La UE está cerrando su nuevo contrato político respecto a la inmigración, reunidos en Granada. No se espera nada bueno, ni habrá grandes sorpresas: restringirán aún más la entrada en la UE y las solicitudes de asilo. Eufemísticamente hablan de reforzar los lazos de solidaridad, cuándo en realidad están reforzando año tras año los controles en las fronteras y endureciendo el derecho de asilo. Los requisitos de entradas serán más restrictivos y duros y más cortos los plazos para los retornos.
El nuevo reglamento que de aquí salga será negociado otra vez en las instituciones comunitarias para convertirse en texto legal. Pero ya todos los países, y en especial Alemania e Italia que tenían diferencias, han acordado endurecer la política de asilo y controlar aún más las migraciones. Fundamentalmente las medidas giran alrededor de los países africanos fronterizos que recibirán millones de euros para controlar los flujos migratorios, tal como recibe ya Marruecos. Además permitirá alargar el tiempo de detención de los demandantes de asilo, y los tiempos de procesamiento.
Y la llamada “instrumentalización” de la que tanto hablan permitirá criminalizar a las ONG que salvan vidas si el país de acogida lo decide, como quería Meloni. Esta, en Italia, pedía que las ONG que rescatan a los migrantes los hagan desembarcar en el país bajo cuya bandera naveguen los barcos. En Francia, Macron anunció que la ayuda a los países de donde salen los migrantes ahora estaría condicionada a la capacidad de su Estado para disuadirlos de exiliarse. En Alemania, el gobierno ha anunciado el restablecimiento de los controles fronterizos de Polonia y la República Chequia, al igual que su restablecimiento se ha convertido en la norma entre Francia e Italia durante años.
En la Cumbre europea también se hablará de la “solidaridad flexible”, pero obligatoria, por la que los 27 socios comunitarios deben contribuir a gestionar los flujos migratorios, un sistema basado en cuotas de acogida o en el pago de 20.000 euros por cada solicitante de asilo rechazado.
El cementerio del Mediterráneo y la demagogia de la extrema derecha
El Mediterráneo se ha convertido en un cementerio donde miles de migrantes mueren cada año. “A 24 de septiembre, más de 2500 personas han sido contabilizadas como muertas o desaparecidas” desde principios de año en el Mediterráneo, anunció la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), una masacre en aumento del 50% en comparación con el mismo período del año anterior. Esta macabra estimación no asusta en absoluto a los líderes de la Unión Europea. Están preocupados solo por el control y la represión de las migraciones.
El aumento del número de muertos en el Mediterráneo demuestra una vez más que nada puede disuadir la migración, ya que la miseria y el caos están aumentando al otro lado del Mediterráneo. Los líderes de la Unión lo saben, pero agitan y contentan las corrientes más reaccionarias de su opinión pública, y no dudan en condenar a muerte a miles de mujeres y hombres. Vox en España se distingue por hacer el mismo tipo de política de extrema derecha acusando a los “menas”, por ejemplo, de traer la delincuencia y recibir la “paguita” del Estado enfrentándolos con los jubilados y sus pensiones.
En la UE, Meloni la primera ministra italiana de extrema derecha es la adalid de las medidas contra los inmigrantes. Declaró que “el objetivo deben ser las repatriaciones, no la redistribución de los migrantes” entre los Veintisiete. Y advirtió: “El futuro de Europa se juega aquí, porque el futuro de Europa depende de la capacidad de Europa de afrontar los grandes desafíos, como estos flujos migratorios sin control”.
La demagogia de la extrema derecha en Europa es la misma en todas partes: enfrentan a los inmigrantes con la población trabajadora de los países para dividir a la clase obrera. Así la patronal y las burguesías de cada país estarán tranquilas viendo como se enfrentan los pobres entre sí y tener así esclavos para el trabajo. La crisis migratoria en Europa no es por causa de los migrantes; es la dinámica capitalista mundial la que lo provoca para así tener mano de obra barata y extraer sus beneficios.
Los andaluces, extremeños o castellanos lo sabemos bien. La migración española de los años 60 a Europa, Cataluña o Euskadi fue la válvula de escape de la miseria provocada por el franquismo en unos momentos de acumulación de capital y desarrollismo porque se necesitaba una mano de obra barata para la economía de los capitalistas. Hoy Europa es la válvula de escape de la población africana y en general de los pobres del mundo provocada por el mismo capitalismo.
Es la miseria y explotación la causa de las migraciones
Es obvio que la inmigración no es la causa de la crisis, sino la miseria y la mala situación de las masas populares cada vez más desesperadas, asfixiadas en un continente -África- rico en materias primas pero explotado desde los comienzos del capitalismo con la trata de esclavos y ahora por los países imperialistas de la UE. Es fruto de la crisis un sistema capitalista mundial que necesita mano de obra barata y enfrentar a la propia clase trabajadora de sus países, contra ella misma.
Sin embargo el propio sistema capitalista, al provocar incesantes migraciones de proletarios, hace más que nunca a los trabajadores, emigrantes de allí, inmigrantes aquí, una misma clase en todo el planeta. ¡Las migraciones de mano de obra se han amplificado en nuestra época, generalizadas y “globalizadas” en el mundo! Y por ello el destino de los trabajadores emigrantes está ligado al de todos los trabajadores, jóvenes o viejos, hombres o mujeres, de aquí o de otros lugares, en resumen, al de la clase trabajadora, sus luchas y sus perspectivas.
Por ello el problema migratorio no se resolverá con las medidas y reglamentos aprobados en Granada, será eliminando la base económica del capitalismo y uniéndose los trabajadores del mundo para solidariamente resolver los problemas generados por el imperialismo.