Salarios comprimidos por el alza de precios : mentiras de la patronal e intereses vitales de los trabajadores

打印
Textos del mensual Lutte de classe - Septiembre de 2024
Septiembre de 2024

El aumento del salario mínimo a 1.600 euros prometido por el programa del NFP (Nuevo Frente Popular) para las elecciones legislativas1 desencadenó una campaña mediática y patronal, que todavía perdura, contra las alzas de salarios. Aunque Macron haya cerrado la puerta de Matignon2 al NFP, aunque la polarización por parte del NFP del debate sobre el salario mínimo haya sido una maniobra para no tratar del incremento general de todos los salarios y para presentar esos 1.600 euros, insuficientes para vivir, como un objetivo decente : el presidente del MEDEF3, Patrick Martin, anunció que un aumento de 200 euros netos acarrearía múltiples estragos : "erosión de la rentabilidad, destrución de empleos, aplastamiento de las escalas de salarios, perdida de competitividad, ...." 4 ¡Nada menos !

Los trabajadores, no solamente los que cobran el salario mínimo, tendrían que seguir soportando sin decir nada la obligación de escoger entre comprar carne o encender la calefación, de coger el coche o pasarse dos horas en un autobús para ahorrar gasolina, de renunciar a algunos días de vacaciones, sin contar con todos los que, a pesar de tener un trabajo, tienen que recurrir a la ayuda alimentaria gratuita. Hasta los datos oficiales, a pesar de dar una imagen muy atenuada de la realidad, lo revelan : entre el primer trimestre del año 2021 y el primer trimestre del año 2024, el salario mensual bruto habría aumentado en un 10,5%, mientras la inflación se valoraba en un 12,5%- aún más en cuanto a productos de primera necesidad5. El gobierno ha tenido que aumentar el salario mínimo varias veces dado a su indexación sobre la inflación oficial. Pero con 1.398 euros en neto en julio de 2024 ne se puede vivir. Nunca ha sido tan alta la cantidad de trabajadores pagados con salario mínimo oficial (un 17,3% de asalariados del sector privado, cuando eran un 12% en 2021). La razón se fundamenta en que los salarios no revalorizados se quedan por debajo del salario mínimo oficial. Mientras tanto, las ganancias de las grandes empresas suben a niveles inauditos y el consumo de lujo nunca ha sido tan elevado. Pero lo que choca a los políticos y a los periodistas pro-patronales no es que un tal Bernard Arnault se compre un yate por 130 millones de euros, o sea más de 7.600 años de salario mínimo. No, más bien es que los trabajadores, que lo producen todo en la sociedad exijan poder vivir de su actividad.

El salario es sin embargo uno de los principales motivos de las huelgas de estos últimos meses, a menudo con ocasión de las negociaciones anuales obligatorias, como por ejemplo en marzo (Auchan) o en en mayo (Biogroup). Estas reacciones, muchas veces minoritarias y aisladas, han quedado bajo control de los sindicatos. No es raro que los patrones se salgan con la suya concediendo primas y pequeños aumentos. Pero el salario es un problema común al mundo del trabajo en su conjunto, ha sido en el pasado y podría volver a ser objeto de una movilización general. La patronal lo sabe muy bien y no escatima esfuerzos para disuadir a los asalariados que quisieran reivindicar, ante todo con la presión cotidiana en el lugar de trabajo/en el taller y la amenaza del paro, pero también con una propaganda permanente basada en cantidad de falacias.

EL TRABAJO NO LES CUESTA A LOS PATRONES SINO QUE LES PROPORCIONA BENEFICIOS

Que el patronato se oponga al incremento de los salarios invocando peligros importantes no tiene nada nuevo dado que la repartición del producto del trabajo entre ganancias y salarios es un punto cotidiano y permanente de la lucha de clases entre capitalistas y asalariados. Cuando Marx escribía Trabajo asalariado y capital (1847-1849) y Salario, precio y ganancia (1865), dos textos clásicos que recomendamos a nuestros lectores, los capitalistas ya presentaban los mismos argumentos. En Salario, precio y ganancia, Marx describía así los gritos de espanto de los economistas burgueses a propósito de la reducción de la jornada laboral en Inglaterra de 12 a 10 horas en 1848 : "El doctor Ure, el profesor Senior y todos los demás portavoces oficiales de la burguesía en el campo de la Economía demostraron  [..] que aquello era tocar a muerto por la industria inglesa.[...] Afirmaban que la duodécima hora, que se quería arrebatar al capitalista, era precisamente la única en que éste obtenía su ganancia. Anunciaron el descenso de la acumulación, la subida de los precios, la pérdida de mercados, el decrecimiento de la producción, la reacción consiguiente sobre los salarios y, por último, la ruina. " ¡Patrick Martin, dirigente del MEDEF, no ha inventado nada en cuanto a profecías catastróficas!

En esa serie de conferencias, hace ya más de 150 años, Marx desmenuza la fabricación de la ganancia capitalista. Demostraba que la suma de los salarios es inferior al valor de las mercancías producidas por los trabajadores. La ganancia de los patrones se debe a que no compran el producto del trabajo del asalariado sino su fuerza de trabajo. La compran al precio de mercado, o sea el precio de lo preciso para cubrir las necesidades básicas de los asalariados y poder volver al trabajo al día siguiente, eso contituye el salario. Pero la característica de la fuerza de trabajo humana es que produce más riquezas que lo que le cuesta al patronato ; los patrones utilizan lo más intensamente posible, y durante el mayor tiempo posible, la fuerza de trabajo comprada, para producir la mayor cantidad posible de mercancías. Se meten en el bolsillo la diferencia entre los salarios y el precio del producto del trabajo, las mercancías finales. La diferencia entre el precio de las mercancías finales fabricadas por los trabajadores y el precio de todo lo necesario para producirlas, incluido el salario, es la plusvalía. Esta plusvalía, la acapara colectivamente la clase capitalista : industriales, banqueros, capitalistas del sector de transportes.....La plusvalía creada por el trabajo de los asalariados de la producción riega toda la economía, de eso vive la burguesía en su conjunto.

Presentar el trabajo como un "costo de producción", es decir como un alquiler o un crédito de banco, es mentira pura. La razón de la rabia patronal no es que el trabajo les cueste demasiado pero que nunca tienen suficiente con lo que les hace ganar. Los patrones intentan constantemente aumentar la parte del valor producido que no va hacía los salarios , y los asalariados por lo contrario, solo pueden esperar recibir lo suficiente para vivir decentemente si luchan para imponer el movimiento contrario. La presión patronal para pagar salarios mínimos no se debe ni a circunstancias particulares ni al contexto económico : es, por definición, permanente. En el período actual, la guerra económica entre capitalistas se exacerba lo cual induce una ferocidad mayor de la presión patronal. El campo patronal, mismo en ausencia de movilización obrera, se niega por completo a considerar la menor idea de una aumentación de los salarios y propone soluciones que resultan en que la población pague, de una forma o de otra, por ejemplo, bajando las cotizaciones empresariales y pidiendo subvenciones etáticas. También tienen argumentos presentados como consecuencias de la coyuntura económica, dos de ellos, repetidos con insistencia machacona estos últimos meses son : la situación de los pequeños empresarios y el riesgo de "espiral inflacionista", es decir que el incremento de los salarios provoque un aumento de los precios.

UN PATRÓN PEQUEÑO PUEDE OCULTAR UN PATRÓN GRANDE

Como es difícil negar que las grandes empresas acumulan beneficios importantes, los grandes patrones se esconden detras de los pequeños pretendiendo que un aumento de los salarios acarrea quiebra y luego paro. Aunque fuese verdad que algunos empresarios pequeños no puedan aumentar los salarios, eso ne debería impedir que los grandes empresarios lo hagan. Esto concierne a millones de trabajadores : el 40% de los asalariados del sector privado trabajan en empresas de más de 250 empleados y el 25% en empresas de más de 1.000. Las empresas del CAC 406 emplean a 1,2 millones de asalariados. Ahora bien, en estas también los salarios sufren una tendencia a menguar. Stellantis cuyo director general cobra 100.000 euros por día y cuyos accionarios se reparten 18 millones de euros cada día , paga unos 1.470 euros al mes para un empleo de obrero. Carrefour, que realizó unos 1,66 millones de euros de beneficios en 2023, paga apenas un poco más que 1.100 euros a cajeras en tiempo parcial. Según el Observatorio de las multinacionales, en 2021, L'Oreal contaba con una masa salarial de 6.700 millones de euros, y ha gastado 12.500 millones de euros en dividendos y recompra de acciones ; en otras palabras, los asalariados, que han producido toda la riqueza han cobrado colectivamente la mitad de lo que han cobrado los accionarios7. Es obvio que el nivel de los salarios no depende del nivel de riqueza de las empresas pero más bien de la relación de fuerzas que se establece entre patronal y asalariados para la repartición del valor producido. Esta relación de fuerzas actualmente a favor del patronato deteriora la situación hasta en las empresas importantes. Según Oxfam, cada asalariado del CAC 40 hubiera podido cobrar una media de 10.000 euros más en 2022 si la parte dedicada a salarios en el reparto de la riqueza de esas empresas hubiese quedado idéntica durante los 12 últimos años8. Pero no trabajan todos para empresas del CAC 40. Muchos trabajadores se enfrentan a las lamentaciones de sus jefes que dicen no poder aumentar los salarios.

Habría que poder verificar lo que dicen. Existe en Francia toda una capa de patrones pequeños y medianos que viven muy bien de la explotación de sus asalariados y saben perfectamente organizarse para protegerse de la perdida de un negocio o de un mal año. He aquí un ejemplo reciente entre muchos otros : en la empresa Laser Propreté, subcontratratante de la SNCF9 para la limpieza de estaciones y trenes, han estallado estos últimos meses varias huelgas para conseguir ni siquiera un aumento pero el simple y llano pago de los salarios atrasados. Esta empresa anunció en su estado de cuentas comerciales perdidas de 2,4 millones de euros en 2023 ; pero durante el período 2020-2023, abonó 1,74 millones de euros de dividendos. Sus proprietarios, la muy adinerada familia Lasery de Marseille, sin duda ninguna, no tiene dificultad para terminar el mes. Existen numerosas formas en la contabilidad capitalista de las empresas para disimular los beneficios : coste de sedes de filiales, alquileres pagados a entidades comerciales asociadas, reembolso de préstamos a accionarios......Solo un verdadero control de los trabajadores permitiría evaluar la rentabilidad real de las empresas. Este control demostraría que el dinero para pagar y aumentar los salarios existe en las cuentas personales de estas familias y más aún en las cuentas de las grandes empresas contratadoras.

Si estas últimas subcontratan es porque les resulta más beneficioso que pagar salarios directamente a trabajadores para que realizen actividades indispensables al proceso de producción como por ejemplo : limpieza, servicios informáticos, y hasta parte de la fabricacción. La empresa MA France, subcontratante de Stellantis10, sometida a liquidación en mayo de este año, fue creada por la venta de un antiguo taller de la fábrica PSA de Aulnay (Francia) en 2004 ; desde entonces Stellantis ha sido contratante, proveedor y cliente casi exclusivo de MA France, hasta que Stellantis decidió reorganizar su producción reintegrándola en sus plantas industriales de PSA en Rennes y FIAT en Turquía, hundiendo a MA France. Los trabajadores de MA France tenían toda la razón de pedirle cuentas no solo a su dirección pero también y sobre todo a Stellantis. Y aunque no haya liquidación , al reivindicar incrementos de salario en una empresa subcontratante y si el patrón pretende no tener dinero, es que se encuentra en otro lugar; en las cuentas del "cliente". La plusvalía generada al nivel del subcontratante ha sido desplazada hacía el contratante.

La lucha que libra la burguesía para extraer la mayor ganancia posible gracias al trabajo de los asalariados no se presenta de manera aislada empresa por empresa : es colectiva. Intervienen la subcontratación, los dispositivos financieros y muchos otros medios disimulados por el secreto comercial e industrial pero que a los trabajadores les interesa sacar a la luz para una movilización común.

Veamos la situación de los trabajadores de las empresas muy pequeñas, artesanos, comerciantes locales, etcétera. Las microempresas sólo emplean al 20% de los trabajadores del sector privado, el 40% de ellas tienen un solo empleado y sus jefes suelen tener condiciones de vida similares a las de los trabajadores asalariados. Son ellos a quienes los reportajes de televisión les gusta retratar como trabajadores obstinados, corazón de la economía, aquellos a quienes - se da a entender - a diferencia de los asalariados - no les importa trabajar muchas horas, y que no deberían verse amenazados por aumentos salariales generales.

Como si las dificultades de los artesanos estuvieran relacionadas con el nivel salarial. En realidad, gran parte de los artesanos son asalariados encubiertos de grandes empresas. Esto es evidente en el sector de la construcción, donde una cascada de subcontrataciones hace que empresarios individuales produzcan el valor acumulado por Bouygues, Eiffage y otros.También en los sectores que trabajan para el consumo popular, los artesanos se integran en circuitos económicos que procuran beneficios a las grandes empresas. ¿Cuánto dinero le trae un peluquero a L'Oréal? El grupo tiene prácticamente el monopolio del suministro de productos profesionales y afirma que la tasa de rentabilidad de esta parte de su negocio supera el 20%, con unos beneficios de 1.000 millones de euros en 2023 (a escala del mercado mundial). Lo que amenazó a muchos panaderos con la quiebra cuando los precios de la energía se dispararon en 2021-2023 no fueron los salarios, sino el chantaje que les impusieron los proveedores de electricidad. Consideremos la situación de Julien Pedussel, panadero de la región de Oise, descrita en el semanario Marianne en enero de 2023: "La factura de electricidad de su proveedor TotalEnergies ascendió a 12.882 euros en diciembre, un 50% más que en noviembre. Hace dos años, en la misma época, cuando empezó su negocio, era de 1.800 euros de media. Con un volúmen de negocios de sólo 28.000 euros al mes y dos asalariados a tiempo completo que pagar, Julien Pedussel, que no se paga a sí mismo un sueldo, podría verse en la quiebra."

Esto demuestra la hipocresía de Patrick Pouyanné, director general de TotalEnergies, cuando se opone en estos términos al aumento del salario mínimo en una entrevista concedida a Le Figaro el 28 de agosto de 2024: «En cuanto se da un salario mínimo de 200 euros, se añaden 150 euros de cargas e inmediatamente la factura se vuelve insoportable para las pequeñas y medianas empresas». ¡No muestra la misma preocupación por las pequeñas y medianas empresas cuando Total les impone sus tarifas exorbitantes!

En realidad, gran parte del valor creado por los artesanos y sus empleados acaba directamente en las arcas de las grandes empresas. Como estas empresas les parecen intocables, presionar a la baja los salarios les parece a algunos de estos pequeños empresarios la única variable para aumentar sus beneficios, o simplemente para evitar el cierre. Algunos incluso se sienten solidarios con los capitalistas que los estrangulan y fustigan las reivindicaciones de los asalariados. En realidad, los pequeños patronos que trabajan y viven al lado de las clases trabajadoras tendrían todo interés en vincular su destino al de la clase obrera. En el pasado, cuando el movimiento obrero era fuerte y la clase obrera mostraba su determinación, como en 1936, era capaz de atraer hacia sí a la parte de la pequeña burguesía que también estaba sometida a la dictadura del gran capital.

En cualquier caso, los trabajadores no tienen por qué adaptar sus reivindicaciones, basadas en sus necesidades, a la situación de tal o cual patrón. Como escribió Trotsky en el Programa de Transición (1938): "A los capitalistas, especialmente a los pequeños y medianos, que a veces proponen abrir sus libros de cuentas ante los obreros -sobre todo para mostrarles la necesidad de bajar los salarios-, los obreros responden que lo que les interesa no son las cuentas de los quebrados o semiquebrados aislados, sino las cuentas de todos los explotadores. Los trabajadores no pueden ni quieren adaptar su nivel de vida a los intereses de capitalistas aislados que se han convertido en víctimas de su propio régimen».

Hay dinero más que suficiente en la sociedad para financiar todos los empleos útiles, haciendo pagar a los proveedores, a los propietarios y a los bancos, en una palabra, extrayéndolo de las ganancias y fortunas acumuladas por la gran burguesía: los 153.000 millones de euros de beneficios generados sólo por las empresas del CAC 40 en 2023 son una ínfima parte.

Lo que es verdad para los asalariados de las pequeñas empresas también lo es para los asalariados del sector público. El Estado financia empleos esenciales para el buen funcionamiento de la sociedad capitalista -transportes, escuelas, hospitales- con dinero de los impuestos, la mayor parte del cual se descuenta a los asalariados. Por lo tanto, los trabajadores pagan dos veces: generan beneficios para sus jefes y también pagan para garantizar que la población pueda desplazarse, tenga un nivel razonable de educación y un nivel mínimo de cuidado sanitario. Los capitalistas, que no producen nada, deberían financiar todos estos gastos, incluidos los sueldos de los funcionarios.

Así pues, los trabajadores de todos los sectores, sea cual sea el patrón o dirigente al que se enfrenten directamente y al cual tienen que enfrentarse en primer lugar, tienen el mismo adversario: la gran burguesía que, por diversos medios y de forma más o menos directa, aspira la riqueza colectiva. Conseguir un aumento real de los salarios, para todos, exige un cambio en la relación de fuerzas entre la patronal y los trabajadores; aumentar los salarios significa reducir la fracción de la riqueza que se atribuye la burguesía a escala del conjunto de la economía.

En esta lucha, los trabajadores aislados y los de las pequeñas empresas se encuentran en una posición más difícil que los que se agrupan por miles en un mismo lugar de trabajo. Pero en la historia de las luchas obreras, cuando los movimientos aislados por el salario se convirtieron en movilización general, todos los patronos, grandes y pequeños, encontraron manera de pagar. Tras la huelga general de mayo de 1968, todos los salarios subieron y, contrariamente a las profecías catastrofistas, la economía francesa no se hundió. Lo que sí provocó la quiebra de muchas empresas algunos años más tarde y creó un desempleo masivo fue la crisis causada por el propio funcionamiento de la economía capitalista en los años posteriores a la crisis del petróleo de 1973.

EL AUMENTO REAL DE LOS SALARIOS: UNA CUESTIÓN DE RELACIÓN DE FUERZAS

Otro argumento reiterado con insistencia en los últimos meses por periodistas, políticos y grandes patrones es que si subieran los salarios, los empresarios aumentarían los precios para compensar. Por tanto, indexar los salarios a los precios crearía una «espiral inflacionista». Los empresarios recuperarían con una mano lo que deberían haber dado con la otra, y los trabajadores no ganarían nada.

Este argumento, que puede parecer de sentido común, se basa en la mentira burda que los precios vienen determinados principalmente por los salarios.

En primer lugar, está claro que la causa de la actual subida de precios no es el aumento de los salarios. La inflación que se ha acelerado en el mundo entero en los últimos años es el resultado de la perturbación del comercio capitalista tras la crisis del Covid, de la guerra de Ucrania y de la escasez de determinados productos agrícolas e industriales, que han permitido a ciertos productores imponer subidas de precios exorbitantes, de las políticas proteccionistas de los Estados imperialistas y de la competición entre capitalistas de distintos sectores para hacerse con la parte del león de la plusvalía creada por los trabajadores. Los principales beneficiarios son los gigantescos trusts que, en la energía, el transporte y la agricultura, disponen de los medios para imponer precios de monopolio. TotalEnergies, CMA CGM y otras multinacionales que controlan sectores clave imponen precios elevados porque ocupan una posición fuerte en el mercado capitalista. Un cambio en la relación de fuerzas, como la entrada en el mercado de un concurrente, podría, por el contrario, provocar una baja de los precios. Los niveles salariales no tienen nada que ver con estas variaciones. Del mismo modo, las ganancias obtenidas por los supermercados en el sector del comercio no están vinculados al nivel general de los salarios, sino al hecho de que controlan el mercado.

A menudo se pone el ejemplo de los años 70 como advertencia del riesgo de desencadenamiento de una espiral inflacionista si suben los salarios. En aquella época, en Francia, los salarios estaban indexados a los precios, aunque de forma imperfecta, y los salarios y los precios subieron a la vez, aunque esto no impidió que los salarios se quedaran rezagados. Pero no fue porque los salarios subieron que los precios siguieron el mismo camino; fue porque los precios se dispararon tras la crisis del petróleo de 1973 y la indexación impuso que los salarios siguieran el mismo camino. Esto no duró mucho: la decisión del gobierno de izquierdas en 1983 de desindexar los salarios dio paso a un largo periodo de desconexión entre salarios y precios, en el que los precios nunca dejaron de subir del todo aunque la inflación ya no estaba al nivel de los años setenta.

La amenaza de una subida automática de los precios de consumo se basa en una imagen simplista: se puede imaginar a un panadero subiendo el precio de su barra de pan para compensar la subida de los salarios de sus empleados. Pero, por una parte, los intercambios comerciales en la economía capitalista se desarrollan fundamentalmente entre empresas capitalistas. ¿Podrá un proveedor de servicios informáticos a empresas o un fabricante de máquinas herramientas subir sus precios si suben los salarios? Eso no dependerá de su voluntad, sino del mercado, de la competencia, de la presión de los grandes capitalistas, de la coyuntura económica general.

Por otra parte, ni siquiera el panadero decide su precio solo, delante de su calculadora; sino, ¿por qué no subiría ahora su precio para obtener más beneficios? Marx ya había resuelto esta cuestión en Salarios, precios y ganancias. Respondiendo a uno de los militantes de la AIT, según el cual exigir aumentos salariales era un callejón sin salida, ya que la patronal lo compensaría subiendo los precios. Marx demostró que el precio de las mercancías depende de la cantidad de trabajo socialmente necesario para su producción, lo que determina su valor de mercado, y no de la cuantía de los salarios pagados, porque los salarios no remuneran el trabajo realizado, sino la fuerza de trabajo. Los precios de las mercancías fluctúan alrededor de su valor en función del estado del mercado, en particular de la relación entre la oferta y la demanda. Un aumento de los salarios en una empresa tiene por efecto modificar la distribución del valor entre salarios y ganancias, pero no aumentar necesariamente el precio de las mercancías. Hace unos meses, por ejemplo, el sindicato CGT de la planta de Toyota en Onnaing calculó que cada uno de los 400.000 trabajadores del grupo le había hecho ganar a la empresa una media de 78.725 euros en un año, es decir, entre tres y cuatro veces el salario de un trabajador de la planta de Onnaing. Como lo escribieron los militantes sindicales en un folleto distribuido a finales de mayo de 2024: «Cada día, trabajamos dos horas para pagar nuestros salarios, y el resto para enriquecer a un puñado de accionistas parásitos». Si se duplicaran los salarios de los trabajadores, éstos trabajarían cuatro horas para sí mismos, para producir el equivalente de sus salarios, y dos horas menos para los beneficios de los accionistas; esto no tendría ninguna repercusión automática en el precio del automóvil, cuyo valor no se ve alterado por la reducción de la plusvalía. Por supuesto, los empresarios siempre intentan vender lo más caro posible, pero no depende sólo de ellos que puedan hacerlo.

Dicho esto, una subida salarial ocasional no garantiza un mejor nivel de vida de los trabajadores a largo plazo, porque los precios pueden subir al mismo tiempo. Por lo tanto, la lucha por unos salarios más altos es inseparable de la reivindicación de una escala móvil de salarios, es decir, una indexación a los precios, bajo el control de los trabajadores, que son los que están en mejores condiciones para comprobar sus variaciones reales. Además, el patronato puede intentar aumentar su parte de plusvalía de muchas otras maneras que la presión sobre los salarios : aumentando la productividad, el ritmo de trabajo, alargando la jornada laboral... Por lo tanto, una victoria sobre los salarios nunca puede ser definitiva: la lucha de clases se desarrolla de forma permanente.

Desde la época de Marx, la concentración del capital y la aparición de los trusts han dado más oportunidades a ciertos grandes grupos capitalistas de imponer precios de monopolio. La repartición de la plusvalía entre los diferentes sectores de la economía capitalista ha cambiado. Un pequeño panadero puede quebrar si los salarios suben y sus costes permanecen constantes, sin que el mercado le permita vender a un precio más alto. Pero razonar a escala de una sola empresa, y además pequeña, oscurece la realidad que Marx puso de relieve: los trabajadores producen toda la riqueza, y la propiedad capitalista permite a los patronos apropiarse de esa riqueza. ¿Cómo se reparten los capitalistas la plusvalía extraída de la producción? ¿En qué sectores de la economía productiva se crea valor, y mediante qué mecanismos este valor alimenta a los capitalistas de las finanzas, el sector inmobiliario y los servicios? Esto puede cambiar, pero no cambia la raíz del problema: los intereses de los capitalistas y los de los asalariados son por naturaleza irreconciliables, y los empresarios luchan constantemente por apropiarse de la mayor parte posible de la riqueza creada por los trabajadores. Los trabajadores no tienen más que su salario para vivir, y la única manera de defender su nivel de vida es oponerse a los capitalistas, apoderarse de la riqueza y, sobre todo, de los medios de producirla en su totalidad, es decir, acabando con la propiedad capitalista y expropiando a la burguesía mediante la revolución.

REFORMISMO Y PROGRAMA DE TRANSICIÓN

Los reformistas que pretenden que podríamos obtener «buenos» salarios de forma duradera y permitir que el proletariado viva bien sin derrocar a la clase capitalista engañan. No puede haber salario justo en un sistema basado en la explotación de los trabajadores. La defensa de los aumentos salariales generales y su indexación a los precios reales debe ir acompañada de propaganda para concienciar a los trabajadores de que no es posible un buen compromiso entre salarios y ganancias y que la gestión burguesa de la sociedad sólo puede provocar desastres, uno tras otro.

Los defensores del sistema amenazan con la «ruina de la economía». Pero para las clases trabajadoras, ¡la economía capitalista ya es una ruina! No garantiza a los trabajadores ni un nivel de vida decente ni condiciones para una vida digna, no les protege de la pobreza, del paro o de las guerras que son consecuencia de la competición económica.

Como lo escribió Trotsky en el Programa de Transición a propósito de la reivindicación de una escala móvil de salarios en 1938, dirigiéndose entonces el mundo hacia una guerra generalizada:

"Los propietarios y sus abogados demostrarán “la imposibilidad de realizar” estas reivindicaciones. Los capitalistas de menor tamaño, sobre todo aquellos que marchan a la ruina, invocarán además sus libros de contabilidad. Los obreros rechazarán categóricamente esos argumentos y esas referencias. No se trata aquí del choque “normal” de intereses materiales opuestos. Se trata de preservar al proletariado de la decadencia, de la desmoralización y de la ruina. Se trata de la vida y de la muerte de la única clase creadora y progresiva y, por eso mismo, del porvenir de la humanidad. Si el capitalismo es incapaz de satisfacer las reivindicaciones que surgen infaliblemente de los males por él mismo engendrados, ¡que perezca ! "

12 de septiembre de 2024

 

1Francia, junio y julio 2024.

2Sede del primer ministro.

3Principal organización patronal.

4BFMTV, 26/08/2024.

6Principal índice bursátil de Paris.

8https://www.oxfamfrance.org/communiques-de-presse/top-100-des-entreprises-les-inegalites-salariales-entre-pdg-et-salarie-es-se-sont-creusees-en-10-ans/

9Ferrocarriles en Francia.

10Stellantis fundado por fusión de PSA y FIAT-CHRYSLER.