Al acercarse las elecciones legislativas de 1998, el debate político se polariza cada vez más alrededor del FN. Tanto por parte de la derecha como de la izquierda.
Por parte de la derecha porque la influencia electoral del FN, con sus 15% pronosticados en los sondeos, amenaza con quitarle votos a la mayoría actual y puede perturbar en cierto modo la situación en gran número de circunscripciones.
Y por su parte, la izquierda, y en particular de su principal componente, el partido socialista, ha encontrado un tema oportuno para renovar su imagen, sobre un terreno que tiene la ventaja de permitir actuar - prudentemente hasta el momento - sin que ello le lleve ha poner en duda los intereses y prerogativas de la burguesía, ni siquiera en palabras.
Las manifestaciones contra el Front national se han multiplicado estos últimos meses. En particular en Estrasburgo, donde tenía lugar su congreso. Hasta la derecha fué allí a hacer un simbólico gesto de protesta, mostrándose en las calles de la capital alsaciana con unas decenas de personalidades políticas. El mismo día pero a otra hora, tenía lugar una manifestación mucho más importante que reunía entre 30 000 y 50 000 personas, en la cual se habían metido los líderes de la izquierda, Jospin, Hue, Voynet, Krivine y otros más. No ha sido necesario nada más para que la mayor parte de los comentaristas, y no solo los de izquierda, vean en esto el punto de partida de una "nueva edad de la política", "la aparición de una nueva fuerza, de una nueva generación militante". Y cada cual describiendo lo pintoresco de esa multitud, joven, colorida, imaginativa en sus eslóganes, en una palabra, simpática y alegre, viniendo a protestar contra un Front national que por su parte no era ni lo uno ni lo otro. Pero detrás de estos tópicos de periodista, encontramos otra cosa : la voluntad política de la social-democracia de sembrar la confusión y de dar a entender, puesto que la política está mal vista, que estas demostraciones festivas y folclóricas pueden ser una acción eficaz contra el FN. Esto permitirá a los políticos de profesión , que por su parte no se dejan engañar por estos discursos, volver a tomar la iniciativa en el momento oportuno, cuando por fín volvamos a hablar de cosas serias desde su punto de vista, es decir dentro de un año, en el momento de las elecciones legislativas de 1998.
La otra característica de esta concentración, característica vinculada a este primer aspecto, y subrayada también por los comentaristas de manera positiva, era su dominante apolítica por no decir anti-política. Esta situación parecía agradar a todo el mundo, hasta a los líderes de la izquierda que no se han ofendido para nada cuando a veces se les ha colocado al final del cortejo - en realidad que importa, puesto que las televisiones les filman a ellos y es a ellos a quienes piden comentarios - y hasta se les ha abucheado, como le pasó por ejemplo a Jospin en algunos puntos del recorrido. ¿ Pero no era esto, como lo declararon los unos y los otros, la expresión de una "iniciativa ciudadana", vocabulario que está muy en boga últimamente ? Esta moda no resulta tampoco nada inocente. Está destinada a dejar que se crea que por un lado están los ciudadanos, o los republicanos, como les gusta decir, y por el otro lado están los que no lo son. En el mismo bando encontraríamos a Jospin, Hue, Voynet, Krivine y, por que no, a esas personalidades de la derecha que se oponen a Le Pen hoy en día. En el otro bando estarían Le Pen y sus partidarios. Del "frente republicano" a la "agrupación ciudadana" puede, si las circunstancias lo permiten, no haber más que un pequeño matíz. Esta manera de expresarse no contribuye a clarificar las cosas para la opinión pública, pero para los políticos que utilizan este lenguaje y que, por su parte, saben el significado de las palabras, tiene por objetivo borrar las fronteras políticas y sobre todo, evidéntemente, las fronteras de clase. Por lo tanto no se trata simplemente de una ambigüedad de vocabulario, pero más bien de una opción política significativa.
Entre las miles de personas que manifestaron en las calles de Estrasburgo o de otras ciudades anteriormente, había muchos manifestantes que pensaban sinceramente que, desfilando de esta manera, contribuían a frenar el desarrollo de la extrema derecha. Aunque haga falta mucha ingenuidad para creer que un desfile, aunque numeroso y festivo como el de Estrasburgo o al contrario grave, y que un pic-nic a unos metros del lugar donde el congreso del FN tiene lugar, pueden poner trabas al desarrollo de su influencia. Pero, de todos modos, se trata de una ilusión divulgada y sostenida por los dirigentes políticos de izquierda.
No basta con gritar eslóganes acusadores mostrando que las ideas del Front national son odiosas - aunque sea verdad -, no basta con proclamarlo sobre banderolas para que Le Pen y sus acólitos bajen el tono de voz, tengan miedo y se encuentren aislados. Porque si el Front national ha progresado, no es tanto gracias a los temas que ha desarrollado en sus discursos, por muy escandalosos que sean, sino principalmente porque desde hace ya quince años, sus ideas han encontrado el terreno ideal para desarrollarse, particularmente en los círculos populares. Y ese terreno se ha constituido a partir del desprestigio, en la opinión pública, del mundo político ; descrédito alimentado por los escándalos a repetición que revelan la corrupción, la venalidad, la complicidad que une los políticos entre ellos y al mundo de los negocios. Pero también y sobre todo es debido al desarrollo y a la permanencia del paro y sus corolarios, la miseria, la precaridad.
Es una constatación que sociólogos, economistas y políticos de todas opiniones, siendo en parte responsables de esta situación, saben muy bien hacer. Pero cuidándose de no ir más lejos, sin proponer medidas para combatir realmente el paro, sin ofrecer objetivos que permitirían a los trabajadores tomar la iniciativa, en el terreno social y, por lo tanto, también en el terreno político. Sin embargo esta sería la única política que permitiría parar la progresión de la extrema derecha. Pero si los dirigentes políticos no la proponen, no es por falta de imaginación, pero porque escogen una alternativa política, y sobre todo una alternativa social. Efectivamente, esa política significaría atacarse a los beneficios de los capitalistas, a sus bienes ; que se incite a los trabajadores y a toda la población laboriosa a poner en duda el poder que los burgueses tienen sobre la economía. Consistiría en imponer a los dirigentes del Estado, gracias a la fuerza colectiva de la clase obrera, medidas que no tomarían de otro modo, porque están al servicio político del patronato.
La derecha no tiene, por supuesto, una política como esta. Pero la izquierda tampoco. Sin ni siquiera volverse hacia el pasado, aunque sea edificante, basta con constatar el caracter timorato e irrisorio de las proposiciones sociales y económicas del Partido socialista. No, ni él ni sus futuros aliados, los que lo son de hecho como los que desean serlo, quieren preparar los trabajadores a los únicos objetivos que permitirían combatir el paro, la miseria y, por lo tanto, la influencia del FN, en particular en los medios populares.
Y así, esas manifestaciones, esas peticiones múltiples y variadas son pan bendito que salva la imagen de la izquierda, que le permite ocupar un lugar importante en la vida política y encontrar argumentos contra los que le reprochan de no hacer nada. Esto ocurre hasta cuando la iniciativa no emana de los estados mayores de esta izquierda, hasta cuando los dirigentes de esta izquierda dan la impresión de estar rezagados, y lo están sin duda la mayoría de las veces.¡ Que les importa ! Saben que al fín de cuentas son ellos los que están en mejor posición para recolectar los frutos de las mobilizaciones actuales. Para repetir uno de los eslóganes que figuran en las banderolas llevadas por los manifestantes anti-FN que dicen : "si no te ocupas del FN, él se ocupará de ti", podríamos decir con igual certeza "si no te ocupas de política, los políticos sabrán ocuparse de política en tu lugar", y para gran número de los que manifestaban en Estrasburgo o en otros sitios, "el Partido socialista sabrá ocuparse de ti" en el momento oportuno.
Algunos dicen que "aunque haya un riesgo de que pueda suceder, lo que se hace hoy en día puede constituir una pasarela, un incentivo que encamine movimientos más amplios, más potentes y, de ese modo, afiance los indecisos, haga que otros vacilen. Apostemos por esto porque, de todos modos, no puede hacer daño. Es mejor que nada...". Los que sostienen este lenguaje se equivocan políticamente, y esto representa un peligro para los que creen en ello sinceramente. Pero para los que no creen en ello, es decir los periodistas y los dirigentes políticos, se trata de nuevo de un engaño, por no decir de una traición. A partir de este tipo de razonamientos se le ha reprochado a Arlette Laguiller en 1981 el denunciar la función que Miterrand, los socialistas, y el PC - que se había conchabado on ellos - iban a llevar a cabo. En aquel momento se explicaba también que no había que frenar el movimiento que la victoria de Miterrand iba sin lugar a dudas provocar ... a sus espaldas. Se trataba ya de una manera de decir "es mejor que nada, no puede hacer daño" o "apostemos por ello, porque él que no intenta nada no llega lejos". Hemos podido comprobar el resultado de los que han "experimentado" esa política , en lugar de los trabajadores la mayoría de las veces pero eso sí, en su nombre.
Pero hay cosas todavia más graves. Decir que esas manifestaciones son mejor que nada, es como dejar que la gente crea que si la izquierda vuelve al gobierno dentro de un año, las condiciones para luchar contra el Front national serán más favorables. Esto es falso. Sería más bien lo contrario. Porque es entonces cuando veríamos que la situación que desgraciadamente ya hemos conocido a partir de 1981, se volvería a repetir. Porque esa izquierda, que se las da de protagonista en el combate contra la extrema derecha, volvería a hacer lo que ya ha hecho, aunque le guste repetir que "no quiere hacer lo que ya fracasó". Se inclinaría de nuevo ante el patronato, en nombre del realismo, invocando los imperativos de la economía, quizás con otras palabras, pero hasta esto no es seguro. Seguiría subvencionando las empresas, lo que es una manera hipócrita de subvencionar a los poseedores de capital. No impediría los despidos, argumentando una vez más en nombre de las duras necesidades de la competencia, alimentando asi el rencor en los medios populares, es decir, aumentando el número de los que, decepcionados una vez más, pueden volver sus esperanzas hacia el FN.
La responsabilidad de los revolucionarios no reside en hacer que renazcan ilusiones antiguas. Al contrario, deben advertir a los trabajadores, no cultivar ninguna ambiguedad que podria dejarles creer que esa izquierda está de su lado, sabiedo que gobernará contra ellos. Ya sabemos que la claridad no es suficiente para luchar eficazmente contra la extrema derecha, pero es una condición necesaria e imprescindible.