente relevado sobre el mismo terreno por Gbabo porque esta demagogia les arreglaba ambos frente a Ouattara, procedente del Norte y acusado de ser burkinabés. Bedié expulsado en diciembre por Gueï, la propaganda xenófoba y etnista ha continuado, distilada de arriba a abajo, relevada por una prensa servil, con la complicidad de los círculos dirigentes franceses. En particular, Paris ha avalado el hecho de que el origen nacional, en realidad étnico, sea un criterio de selección para ser admitido como candidato a la elección presidencial. El haber escogido apartar Ouattara del derecho a presentarse a la elección presidencial ha convertido las rivalidades políticas en amenaza de guerra civil anunciada.
Esta amenaza se ha concretizado al día siguiente de la eleción presidencial. La población ha reaccionado masivamente contra la tentativa del general Gueï de aferrarse al poder. Gran parte de la jerarquía militar ha escogido no apoyarlo, lo que ha significado el final de su tentativa. Pero, apenas expulsado Gueï, los enfrentamientos entre los partidarios de Gbabo y los de Ouattara se han transformado en enfrentamientos étnicos, provocando decenas de muertes, en particular en los barrios populares. Cualquiera que sea la evolución ulterior, estos enfrentamientos dejarán huellas catastróficas, en especial en los barrios populares de Abidjan donde han coexistido en el pasado, sin problemas mayores, gentes de orígenes nacionales y étnicas diversas.
Por otro lado, si persigue la persecución de los Burkinabés, que son al menos dos millones en Costa de Marfil, y si la presión violenta para que se vayan se amplificara, si estuviera sistematizada por el poder central y si se tradujera por una verdadera "limpieza étnica", esto conduciría a una desestabilización de toda la región. Burkina-Faso como Malí o Ghana son países demasiado pobres para poder soportar una vuelta másiva de los habitantes de Costa de Marfil procedentes de estos países.
Conclusión
La contradicción es más viva que nunca entre una economía que funciona a nivel planetario y la fragmentación de la humanidad debido a las fronteras que se multiplican, ya sea que se materialicen por alambradas materiales o
por las que erigen en las mentes. La subida de los chovinismos y de los etnismos se añade a las opresiones de todo tipo y a la miseria de gran parte del planeta para apoyar la expulsión de sus casas a millones de seres humanos. Los organismos internacionales contabilizan 40 millones de personas desplazadas en todo el mundo, de los que 15 millones han sido reconocidos como refugiados políticos. Estas cifras están probablemente muy por debajo de la realidad. Los campos de refugiados, la huida permanente, son una forma de existencia para una fracción creciente de la humanidad, como lo es, para un número mayor aún, la pobreza extrema, la malnutrición. Si esto no es barbarie, qué es la barbarie ? El periodo excepcionalmente largo de "paz" imperialista que conoce el mundo desde el final de la Segunda Guerra mundial, que se prolonga desde hace diez años sin ni siquiera la "guerra fría" entre dos bloques, demuestra, tanto como lo han demostrado las dos guerras mundiales, que la humanidad no tiene nada que esperar de la organización capitalista de la economía y del sistema imperialista del que es la coronación. La transformación revolucionaria de la sociedad es una necesidad vital para todo el planeta.
29 de octubre de 2000