Estos últimos meses hemos asistido a una escalada de ataques israelíes contra el pueblo palestino; la sinrazón israelí llega al extremo de entrar a saco en el entierro de la periodista Shireen Abu Akleh, para desgarrar las banderas palestinas. La reportera de Al Yazira murió por un disparo en la cabeza tras la incursión del Ejército israelí en el campo de refugiados de Yenín, el pasado 11 de mayo; muy conocida en todo el mundo árabe, tras su muerte, se ha convertido en un símbolo.
De igual modo, Israel acaba de condenar a 12 años de prisión a Mohammad al Halabi, director de una ONG en Gaza acusado sin pruebas de terrorismo. En la mañana del jueves 18 de agosto, las fuerzas armadas israelíes saquearon y precintaron los locales de siete ONG palestinas con sede en la Cisjordania ocupada. Al atacar a estas asociaciones, el ejército israelí quiere imponer el silencio sobre sus abusos y asesinatos.
Con la mediación de Egipto, las partes han firmado una tregua para evitar una ofensiva aún mayor que la vivida recientemente en la franja de Gaza, de la más grave desde mayo de 2021, con un total de 45 muertos, entre ellos 15 menores, y 360 heridos, según cifras del Ministerio de Salud palestino. Paulatinamente se intenta recuperar la “normalidad” reabriendo tiendas, bancos, escuelas, instituciones… El movimiento islamista Hamás, que gobierna de hecho Gaza desde 2007, ha informado que los ataques aéreos israelíes destruyeron 9 edificios residenciales y causaron daños en 1.500 viviendas, además de dañar decenas de hectáreas de tierra agrícola.
En pleno periodo electoral, los dirigentes israelíes eligen, como siempre, la represión y las muertes; queriendo presentarse como víctima, quieren esconder el hecho de que el estado israelí es un estado de apartheid. Desde su creación y hasta hoy, el sionismo aspiraba a derrotar a las y los palestinos, a heredar su tierra. El primer paso fue la represión física: expulsiones masivas, transformación de cientos de miles en refugiados, asesinatos y masacres, expropiación de tierras. Quienes permanecieron en lo que se convirtió en el Estado de Israel tienen que enfrentarse a restricciones de movimiento, a los guetos, a una gran discriminación y a los abusos y muertes diarias, durante todo el año. Hay que tener en cuenta que en el territorio de la Palestina ocupada en lo que va de año las cifras son de 84 muertos. Esto representa 1 muerto cada 3 días y medio.
La oleada de represión recién vivida, tiene un objetivo electoral: genera un aumento de los votos por parte del partido que más y mejor facilite y legitime la opresión hacia el pueblo palestino. Israel se justifica ante el mundo diciendo que combate al mundo islámico terrorista.
Todo este horror que vive el pueblo palestino es respetado por parte de los países capitalistas y ocultado en gran parte por los medios de comunicación, teniendo en cuenta que el Estado de Israel actúa como gendarme de los intereses imperialistas en Oriente Medio.