Bloqueos de carreteras y autopistas, asedios a prefecturas, asaltos a supermercados y quizás un bloqueo de la capital: los agricultores se movilizan en masa desde hace una semana. Algunos de ellos trabajan tan duro que ni siquiera pueden ganar el salario mínimo, ¡así que no podemos sino compartir su rabia!
Los agricultores ya han obligado a Gabriel Attal, el Primer Ministro, a hacer concesiones que están lejos de satisfacer a todos los que están movilizados. El enfado es profundo. Y la FNSEA, sindicato mayoritario, ha tomado la iniciativa y reclama nuevas medidas.
En la agricultura, como en otros sectores de la economía, hay grandes y pequeños actores. Los grandes son verdaderos capitalistas, como Arnaud Rousseau, patrón de la gran empresa agroalimentaria Avril (Lesieur, etc.), que también es presidente de la FNSEA. Participan en la fijación de los precios del mercado y se comportan como financieros. Pueden hacer frente a las crisis, e incluso aprovecharlas para aplastar a los más pequeños.
Estos empresarios ganan dinero exportando a todo el mundo. Saben aprovechar los acuerdos de libre comercio que están acabando con muchos pequeños agricultores aquí y en los países pobres. Les oímos denunciar la competencia extranjera y reclamar impuestos fronterizos, pero son los primeros en exportar a todo el mundo y defender la ley del mercado. Y utilizan la difícil situación de los pequeños agricultores para obtener nuevas subvenciones.
En cambio, los pequeños agricultores son trabajadores de la tierra, aplastados por los intermediarios, la agroindustria, los supermercados y los bancos, con los que a menudo están sobreendeudados. Son asfixiados por las grandes empresas. Lactalis, por ejemplo, compra un litro de leche a los productores a 40 céntimos, litro por el que los consumidores pagan 1 euro o 1,20 euros en los supermercados; no es de extrañar que la familia Besnier, accionista de Lactalis, figure entre las más ricas de Francia, con una fortuna de 40.000 millones de euros. Además, los ganaderos tienen que hacer frente a los caprichos del clima, las epizootias y mil y un condicionantes.
Trabajando de la mañana a la noche, sin poder pagar las facturas y dependientes de las grandes empresas, tienen una cosa en común con todos los trabajadores. Vivir sin control sobre su salario y sus condiciones de trabajo es la suerte de casi todos los asalariados, obreros, empleados y técnicos. Ver caer en picado su poder adquisitivo, arriesgarse a encontrarse sin trabajo ni vivienda es el destino de millones de trabajadores. Pues bien, ¡no tenemos por qué aceptar lo que los campesinos movilizados no aceptan para nosotros!
Estos pequeños agricultores son, como nosotros, trabajadores de la base de la sociedad. Alimentan a la población, dicen con orgullo y razón. Pero si no fuera por los trabajadores que transportan, transforman y envasan los productos agrícolas... no alimentarían a nadie más que a sí mismos. Y sin los obreros, los trabajadores de los hospitales, los albañiles y los limpiadores, la sociedad se detendría en seco.
Los obreros y los campesinos son la fuente de toda riqueza. Pero son los capitalistas, los parásitos y los financieros quienes se benefician de este trabajo. No tenemos por qué aceptarlo.
Vivimos en una economía injusta en la que los capitalistas multimillonarios aplastan a todas las clases trabajadoras. Así que sí, ¡la clase obrera y los pequeños agricultores, artesanos y comerciantes pueden unirse en la lucha contra las grandes empresas y los bancos!
La ironía de la situación es que los pequeños agricultores, víctimas de la ley del más fuerte forma el corazón del capitalismo, son sus defensores, ya que aspiran a consolidar su propiedad. Incluso si, para muchos de ellos, esto significa toda una vida de deudas y la amenaza de la quiebra y la expropiación. Aunque su libre empresa les convierta en cuasi asalariados de los grandes grupos agroalimentarios.
Como todos los explotados, los pequeños agricultores no descansarán hasta derrocar el capitalismo. Pero esta lucha incumbe en primer lugar a la clase obrera. No basta con la solidaridad, la compasión y la admiración por la lucha de los campesinos: su movilización debe ser una fuente de espíritu de lucha para todos nosotros, los trabajadores. Si queremos que se nos escuche y respete, no tenemos más remedio que luchar por nuestros intereses de clase y por la perspectiva de una sociedad totalmente diferente, colectiva y planificada.
Nathalie Arthaud
Editorial de los boletines de empresas del 29 de enero de 2024