La lucha obrera y vecinal como motor de cambios

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Noviembre de 2024

Durante los años 60 a 70 se produce un éxodo de la población rural y del centro de la península hacia las grandes ciudades. Tras la Guerra Civil mucha gente lo había perdido todo, el trabajo en el campo era duro y en las grandes ciudades comenzaban a ver la posibilidad de empezar de nuevo.

La película “El 47” nos cuenta la lucha de los vecinos de la localidad barcelonesa de Torre Baró por dotar a su localidad de un servicio de transporte que le uniera a la ciudad, que ante la negativa de las instituciones deciden secuestrar un autobús. En la película este acto se fragua y lleva a cabo mediante la acción individual de uno de los vecinos, Manolo Vidal.

Pero detrás hay mucho más que no se ve, como que la lucha por el transporte público fue posible gracias a la acción colectiva y no de una sola persona. Y es que la decisión final de secuestrar el autobús tiene detrás al colectivo de familias del barrio que plantea un conflicto social, el de los excluidos de la gran ciudad y que ayudaron a construirla.

Luego también surgen las asociaciones de vecinos que agrupaban a uno o más de un barrio, que se utilizan como medio donde organizar asambleas y servir de puente entre los representantes vecinales y los políticos a la hora de presentar sus reivindicaciones. A partir de aquí las luchas ceden ante la burocracia.

Estos inicios del movimiento vecinal se dan en más ciudades a lo largo de los años sesenta y setenta, conforme iban llegando familias desde otros puntos del país en busca de un trabajo, un lugar donde asentarse y un futuro. Las necesidades eran muchas y conviene recordar que durante estos años estos barrios lograron mejorar gracias a estas luchas que hoy en día parecen recuerdos lejanos.

Muchas otras luchas vecinales se dieron en distintas capitales, como en Madrid, en las poblaciones de su extrarradio fueron llegando miles de inmigrantes procedentes de todo el país, alojados en vastas zonas por entonces inhabitables, Orcasitas, Usera, el Pozo del Tío Raimundo, Entrevías, Carabanchel, Aluche o Canillejas.

El conseguir mejores viviendas, agua corriente, luz eléctrica, parques, jardines, alcantarillado, escuelas, centros de salud, carreteras, transporte… se ha logrado a base de luchas vecinales que durarían hasta los años noventa.

Las luchas vecinales surgen y se trasladan a más lugares, para exigir mejorar las condiciones de vida en estos barrios. Con el tiempo se consiguió que los políticos de turno se involucraran en la creación de viviendas y mejoras en los servicios públicos. Pero para que los políticos actuaran hacía falta el resorte que proporcionaron los habitantes de los barrios con su lucha.

Aquí de nuevo surge que para proponer soluciones a las carencias del barrio todos los problemas se tratan en asambleas de manera colectiva, donde todos participan y se discute buscando una solución por mayoría entre todas las familias. Por tanto lo social y lo colectivo y no la cruzada individual es lo que determina el futuro del barrio y sus habitantes.

Otro ejemplo de luchas

En la zona sureste de Sevilla confluyen los barrios de Amate, Rochelambert, o del Cerro del Águila. Estos barrios nacieron durante los años 50 a 60 nutridos por familias llegadas del medio rural y de otras poblaciones del interior del país.

Para poder asentarse construyen las primeras viviendas con sus propias manos y con los materiales que había en los alrededores, casi siempre de noche para evitar ser vistos por la guardia civil. Trabajaban en lo que salía, en el campo, en la construcción. Muchos hombres y mujeres conseguirían entrar a trabajar en la fábrica de hilados Hytasa, creada durante el franquismo en la barriada de Su Eminencia.

Muchos de estos habitantes eran conscientes de las condiciones de insalubridad en la que vivían, carecían de agua corriente o electricidad, de alcantarillado, de escuelas, de centro de salud, no tenían nada.; estaban expuestos a enfermedades y el grado de alfabetización era bajo.

Las instituciones no hacían nada por estas familias, por mejorar sus condiciones de vida y ello lleva a los vecinos a buscar fórmulas para llamar la atención, del Ayuntamiento, al alcalde o los políticos y a formular exigencias de mejoras en sus barrios.

Pero pronto se dieron cuenta de que de nada servía visitar despachos, sus peticiones no eran tenidas en cuenta. Para hacerse oír se tenía que emplear otras fórmulas y la calle era el mejor altavoz; si se plantaban en la calle con pancartas, incluso cortando el paso de los coches, alguien les prestaría atención.

Costó mucho pues los cortes de carretera y manifestaciones eran casi diarios y solían participar familias enteras. Pero se consiguieron mejoras con el paso de los años y de muchos sacrificios. Gracias a ello se consiguió llevar el alcantarillado y el pavimento a las calles, que se construyeran escuelas y se dotara al barrio de un centro de salud.

Y la lucha sigue

Hoy en día vemos como los barrios vuelven a sufrir deterioros enormes, por la falta de inversión pública, porque en este sistema capitalista los intereses son los beneficios y los servicios públicos no los generan. Por eso también el paro, los bajos salarios y la precariedad se extienden. La lucha que llevó a la mejora de los barrios, más escuelas públicas, de centros de salud públicos va unida a la de la creación de empleos públicos para barrer el paro y la precariedad y a otra no menos importante, la creación de organizaciones obreras que lleven adelante la lucha para sustituir el capitalismo por una sociedad sin clases.