Lo que está ocurriendo en la frontera entre Polonia y Bielorrusia es indignante. Cerca de 3.000 migrantes están aglomerados en la frontera, vagan y duermen en el bosque, con la esperanza de entrar a Polonia sin que los rechacen. Extenuados por días y noches en el frío, sin comida, ya han muerto una decena de personas. Cada día que pasa amenaza con nuevas víctimas.
Los dirigentes europeos acusan al dictador bielorruso de favorecer la llegada de migrantes en la frontera para desestabilizar a Europa. ¡Se indignan de que él “se aproveche de los migrantes y los manipule”! Es verdad, pero ¿qué hacen ellos al dejar que los migrantes sufran y mueran?
Cuando no dejan morir a los migrantes en las puertas de la UE, se las arreglan para que queden atrapados en los verdaderos cementerios que son los campos de Líbano, Libia o Turquía, o para que estén bloqueados en su país de origen, como por ejemplo Afganistán, un país destruido por la guerra, donde la hambruna empuja a familias a vender a sus hijos.
Así es: el premio del cinismo se lo merecen los dirigentes europeos, porque los candidatos a la inmigración sólo piden llegar aquí mediante caminos legales y seguros para pedir asilo. En vez de eso, caen bajo la dependencia de coyotes sin escrúpulo, y son cazados como criminales.
No hace falta irse a Polonia para darse cuenta de que a los dirigentes europeos les da igual la suerte de los migrantes: ¡nada más que en Calais o en Grande-Synthe, miles de personas buscan pasar a Inglaterra y sufren una persecución permanente!
Entre los millones de sirios, iraquíes y afganos que las guerras, las destrucciones y la miseria echan fuera de su tierra, sólo una pequeña parte procura entrar a la Europa desarrollada. Pero les basta a los demagogos xenófobos, como Zemmour, Le Pen y otros tantos, para hablar de “invasión”.
En esa crisis, los migrantes son llamados “armas dirigidas contra Europa”, o sea unas palabras que autorizan todos los delirios, entre los cuales la idea de presentarlos como futuros delincuentes o futuros terroristas.
Pero esas mujeres y hombres son obreros, secretarios, técnicos, ingenieros o médicos. Mañana, algunos de ellos trabajarán en la hostelería, la restauración, la edificación; serán camioneros, auxiliares, eventuales en la agroalimentación o la industria. Otros participarán en el funcionamiento de hospitales y escuelas. Y entre sus hijos, puede que haya futuros futbolistas o campeones de ajedrez, como esa joven siria de 14 años, Leen Yaghi, sin papeles, que ha ganado el campeonato de Francia. Y al lado de los que serán famosos, están los muchos que trabajarán con nosotros. Esas mujeres y hombres son de los nuestros. ¡Que sepan que son bienvenidos en el bando de los trabajadores!
Ya hemos visto demasiados muertos, naufragios y tragedias. Es necesaria la libertad de circulación e instalación para los migrantes. Es necesario abrir las fronteras. Para los foráneos ricos, incluso los tiburones de la banca, las puertas están abiertas; para los trabajadores que sólo piden ser útiles en la sociedad, están cerradas.
Entre los trabajadores, hay quienes están inquietos porque ya hay muchos desempleados. Pero el desempleo, la precariedad y los bajos sueldos no dependen de los migrantes. Dependen de la relación de fuerzas con la patronal, o sea de las luchas que el mundo laboral es capaz de llevar a cabo contra los que despiden y todos los grupos capitalistas rapaces.
La burguesía y sus políticos quieren oponer entre ellos a trabajadores del sector privado y funcionarios, a eventuales e indefinidos, a los franceses y a los inmigrantes – para enriquecerse a expensas de todos. Frente a ellos, los trabajadores tenemos que formar un bloque para defendernos.
Europa se ha convertido en una fortaleza. La crisis y las políticas antiobreras de los gobiernos – de izquierdas o de derechas – han favorecido a los partidos soberanistas y hostiles a los inmigrantes.
La extrema derecha, especialista del repliegue comunitario, empuja a los políticos hacia posiciones más reaccionarias, racistas aun. Lo demuestra la inflación de propuestas contra los inmigrantes que se está dando entre los candidatos a la presidencia, ya sean de derechas o de izquierdas.
Si no nos lo tomamos en serio, la barbarie del mundo, la xenofobia y las guerras se nos llevarán. El nacionalismo y la desconfianza generalizada ya están aquí. Los trabajadores conscientes deben ir en contra de esa evolución peligrosa.
El capitalismo mezcla a los trabajadores del planeta. Podemos sacar de ello una fuerza, si somos conscientes de que pertenecemos a un mismo bando, el de los trabajadores, cuyo interés es revolucionar por completo a la sociedad.
Nathalie Arthaud, portavoz de Lutte ouvrière