El año segundo del gobierno Meloni

Yazdır
Textos del mensual Lutte de classe - Febrero de 2024
Febrero de 2024

En Italia, la coalición liderada por Giorgia Meloni lleva desde septiembre de 2022 en el poder. Esta coalición reúne a Forza Italia, el partido del difunto Berlusconi, a la Lega, el partido de extrema derecha conducido por Matteo Salvini, y al partido de Meloni, Fratelli d’Italia, heredero del MSI, el movimiento social italiano, neofascista. Más allá de sus salidas populistas, ¿cuál es el balance de este gobierno dirigido por una mujer relativamente joven, heredera política de los nostálgicos de Mussolini? Traducimos a continuación un artículo de L’Internazionale (UCI) de diciembre de 2023.

Desde el principio, el gobierno de Meloni se situó en el terreno clásico del poder en Italia: se buscó apoyos sólidos en la opinión pública, en primer lugar, entre la numerosa pequeña y mediana burguesía del comercio, el turismo, los sectores manufactureros y las profesiones liberales, sin dejar de obedecer a las exigencias del gran capital.

En mayo de 2023, en un mitin en Catane, Meloni recuperó un gran clásico del populismo pequeñoburgués: “La lucha contra la evasión fiscal debe desarrollarse donde ésta existe de verdad: en las grandes compañías, los bancos, los estafadores del IVA, que no en el pequeño comerciante que se ve robado por el Estado.” Es fácil imaginar cuán suave resulta semejante música a los oídos de la numerosísima y muy heterogénea pequeña burguesía de Italia… Sin embargo, cuando llegó el momento de poner en práctica algo que se pareciera a justicia fiscal, contra los bancos, la buena voluntad se esfumó.

El incomparable ministro Salvini anunció en agosto un decreto que preveía un impuesto extraordinario a las “superganancias”. “Se trata de una medida de justicia social” decía, prometiendo que serviría para “ayudar a los nuevos propietarios para que paguen sus deudas y para bajar los impuestos”. Salvini adelantaba que el Estado sacaría “varios miles de millones” de la operación. Pues bien, después de recibir acérrimas críticas por parte de los bancos italianos y europeos y de la Confindustria (la CEOE italiana), la medida, votada por el Senado, fue transformada radicalmente por la mayoría gubernamental, que la había iniciado.

La nueva versión corregida permite a los bancos elegir no pagar un solo céntimo al impuesto extraordinario (limitado a un año), e incluso desviar fuera de su balance un importe que equivalga a 2,5 veces la tasa, siempre que lo dediquen a su “patrimonio”, o sea, sus reservas. Los expertos añaden que los bancos hubieran desviado los fondos de todos modos, puesto que sus beneficios son elevadísimos en los nueve primeros meses de 2023. Los beneficios del año alcanzarán con toda probabilidad los 40.000 millones de euros, de los cuales 16.500 millones sólo para las cinco mayores entidades bancarias. Y para acabar de quitarle hierro al impuesto extraordinario, el importe máximo fue establecido en un 0,26% de los activos ponderados de los bancos, o sea sin tener en cuenta todos los préstamos al Estado que los bancos tienen en gran cantidad.

Esto es sólo un ejemplo ilustrativo de toda la política económica del gobierno, que consiste en tapar con declaraciones populistas una política al servicio del gran capital.

Una fortaleza sólida para los Estados Unidos en Europa

En el plano internacional, la coalición de derechas también consolida formalmente el vínculo de sujeción a Estados Unidos. Quiere ser reconocido como su amigo más fiable en Europa, especialmente valioso para Washington mientras varios países del este europeo expresan su cansancio o su hostilidad abierta ante el gobierno ucraniano. Así comentó el nuevo embajador estadounidense en el país, Jack Markell, la entrevista telefónica a principios de octubre entre Biden y los dirigentes europeos, entre los cuales estaba Meloni: “Italia ha demostrado una vez más ser un aliado fiable y Giorgia Meloni sin duda es un apoyo sólido en el respaldo a Ucrania.

A pesar de unas posturas de “mujer del pueblo”, la presidenta del consejo es reconocida por todo aquel mundo de la banca global al que ella en sus mítines de campaña tachaba de “gran poder oculto” que había que echar abajo en nombre de la soberanía nacional. El dirigente de BlackRock, el mayor fondo de inversión del mundo, en una entrevista al diario Milano Finanza se declara convencido de la fuerza del gobierno italiano, sin detenerse en sus posiciones políticas, y optimista en cuanto a sus perspectivas. ¡Sin embargo en sus discursos Meloni y Salvini explicaban que grupos como BlackRock conspiraban para derribar su gobierno!

Por otra parte, a las clases poseedoras, la coherencia entre las promesas electorales y los actos les tiene sin cuidado, pues ellas detentan el poder económico, o sea, el verdadero poder. Lo importante es que la máquina gubernamental se ponga al servicio de sus intereses y sea capaz de neutralizar los aparatos burocráticos cuando éstos obstaculizan la acumulación de ganancias, si bien no los hacen más eficaces.

Una banda de personajes mediocres

A los ojos de la gran burguesía italiana, el gobierno de Meloni sigue siendo un buen servidor siempre que cumpla tres condiciones: el mantenimiento de una relación sólida con Estados Unidos, una política rigurosamente antiobrera y la aprobación de medidas que permitan repartir los miles de millones del plan de recuperación financiado por la UE entre las grandes empresas italianas, sin perder las facilidades y ayudas financieras que el Estado nacional siempre ha derramado sobre la patronal.

Con tal de cumplir esas condiciones, el gobierno y los dirigentes de partidos pueden seguir siendo lo que son, una banda de personajes mediocres. Una serie de ministros y subsecretarios de Estado están imputados, como la ministra de Turismo Daniela Santanchè (por quiebra fraudulenta, fraude contra el Estado y declaraciones falsas), el subsecretario de Cultura Vittorio Sgarbi (evasión fiscal, fraude fiscal), el subsecretario de Justicia Andrea Del Mastro (abuso de información privilegiada), sin olvidar el caso más reciente de Maurizio Gasparri, senador y presidente del grupo de Forza Italia en el Senado. El periodista Sigfrido Ranucci desveló que Gasparri es el presidente de una empresa de ciberseguridad, lo cual él nunca declaró y le pone en situación evidente de conflicto de intereses en las licitaciones del gobierno para prestaciones de esa clase.

Los personajes de este gobierno hacen pensar en los tontos y los magliari de la película I Magliari de Francesco Rosi, que todos se afanan entre estafas de pequeño calibre, ligados entre ellos con asociaciones y parentesco. Pues bien, esta nueva pandilla de políticos no difiere de las anteriores por su mayor falta de honradez, sino por su falta de destreza. Sus “cualidades” son en cierta medida el reflejo de buena parte de la burguesía italiana, lo cual explica la gran permisividad de ésta para con la baja calidad de su personal político.

Ya en 1977 Guido Carli, que fue banquero, ministro democratacristiano y presidente de Confindustria, explicaba a este respecto, en una larga entrevista televisiva: “La identificación entre una determinada capa social y los hombres en el gobierno sólo existió durante un breve periodo, entre 1861 y 1876, es decir cuando la caída de la derecha histórica. En aquel entonces, la mayoría parlamentaria, el gobierno, la administración fueron amplia y directamente llevados por los terratenientes. Cumplieron con sus deberes para con el Estado, por ejemplo, su deber fiscal, lo cual permite juzgar el espíritu cívico de una clase dirigente.” Era una manera de decir que desde aquella época la gran burguesía, mezcla de terratenientes convertidos en capitalistas industriales y financieros, ya no cumple tan escrupulosamente su deber fiscal, sin dejar de ser, desde hace 150 años, la clase dirigente.