Atacando a los inmigrantes, el 8 de enero Trump puso fin al estatuto excepcional del que se beneficiaban 200.000 salvadoreños en EEUU.
En enero y febrero de 2001 dos terremotos dejaron más de mil víctimas mortales y varias centenas de miles de casas destruidas en El Salvador. Muchos salvadoreños emigraron entonces clandestinamente a EEUU. Más tarde los gobiernos de Bush y luego Obama hicieron un gesto humanitario mínimo, abanderando las amenazas de expulsión para ellos. Es lo que Trump acaba de deshacer.
“Esperábamos que trabajando duro, pagando nuestros impuestos, podríamos quedarnos”, declaró una salvadoreña que trabaja de noche de limpiadora en un edificio de Los Ángeles. Madre de dos niños nacidos en EEUU, de la noche a la mañana puede ser expulsada, igual que muchos.
El gobierno salvadoreño se preocupa por los 4,6 miles de millones de dólares que los que trabajan en EEUU enviaron en el año 2016 a sus familias. Supone un 17% del PIB de ese pequeño país pobre. Además no hay recursos en El Salvador para acoger a aquellos que van a ser expulsados del país más rico del planeta.
Después de haber intentado el año pasado quitarle su estatuto legal a los jóvenes inmigrantes llegados de niños a EEUU, medida rechazada por el Congreso, Trump también puso fin a la protección que tenían más de 45.000 haitianos llegados después del terremoto de 2010, así como la de los nicaragüenses. Los hondureños quizás sean los próximos en la lista.
¡Atacando a los inmigrantes, Trump quiere hacer creer que estos trabajadores pobres se aprovechan de EEUU, y al mismo tiempo plantea una reforma fiscal a favor de los multimillonarios!