Congreso del PSOE: la busqueda de un líder

Εκτύπωση
Septiembre y Octubre de 2000

Del el 21 al 23 de Julio tuvo lugar el 35° Congreso del PSOE. Su celebración estuvo marcada por una larga crisis, agudizada tras el fuerte retroceso electoral en las elecciones de Marzo pasado. En ellas el Partido Popular (PP) obtuvo la mayoría absoluta. El fracaso en las urnas provocó la dimisión de Joaquín Almunia, hasta entonces secretario general. Desde ese momento el PSOE fue dirigido por una comisión gestora.

La crisis se abrió tras la perdida del poder en 1996, a manos del PP, después de trece años de gobiernos socialistas dirigidos por Felipe González. Un año más tarde se celebró el 34° Congreso durante el cual González dimitió como secretario general. El partido desprestigiado por los escándalos de corrupción y por las consecuencias de una dura política anti obrera, buscaba, en ese congreso, una nueva imagen y un nuevo líder. Pero la parálisis por la perdida del poder contribuyó a agudizar la lucha por el control del partido entre las distintas facciones y a escala de todo el aparato del mismo.

Poco después las elecciones primarias para candidato a la presidencia del gobierno, enfrentaron al ganador, José Borrell, con el secretario general, Almunia, apoyado éste por F. González, la dirección y los llamados barones regionales. La pugna se saldó con la dimisión de Borrell, a poco de las elecciones generales.

La lucha por el poder entre los distintos clanes, la falta, hasta ese momento, de un líder con peso que enfrentar a Aznar, quedó patente en el congreso por dos hechos. Primero, por que fueran cuatro los candidatos a secretario general, tres de ellos (Zapatero, Bono y Rosa Díez) identificados con el llamado sector renovador, mayoritario en la dirección, pero que aparece fragmentado, y Matilde Fernández del ala "guerrista" que decía situarse en la izquierda del partido.

Segundo, por los debates tanto antes como durante el congreso. Las discusiones, ajenas a las preocupaciones de los trabajadores, se centraron en la forma de elegir al secretario general: sí en una vuelta o en dos; en el porcentaje de votos que tendría que obtener el ganador; en el futuro de las primarias; los pactos entre candidatos, y el papel de un Felipe González casi omnipresente.

Las referencias que se colocaron los aspirantes, con sus matices, iban desde la Tercera Vía de Tony Blair (Zapatero) o el social liberalismo cristiano (Bono), hasta el socialismo de Jospin (Fernández). En fin, la peste o el cólera. Pero con un lenguaje más a la derecha o más a la izquierda, con más o menos criticas a la dirección, los cuatro candidatos, en diverso grado, provienen del aparato. El propio ganador, Zapatero, cuando las primarias apoyó a Joaquín Almunia. En definitiva, en mayor o menor medida, han compartido la responsabilidad en las políticas anti obreras del PSOE.

Zapatero: heredero de una política antiobrera

Finalmente salió elegido José Luis Rodríguez Zapatero, con muy escasa diferencia de votos respecto al también renovador José Bono que fue apoyado por los barones regionales. Zapatero ejercía como parlamentario socialista desde 1986 y en el momento del congreso era secretario provincial del PSOE en León.

Zapatero se presentó como la nueva cara del PSOE, como la renovación que necesitaba el partido y como el representante de una nueva generación de dirigentes sin responsabilidad anterior de gobierno. Es muy posible que esta imagen le proporcionase un buen número de votos de los delegados, incluso de guerristas enfrentados a Bono y a los barones regionales, y alentados, quizás, por la promesa de integración hecha por Zapatero.

Pero sobre todo el nuevo líder del PSOE insistió en reivindicar la trayectoria y la política de los 13 años de gobiernos socialistas, y en subrayar su fidelidad a la figura de Felipe González, al que calificó como un dirigente que siempre da luz a su partido. Es decir, ser solidario con una política marcada, en su tiempo, por las reconversiones salvajes, los despidos, la precariedad laboral o la guerra sucia contra ETA. Es significativo que el programa económico de Zapatero fuera elaborado por Solchaga, ex ministro socialista, hombre ligado a la patronal, y responsable durante su ministerio de una agresiva política anti obrera.

El nuevo secretario general y la plataforma que lo apoyó, Nueva Vía, se situaron en la línea del "Nuevo Laborismo" de Blair y del social liberalismo. Su discurso, durante la campaña pre congresual, estuvo plagado de cosas como que "el parlamento ocupe la centralidad que le corresponde", la redefinición del Estado del Bienestar, o el apoyo a los emprendedores, como llama a los empresarios "dinámicos". En consonancia con la ponencia marco, presentada por la dirección, Zapatero defendió una apertura del partido a las clases medias urbanas. Como jefe de la oposición no ha variado en nada sus planteamientos, y se guarda mucho de prometer cualquier medida que signifique una mejora para las clases populares. Todo lo contrario su obsesión son los pactos de estado o el consenso con el PP.

Queda por saber si Zapatero impondrá su liderazgo en un partido dividido en clanes de poder. La batalla por la nominación de un candidato a la presidencia del gobierno ha quedado aplazada. Pero en cualquier caso los trabajadores españoles no pueden esperar nada bueno de estos políticos reformistas y de un PSOE siempre dispuesto a servir los intereses de la burguesía como de sobra ha demostrado.

Septiembre de 2000.