Desde las elecciones europeas del 13 de junio, la extrema izquierda francesa tiene diputados en el Parlamento europeo. Este resultado llega después de haber obtenido representantes en las elecciones regionales de 1998 y después del 5,30 % obtenido por Arlette Laguiller, candidata de "Lutte Ouvrière" en las elecciones presidenciales de 1995.
Estos resultados demuestran la existencia y la estabilidad de una corriente política de extrema izquierda a nivel electoral en Francia.
Los resultados globales de las elecciones europeas revelan una fuerte abstención, especialmente en los barrios populares, un debilitamiento relativo del resultado de la derecha y una izquierda que se mantiene con una subida de los ecologistas y un retroceso del PCF (Partido Comunista Francés).
EL electorado de la derecha, incluida la extrema derecha, sigue siendo numéricamente mayor (44,08 %, sumando todas las listas y sin tener en cuenta la lista de los cazadores) que la suma de los electorados de la "izquierda plural" y de la extrema izquierda (43,68 %).
Dentro del electorado de la "izquierda plural", el Partido Socialista, principal responsable de la política antiobrera del gobierno de Jospin, no hace más que salirse de apuros y el principal desplazamiento de votos se ha producido a favor de los ecologistas, lo que es una forma de desmarcarse del Partido Socialista pero no especialmente a su izquierda, cuando no es una forma de votar en blanco.
El retroceso de los resultados del Partido Comunista con respecto a los de las elecciones presidenciales, su estancamiento incluso con respecto a los catastróficos de las europeas de 1994, confirman que no ha habido una radicalización, un movimiento electoral hacia la izquierda, ya que si lo hubiese habido, a pesar de su lenguaje ambiguo, el PC habría salido beneficiado con respecto al PS.
Este retroceso del PC confirma sin embargo, desgraciadamente de la manera más estéril desde el punto de vista de los intereses de los trabajadores, la inanidad de la estrategia de la dirección que ha elegido presentar una lista "abierta", mitad PC, mitad no comunista. Los que podían ser sensibles al lenguaje y a las actitudes presentadas como "modernas" por el secretario del PCF Robert Hue (es decir el abandono de lo que queda de un lenguaje de lucha de clases) han preferido votar ecologista, o seguir votando socialista.
El resultado de la lista de "Lutte Ouvrière" y de la "Ligue Communiste Révolutionnaire" (914 680 votos / 5,18 % de los votantes) debe apreciarse en este contexto.
Si hubiese habido una progresión con respecto a los resultados precedentes de la extrema izquierda, hubiese significado una radicalización, la expresión de un descontento de los trabajadores y más generalmente de las clases populares. No había tal radicalización, amplia, de la opinión de las clases trabajadoras.
La corriente de la extrema izquierda no se ha visto amplificada, ampliada con respecto a lo que es, a nivel electoral, desde 1995.
Pero lo que es notable es que, sin movimiento hacia la izquierda, sin especial radicalización de la opinión del electorado popular, desde hace cuatro años se manifiesta regularmente y se mantiene un electorado de extrema izquierda, que se reconoce en el lenguaje de la lucha de clases, que coincide en la oposición sin compromiso a la política antiobrera de los gobiernos sucesivos, ya sean de derechas o se pretendan de izquierdas, incluso "plural". Y la extrema izquierda aparece, aunque sea solamente a nivel electoral pero en elecciones tan variadas como las presidenciales, las regionales o las europeas, como una fuerza significativa y estable.
Y donde más se manifiesta este voto de extrema izquierda es en los barrios populares, en los barrios obreros, llegando al 7%, 8 %, incluso más en algunos sitios. Esto significa que el voto a favor de la lista LO/LCR no sólo tiene un carácter de contestación, una forma socialmente indiferenciada de dar a entender un descontento a los políticos que gobiernan, sino que es precisamente la población trabajadora cuyos intereses los revolucionarios quieren defender la que se reconoce en el carácter de clase de la política y del programa suyos.
El resultado de la lista LO/LCR se acerca mucho del del PC. No hay de que alegrarse de que esto se produzca a un nivel bajo y los candidatos de LO y de la LCR no han dejado de repetir durante la campaña electoral que una progresión paralela hubiese sido preferible porque, una vez más, un desplazamiento de votos del Partido Socialista hacia el PC hubiese sido (a pesar de la solidaridad de la dirección del PC con la política del gobierno, a pesar de que haya en dicho gobierno ministros comunistas) una expresión del movimiento hacia la izquierda, completando un crecimiento de los votos a favor de la lista LO/LCR.
Pero, el hecho de que el resultado de la lista LO/LCR sea comparable al del PC, cuando este tiene una fuerza de organización, medios militantes y una presencia mucho más grande en el país, confirma la idea que, en todo caso, una política radical, una política de clase, no aislan del mundo laboral.
La existencia y la estabilidad de esta corriente de extrema izquierda en Francia no bastan de por sí para crear el partido que represente los intereses políticos de los trabajadores y de los parados, partido que falta en Francia, como en todos los países de Europa.
Pero pueden facilitar su surgimiento.