Trump o Harris... y al final, las grandes empresas ganan

Yazdır
Textos del semanario Lutte Ouvrière - 28 de octubre de 2024
28 de octubre de 2024

Las elecciones en Estados Unidos son sin duda las más seguidas del mundo, y los dos candidatos están empatados.

Trump es un digno representante de los multimillonarios que es: arrogante, sin escrúpulos y, sobre todo, decidido a enriquecer a la clase capitalista. Por ello, apunta a los más pobres, a los migrantes que cruzan la frontera en busca de una vida mejor, a los que llama «criminales» y «alimañas». Por otro lado, promete recortar aún más los impuestos a los más ricos.

Kamala Harris no se queda atrás. «Soy una capitalista», explica a los círculos empresariales. Bajo la administración de Biden, de la que es vicepresidenta, el índice bursátil se duplicó y los multimillonarios se hicieron más ricos que nunca. Elon Musk, el megalómano jefe de Tesla, X y SpaceX, que apoya a Trump, es muy desagradecido: su fortuna, que ya valía 25.000 millones de dólares en 2020, ¡se ha multiplicado por diez bajo Biden! Para la gran masa de la población, en cambio, el nivel de vida se ha deteriorado, con un aumento de los precios del 25%, sin que los salarios sigan el mismo ritmo. Y algunos de ellos, desorientados, se repliegan sobre Trump, ese enemigo patentado de los trabajadores.

A pesar de la incertidumbre de la votación, ya sabemos quiénes serán los ganadores y los perdedores. En este país presentado como El Dorado, toda una parte de los trabajadores se ven obligados a tener dos o incluso tres empleos precarios y mal pagados para poder llegar a fin de mes. El país presume de un bajo desempleo, pero eso se debe a que millones de trabajadores han abandonado el mercado laboral y ya no figuran en las estadísticas. En el corazón de la primera potencia mundial, el número de personas sin hogar se dispara: se calcula que sólo en Los Ángeles hay 75.000, que apenas viven más allá de los 50 años. La esperanza de vida de toda la población desciende, situando al país en el puesto 35 del mundo, por detrás de Cuba y Chile. Cada año, más de 100.000 estadounidenses, en su mayoría de clase trabajadora, mueren por sobredosis de drogas. Otros 45.000 mueren porque no pueden pagar la atención médica. Y esto no cambiará después del 5 de noviembre.

En el otro extremo de la sociedad, es seguro que, sea quien sea el nuevo presidente, Jeff Bezos y Mark Zuckerberg seguirán llevándose el premio gordo. En cuanto a la política exterior del país, continuará. Harris y Trump han anunciado, por ejemplo, que seguirán suministrando las armas y el dinero con los que Israel hace la guerra a los palestinos, a los libaneses y quizá mañana a los iraníes.

Visto desde aquí, la crudeza y el cinismo descarado de Trump son asombrosos. Sin embargo, el sistema estadounidense no es tan diferente del nuestro. Cada cuatro u ocho años se alternan dos partidos procapitalistas? Igual que aquí. ¿Es Trump un megalómano? Por supuesto, ¿pero no lo es Macron? Trump ha hecho del racismo un negocio, y en un país construido por inmigrantes, él y Harris prometen absurdamente restringir la inmigración. Los políticos franceses, con Le Pen a la cabeza, dicen lo mismo. Hay que construir un muro y deportar a los sin papeles, dicen Trump y Harris; hay que reforzar las fronteras y deportar a los sin papeles, dicen Barnier, Macron y Le Pen.

Así que no hay nada que esperar de estas elecciones, pero sería un error perder el interés por el futuro de este país. No sólo porque está a la vanguardia de la innovación científica y tecnológica. Sino también porque es el hogar de una clase trabajadora que ha luchado mucho en el pasado. Desde las grandes huelgas obreras hasta la revuelta de los negros y la lucha de los jóvenes contra la guerra de Vietnam, los hombres y mujeres que crean la riqueza del país han luchado duro. Hoy, su condición se deteriora bajo los golpes de una clase capitalista rapaz. Pero algunas huelgas recientes, a pesar de direcciones sindicales reformistas no mejores que las nuestras, han demostrado que los trabajadores de Estados Unidos pueden luchar por sus reivindicaciones.

De ahí puede venir la esperanza. Las revueltas de los años 60 tuvieron un impacto mundial. Del mismo modo, hoy, una reactivación de las luchas en Estados Unidos tendría repercusiones en todo el mundo. Así que esperemos que, más allá de la fecha límite del 5 de noviembre, los trabajadores estadounidenses no se dejen empobrecer y dividir, y que redescubran el camino de la lucha de clases.

Nathalie Arthaud

Editorial de los boletines de empresas del 28 de octubre de 2024