El teletrabajo nace de una crisis capitalista. El teletrabajo y su hermano mayor el telemarketing nacen ambos de la necesidad de las empresas de seguir funcionando en un contexto de grave crisis.
“Teletrabajo” (telecommuting, en inglés) fue un término acuñado por el ingeniero de la NASA Jack Nilles. La idea surgió como respuesta a la escasez de combustible que se produjo en Estados Unidos en 1973 por el embargo de petróleo decretado por los exportadores árabes a los países que apoyaban a Israel en la guerra de Yom Kipur.
Niles en su estudio Telecommunications Transportation Tradeoff (1976), sostenía que “si uno de cada siete trabajadores no tuviera que desplazarse a su sitio de trabajo, Estados Unidos no tendría la necesidad de importar petróleo”.
El teletrabajo saltó al debate público y surgieron argumentos a favor: el ahorro y la menor dependencia energética, menos congestión del tráfico, revitalización social y comercial de los barrios, mejorar la conciliación laboral-familiar y,por tanto, del acceso a la mujer al mercado laboral (la cuestión de la paridad aún estaba en pañales).
Y en contra… Entre los sindicatos se temía que los empresarios lo usaran como excusa para reducir salarios, aumentar la jornada laboral y contratar como autónomos a los trabajadores y eludir así los costes sociales. La propia patronal veía que podía ahorrar costos y a la vez desconfiaba de la pérdida de control de los empleados.
Y todo esto tiene mucho que ver con la situación actual hoy día. No ha cambiado salvo que se ha recrudecido la ofensiva de la patronal, que lleva años abusando aún más de su posición gracias a la libertad que le han otorgado las reformas laborales.
El contexto de crisis capitalista está más que presente en el teletrabajo, pero si este puede ayudar a evitar los contagios en un momento dado, a la patronal solo le interesa para producir más y para ello tiene que presionar sobre los salarios y condiciones laborales de los trabajadores. Por ello el temora los contagios es utilizado ahora por la patronal. Hemos visto ejemplos en Konecta o Airbus.
Cuando las empresas no pueden mantener el nivel de beneficios recurren a los despidos, que se están produciendo por miles estos meses. De esa forma pueden abaratar los salarios y aumentar la jornada sin obstáculo alguno, pues saben perfectamente que no faltarán candidatos entre el ingente número de parados. Echarán a competir a los trabajadores unos contra otros por conseguir un empleo. La patronal puede entonces volver a producir a menor costo y así volver a equilibrar sus cuentas.
Así, cualquier forma de trabajo, ya sea presencial o a distancia está bajo la ley de la propiedad privada de la patronal, oprime por igual a la clase trabajadora.
El sistema capitalista que funciona solo por el beneficio del dinero, no admite un mundo sin explotación y para que el trabajo deje de ser una mercancía es preciso que la clase trabajadora lo derribe. Solo así podremos liberarnos de las cadenas que nos impiden ser libres e iguales.