(artículo traducido de Class Struggle )
Cuando los resultados de las primarias han confirmado lo que ya era una evidencia, es decir que el senador John Kerry sería el candidato demócrata a la presidencia, algunas organizaciones y personalidades hasta ahora reticentes le han aportado su apoyo. Nadie había puesto realmente en duda que el sindicato AFL-CIO apoyaría al final al candidato demócrata, aunque la dirección nacional de AFL-CIO hubiera rechazado precedentemente apoyar la candidatura que fuese, incluida la del diputado demócrata Richard Gephardt, su viejo "aliado en el Congreso". Prefería, decía, esperar a ver quién demostraba que era el mejor colocado para derrotar a George W. Bush. Pero cualesquiera que hayan sido las razones verdaderas de sus dudas anteriores, la mayor parte de los dirigentes sindicales han aportado su apoyo a Kerry en cuanto ha estado claro que sería el candidato del Partido Demócrata. Sin embargo lo han hecho sin entusiasmo, contentándose la mayoría de las veces con denunciar a Bush. Por ejemplo, en el comunicado posterior a la reunión en la que la dirección de AFL-CIO decidió apoyar a Kerry, había ocho párrafos consagrados a las faltas cometidas por Bush y una sola frase sobre Kerry : " La dirección general de AFL-CIO ha votado el apoyo al senador Kerry, ya que una vez elegido presidente de los Estados Unidos, hará un buen trabajo a favor de las familias obreras." Difícilmente se puede hablar de aprobación entusiasta. Algunos sindicatos, en particular UAW (automóvil) y UNITE (textil y confección), incluso se han abstenido y, de momento, siguen sin pronunciarse.
El apoyo de los sindicatos a Kerry podría prácticamente resumirse al eslogan "Anybody but Bush" (Quién sea excepto Bush), reducido a las letras ABB, difundido en pegatinas para parachoques de coches.
Pero AFL-CIO no es el único en hacer de los pecados de Bush el eje de su política en las elecciones. El Partido Comunista no hace otra cosa. Ciertamente no es una novedad, el PC siempre aportó su apoyo al candidato demócrata, incluso en tiempos en que presentaba su propio candidato. Hoy basa su política sobre la idea que buena parte de la población está harta de Bush. En un artículo que relata la victoria de Kerry durante el "super martes", el semanal del PC contaba lo que había dicho un profesor de historia que había hecho campaña a favor de Kerry en estas primarias, pero se decía dispuesto a votar por cualquier candidato demócrata en la elección presidencial de noviembre : " Para mí, es quién sea pero Bush no. Hay que librarse de él. Es el peor presidente de la historia de los Estados Unidos." El artículo añadía que este sentimiento era "común a millones de electores en las primarias y en las reuniones preparatorias en diez Estados" y que "en estas elecciones, la línea de demarcación está clara.¡ El sentimiento mayoritario de los electores es que Bush tiene que irse ! ". Y para que quede claro, un encarte situado en pleno centro del artículo decía : "Bush fuera en 2004" (The Weekly World, 6-12 de marzo de 2004).
Luego, están las personalidades de izquierdas que juegan cierto papel en la vida política del país. La mayoría de las veces hablan de los demócratas y de los republicanos como hermanos gemelos, pero encuentran sin embargo, en cada elección presidencial, una nueva excusa para apoyar a los demócratas. Noam Chomsky, por ejemplo, ha descrito en el pasado a los unos y a los otros como "dos facciones del mismo partido al servicio de los hombres de negocios" y ha dicho de Kerry que era un Bush "light". Lo que no le ha impedido, buscando bien, encontrar la manera de distinguirlos : " Sus orientaciones en política interior y exterior solo difieren poco, pero hay diferencias. Y en un sistema que da un poder inmenso, pequeñas diferencias pueden tener grandes consecuencias." (entrevista sacada del periódico británico The Guardian, 20 de marzo de 2004 ).
Bush en el banquillo de los acusados
Bush dispone de los fondos de campaña más importantes jamás reunidos por un candidato : 180 millones de dólares a finales del mes de marzo, dos veces más que en 2000. Una rápida ojeada a los nombres de sus principales donantes basta para mostrar que las grandes empresas de ese país, empezando las financieras, están dispuestas a ayudarlo a seguir en el poder.
Evidentemente. La burguesía se ha enriquecido durante los tres años de la presidencia de Bush. Las tres disminuciones de impuestos efectuadas durante este periodo han beneficiado sobre todo a las grandes empresas y a los ricos. Por ejemplo, las dos bajas de impuestos de 2002 y de 2003 habrían aportado 174 millones de dólares a las empresas. En cuanto a las reducciones concedidas a los contribuyentes, se han beneficiado sobre todo a los más acomodados. La asociación Citizens for Tax Justice (Ciudadanos por la justicia fiscal) estima que el 69 % de las reducciones de las que se han beneficiado las unidades familiares han ido a los 20 % más ricos.
El gobierno de Bush utiliza el déficit creado por estas reducciones de impuestos para justificar la disminución del número de programas sociales y la regresión de los servicios públicos. En su presupuesto de 2004, por ejemplo, ni un sólo programa social, ni un sólo servicio público se ha librado. Los créditos de numerosos programas han sido descaradamente reducidos y los que no han sido reducidos no han seguido el aumento de la inflación o el aumento de la población considerada. Los Estados han eliminado a gente de la lista de los beneficiarios del programa Medicaid (cuidados médicos gratuitos para los más pobres ) o han disminuido las prestaciones ofrecidas, porque la financiación procedente del gobierno federal no les permitía cubrir los gastos. Y el gobierno de Bush sigue hablando de transformar el régimen general de las pensiones en "cuentas de inversión" privadas - incluso si de momento nada se ha hecho todavía.
En los lugares de trabajo y en los barrios la situación se ha agravado de manera visible en los tres años que lleva Bush en el poder. Bajo su gobierno, las condiciones de higiene y seguridad se han deteriorado, las normas se han revisado a la baja, el número de inspecciones ha sido reducido y el de derogaciones ha aumentado. La misma política ha sido aplicada por la agencia gubernamental encargada de la protección del medio ambiente o por la Food and Drug Administration, encargada del control de los alimentos y de los medicamentos.
Las dos guerras desencadenadas por este gobierno han sido terribles catástrofes para los pueblos de Afganistán e Irak, y han transformado en carne de cañón a una nueva generación de americanos, de los cuales la mayor parte se había alistado por necesidad económica.
Después del 11 de septiembre de 2001, nuevas restricciones se han impuesto a los derechos cívicos y a las libertades democráticas mediante une serie de leyes que se supone combaten el terrorismo. Gran parte de estas leyes antiterroristas se han redactado de manera bastante imprecisa para poder aplicarse a trabajadores en huelga o a toda manifestación que ponga en tela de juicio la política del gobierno - por ejemplo, una manifestación que reclamaba el final de la guerra.
La administración Bush también ha hecho pasar leyes que restringen el derecho a la interrrupción voluntaria del embarazo. El continuo caudal de propaganda producido por la Casa Blanca en torno a la "defensa de la vida del niño que va a nacer" ha alentado los fanáticos de extrema derecha a agredir al personal médico y a acosar a las mujeres que se atreven a ir a una clínica para abortar.
Por fin, Bush ha hecho gestos en dirección de las fuerzas de la extrema derecha y del integrismo religioso, lo que ha favorecido la emergencia de actitudes y de políticas reaccionarias: intento de sustituir la ciencia por la religión en las escuelas públicas; malversación de dinero público en provecho de las escuelas privadas; solicitud de aplicación más frecuente de la pena de muerte y posibilidad de recurso reducida para los condenados a muerte; agresiones contra parejas gays y lesbianas bajo pretexto de defender el "carácter sagrado del matrimonio".
El balance igual de catastrófico de los demócratas
Se tiene que estar de acuerdo con los que dicen: Bush es malo. Pero eso no significa, sin embargo, que los demócratas defiendan los intereses de los trabajadores y de la población. Al contrario.
La pretendida pequeña diferencia que existiría entre demócratas y republicanos desaparece cuando se examinan sus balances respectivos. Así, el Partido demócrata ha sido el cómplice de Bush cuando pasó al ataque contra la clase obrera, primero desencadenando dos guerras, contra Afganistán e Irak, después imponiendo leyes represivas conocidas con el nombre colectivo de Patriot Acts (leyes patrióticas). La guerra contra Afganistán ha sido votada en el Senado por noventa y ocho votos contra cero (dos republicanos no han participado en el voto ). Ni un sólo senador demócrata ha hecho la más mínima pregunta - ni siquiera la sombra de una pregunta. La resolución que autorizó la guerra contra Irak no solo fue votada por la mayoría de los demócratas, incluido Kerry, sino que fue redactada por Richard Gephardt, jefe de fila del Partido Demócrata en el Congreso. Por otra parte, hay que recordar que casi todos los Demócratas que han votado contra la guerra sólo lo han hecho para protestar contra la voluntad de Bush de desencadenar las hostilidades sin haber obtenido la autorización de las Naciones Unidas, pero no porque se oponían a la guerra en sí. Los proyectos de ley autorizando los créditos para desencadenar la guerra, luego para proseguirla, han sido todos votados por un número mayor de Demócratas. Si Kerry, alertado por los sondeos que indicaban una oposición creciente de la población a la guerra, ha votado contra el segundo proyecto de ley sobre los créditos militares, también ha declarado claramente que no pondría fin a la guerra si era elegido a la Casa Blanca, sino que buscaría implicar más ampliamente a las Naciones Unidas en el desarrollo de las operaciones. Incluso Howard Dean, uno de los candidatos a la investitura demócrata, que ha encabezado en un momento dado, las primarias porque obtenía los sufragios de una población cada vez más opuesta a la guerra, estaba de acuerdo con Kerry en decir que una vez emprendida la guerra debía ser llevada a su término de una manera "aceptable" para Estados Unidos. Más recientemente, Kerry, hablando de lo que haría si era elegido presidente, ha dicho muy claramente que tenía la intención de proseguir esa guerra "hasta el final".
En lo que se refiere al voto de las leyes represivas, las 350 páginas de la primera versión del Patriot Act han sido todas aprobadas por amplia mayoría por los demócratas. En el Senado, todos los demócratas menos uno la han votado; y en el Congreso, cerca de las dos terceras partes de los demócratas la han aprobado. Esto no es nada sorprendente. Después de todo, Clinton ya había empezado a poner en tela de juicio las libertades democráticas, utilizando el atentado de Oklahoma City (como Bush más tarde los del 11 de septiembre) para adoptar una pretendida ley "antiterrorista". En realidad, el gobierno Bush tiene hoy más campo libre para imponer una ejecución más rápida de los condenados a muerte gracias a la ley "antiterrorista" de Clinton, que ha reducido considerablemente la posibilidad de recurrir - incluido la introducción de nuevas pruebas, favorables al condenado, durante el proceso.
En los días posteriores al 11 de septiembre, los demócratas, como los republicanos, solo hablaban de "unidad nacional" y el Congreso ha votado por unanimidad una serie de leyes que acrecentaban los gastos militares y las deducciones fiscales a las empresas - a expensas de los programas sociales y de los servicios públicos financiados por el gobierno federal. Los Estados han seguido el mismo camino, votando para los ricos reducciones de impuestos y para las empresas subvenciones que volvían imposible financiar los programas sociales y los servicios públicos (en particular la enseñanza) que están a su cargo. Desde este punto de vista, no había ninguna diferencia entre los Estados dirigidos por demócratas y los dirigidos por republicanos. Tanto los unos como los otros estaban de acuerdo para vaciar los bolsillos de los trabajadores con el fin de enriquecer a los pudientes.
Es verdad, los programas sociales han sido mermados durante estos tres últimos años, pero los presupuestos de austeridad han sido aprobados por bastantes demócratas para dar a Bush el apoyo bipartito que pedía. En 2003, por ejemplo, los cincuenta y ocho demócratas que han votado en el Congreso a favor del presupuesto del gobierno Bush compensaban con creces los treinta y ocho republicanos que habían votado en contra. Más significativo: las reducciones masivas efectuadas por Bush, venían después de las impuestas por Clinton, que habían tomado el relevo de las de los años Reagan-Bush, que prolongaban las de Jimmy Carter. Durante el transcurso de su primer mandato, Clinton había reducido los créditos presupuestarios de Medicare (seguro de enfermedad de los mayores) en 56.000 millones de dólares y los de Medicaid (cuidados médicos gratuitos para los más pobres) en 8.000 millones. Después de haber hecho campaña prometiendo salvar el programa Medicare del desmantelamiento al que procederían los republicanos, Clinton disminuyó de nuevo los créditos dados a Medicare en 115 mil millones y los de Medicaid en 25 mil millones suplementarios. Pero el ataque más pérfido de Clinton contra los programas sociales fue la supresión del programa Aid to Families with Dependant Children (AFDC, Ayuda a las familias con niños a cargo). El AFDC es el más antiguo de los programas sociales; fue creado por las leyes sobre la ayuda social votadas en los años treinta. La razón de ser de esta ley era ofrecer un "salvavidas" a las familias desprovistas de medios de subsistencia hasta que un miembro de la familia encontrara un empleo o, si se trataba de una familia monoparental, hasta que los niños fuesen adultos. Antes de la supresión del AFDC, sustituida por una ayuda temporal, el ataque más importante contra los programas sociales había sido la supresión para los parados de la prolongación automática de 26 semanas del pago de su subsidio (dos plazos de 13 semanas) sustituida por una prolongación de 13 semanas; luego, en 1980, la supresión de hecho de ésta por el Congreso de mayoría demócrata del presidente Jimmy Carter, demócrata también. Paradójicamente, el Partido demócrata reprocha hoy a Bush no permitir un amplio acceso a esta prolongación de 13 semanas. Es un poco fácil, ya que este reproche podrían hacérselo primero a ellos mismos.
Clinton, como Bush, ha justificado las supresiones de créditos de los programas sociales invocando la necesidad de reducir el déficit del gobierno. Luego, como Bush, ha disminuido los impuestos de las grandes empresas y de los ricos, agravando así el déficit. En 1997, ha disminuido el impuesto sobre la renta del capital cerca de una tercera parte; el 80 % de este dinero ha sido embolsado por los contribuyentes pertenecientes a la fracción de los 5 % más ricos.
Tomemos por fin el ejemplo de la ley de 2004 que reduce las obligaciones de financiación de los fondos de pensión. Dicha ley no es más que un regalo a las grandes empresas y su aplicación privará a numerosos trabajadores de la pensión con la que cuentan hoy. Este ataque en regla ha sido defendido en el Senado por nada menos que Ted Kennedy, asociado para la ocasión al Republicano Judd Gregg.
AFL-CIO ha revelado el antisindicalismo del gobierno Bush. Y en eso, lleva razón. En cambio, los sindicatos parecen ser víctimas de una forma de amnesia hacia el antisindicalismo de los Demócratas. Cuando estaba en la Casa Blanca, Jimmy Carter hizo todo para romper la huelga de los mineros de 1977-1978, sin éxito, menos mal: los mineros aguantaron a pesar de las amenazas de Carter de encarcelar a los huelguistas y de enviar a la tropa para obligar reanudar el trabajo. En 1994, después de la huelga de los mineros de Pittston, la administración Clinton intentó hacer condenar la UMW (sindicato de los mineros) al pago de una multa de 52 millones de dólares que habría vaciado la tesorería del sindicato. Clinton también intervino contra la huelga nacional de los ferrocarriles en 1996 y la huelga de los pilotos de American Airlines en 1997. El mismo año, los tribunales anulaban la elección de Ron Carey solo tres días después del final de una huelga que había dirigido, una de las escasas huelgas victoriosas desde hace décadas. La sentencia del tribunal fue después confirmada por el procurador general de Clinton. Luego, cuando Richard Trumka y otros dirigentes de AFL-CIO expresaron su apoyo a Carey, el departamento de Justicia amenazó con perseguirles en virtud de la legislación sobre el crimen organizado.
En cuanto al derecho a la interrupción voluntaria del embarazo, que supuestamente debe distinguir claramente a los demócratas de los republicanos, hay que recordar que uno de los primeros ataques contra este derecho, y hasta hoy el más serio, fue la enmienda Hyde al programa Medicaid, votado en 1976 por un Congreso en el que se contaban cerca de dos diputados demócratas por uno republicano. Esta enmienda prohibía que los créditos destinados al programa Medicaid fueran utilizados para abortos, limitando así la posibilidad para las trabajadoras peor pagadas o las mujeres que viven de ayudas sociales de obtener una interrupción voluntaria del embarazo. Ningún presidente demócrata ha intentado desde entonces volver sobre esta enmienda. Ni Carter, ni Clinton, que, sin embargo, se había presentado como el defensor del derecho al aborto durante su campaña presidencial. Pero una vez elegido, no hizo nada para anular esta restriccción al derecho de las mujeres pobres a disponer de su cuerpo, aunque disponía de una cómoda mayoría demócrata en el Congreso.
Hoy, los programas sociales están peor que nunca y el ambiente general es más reaccionario, como jamás había sido. Pero esto significa simplemente que Bush continua el trabajo emprendido por toda una serie de presidentes antes que él, tanto republicanos como demócratas.
¿"Parte del camino" o todo el camino ?
No es la primera vez que los sindicatos, el Partido Comunista y otros, hacen campaña a favor de los demócratas utilizando a los republicanos como contrapunto. Una de sus campañas mejor lograda desde ese punto de vista (si la elección de un presidente demócrata puede ser considerada como un éxito), fue la de la elección presidencial de 1964 que oponía Lyndon B. Johnson a Barry Goldwater. Este último, repetían, hará volver al país cien años atrás. Y sobre todo, lo describían como alguién belicoso que no tendría ninguna cuenta de los peligros de una "guerra en la tierra" en Asia. Los sindicatos, el PC y los pacifistas llamaban a votar a favor de Johnson para evitar esta catástrofe. La jovensísima organización Students for a Democratic Society (SDS, Estudiantes por una Sociedad Democrática), que debía luego acoger a Johnson gritando "Hey, hey, LBJ, ¿ cuántos niños has matado hoy ?", hizo campaña por él con el eslogan "¡una parte del camino con LBJ! ". Su argumentación era quizás menos sofisticada que la de Chomsky, pero era del mismo tipo: no hay quizás grandes diferencias entre demócratas y republicanos, decían, ¡pero en las situaciones críticas, las pequeñas diferencias tienen gran importancia !
Creando miedo, casi pánico, de lo que Goldwater haría si era elegido, toda esta gente preparaba el camino de lo que Johnson hizo realmente. Elegido con el 61 % de los votos, el mejor resultado de todos los tiempos para una elección presidencial, Johnson embarcó inmediatamente al país en una "guerra más amplia" en Asia, extendiendo la guerra de Vietnam a Laos y Camboya - y en la invasión de la República dominicana en el Caribe. Los que habían apoyado a Johnson no sospecharon nada. ¿Fue porque su candidato les había mentido? No realmente. Efectivamente, Johnson había hecho votar la tristemente célebre "resolución sobre el Golfo de Tonkín" en agosto de 1964, cerca de tres meses antes de las elecciones. Esta resolución ofrecía una justificación a la intensificación de la guerra en Vietnam empezada por John F. Kennedy. Johnson solo mintió cuando pretendió que buques americanos habían sido atacados por el Vietnam Norte ( como Bush ha mentido pretendiendo que Sadam Husein disponía de armas de destruccción masiva). Y algunos días después de su elección, Johnson soltaba los bombarderos americanos sobre Hanoi y Haifong.
Johnson ha podido intensificar la guerra no porque había mentido a fin de hacer adoptar su resolución, sino porque se beneficiaba del enorme crédito que le habían aportado todos los que justificaban su apoyo al candidato Johnson diabolizando a Goldwater. Johnson se apoyó sobre los resultados electorales para decir que la población estaba a favor de la guerra y dió un parón temporal al movimiento de oposición a la intervención armada.
La ironía de la historia es que todas las fuerzas de izquierdas que habían ayudado a LBJ a ser elegido con facilidad, sólo tenían como explicación a la guerra a la persona de Johnson. Para ellos, era él el responsable y la meta que se pusieron entonces los militantes antiguerra fue librarse de Johnson - apoyando la candidatura de Eugene McCarthy (cuya posición se parecía a la Howard Dean), en las primarias demócratas de 1968. Cuando los resultados de las primarias mostraron que la oposición a la guerra era mucho mayor todavía de lo que decían los medias, Robert Kennedy hizo su entrada en la carrera presentándose como el único oponente "creíble" a la guerra llevada a cabo por LBJ. Una parte de las fuerzas antiguerra decidió entonces apoyarlo, ya que era supuestamente "el mejor colocado" para ganar a Johnson en la carrera para la investidura (como se ve, no hay nada nuevo bajo el sol, ¡sobre todo el de los políticos!). En el momento de las primarias de California (fue esa noche cuando lo asesinaron), Kennedy ya había sobrepasado a McCarthy y amenazaba con adelantar al candidato Hubert Humphrey, vicepresidente de Johnson. Si no hubiera sido asesinado en ese momento, Kennedy hubiera quizás ganado la investidura como candidato demócrata "opuesto a la guerra" antes de convertirse a su vez en un presidente que intensifica la guerra.
El infernal nader
Cuando Ralph Nader anunció en febrero de 2004 su intención de presentarse de nuevo, contra Bush y Kerry, recibió una tunda de palos. En el periódico comunista The Nation, Robert Scheer escribía "¿Está hasta tal punto desprovisto de escrúpulos y del sentido de responsabilidad?" El PC hablaba de la "desastrosa decisión de Nader de presentarse en 2004". En cuanto al semanal social-demócrata The Prospect, presentaba a Nader como a "uno de esos corresponsales pendencieros que sobrecargan la página de los lectores de The Nation donde defienden con celo dogmas anticuados". Según Harold Myerson, el redactor en jefe del semanal, Nader corría el riesgo si la elección era muy discutida "de enviar el mundo entero al infierno".
¿Y por qué tanta rabia? ¡Para justificar la idea que hay que vencer a Bush a toda costa! Lo irónico del asunto es que el mismo Nader está de acuerdo. Al anunciar su intención de ser candidato, Nader también hizo saber que estaba dispuesto a retirarse si su candidatura amenazaba ayudar a Bush a seguir siendo presidente. En marzo, en una reunión pública en la universidad de Raleigh, en Carolina del Norte, declaró: "¡Nuestro objetivo es vencer a George Bush y mostrar a los demócratas, si son lo bastante inteligentes para entenderlo, cómo se puede aplastar a Bush !"
Todos los que se designan a sí mismos como las "fuerzas progresistas" del país - los dirigentes sindicales, el PC, gente como Chomsky, Michael Moore o Nader - están de acuerdo con Robert Scheer en decir que "lo que está en juego en estas elecciones es demasiado importante" para negarle el apoyo a los demócratas.
Interviniendo en la reunión de AFL-CIO que ratificó el apoyo de los sindicatos a Kerry, Gerald McEntee, un social-demócrata muy pausado, presidente del AFSCME (sindicato de los empleados de los Estados, condados y municipios) y responsable del comité político de AFL-CIO ha declarado incluso: "Se trata de hecho de la elección más importante de nuestra vida".
Pero no es la primera "elección más importante de nuestra vida", si se juzga por la cantidad de veces en las que las fuerzas de izquierdas han encontrado este tipo de excusas para dar su apoyo a los Demócratas. No los apoyamos tanto, dicen. "Solo una vez cada cuatro años" , había ironizado Trotsky, respondiendo a un sindicalista de CIO que intentaba justificar al apoyo de los sindicatos a los Demócratas diciendo que era solo un apoyo ocasional, reservado a las "elecciones importantes".
Este apoyo ocasional dura desde hace más de sesenta años ahora, elección tras elección, y no ha aportado jamás nada a la clase obrera, sino una ola de desmoralización tras otra.
La primera vez como tragedia, la segunda vez como broma, ¿y la décima vez ?
Quizás Bush haya recolectado hoy casi tanto dinero como todos los candidatos demócratas a la investidura, pero eso significa también que los demócratas en su conjunto han recaudado sumas mayores que Bush. En otras palabras, los demócratas también están financiados por la burguesía, y tanto más puesto que los sindicatos sólo les han dado hasta ahora muy poco dinero, reservándose para la campaña "Quién sea excepto Bus". ¿La burguesía es más generosa con los republicanos que con los demócratas? Sí, en general. Pero financia los dos partidos. Y los demócratas se han visto aventajados a menudo, como en 1996 para la elección de Clinton, en 1976 para la de Carter o en 1964 para la de Johnson. La burguesía necesita a los dos partidos y utiliza a ambos, incluso si usa preferentemente a los demócratas cuando la población empieza a movilizarse, para intentar descarrilar esta movilización o al menos frenarla.
No hay que esperar del Partido Demócrata que satisfaga las reivindicaciones de la población trabajadora porque los trabajadores hayan votado a su favor, o porque las organizaciones obreras hayan apoyado su campaña. Nunca lo ha hecho. En realidad, es uno de los principales reproches que le hacen los sindicatos al Partido Demócrata. En 1994, los sindicatos se desentendieron de las elecciones porque en 1990 habían llamado a votar a favor de Clinton y luego éste había ignorado todo lo que pedían. El Partido Demócrata sólo tiene en cuenta las reivindicaciones de la población cuando los trabajadores se movilizan y entran en la lucha, en las empresas, en el trabajo, en la calle - y no en la cabina electoral. Ocurre lo mismo con el Partido Republicano. Por ejemplo, la Corte suprema de los Estados Unidos, considerada como muy "liberal" por haber emitido fallos favorables a los ciudadanos - como en el caso Brown c/ Consejo de establecimiento (punto de partida de la "integración escolar" de los negros) o en casos de violación de la vida privada por oficinas gubernamentales y de aplicación de leyes represivas - está dirigida por el juez Earl Warren, que era al principio de su carrera un republicano de derechas. En 1973, fue la Corte suprema la que emitió el célébre fallo Roe c/ Wade, que legalizaba la interrupción voluntaria del embarazo, gracias al voto de cinco jueces republicanos y de tres demócratas (un juez republicano y uno demócrata votaron en contra). Esto no significa que se puede contar con los republicanos para defender las libertades individuales - no más que sobre los demócratas. Esto significa sencillamente que los demócratas se ven a veces llevados a tomar este tipo de decisiones empujados por movimientos sociales.
Los dos periodos que han visto la creación de importantes programas sociales, la extensión de los derechos cívicos, la mejora de las condiciones de vida y de trabajo de la clase obrera, la supresión de gran parte de las discriminaciones que sufría la población negra, han sido periodos de profundos movimientos sociales : los de los años treinta y de los años cincuenta-sesenta. Son estos movimientos sociales los que han obligado a la burguesía a que cedan en lo que no hubiera querido ceder y obtenido lo que ningún partido había logrado obtener hasta ese momento.
Los demócratas siempre han intentado atribuirse lo que había sido obtenido por la población. Pero una mentira tan descarada no hubiera jamás podido pasar por una verdad si los dirigentes sindicales y algunos militantes de izquierda no hubiesen difundido la idea de que los demócratas eran los "amigos de los trabajadores".
Si la clase obrera quiere impedir que Bush, y los demócratas, sigan en la misma dirección que hoy, deberá movilizarse y entrar en lucha con sus propias reivindicaciones, utilizando sus propias armas: las huelgas, las manifestaciones, la movilización. Sobre esto es sobre lo que deben insistir hoy los que se situan en el campo de la clase obrera.
18 de abril de 2004