Como bien sabemos, las conquistas sociales y laborales, no han caído del cielo. Que hoy se pueda disfrutar –no siempre- de la jornada laboral de 8 horas es fruto de la lucha de los trabajadores en Barcelona hace ahora precisamente 100 años, con una huelga ya histórica, la huelga de “La Canadiense”, principal empresa eléctrica en Barcelona, en 1919.
La huelga se inició por solidaridad con ocho oficinistas despedidos por protestar por una bajada del salario; pronto toda la fábrica se puso en huelga y Barcelona quedó paralizada. Sin luz, hubieron de cerrar sus puertas comercios y gran parte de cines y teatros. El Banco de España paralizó sus operaciones, los tranvías se pararon y los periódicos no llegaban a imprimirse. La extensión del conflicto ocurrió desde los primeros días con, por ejemplo, los trabajadores del textil o los de la Compañía General de Aguas de Barcelona. Hasta los faroleros de la ciudad se sumaron al paro.
La huelga paralizó durante dos meses la ciudad y contó con gran apoyo popular. Y esto a pesar de las detenciones de miles de obreros, de la militarización de los servicios en huelga, y de que incluso se decretó el Estado de guerra. Pero tras estos dos meses de lucha se firmó el aumento de salarios, la jornada de ocho horas, la readmisión de los despedidos y la promesa de liberar a los más de 1000 trabajadores detenidos.
España se convirtió así en uno de los primeros países europeos en darle forma legislativa a la jornada de 8 horas.
Como vemos, durante casi un siglo, la clase obrera ha estado luchando por conseguir una reducción de la jornada laboral, que la revolución industrial había alargado de forma desproporcionada en toda Europa. En Gran Bretaña, los sindicatos y el movimiento cartista la reclamaban desde 1830-1840. Su movilización impuso la limitación del trabajo infantil y la reducción de la jornada laboral a diez horas, que a menudo superaba las dieciséis horas.
En 1866, la Primera Internacional declaró que limitar la jornada laboral a ocho horas era “el requisito previo sin el cual fracasarán todos los esfuerzos de emancipación”. Para los militantes más conscientes, se trataba de luchar por los trabajadores no sólo por el derecho al descanso y a la cultura, sino también por el derecho a prepararse para la lucha por el derrocamiento del capitalismo. Son las famosas tres ochos por las que se lucha: ocho horas de trabajo, ocho de descanso y ocho de ocio.
En su congreso fundacional en París en 1889, la Segunda Internacional decidió organizar “una gran manifestación en una fecha fija para que en todos los países y ciudades a la vez, en el mismo día acordado, los trabajadores avisen a las autoridades públicas para que reduzcan legalmente la jornada laboral a ocho horas”. La fecha del 1 de mayo fue elegida como un tributo a los trabajadores estadounidenses que habían iniciado la huelga general de ocho horas el 1 de mayo de 1886 y que habían sido salvajemente reprimidos en Chicago, los que han pasado a la historia como “Los mártires de Chicago”.
Las cúpulas que dirigen la sociedad, tienen mucho interés en que la historia del 1º de Mayo y en general, la historia del movimiento obrero, desaparezcan; por eso más empeño tenemos que poner nosotros en recuperar el sentido de clase de este día y que los jóvenes y menos jóvenes aprendan y no olviden que manifestarse el 1 de mayo era hace solo unas décadas un acto de heroísmo ya que significaba el despido inmediato o la cárcel y conviene recordar a todos esos militantes desconocidos y anónimos que con determinación afrontaba la represión política y patronal para afirmar el porvenir de una sociedad socialista.
Ha pasado el tiempo pero no los problemas de los trabajadores, que aunque varían, en el fondo son similares. Pero a pesar de los agoreros de la izquierda y de la derecha, a pesar de los intelectuales que hablan de la de desaparición de la clase obrera, la sociedad pone las cosas en su sitio: nunca en la historia del mundo entero la clase trabajadora ha sido tan numerosa. Por ello: ¡Viva la lucha de la clase obrera! ¡Viva el 1º de mayo!