Nada más comenzar el año ya hay que lamentar otra muerte más de una mujer y su hijo a manos de su ex pareja.
Más de 1.033 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o exparejas, dato que se empezó a contabilizar en el 2003. Entre los años 2017 y 2019 los crímenes por violencia de género han ido en aumento, cerrándose este último con 52 mujeres asesinadas. Junto a ellas, también hay menores que han sufrido algún tipo de violencia, han quedado huérfanos o han fallecido. Algunos de los autores de estos crímenes se suicidaron tras la agresión.
La Ley contra la violencia de género que el Gobierno creó en 2014, que tenía por finalidad proteger a las mujeres víctimas de la violencia de género, apenas ha modificado la situación. Los recursos que viene empleando el Ministerio de Igualdad no han limitado los casos de violencia de género.
La prevención no ha funcionado como debería, por ejemplo, provocando que se atendiera un número muy limitado de peticiones de protección frente a las que se solicitaban. Hay quien achaca esto a la inoperancia o falta de sensibilidad de algunos jueces, algunos otros a la falta de personal y medios. Sea como fuere se han producido casos de reincidencia cuando se podía haber evitado. Y también las acciones violentas se han dado inclusive con medidas de protección activas sobre las mujeres en ese momento.
Los movimientos feministas vienen denunciando no solo la falta de medios, también que es preciso un cambio de mentalidad, de los jóvenes, de hombres, de la sociedad incluyendo a sus leyes y sus jueces.
También, el maltrato a las mujeres, no es solo violencia que proviene del hombre, cuando se carece de estabilidad económica, de bienestar e independencia, pues constantemente nuestros medios de vida se ven amenazados por unas condiciones laborales que no podemos controlar, que nos discrimina y nos explota a la clase trabajadora. De esta otra forma de violencia se habla poco, o de pasada, o se ha tratado de diluir su importancia.
Pero la tiene, pues los hombres y mujeres de la clase trabajadora están sometidos a unas leyes que les privan de participar y controlar las condiciones en que trabajan y producen, ese privilegio es exclusivo del propietario de los medios de producción.
La violencia machista se puede combatir con recursos y voluntad política. Por ejemplo, hay que avanzar más en la Ley contra la Violencia de Genero implicando seriamente al conjunto de la sociedad.
Resolver la imposición de unos medios de vida precarios, la rampante explotación laboral, que solo trae miseria, alienación y pobreza a amplias capas de la población trabajadora es una cuestión distinta.
Entonces es preciso transformar este sistema hacia otro más racional y humano. Abolir las clases sociales, el trabajo explotado por el beneficio privado. Elevar las aspiraciones de la sociedad en su conjunto, llevando la clase trabajadora las riendas de su propio porvenir.
“La emancipación de las mujeres, como la emancipación de todo el género humano, será exclusivamente la obra de la emancipación del trabajo del capital. Sólo en la sociedad socialista conseguiran las mujeres, como los trabajadores, la totalidad de su derecho”. Clara Zetkin. ¡Por la liberación de la Mujer!