La publicación de los resultados de las empresas españolas arroja cifras astronómicas. Repsol calcula para el presente año un beneficio superior a los 40.000 millones de ptas., un 137% más que en el 99, Dragados obtuvo en el tercer trimestre del año 23.000 millones, un 158% más respecto al mismo periodo del año anterior, Abengoa en los nueve primeros meses incrementó sus beneficios un 35% más. La banca en el mismo periodo de tiempo ganó 600.000 millones, un 30% más. En conjunto, según la central de balances, las empresas han ganado un 45% más que el año pasado.
Al tiempo que las grandes empresas se jactan de sus ganancias anuncian nuevos recortes de plantillas a través de prejubilaciones y bajas incentivadas. La fusión de Endesa e Iberdrola puede llevar, según los sindicatos, a una perdida de 10.000 empleos, un 63% de la plantilla global de ambas empresas, hecho que vendría a unirse al actual plan de prejubilaciones que establece una reducción de 5000 trabajadores hasta el 2005. Tabacalera tiene previsto prejubilar de aquí al 2003 a 1400 trabajadores. El BSCH ha reducido su plantilla en un 12%. El conjunto de la banca recortó su plantilla, entre 1980 y 1999, en un 29,45% mientras que sus beneficios aumentaron más de 600%.
Este fenómeno que no es nuevo implica por una parte la destrucción de puestos de trabajo que no se repondrán, y por otra la sustitución de empleo estable, con unas mínimas garantías laborales, por trabajo precario, por contratos basuras y por un aumento de la subcontratación. Endesa solo repondrá, y está todavía por ver, un 20% de los trabajadores prejubilados. El BSCH, con unos beneficios de 260.000 millones el año pasado, ha contratado recientemente a 700 trabajadores a través de una Empresa de Trabajo Temporal.
Desde hace años se asiste en España, bajo la presión del paro, a una reconversión del mercado laboral, de reforma en reforma, que tiende a reducir las plantillas fijas en beneficio de la mayor precariedad. Las ganancias empresariales, al margen de la llamada bonanza económica, se están realizando sobre las espaldas de los trabajadores. Los contratos eventuales permiten a los empresarios flexibilizar al máximo las condiciones de trabajo, aumentar la productividad, adaptar la plantilla a las necesidades de la producción, contratando y despidiendo cuando mejor les convenga, abaratar los salarios y suprimir los derechos y garantías laborales. Los resultados para la patronal son auténticos superbeneficios.
Esta política se practica en todo el mundo y es favorecida por gobiernos tanto de derecha como de izquierda, bajo una u otra forma. En España las reformas laborales del PSOE abrieron el camino a la precariedad y ahora el Partido Popular (PP) no solo camina a sus anchas por esa senda sino que pretende ampliar aún más la flexibilidad del mercado laboral , frente a lo que denomina la rigidez de las relaciones laborales que impide la libre iniciativa. Todo un bonito leguaje que esconde la más dura explotación.
Precariedad y paro: dos caras de la misma moneda
Tan escandalosas como las cifras de los beneficios empresariales son las de la precariedad en España. Según la Encuesta de Población Activa (EPA) publicada en mayo, la tasa de temporalidad es de un 31,6%. Esta cifra apenas ha sufrido modificación desde el inicio de la década de los 90. Durante el 99 tan solo un 1,7% de los contratos temporales superaron los 6 meses.
Un reciente estudio sindical resaltaba que la temporalidad afectaba al 73% de los jóvenes trabajadores. En Andalucía los contratos temporales afectan al 46% de los trabajadores, la tasa más elevada de España, y la Comunidad con menor proporción, Madrid, arrojaba la nada pequeña cifra de un 21% de eventualidad, cuando la media europea es de un 14,9%.
Estos datos ilustran a la perfección el tipo de empleo creado en España que el PP presenta como uno de sus mayores logros. Si tomamos noviembre del 2000 que según datos del INEM ha registrado la mayor cifra de contratación en ese mes en toda su historia estadística, tan solo el 9,03% de los contratos fueron indefinidos, cifra no muy lejana de la del total del año pasado: un 9,10% de contratos indefinidos frente al 90,9 de temporales.
A pesar de todos los incentivos y subvenciones que el estado regala a los empresarios en nombre del fomento del empleo fijo, la realidad va en otra dirección. Si en 1988 el 20% de los contratos temporales se convertían en fijos, a partir del 94 la cifra ha descendido al 7%. No hay que perder de vista dos hechos entrelazados: los empresarios utilizan el dinero público para sus bolsillos y no para crear empleo y que determinados contratos temporales, especialmente los dirigidos a los jóvenes, les salen gratuitos gracias a las bonificaciones; una vez cumplida la edad estipulada para el contrato y embolsado el dinero, los jóvenes son despedidos y contratados otros en su lugar.
El empleo creado es abrumadoramente temporal y además el paro sigue siendo elevado, a pesar de que los economistas hablen de un ciclo expansivo. La EPA publicada en mayo situaba la tasa de paro en el 15% de la población activa, 2.510.110 personas. En provincias como Sevilla, por ejemplo, el paro afecta al 26,79% de la población activa y solo el 20% recibe prestaciones.
Son los colectivos más afectados por el paro: jóvenes, mujeres, parados de larga duración y trabajadores de escasa cualificación los que sufren en mayor grado la eventualidad. El paro es utilizado por los empresarios como un instrumento de presión, chantaje y desvertebración de la clase trabajadora.
Explotación a la medida de los patronos
La precariedad se extiende a todos los sectores de la producción, desde las grandes empresas a las medianas y pequeñas, a todo tipo de actividad y categoría o edad de trabajadores. Las formas son bastantes amplias: toda una gama de contratos basuras y proliferación de contratas y Empresas de Trabajo Temporal (ETT). Los servicios sociales que no cubre el estado son realizados, en muchos casos, por ONG y otras asociaciones sin animo de lucro , cuyas relaciones laborales están basadas en la precariedad, casi unas 200.000 personas, en su mayoría jóvenes, están empleadas en esas organizaciones con contratos temporales. En los servicios o en el textil toda una legión de trabajadores vive en la eventualidad.
En cuantos a los contratos es significativo que el tipo más empleado sea el contrato por obra y servicio, un 39% del total de los contratos temporales. En principio destinado para una actividad determinada, al no establecer la ley una limitación temporal clara, los empresarios encadenan un contrato con otro, manteniendo indefinidamente al trabajador en la precariedad. Pero la cosa no es mejor con otros contratos. Aquellos que tienen un tope determinado de tiempo, como tres años, mantienen al trabajador en la precariedad durante ese tiempo, si antes no es despedido, sin que signifiquen ninguna garantía del paso a un contrato fijo, ya que es frecuente que una vez agotado el plazo sea echado o bien, en vez de convertirse en fijo como marca la ley, pasen a una empresa que bajo otro nombre está controlada por el mismo patrón y vuelta a empezar el ciclo.
La realidad habla por si sola de lo que esta situación representa para los trabajadores. Ejemplos no faltan. La empresa sevillana David Marsall (artículos de decoración) que vende a escala nacional e internacional, tiene aproximadamente a la mitad de su plantilla con contratos temporales, sin hablar de los casos de trabajadores que se han llevado hasta 8 años sin contrato. No existe comité de empresa, y no se puede hablar de sindicatos. Los salarios se cobran irregularmente y las primas y horas extras son pagadas arbitrariamente. Las medidas de seguridad brillan por su ausencia y es frecuente la utilización de productos cancerígenos.
La producción de la empresa se realiza a través de pedidos con un determinado plazo de entrega. Cuando llega un pedido extraordinario la empresa obliga a alargar la jornada de trabajo, noches incluidas, se suprime el tiempo del bocadillo y se trabaja sábados y domingos. Esas horas extras, frecuentemente, se pagan por debajo de lo estipulado legalmente. La empresa logra sacar el pedido extraordinario y atender los corrientes.
Cuando el trabajador eventual cumple los tres años es despedido o contratado, por un periodo corto, en uno de los talleres que trabajan para David Marsall, después vuelve a la empresa originaria y comienza el nuevo ciclo de la temporalidad.
Esta enorme flexibilidad a la hora de ajustar la producción y la plantilla que permite la temporalidad puede ser aún mayor. En el Palacio de Congresos y Exposiciones de Sevilla el montaje de las distintas ferias corre a cargo de una contrata. Los empleados trabajan según las necesidades de la empresa, sin horario fijo y cuando son llamados. Cobran por horas, estipulada la hora para un peón en la miseria de 650 ptas. que vale lo mismo sea noche o festivo. No hay comité de empresa, y cualquier protesta es seguida por la no renovación del contrato.
La proliferación de contratas es otra característica de la eventualidad. Es habitual que una gran empresa recurra a una contrata y ésta a su vez a una subcontrata cuyos empleados provienen de una ETT. El sector de la construcción es el reino de la subcontratación. Las grandes empresas apenas cuentan con empleados fijos, tras un largo proceso de reconversión. Muchos de los antiguos empleados de esas grandes empresas de construcción, después de haber sido despedidos, trabajan ahora en las contratas y subcontratas, temporalmente, sin apenas derechos y con la espada de Damocles del paro sobre sus cabezas.
No es raro encontrar en la construcción contratos firmados en blanco o con la renuncia a la representación sindical, o que no se respete prácticamente ninguna cláusula en cuanto a jornada, vacaciones, pago de horas extras, etc. Los fuertes ritmos de trabajo, la presión continua de los jefes, la falta de medidas de seguridad, el miedo al despido, tienen su corolario en los accidentes laborales, muchos mortales, en lo que afecta al trabajador, y en enormes beneficios para las empresas.
En el sector naval, las continuas reconversiones que han reducido drásticamente el empleo, han llevado a que el número de los trabajadores de las contratas supere al número de trabajadores de plantilla. En los astilleros de Puerto Real, por ejemplo, los trabajadores en plantilla son unos 1400 y los de las empresas auxiliares 2.400. Este circunstancia permite adaptar la mano de obra a los pedidos, contratar cuando aumentan y despedir a un buen número de trabajadores cuando la carga de trabajo disminuye.
La huelga de los trabajadores de las contratas del astillero de Puerto Real, este verano, sacó a la luz su situación: despedidos sin liquidaciones ni preavisos, no cobraban las horas extraordinarias, las nominas no reflejaban los sueldos completos, por lo cual la empresa cotizaba una menor cuantía. Sencillamente reivindicaban que se cumpliera el convenio. El presidente del comité de empresa del astillero resumía, con estas palabras, las condiciones de trabajo que soportan Trabajan doce horas diarias sin compensación, han saltado ya por que están sometidos a un régimen de semiesclavitud .
La temporalidad es moneda corriente en los sectores relacionados con lo que se denomina modernas tecnologías o nueva economía . Es el caso de las telecomunicaciones. Telefónica, empresa puntera en beneficios, tenía 75.000 empleados en el 92 pasando a 46.000 en el 99. La reducción de personal ha ido acompañada de la división de la empresa en compañías filiales y de la subcontratación de actividades y servicios. En estas empresas predominan la contratación temporal y los bajos salarios. El ejemplo paradigmático son las empresas de telemarketing (atención al cliente) que son contratas ligadas a las grandes compañías operadoras. En estas contratas es normal el trabajo en fines de semana que no se cobra como festivo, y el día de descanso, en algunos casos, es cada dos semanas. El convenio del sector establece como causa de despido la disminución de llamadas, que las propias empresas desvían de un centro de trabajo a otro. Los resultados son despidos masivos como los 700 trabajadores de Airtel Barcelona o los 200 de Telefónica Valencia.
Precariedad pública
El empleo precario no deja de crecer en las administraciones públicas. Actualmente la tasa de temporalidad en el sector público se sitúa en el 20%. En Andalucía, por ejemplo, la administración autonómica emplea a más de 40.000 interinos.
La política de ajuste y reducción del gasto público ha conducido a que solo se cubra por Oferta de Empleo Público una de cada cuatro bajas producidas en la administración. La falta de personal significa para la población una degradación de los servicios públicos.
Las formas de la eventualidad son diversas: contratos temporales, interinidad, e incluso trabajadores que como autónomos prestan sus servicios a la administración, y cuya perspectiva de futuro es acumular puntos para conseguir ser... interinos, cuando no presa de una contrata que absorba la actividad. Cada cambio de relación laboral suele ir acompañado de una degradación de las condiciones laborales.
Un ejemplo de todo tipo de precariedad lo ilustra el Ayuntamiento de Sevilla, hoy gobernado por una coalición PSOE Partido Andalucista y ayer por PP - Partido Andalucista, pero que no ha cambiado para nada su política de personal, común a otros ayuntamientos y administraciones. Una parte importante del trabajo es realizado por personal contratado de la bolsa de trabajo, objetores, voluntarios para determinados eventos públicos, monitores que reciben una gratificación por su trabajo, y por trabajadores de Colaboración Social.
Este último caso es especialmente sangrante. Son parados seleccionados por el INEM para trabajar en el ayuntamiento, u otra administración, durante el tiempo que cobran su prestación por desempleo o ayuda social, que es completada por el ayuntamiento, de manera que éste se ahorra pagar un salario integro. Prácticamente carecen de derechos: en caso de baja por enfermedad el ayuntamiento no les abona su parte durante ese periodo; no tienen derecho a cotización, por tanto, cuando finalizan su periodo de trabajo, éste no ha contado ni para el desempleo, ni para la jubilación. Hay servicios, como el de limpieza de colegios y edificios municipales, donde predominan los trabajadores de Colaboración Social. Por otra parte, cada vez más, los servicios son prestados por contratas privadas.
La precariedad un arma contra el conjunto de la clase obrera
El trabajo temporal y el paro están incidiendo de manera directa en las condiciones generales de la clase obrera. Los salarios reales retroceden a marchas forzadas. Hoy en día dos millones de trabajadores ganan menos de cien mil ptas. al mes, una auténtica miseria.
La actual negociación cara a una nueva reforma laboral pone de manifiesto como la patronal y el gobierno utilizan la precariedad y el paro para atacar cualquier garantía laboral, al empleo estable y flexibilizar aun más las condiciones de trabajo.
La reforma laboral del 97, realizada con el beneplácito de CC.OO y UGT, supuso un abaratamiento del despido en los llamados contratos de fomento a la contratación indefinida y se hizo en nombre de reducir la precariedad. La patronal logró un despido más barato y la precariedad se mantiene como antes. Ahora la patronal, con la misma excusa, pretende extender el abaratamiento del despido (de 45 días por año trabajado a 30 días) a todos los contratos indefinidos, además de proponer la reducción de la indemnización por despido improcedente, o ampliar el periodo de prueba en el empleo estable. Es decir casi trasladar las condiciones de los contratos temporales a los fijos. En este sentido Juan Guerra, presidente de Relaciones Laborales de la patronal CEOE, manifestaba que el mayor obstáculo para reducir la temporalidad es el miedo ancestral de los empresarios a la contratación indefinida , pues bien parece que quieren acabar con ella.
Los propios sindicatos, UGT y CC.OO, deseosos de aparecer como agentes sociales responsables, no parecen apartarse de la política que les llevó a firmar la reforma laboral del 97. Fidalgo, flamante secretario general de CC.OO, afirmaba, este verano, que a cambio de reducir la temporalidad había que ir hacia la flexibilidad dentro de las empresas (se refería a aceptar la movilidad geográfica y funcional), claro que dentro de la ley, faltaría más. Si en vez de Fidalgo anteponemos a estas declaraciones el nombre de Cuevas, presidente de la patronal, nadie se extrañaría.
El camino de la paz social ha contribuido al desarme de la clase trabajadora, ha facilitado las agresiones de la patronal sobre una clase obrera golpeada por el paro. La única forma de frenar la ofensiva de la patronal y del gobierno, de combatir la precariedad, es recuperar la combatividad de los trabajadores, preparar el terreno para responder golpe por golpe a la burguesía, y hacer aflorar el descontento, la rabia ahora tragada, que se manifiesta de forma dispersa pero que nunca ha desaparecido. Para ello es imprescindible recuperar la conciencia de unidad de la clase trabajadora, la conciencia de su fuerza y de su papel, por encima de las divisiones que introduce la patronal, y que la resistencia y la lucha de unos fortalecen al conjunto.
Diciembre de 2000