La economía capitalista mundial

Εκτύπωση
Febrero 2002

(Textos de la Conferencia de "Lutte Ouvrière")

Situación

El retroceso de la economía y de la producción industrial en Estados Unidos - con repercusiones inevitables sobre el conjunto de la economía mundial - entierra todas las estupideces que anuncian una nueva era, sin crisis, del desarrollo de la economía americana. Aunque le den los calificativos de "nueva" o "moderna", la economía capitalista no puede funcionar sin problemas más o menos graves. Además se puede realzar el hecho de que son precisamente los sectores de esa "nueva economía" (telecomunicaciones, internet, fabricantes de ordenadores y de programas, etc.), los primeros en entrar en una crisis de superproducción de lo mas clásica, aunque la especulación haya amplificado tanto la subida de esos sectores como su caída actual. El retroceso espectacular en bolsa de las acciones de este sector, el verdadero hundimiento de sus valores mas destacados - ¡las acciones de empresas como Yahoo!- o las de la librería electrónica Amazon.com han perdido entre 80% y 90% de su precio en comparación con sus cotizaciones más elevadas - no debe ocultar en efecto que detrás del crac bursátil hay un verdadero retroceso de la producción de ordenadores y de equipamientos de comunicación ; que empresas como Philips o Siemens y otras más proceden a supresiones drásticas de personal y que número de pequeñas y medianas empresas - las "start up" queridas de los admiradores de la nueva economía - desaparecen sin dejar rastro sino decepciones y a veces deudas.

Durante los años 90 y sobre todo durante su segunda mitad, las perspectivas de desarrollo de la telefonía móvil y, más generalmente, de las telecomunicaciones y de la informática, han atraído inversiones en esos sectores. Buen número de empresas antiguas se han convertido a este tipo de producción, nuevas empresas se han creado y enriquecido. El mercado de los teléfonos móviles, de los ordenadores, de los componentes electrónicos o de la "net economía" en pleno desarrollo, ha atraído un volumen creciente de capital, que se ha invertido en buena parte en los medios de producción. Las inversiones en equipamiento han generado ganancias de productividad importantes en ese sector, hasta el punto de que economistas complacientes han extrapolado al conjunto de la economía.

Los beneficios que aumentaban rápidamente o, para ciertas empresas, como Amazon.com, ¡ prometían solamente de aumentar en el futuro! han atraído capitales en búsqueda de puras inversiones financieras. La afluencia de la demanda ha tenido por consecuencia el aumento de los precios de las acciones de esas empresas, aún más rápido que sus propios beneficios. En el sector tecnológico, en Estados Unidos, en la segunda mitad de los años 90, las cotizaciones han progresado casi 5 veces más rápido que los beneficios, acrecentando de manera fantástica la burbuja financiera habitual.

Pero las posibilidades productivas ilimitadas han terminado por toparse con el carácter limitado del mercado. Como la economía que llaman nueva no esta vacunada contra las viejas enfermedades de la economía capitalista, las grandes empresas del sector se ensañaban en su guerra comercial, a pesar del retroceso de la extensión del mercado. La burbuja financiera, alimentada un tiempo todavía por la deuda creciente del sector, ha terminado por estallar.

Los aspectos más espectaculares de la situación actual son los sobresaltos bursátiles a lo largo de todo el año. Subidas y bajadas brutales se suceden, se puede casi decir todos los días, todo ello alrededor de un eje descendiente.

El índice bursátil de los valores tecnológicos (NASDAQ) ha pasado entre mediados de octubre del año 2000 y la misma fecha del 2001 de 3.316 a 1.654, es decir, una bajada de 50%. El índice del conjunto de la bolsa de Nueva York (Dow Jones) ha retrocedido igualmente, aunque menos, pasando durante el mismo periodo de 10.192 a 9.189, y el índice francés (el CAC40) de 6.064 a 4.338.

Después de haber creado riqueza ficticia, la especulación bursátil la destruye. Esto significa con seguridad que las esperanzas de enriquecimiento de bobos que apostaron por la informática, la bio-tecnología y otras maravillas de la especulación bursátil que costaban muy caro pero que traían ganancias aun más importantes, se han esfumado. Pero esto no significa un empobrecimiento de todos los grupos financieros especuladores porque, en la lotería de la bolsa, se puede ganar apostando por une caída de los precios, hasta provocarla. La función de las crisis bursátiles en la economía capitalista es precisamente de hacer la limpieza, de frenar la aceleración especulativa de los capitales y su dispersión y de permitir a los más fuertes de recoger las apuestas y de re-centralizar los capitales.

Claro que ésta, no es la primera crisis que afecta a las cotizaciones en bolsa, desde el principio de la curva ascendente a partir de 1983. En los 10 últimos años, la bolsa ha conocido por lo menos 6 periodos, desde la guerra del Golfo en 1991 hasta los atentados del 11 de septiembre 2001, pasando por la crisis asiática de 1997 o el hundimiento del fondo especulativo LTCM, durante los cuales los índices bursátiles han conocido variaciones que sobrepasan los 40%.

Pero la esfera de la especulación bursátil no puede separase de la economía productiva. La una y la otra constituyen facetas diferentes de una misma economía capitalista. La euforia o los terrores de los especuladores tienen inevitablemente repercusiones sobre el conjunto de la vida económica.

El retroceso actual del precio de las acciones en bolsa refleja la recesión que se está dibujando en la economía real. Pero se vuelve a su vez un factor agravante. Si la bolsa es un lugar privilegiado de especulación, también tiene una función indispensable en la economía capitalista : la de un mercado de capitales que decide de la afectación del capital-dinero, de su repartición entre los diferentes sectores de la economía. Y la volatilidad considerable de la bolsa, que varía brutalmente los precios de las acciones, constituye una dificultad para encontrar el capital necesario para las inversiones productivas a un precio no demasiado alto. La evolución del mercado de bienes y de productos hacia la saturación es ya un poderoso factor de retroceso de las inversiones. Los sobresaltos de la bolsa acentúan esta evolución, a pesar de la política de baja de las tasas de interés del banco central americano.

La recesión de la economía americana se inscribe en todo caso, desde este momento, en las cifras de producción de la industria. En un año, la producción industrial ha disminuido del 5,8%. La tasa de utilización de la capacidad industrial, que se ha establecido a 75,5% se encuentra en su nivel más bajo desde 1983. Se trata de la 12° baja mensual consecutiva de la producción industrial. Según el banco central americano, la última vez que hubo una baja doce veces consecutiva fue en el periodo que va de noviembre de 1944 a octubre de 1945 (cifras dadas por el periódico francés "Les Echos").

No es solo la fabricación de ordenadores o de circuitos electrónicos, y más generalmente todo lo ligado a las altas tecnologías, lo que se encuentra en recesión desde antes de los atentados del 11 de septiembre. Lo mismo pasaba en la industria aeronáutica y en los transportes aéreos, aunque los atentados sirven de excusa a la patronal de este sector, así como a la de los seguros, para obtener ayudas y subvenciones suplementarias. La industria del automóvil americana ha reducido también su producción y su plantilla. Las exportaciones de los Estados Unidos disminuyen, así como las inversiones.

Durante los últimos treinta años, la economía americana ha vivido tres recesiones. No se puede aún decir si la que acaba de comenzar será más profunda o mas larga que las anteriores. Los economistas de la burguesía no son más fiables cuando predicen un próximo despegue de la economía que cuando caen en la morosidad.

La extensión excepcional de la fase de expansión, comenzada en Estados Unidos en 1991- 1992 y que se ha acabado este año, ha alimentado sin embargo todo tipo de mitos. Dejemos a un lado los mas imbéciles, sin embargo abundantemente propagados, que anunciaban el final de las crisis y de las variaciones cíclicas. Es verdad que un profesor de economía política de una universidad americana de lo más conocida ha anunciado "el fin de la historia" después del desmoronamiento de la URSS, sin por ello caer en el ridículo.

Pero el crecimiento americano ha alimentado muchos más mitos, con más matices, sobre "la nueva economía". Además de una presentación idílica de este crecimiento, atribuido a esa "revolución tecnológica" que representaría la generalización de los ordenadores y de los nuevos medios de comunicación, las miles da páginas ennegrecidas alrededor de la "nueva economía" llevaban en general consigo la idea de que esta "revolución tecnológica" se acompañaría del aumento de la productividad y abriría delante del capitalismo una nueva fase ascendente. Es esta visión del capitalismo la que combatimos.

En el texto de congreso del año pasado explicamos nuestra posición en lo que concierne a la importancia limitada de la fase de expansión de la economía americana aún antes de que este límite se inscriba en el descenso de la curva de la producción industrial.

En resumen : a pesar de su longitud, la fase de expansión americana no tenía nada de excepcional, nada en todo caso como para alimentar los discursos de moda sobre un nuevo despegue de la economía capitalista. La tasa de expansión del producto interior bruto (PIB) americano con lo que esta noción, de todos modos, disimula sobre la realidad económica había quedado por debajo de la de los años 60. Y si la tasa de las inversiones productivas, después de haber disminuido y luego estancado durante mucho tiempo, se puso a crecer entre 1992 y 2000, ocasionando ganancias de productividad, el crecimiento de las tasas de inversión y sobre todo de las de productividad se ha limitado esencialmente al sector de la nueva tecnología, ordenadores, chips electrónicos, teléfonos móviles, etc. Y este crecimiento de la productividad se ha expresado en bajas de precios muy importantes ( o, en lo que concierne a los ordenadores, una potencia superior al mismo precio). No es lo que ha pasado en los otros sectores de la economía, donde los gastos efectuados en equipamiento informático han ciertamente inflado las cifras sobre las inversiones en material, pero no las de productividad. Y, hasta en Estados Unidos, el sector de los productos de alta tecnología no representa más que el 8% de la actividad económica.

El único sector en el que los años 90 han sobrepasado de lejos los años 60 es el de los beneficios y el de la progresión de las cotizaciones en bolsa. Pero es justamente la diferencia que existe entre el crecimiento limitado en la economía productiva, y la euforia de la bolsa, la que es una de las principales causas de tensión hoy en día.

El supuesto "milagro económico americano" entre 1992 y 2000 reposaba por lo esencial sobre dos factores.

El primero - que concierne al conjunto de la economía capitalista mundial - es la agravación de la explotación de la clase obrera. Se manifiesta por múltiples facetas, que van desde el retroceso general de la porción de los salarios en el producto nacional, a la generalización de la precariedad, pasando por el deterioro de la protección social y la disminución de las diferentes formas de salario indirecto o también por la intensificación del ritmo de trabajo. El que el estado deje de ocuparse de partes enteras del sector publico viene, de manera más indirecta, a ser lo mismo. La agravación, de la explotación se vuelve posible gracias al deterioro de la relación de fuerzas global entre la burguesía capitalista y la clase obrera.

El segundo factor es propio a los Estados Unidos. Expresa otra relación de fuerzas, esta vez, entre el imperialismo y los países subdesarrollados y, en el interior de esta relación de fuerzas, entre el imperialismo americano y el imperialismo de Europa o Japón. Lo que hoy se llama con el término impropio de "mundialización" es la desregulación generalizada, la supresión de los obstáculos ante la circulación y las inversiones de capital, la privatización dentro de los servicios públicos, la integración creciente en el sistema capitalista mundial de países del tercer mundo, además de los que, en el pasado, han intentado conseguir un cierto desarrollo económico gracias al Estado, protegidos por el monopolio del comercio exterior. Esta "mundialización" beneficia, esta claro, sobre todo a los mas grandes trusts multinacionales que son en mayoría americanos. Además, la potencia económica americana se suma a la importancia del dólar en el comercio y la finanza planetarias para permitirle financiar su crecimiento con capitales exteriores.

Incluso durante la fase de expansión, de crecimiento importante de los beneficios y, relativamente de las inversiones, sólo una parte de los capitales acumulados se han transformado en capital productivo.

A pesar del dinamismo de su expansión durante algunos años, el mercado de los ordenadores y otros teléfonos móviles no ha sido lo suficientemente grande como para absorber las enormes cantidades de capital-dinero acumuladas desde hacía 20 años y que, de crac bursátil a crisis monetaria, de avalanchas de especulación inmobiliaria a financiamientos de fusiones, iban sin cesar a la búsqueda de nuevas inversiones. Al contrario, como lo hemos visto, el principal " éxito " de la nueva economía, desde el punto de vista del capitalismo, ha sido de haber abierto un nuevo campo a la especulación bursátil, particularmente interesante durante un tiempo.

Todavía mejor, o peor, para financiar su desarrollo futuro, para obtener licencias de explotación, empujadas por la competencia despiadada entre ellas, las empresas del sector de las telecomunicaciones se han considerablemente endeudado. La carrera de las fusiones, resultado de la voluntad de adquirir una "talla mundial" y sobre todo las posiciones de monopolio que ello conlleva, engendró una necesidad de crédito muy importante y contribuyó a acrecentar la deuda global de la economía.

El movimiento de las fusiones-adquisiciones entre trust de diferentes nacionalidades, que llegó en el año 2000 a la cifra record de 1270 millardos de dólares, era sobre todo un movimiento especulativo. Las empresas utilizaron sus capitales acumulados para comprarse entre sí, y algunas utilizaron la revalorización ficticia de su capital, gracias a la euforia de la bolsa, para comprar empresas más potentes. Una de las consecuencias de la caída de la bolsa ha sido el retroceso de este movimiento.

Todo ello dejando a un lado esa otra deuda, la deuda doméstica de la pequeña y mediana burguesía, que la esperanza de beneficios futuros ha empujado a consumir más allá de sus posibilidades reales del momento. El consumo ha sido, por lo que parece, uno de los principales motores de la expansión en Estrados Unidos. El fin de las ilusiones bursátiles puede hasta terminar con este motor. No se puede afirmar que la llamada al "patriotismo económico" de Bush reemplace las pérdidas bursátiles, aunque sean tan virtuales como las ganancias que estas engendraron.

Aún a la hora de la "nueva economía", la acumulación del capital a continuado de tomar una forma esencialmente financiera, agravando la hipertrofia de la esfera financiera.

El capital financiero se nutre, directamente o por el intermediario del Estado y de la deuda pública, del capital industrial, "único modo de existencia del capital donde su función no consiste sólo en apropiación sino también en creación de plus-valía, es decir de sobre-producto" (Marx), creando una capa puramente parásita de rentistas, una "clase de acreedores del estado".

Con el imperialismo, el parasitismo del capital financiero a tomado proporciones incomparablemente más grandes.

Lenin consideraba, como una de las cracterísticas fundamentales del imperialismo, el hecho que implica "una inmensa acumulación de capital-dinero en un pequeño número de países"(Lenin : El Imperialismo...) y veía en esta acumulación del capital- dinero la base del "desarrollo extraordinario de la clase o, más exactamente, de la capa de rentistas, es decir de gente que vive de acciones, gente completamente aislada de la participación a una empresa cualquiera, de gente de quien el ocio es la profesión"(idem). La ampliación constante de la esfera financiera desde los años 70, consecuencia del marasmo de la economía capitalista, se ha vuelto un factor agravante mayor. No solo se nutre de la importancia creciente de la explotación de la clase obrera, sino que contribuye al ahogo del desarrollo económico.

La crítica marxista del capitalismo no se limita a la denuncia de la explotación y de la pauperización. El capitalismo se ha desarrollado desde el principio sobre esta base lo que no ha impedido que Marx subraye el papel inmenso que ha tenido, en su fase ascendente, la burguesía, esa clase que no podía "existir sin revolucionar constantemente los instrumentos de producción, es decir el conjunto de las relaciones sociales".

El capitalismo ya no tiene la misma capacidad de "revolucionar" desde hace tiempo. Se ha vuelto un freno desde el punto de vista del desarrollo de las fuerzas productivas y un factor de conservación esencial en lo que concierne a las relaciones sociales. Claro que, las ciencias y la tecnología no han cesado de progresar, aunque de una manera muy marcada por el predominio de los intereses privados, por la competencia, etc. Pero no son los progresos técnicos los que dan, a una economía capitalista, cada vez más parasitaria, la capacidad de utilizar ese progreso para acrecentar de manera significativa las fuerzas productivas. Desde la utilización de la energía nuclear, hasta la militarización del espacio en el momento en el que fue dominado, muchas son las ilustraciones de la propensión del capitalismo a transformar inventos mayores no en instrumentos para aumentar las fuerzas productivas, sino en instrumentos de destrucción.

Más allá de las variaciones cíclicas, ligadas a la organización capitalista de la economía en todos los estados de su desarrollo, es el carácter imperialista, con dominante financiera de la economía capitalista, el que constituye un obstáculo a una nueva era de desarrollo de las fuerzas productivas.

Cuando Lenin o Trotsky describían el imperialismo como una edad senil de la organización capitalista de la economía, no se trataba de un juicio moral. Constataban que esa organización económica había llegado hasta su límite desde el punto de vista del desarrollo de sus fuerzas productivas.

Ni el uno ni el otro hubiesen imaginado que este orden social sobreviviría tanto tiempo y que la "edad senil" sería ¡oh! Mucho más larga que esa juventud en la que, por utilizar la palabra del Manifiesto Comunista, el capitalismo realizó "maravillas".

Trotsky ha vivido lo suficiente como para conocer el precio que una parte de la humanidad a tenido que pagar para que sobreviva el capitalismo después de la crisis de 1929, el fascismo y el nazismo, la segunda guerra mundial y, de manera indirecta, la degeneración burocrática del primer estado obrero.

Y hasta las "tres gloriosas", esos 30 años - la mitad a penas en realidad - que pasan hoy en día por ser la edad de oro perdida del capitalismo después de la guerra, no tenían en realidad nada de glorioso para la sociedad. No solo porque la vida de la clase obrera mejoró tan solo comparativamente con lo que fue durante la guerra y los años siguientes. Si no porque no representaba para nada ese periodo de desarrollo económico que describen sus fans, para los que el crecimiento del PIB equivale a un crecimiento de las fuerzas productivas, aunque incluya los falsos gastos de la economía capitalista, como los gastos en armas, el costo del militarismo y ello sin hablar siquiera de las ganancias del tráfico de droga y del crimen organizado.

El primer periodo de las "tres gloriosas" - la cuarta o la tercera parte es ese periodo de después de la guerra en el que la reconstrucción del aparato industrial destruído ha abierto durante un cierto tiempo un gran mercado a los capitales. Hasta el admirador más beato de la economía capitalista podría presentar difícilmente los años 1945 a 1950/52 como la expresión de un "crecimiento consecuente de las fuerzas productivas", mientras que se trataba únicamente de reconstituir las fuerzas productivas destruidas por la guerra imperialista. La burguesía, en particular la de Europa Occidental, se ha beneficiado de la desorientación de la clase obrera, debida a las derrotas de antes de la guerra, a la guerra en sí y sobre todo a las traiciones de la social-democracia y del estalinismo, para amordazar los trabajadores y, en el nombre de las necesidades de la reconstrucción, imponer condiciones de vida y de salarios execrables.

Pero fue sobre todo la intervención del Estado la que dio al capitalismo una apariencia de dinamismo : "En Francia, en Gran Bretaña, pero también en Alemania, el gasto público total tiene una incidencia de 40% sobre la producción... Los gastos de la intervención económica del estado han progresado en todos los países industrializados"(Pierre Leon Histoire Economique et Sociale du Monde). Fue el Estado el que se ocupó de todo lo que no traía beneficios inmediatos y que era a pesar de todo necesario al funcionamiento de la economía capitalista en su conjunto. Fue el estado el que se ocupó de las inversiones más pesadas. En el caso de Francia, no solo las materias primas energéticas (carbón y electricidad, gas, etc.) fueron nacionalizadas, pero tambien todas las infrastructuras de transportes, los ferrocarriles y la red de tráfico. Fue tambien el estado el que se preocupó de las infrastructuras del futuro : la red telefónica, las antenas de televisión, etc.

Los estados han jugado un papel esencial no solo para preservar los intereses fundamentales de la burguesía, pero tambien para asegurarle beneficios dentro de un número limitado de sectores "rentables", asumiendo el resto. ¿ Hace falta recordar hasta que punto el sector nacionalizado ha sido una mina para las empresas privadas ? En el caso de Francia, como en otros países europeos, el Estado ha tenido la complaciencia servil de ocuparse de los bancos de depósito para asegurar a la burguesía créditos "desinteresados" y para ofrecerles una amplia gama de timos que no hemos terminado de pagar.

Más allá del papel formidable de las subvenciones, de los encargos dirigidos al sector privado, el Estado ha, en cierto modo, "nacionalizado" una parte de los gastos de producción capitalista, dejando a los capitalistas sus beneficios: fondos públicos para la investigación y para una parte importante de las inversiones, y beneficios privados para los propietarios de las empresas.

Hasta las "reformas sociales" de despues de la guerra en Francia o el "estado providencia" en los países anglo-sajones, que vienen a ayudar a los marginados de la economía capitalista parados, jubilados, enfermos han beneficiado tambien a la clase capitalista, manteniendo cierto nivel de consumo.

La burguesía ha conocido un periodo de expansión porque cada burguesía tenía detrás de ella a su estado, y los estados imperialistas de segundo orden tenían detrás de ellos a los Estados Unidos. Además, si son sobre todo los Estados Unidos los que han beneficiado de que el dólar se haya impuesto como instrumento de pago y de acumulación de las riquezas de la economía mundial, la reactivación del comercio internacional que, sin este instrumento, no hubiera sido posible, ha beneficiado, a diferentes niveles, a todas las potencias imperialistas.

No hay que subestimar el papel del armamentismo en el mantenimiento de una tasa de crecimiento relativamente elevada. Desde el final de la Segunda Guerra mundial hasta el derrumbe de la Unión Soviética ha habido un formidable auge de los gastos militares. ¿ Y cómo medir la incidencia sobre el PIB de los Estados Unidos, de la guerra de Corea, de la guerra del Vietnam o también de esa "guerra de las estrellas" que, afortunadamente, no ha sido militar pero que ha permitido a la NASA inyectar miles de millones de dólares en la economía americana ?

Lo que viene a decir que el crecimiento, aunque haya sido relativamente duradero, no era más que parcial y débilmente el de las fuerzas productivas, incluso en ese periodo ensalzado de la economía capitalista. El militarismo, el armamentismo se contabilizan en positivo en las estadísticas burguesas y contribuyen a medrar la tasa de crecimiento del PIB. Pero para Rosa Luxemburgo, Lenin o Bujarín, que ya habían sido testigo de ello, en otra "bella época" del capitalismo, la que precedió la Primera Guerra mundial, eran la expresión de la podredumbre del capitalismo y no de un nuevo brote de vitalidad.

El hecho de que, en cierto número de países el crecimiento fuese continuo, sin recesiones mayores, ya hacía decir, en aquella época, a numerosos economistas, que el capitalismo había sobrepasado las crisis y que una nueva era se abría (a pesar de que los Estados Unidos hubiesen conocidos varias recesiones durante dicho periodo).

Sabemos lo que acabó ocurriendo... Las amenazas de recesión se han sobrellevado a base de intervenciones estatales, financiadas por emisiones monetarias, que tenían como contrapartida la inflación, la deterioración de las monedas, devaluaciones, crisis monetarias sucesivas, hasta la de 1971, que acabó por dar al traste con el sistema monetario internacional puesto en pie después de la guerra.

Las fuerzas productivas no se miden solo en los países imperialistas sino a nivel del conjunto de la sociedad. La acumulación de riquezas en los países imperialistas se ha pagado con el mantenimiento del Tercer Mundo en el subdesarrollo.

La evolución de la economía capitalista mundial hacia la financiación creciente ha agravado aún más las cosas. Si un número limitado de países antes subdesarrollados, sistemáticamente alabados, han sacado provecho de su integración en el sistema imperialista mundial (sin que ello conlleve una mejoría para sus clases trabajadoras), para la mayoría de los países del Tercer Mundo, para continentes enteros, como frica, no solo la distancia sigue ahondándose sino que incluso se ha traducido por un empobrecimiento absoluto. No se puede subestimar en dicho aspecto las repercusiones en estos países de la financiación creciente de la economía.

Incluso en tiempos de la dominación colonial, el pillaje imperialista tenía a veces como subproducto la construcción de un mínimo de infraestructuras, aunque solo fuese para transportar las materias primas hacia las empresas de transformación occidentales.

El capital usurario, por su parte, no tiene ni siquiera necesariamente estas repercusiones. ¿ Cuántos países pobres se ven cruelmente privados de recursos para reembolsar con intereses los empréstitos suscritos por los dictadores para la compra de armas destinadas a reprimir las poblaciones de estos mismos países o para construcciones de prestigio totalmente inútiles para dicha población ? El "progreso" del capital financiero, en este ámbito, ha consistido en sustituir las cadenas o los látigos del trabajo forzado por las cadenas de la explotación usuraria que, aunque invisibles, son tan catastróficas, cuando no más, para las poblaciones de los países pobres.

Las mismas estadísticas oficiales reconocen retomando las formulaciones del Banco Mundial que " el stock de la deuda de los países emergentes ha triplicado desde principios de los años 80 para alcanzar, en 1997, 2.171.000 millones de dólares. En esa fecha, los intereses llegaron a unos 250.000 millones de dólares, o sea, prácticamente la cuantía de la deuda principal de los 15 países más endeudados a principios de los años 80".

Por lo tanto, la gran mayoría de los países pobres del planeta salen del periodo llamado de expansión de la economía capitalista más endeudados y más exsangües que lo que estaban cuando entraron. En cambio, corren el riesgo de pagar muy caro la recesión.

Lo que se ha llamado la "crisis asiática", en 1998, no se ha transformado en un crac bursátil generalizado y los especuladores, es decir, ante todo las grandes empresas de los países imperialistas, se han librado de ella después de algunos escalofríos. Pero, desde luego, este inicio de crisis, benigno visto desde los países imperialistas, ha afectado seriamente la economía de varios países del sudeste asiático y, para algunos de ellos, como Indonesia, ha hundido en la miseria a varios millones de trabajadores convertidos en parados.

Incluso si la recesión que comienza en Estados Unidos y que amenaza con propagarse a Europa es benigna y así perdura, significará que se multiplican los cierres de empresas como los de Moulinex o de Philips. En los países semidesarrollados pero ámpliamente integrados en la economía imperialista lo que se designa, con un eufemismo cuyo uso es frecuente en el vocabulario de los economistas burgueses, como "países emergentes" como Brasil, Argentina, Méjico o Corea del sur, la recesión amenaza sin embargo con transformarse en crisis y con traducirse en consecuencias catastróficas para la población trabajadora. Basta con que la economía capitalista renquee en los ricos países imperialistas para que, en la parte más pobre del planeta, millones de personas vuelvan a pasar la línea que separa la pobreza de la miseria.

Evidentemente, no son las hipócritas declaraciones sobre eventuales moratorias sobre la deuda las que van a modificar una situación donde la mitad de los habitantes del planeta, o sea 3 mil millones de hombres y mujeres, vive con menos de 2 dólares diarios; donde mil millones de personas no tienen acceso a agua potable y donde cerca de 800 millones padecen hambre. Este solo hecho desmiente las afirmaciones de los economistas burgueses sobre el crecimiento de las fuerzas productivas de la Humanidad.

Es esta situación la que protegen la diplomacia y, si llega el caso, las fuerzas militares de las potencias imperialistas. Aquí está el mantillo sobre el cual crecen tanto las guerras étnicas como los conflictos entre bandas armadas o como el desarrollo del terrorismo.

El recurso al estatismo

Con la recesión que empieza, los dirigentes de las potencias imperialistas, incluso los que se reclaman del liberalismo más desenfrenado, vuelven a descubrir tanto más rápidamente las ventajas de recurrir al estatismo abierto cuanto, de hecho, no han dejado de cultivarlo. La Administración Bush está preparando un amplio plan de reactivación que podría sobrepasar los 100.000 millones de dólares. La prensa económica habla de una cuasi-nacionalización de la industria aeronáutica en dificultades. Evidentemente, estas seudo-nacionalizaciones no pretenden limitar el capital privado sino, al contrario, salvarlo nacionalizando hoy las pérdidas con el fin de poder preservar los beneficios privados de hoy y de mañana.

El mismo cambio de actitud se dibuja en Europa. A la vez que se mantiene la tesis oficial de la "estabilidad presupuestaria", los Estados de la Unión europea empiezan a "accionar el arma presupuestaria" para retomar el eufemismo de un diario económico. El gobierno de izquierdas en Francia acaba de presentar un mini plan de reactivación, pero los gobiernos de derechas de Italia y de España se preparan a hacer lo mismo. En los tres casos, estos planes de reactivación significan sobre todo incitaciones a la inversión mediante desgravaciones fiscales, reducciones de impuestos, que van inevitablemente en el sentido del déficit presupuestario y de la vuelta a la inflación.

A pesar de las ideas dominantes llamadas liberales o anti-intervencionistas, en realidad hace tiempo que el capital privado solo sobrevive y sigue siendo provechoso gracias a las muletas estatales, incluso en los países imperialistas a pesar de que éstos se beneficien del pillaje de todo el planeta.

La introducción del euro

La introducción del euro será lo que marcará el año. La introducción de una nueva moneda, común a varios países europeos, es ciertamente un paso adelante de la Europa capitalista. Recordemos sin embargo que tres de los quince países de Europa no participan en ello, o por lo menos todavía no, dentro de los cuales está Gran Bretaña, una de las principales potencias imperialistas de Europa. Recordemos también que la moneda se basa en última instancia en la soberanía de los Estados, en situación de imponer a sus ciudadanos una moneda-papel que no tiene valor objetivo. Pero la existencia del euro no se basa en la existencia de un Estado europeo; se basa en una alianza contractual entre Estados, a la que cualquiera de estos Estados puede poner fin cuando quiera y como quiera.

Los dirigentes políticos de las distintas burguesías europeas se jactan de que, gracias al euro, Europa escapa a la especulación monetaria en el interior de la Unión europea y a las consecuencias desastrosas para el comercio intra-europeo que esto ha podido provocar en el pasado.

Sin embargo, a diferencia de Estados Unidos, donde el dólar no es solo la única moneda de los diferentes Estados sino donde la política presupuestaria es llevada a cabo por un solo y mismo Estado federal, Europa está en una situación contradictoria. Sí existe un banco central único, que se supone determina una política monetaria a nivel de la Unión. Sin embargo, para preservar lo esencial de sus derechos a ayudar su propia clase capitalista, los gobiernos nacionales han conservado el control de su política presupuestaria.

Sin embargo, para evitar distancias demasiado importantes entre políticas presupuestarias susceptibles de provocar déficit presupuestarios diferentes, los Estados se han puesto de acuerdo en los tratados de Maastricht, de Amsterdam, etc. sobre un "pacto de estabilidad". Este pacto de estabilidad, que pone techo al déficit presupuestario autorizado, ha podido ser tanto más fácilmente aceptado por todos los Estados participantes a la Unión cuanto la economía de éstos conocía un crecimiento relativo y cuanto, por otra parte, estaban decididos por su cuenta y por la de los financieros - a limitar la inflación imponiendo a la clase obrera una política de austeridad.

Sin embargo, la cuestión amenaza con plantearse de manera distinta con la recesión y los planes de reactivación que los diferentes Estados de Europa proyectan unos tras otros.

Lo que temen las instituciones europeas no es que los Estados aporten ayuda a su burguesía las instituciones europeas no hacen otra cosa. Pero, en función del reparto entre sectores económicos diferentes, las ayudas estatales divergirán necesariamente de un país a otro, y sus cuantías también. Ningún Estado queriendo financiar el déficit de los otros, la unidad europea corre el riesgo de verse fuertemente sacudida si la política de apoyo llevada a cabo por cada uno de los Estados, sin concertación con los otros, engendra déficits presupuestarios diferentes. No está dicho que el euro sea capaz de resistir a las tensiones que resultarán de ello, ni que ciertos Estados no estén tentados de retomar el control completo de la emisión de su moneda.

Los principales países imperialistas europeos que participan a esta moneda, en particular Alemania, Francia e Italia, esperaban que la moneda común se convertiría en una moneda de pago internacional, así como en una moneda de reserva, si no al igual que el dólar, al menos susceptible de competir con él. A las potencias europeas les convendría evidentemente poder pagar las facturas petrolíferas en euros en vez de pasar por el dólar. Les convendría de igual modo que los bancos centrales del mayor número de terceros países conserven sus reservas en euros al lado, inclusive en lugar, del dólar. Sin embargo, esta esperanza no se ha realizado. El euro ha perdido el 23 % de su valor con respecto al dólar desde su introducción el 1 de enero de 1999. E incluso el comienzo de especulación contra el dólar después de los atentados no ha alzado su paridad.

Paradójicamente, no está ni siquiera dicho que el euro sustituya integralmente las divisas de Europa occidental que sirven ya hoy de instrumento de transacción y de atesoramiento fuera de los países que las emiten. Es sobre todo el caso del marco alemán, del cual entre 30 y 40 % de los billetes emitidos se utilizan fuera de Alemania e incluso fuera de la zona euro. El marco alemán es la moneda oficial de Kósovo y semioficial de Bulgaria. Se utiliza ampliamente también en los bancos y las empresas en la totalidad de los Estados procedentes de ex-Yugoslavia. Sirve de instrumento de atesoramiento en Rumanía, posiblemente en Turquía.

En cuanto al franco francés, asume a un nivel netamente más reducido el mismo papel de instrumento de pago y de reserva en la zona CFA en frica, así como en Argelia.

No está dicho que, el 1 de enero de 2002, el dinero atesorado en marcos alemanes o en francos franceses en el exterior se convierta en euros más que en dólares, totalmente o parcialmente. Aunque empujados por la necesidad de asociarse en el marco de la Unión europea, bajo pena de ser diezmados, los Estados europeos no han creado una entidad económica única, capaz de afrontar la economía de los Estados Unidos. La fragilidad del euro frente al dólar arraiga en esta realidad.

El conjunto de las evoluciones, resumidas con el nombre de "globalización", no ha hecho más que ahondar el carácter parasitario del gran capital. Incluso en el periodo llamado de expansión, las fuerzas productivas, que solo se utilizan para satisfacer las necesidades solventes y no el conjunto de las necesidades sociales, se hallan refrenadas por esto mismo. Frente a la recesión, la única "solución" de la economía capitalista es cerrar empresas, dejar en una inactividad forzada a mayor número aún de trabajadores y agravar la miseria de los países pobres. Es indispensable que se elimine de la sociedad la dictadura de grupos industriales y financieros, suprimiendo la propiedad privada de los grandes medios de producción, quitando así los fundamentos del parasitismo de la clase capitalista y de la anarquía de la competencia, y que se organice conscientemente y democráticamente la economía siguiendo una planificación racional. El programa comunista, el programa del proletariado revolucionario es el único en abrir una perspectiva ante la sociedad.

ATTAC y otros movimientos anti-globalización

Estamos cada vez más confrontados al movimiento llamado "anti-globalización", representado en Francia sobre todo por Attac pero cuya fraseología, utilizada por el PC, también lo es cada vez más, cuando las elecciones se avecinan, por el Partido Socialista. Esto es lo que hemos dicho de este movimiento en el texto preparatorio de nuestro congreso de 1998, algunos meses después de la creación de este movimiento, en el momento de sus primeros balbuceos :

"Hay una corriente que se desarrolla desde algún tiempo en la intelligentsia, tradicionalmente bajo la influencia de la socialdemocracia, pero que está asustada hoy por la evolución del capitalismo, decepcionada por la práctica gubernamental de los socialdemócratas y por su servidumbre hacia el capital financiero. Esta corriente cuyas ideas situadas alrededor del mensual "Le Monde Diplomatique" y de comités Attac son bastantes representativas atrae a reformistas que creen que el reformismo es posible y que no se identifican con la política de los gestionarios, gente que coquetea con la extrema izquierda sin ser revolucionarios, humanistas sublevados por la inhumanidad del capitalismo, sin mencionar a intelectuales o economistas que gravitan alrededor del PC.
Esta gente es consciente de los efectos devastadores del capital financiero sobre la vida social, sobre las condiciones de existencia de los seres humanos, sobre el porvenir mismo del planeta. El diagnóstico suele ser justo, pero la medicación se limita a medidas cuya ambición declarada es "poner trabas a la especulación internacional", que van de la instauración de un impuesto Tobin este premio Nobel de economía ha propuesto hace 20 años la imposición de 1 % de todos los desplazamientos financieros hasta las sanciones contra "los paraísos fiscales". Esta corriente defiende también una política de reactivación del consumo, de abandono de la política de rigor presupuestario y de la elección de una orientación hacia una política de grandes obras. Se propone combatir "el absolutismo de los mercados" en nombre de " la vuelta al Estado" (Estados a los que se encomienda "dejar de hundirse voluntariamente"), la desregulación financiera en nombre de una reglamentación internacional.
Asustados ante las consecuencias del reino desbocado del capital financiero, los defensores de esta corriente parecen estarlo del mismo modo ante la idea de una explosión social que esto podría provocar. Denuncian los tratados que oficializan la desregulación y facilitan la circulación del gran capital Maastricht, Amsterdam, Dubíin pero no combaten el gran capital mismo. Se proponen "desarmar los mercados", "volver a fundar la propiedad", pero no destruir la propiedad capitalista. En resumidas cuentas, quieren limar las uñas del capital financiero, pero sin destruir el gran capital.
Combatir el capital financiero, pero sin combatir el capitalismo, es en el mejor de los casos una utopía. Recurrir al Estado para combatir el capital financiero es ignorar la sumisión del Estado al gran capital. Y también es una trampa para el futuro. Porque puede perfectamente ocurrir que el capitalismo, forzado, vuelva a una regulación estatal.
Hay que acordarse que la crisis del 29 ha estallado, también, como una crisis bursátil, que coronaba un largo periodo de entusiasmo y de reinado absoluto del capital financiero. Pero, para salvar el capitalismo de la debacle, las burguesías acabaron por recurrir al estatismo. Al del New Deal, pero también al de la economía nazi. Pero, ni "el liberalismo desbocado" ni el estatismo han librado a la Humanidad de la guerra. Al contrario, de salvavidas, el estatismo se ha convertido en una posibilidad de preparar la guerra. Porque el problema no es solo el del estatismo, sino también el de saber al servicio de qué clase social está el Estado.
Recurrir al Estado como la política de grandes obras son ideas de moda. Los organismos internacionales del imperialismo, en particular el FMI que, sea dicho de paso, no es solo el agente internacional del capital financiero, sino también uno de los escasos organismos de regulación del capital internacional han dado su bendición al reforzamiento del estatismo en ciertos países del sudeste asiático afectados por la crisis. Han contribuido a incitar Japón a la nacionalización disfrazada de su sistema bancario. En cuanto a las grandes obras, es una vieja idea socialdemócrata, de la que incluso Delors se ha hecho portavoz y que podría volver a servir algún día.
La burguesía es una clase demasiado ávida, demasiado preocupada por el provecho a corto plazo, para que no sea necesario salvar periódicamente sus intereses, y salvarla a ella misma, mediante las instituciones estatales susceptibles de defender sus intereses generales, a veces a pesar suyo. Pero, igual que no lo fue después de la crisis del 29, recurrir al estatismo no se haría en el interés de las clases explotadas y de la sociedad. Que esté practicado por gobiernos llamados democráticos o por regímenes autoritarios, si la burguesía considera necesario aplastar de antemano la clase obrera, su contenido de clase será inevitablemente hacer pagar a las clases explotadas los daños causados por el gran capital.
El interés de la clase obrera no consiste en ningún caso en alinearse detrás de corrientes en busca de una política de recambio para la burguesía capitalista, sino en expropiar la gran burguesía y poner fin a la organización capitalista de la economía."

Hemos vuelto a hablar del tema en la preparación al congreso de 1999, en los términos siguientes :

"Por sus objetivos tan limitados como utópicos de un capitalismo un poco "más limpio" como por los medios moderados y respetuosos de las autoridades establecidas que proponen, los iniciadores de estas corrientes serían, en el mejor de los casos, inocentes soñadores si no fuesen sobre todo hostiles a la lucha de clase y anti-comunistas. En realidad, pertenecen a esta tendencia socialdemócrata que solo es generosa en frases vacías contra los "excesos" del capitalismo, pero cuyos jefes políticos llevan a cabo en el gobierno la política que el gran capital les manda.
Los que participan a las iniciativas y a las manifestaciones de estas corrientes están alentados a menudo por una sincera indignación contra estos aspectos de los estragos del capitalismo como son los daños causados por la especulación y el pillaje usurario del Tercer Mundo. Esta sinceridad en la indignación no significa por cierto necesariamente que los que se organizan en Attac o manifiestan con los comités para la supresión de la deuda o "Jubileo 2000" estén desfasados con respecto a los iniciadores reformistas de estas corrientes ni con sus ideas y que quieran ir más lejos que lo poco que se les propone. Los medios sensibilizados sobre estos temas, en todo caso de momento, pertenecen a la base social de los Partidos Socialistas.
Es posible que, para algunos de ellos, unirse a estas corrientes sea el primer paso hacia una toma de consciencia de lo que es la organización capitalista de la economía y de la sociedad y, quizás, una primera y tímida expresión que va hacia la voluntad de luchar contra ella. Razón de más para los comunistas revolucionarios de esclarecer a esa minoría los objetivos y los límites de estos corrientes. No se combaten los aspectos repugnantes del capitalismo con piadosas resoluciones dirigidas al mundo imperialista y sobre todo, no se los combate respetando el propio capitalismo sino, al contrario, por la lucha de clase del proletariado para derrocar el capitalismo. Y esto empieza volviendo a las ideas de lucha de clase, y no ignorándolas o combatiéndolas.
En cuanto a movilizarse en contra de la OMC y a unirse al amplio abanico, que va de Pasqua a Chevènement o al PC, de los que piden una moratoria sobre las próximas negociaciones, sería participar en una operación de engaño político que sustrae a los trabajadores de los objetivos necesarios y de la acción eficaz. Cuando los trabajadores empiecen a luchar, es interés suyo hacerlo contra los capitalistas franceses o no que tienen cerca y que pueden hacer retroceder, y no contra la reunión lejana de una organización inasible que, además, no es la causa, sino una de las múltiples expresiones de la dominación de los trust y del capital financiero sobre el mundo.

Tres años despues no tenemos nada que añadir en el fondo, a parte de la precisión de que la tasa propuesta normalmente para el impuesto Tobin no es ni siquiera del 1%, pero del 0,1% ; y que a pesar de su carácter insignificante, todo el mundo habla de ello puesto que ni siquiera es el principio del comienzo de su aplicación.

Durante el intervalo, ATTAC se ha desarrollado, tanto más que lo brumoso de sus ideas y el carácter libre de sus formas de organización están hechos para gustar en los círculos de la pequeña burguesía intelectual. Además, su participación a cierto número de manifestaciones, de anti-cumbres, le ha permitido ganar una aura de radicalismo que no merecen para nada sus ideas. Para la actual generación de jóvenes, ATTAC reemplaza lo que fue el tercer-mundismo para otros : una manera de expresar su indignación pero tambien de desviarla de la rebelión consciente contra el sistema capitalista en su conjunto y de la elección del campo de los trabajadores para combatir eficazmente el sistema. Todo ello se conjuga para que tenga un cierto valor a los ojos de los dirigentes del PS deseosos, con la cercanía de las elecciones, de crearse cierta virginidad despues de 5 años pasados en el gobierno.

No solo ATTAC tiene buena fama en este círculo de personas, pero además el comité ATTAC que se ha creado en la Asamblea nacional cuenta con 126 diputados, que vienen casi todos de la Izquierda Plural.

Disertar sobre la posibilidad de utilizar el impuesto Tobin está hoy en día de moda. Pretenderse anti-mundialista es una manera fácil de hacer que se olvide la ayuda a la política pro-patronal del gobierno, sus ataques repetidos contra la clase obrera. Esta receta no vale solo para los dirigentes de la mayoría de izquierdas, puesto que hasta Chirac lo utiliza, para hacer como si liga con la idea.

Cubriéndose de un apoliticismo de fachada, ATTAC juega cada vez más abiertamente el papel de imán para el PS. El porvenir dirá si la ambición de los dirigentes de ATTAC se limitará a esto, o si empujados por el movimiento, intentaran tener un papel político propio. Podrían estimar que la desconsideración relativa de los Verdes, a causa de su larga participación al gobierno y de sus problemas actuales, deja un espacio mas o menos libre, sino a la izquierda de la izquierda, por lo menos en su entorno.

Pero no mas que los Verdes, ATTAC no constituye un movimiento reformista en el sentido que ello tiene para el PS o el PC. Al contrario de esos dos partidos, ese entorno no ha tenido nunca ninguna liga con el movimiento obrero.

En lo que concierne a la LCR, cree haber encontrado, una vez más, una ola sobre la que avanzar. No solo muchos militantes y algunos dirigentes se han convertido en animadores o infiltrados de los comités ATTAC, pero parece que van ha dirigir la campaña de su candidato a las elecciones presidenciales alrededor de los temas agitados por ATTAC. Su candidato se jacta de su diferencia con Arlette Laguiller, acusada de llevar su campaña sobre "la única condición obrera", mientras que él se hace el portavoz de la lucha contra la mundialización.

Esta política no contribuye para nada a que los jóvenes que se interesan por ATTAC porque critica del sistema capitalista entiendan nuestras concepciones. Es incapaz de llevarles hacia la lucha consecuente contra este sistema. Contribuye al contrario a llevarles hasta los brazos de la social-democracia.

En el pasado era en general consideraciones tácticas las que la dirección de la LCR ponía de manifiesto para justificar políticas de alineamiento detrás de los movimientos de moda, desde el sostén sin crítica de todos los movimientos nacionalistas hasta el movimiento ecologista, pasando por Juquin o su ligue con Chevènement. Pero hoy en día, cuando el objetivo de construir un partido obrero revolucionario se ha disuelto desde hace tiempo en el de un partido "anti-capitalista, ecologista, feminista, internacionalista", no se trata ya de consideraciones tácticas o de "eficacia" (además nunca demostrada). La LCR se disuelve políticamente aún más fácilmente dentro de ATTAC querer los objetivos reformistas de esta última corresponden con los objetivos reivindicados por la LCR.

Noviembre de 2001