Se cumplen diez años del derrumbe financiero internacional de 2008. La chispa que desencadenó el incendio fue la quiebra del banco norteamericano Lehman Brothers. El sistema capitalista, podrido y en quiebra, no podía frenar las consecuencias: la caída imparable de toda la economía mundial. En cascada todos los sectores productivos de la economía interrumpieron o frenaron su actividad. Las consecuencias para la población fueron desempleo masivo, congelación salarial, despidos y ERE, cierres de empresas, precariedad laboral y recortes de los servicios públicos, en especial en la sanidad y la educación, que significaron retrocesos en las condiciones de vida para las clases populares y la miseria para los sectores más débiles de la sociedad. A pesar de la propaganda de los medios oficiales, la economía sigue varada en la crisis sin superar los valores anteriores a 2008. Es más, se teme una nueva recesión.
Ningún país del mundo se salvó de la crisis. En una economía capitalista mundial interconectada y global los efectos fueron inmediatos. Las consecuencias fueron comunes en todo el planeta. Europa y EEUU sufrieron las secuelas, pero los países más pobres sufrieron doblemente por ser capitalistas y además pobres. En nuestro país las consecuencias fueron catastróficas en el sector inmobiliario, debido a la desproporción de la construcción respecto al resto de los sectores, con un sistema financiero hipertrofiado que hipotecó todo el país. El paro llegó a más del 25% de la población activa, más de 6,5 millones de personas. La burbuja inmobiliaria, desahució a cientos de miles de familias. Los impagos se extendieron por doquier. La superproducción capitalista se topaba con el límite del poder adquisitivo de los salarios y el crédito se desbocó en una espiral especulativa que era puro capital ficticio. Cuando el podrido sistema financiero internacional quebró, el castillo de naipes del capitalismo se hundió.
La burguesía y sus políticos hacen pagar la crisis a las clases populares
En seguida los gobiernos mundiales aplicaron las mismas medidas para salir de la crisis capitalista: austeridad, es decir recortes en los presupuestos públicos, leyes para facilitar los despidos, ayudas masivas a la banca y a las grandes empresas, congelación de salarios y precariedad laboral y disminución del empleo público. Esta política llevaba implícita el empeoramiento de las condiciones de vida de la población y el mantenimiento de los beneficios empresariales y financieros. Se rescataron las empresas y bancos en bancarrota con dinero público, a costa del empleo, de los salarios, y de los servicios públicos. La crisis capitalista la sufrimos la población trabajadora y la pagamos. Mientras tanto fueron los banqueros y grandes empresarios los que salieron a flote con beneficios millonarios.
En España el coste del salvamento del sistema financiero según el Banco de España ha costado 62,295 millones de euros de dinero público. El mismo banco explica que será irrecuperable en su inmensa mayoría. Solo se recuperará un 6%. Este coste ha permitido que los grandes bancos, el BBVA, Santander, La Caixa, absorbieran el resto de bancos y cajas de ahorro quebrados a precios de saldo y saneados. Lo cual ha servido para concentrar la mayoría del sistema financiero en esos tres grandes bancos. Además, la especulación con la deuda pública generada por el Estado para mantener los servicios públicos, el rescate de las empresas y bancos y el sostén de la actividad productiva gracias a las inversiones públicas, ha generado pingües beneficios a la banca nacional que tiene aproximadamente el 30% de ella.
En el periódico digital Público (24/11/2017), Antonio Clavero calculaba los beneficios de esos intereses de la deuda en manos de los bancos: 50.000 millones de euros desde la crisis. Es decir, el negocio del robo bancario a la población ha sido redondo. Gracias, entre otras medidas, a este endeudamiento del Estado, los bancos han seguido ganando dinero, los empresarios han tenido ayudas y crédito barato que, con la bajada de salarios y la precariedad laboral, ha permitido que los beneficios hayan sido fabulosos. Desde la crisis los salarios han perdido más de 20.000 millones del PIB en favor de las rentas del capital. Hay que saber que los bancos obtienen el dinero, los euros del BCE a 0% de interés o casi.
La hipertrofia del sistema financiero provoca que los beneficios de la burguesía y de los capitalistas sean cada vez más escasos en los sectores productivos y sumado a las costosísimas inversiones en tecnología, necesiten buscarlos en la especulación financiera, en el robo a los Estados. Los negocios del capital se han convertido en una lucha a muerte entre ellos mismos para obtener las ganancias que permitan mantener este sistema económico en bancarrota, incluso a costa de esquilmar al Estado, a la población y a todos los servicios públicos como estamos viendo con las pensiones.
La imposibilidad de reformar el capitalismo es una realidad. Cualquier medida que no vaya a la expropiación sin indemnización del sistema financiero y de las grandes empresas, acompañada de una planificación social de la economía está condenada al fracaso como lo muestran los países sudamericanos que han intentado ciertas reformas, como Venezuela, Bolivia etc.
En camino hacia una nueva recesión
Esta política de salvamento del capitalismo y de sus beneficios se hace mundialmente y es el mismo programa de los políticos burgueses en todo el planeta. Provoca, además, las mismas consecuencias. Christine Lagard, la presidenta del FMI, advertía hace unos días de “nubarrones en la economía mundial”. La deuda global es 225% del PIB mundial. Las turbulencias monetarias, la competencia comercial mundial son elementos que anticipan otra crisis, otro crack de consecuencias imprevisibles.
Se está preparando una crisis que será peor, porque la desigualdad ha aumentado, la incapacidad de los salarios de absorber las mercancías producidas, la especulación financiera que está creando burbujas y la deuda pública descomunal a nivel mundial, no va a permitir volver a rescatar en las mismas condiciones que en 2008 una economía capitalista en bancarrota.
En el Manifiesto comunista explicaban Marx y Engels: “¿Cómo vence esta crisis la burguesía? De una parte, por la destrucción obligada de una masa de fuerzas productivas; de otra, por la conquista de nuevos mercados y la explotación más intensa de los antiguos. ¿De qué modo lo hace, pues? Preparando crisis más extensas y más violentas y disminuyendo los medios de prevenirlas.”
La única salida a este escenario que nos prepara el capitalismo es el comunismo, es decir, la expropiación del sistema financiero, de las grandes empresas, la planificación social de la economía y el control por parte de los trabajadores y de la sociedad de toda la economía. Y para ello la clase social que tiene potencialmente la clave para la solución es la clase trabajadora ya que posee las condiciones para ello: el número y la fuerza de trabajo colectiva, imprescindibles para mantener la sociedad en funcionamiento.