Con los datos publicados sobre el empleo proporcionados por la Encuesta de Población Activa (EPA) durante el segundo trimestre de este año y a falta de ver su evolución durante el verano, la creación de empleo ha crecido dando trabajo a unos 21 millones de trabajadores. Pero solo mejoran las cifras, la realidad de los contratos es otra.
Toda mejora en el empleo es bienvenida, sin embargo, debido a las condiciones laborales que se desarrollan en un gran número de empresas al amparo de la última reforma laboral, esta mejoría queda en entredicho, pues el empleo que se viene ofreciendo sigue marcado por altos índices de precariedad e inseguridad, bajos salarios y condiciones de explotación que afectan a jóvenes, mujeres y trabajador@s de más de 50 años, en todos los sectores.
Durante el segundo trimestre de este año el número de contrataciones de mujeres ha crecido hasta alcanzar la cifra de 1.485.000. El empleo aumentó en 332.200 hombres y en 271.800 mujeres.
Esto, que supone un avance, ofrece una nueva lectura. Y es que, si tenemos en cuenta que sigue existiendo una elevada brecha salarial entre hombres y mujeres, este dato se puede interpretar también como una estrategia de la patronal para aumentar sus beneficios. Consistiría en aprovechar la brecha de género para pagar menos a las mujeres, pues a igual trabajo entre hombres y mujeres el empresario sabe que puede obtener más beneficios contratando a este colectivo al que puede seguir pagando menos, obteniendo así una plusvalía más elevada.
La situación de la mujer no es fácil en el mundo laboral, a pesar de lo que nos quieran hacer ver desde las posiciones de los medios “progres” y desde el propio gobierno. La precariedad laboral que sufre la mujer en el ámbito laboral no se resuelve con leyes de igualdad, de paridad o de conciliación, se resuelve expropiando los beneficios como única forma de forzar a los empresarios a un trato igual sin distinción de ninguna clase entre los trabajadores en sus condiciones laborales y de salarios.
Por otra parte, en cuanto al tipo de contrato los indefinidos han aumentado en 410.100, situándose en 14,7 millones; por su parte se firmaron 95.400 contratos temporales más en ese trimestre.
Sin embargo, pese a este aumento de la contratación indefinida el promedio de duración de estos contratos se ha desplomado. En marzo de 2021, sin la reforma laboral en vigor y un 14 % de contratos indefinidos, la duración media de un contrato era de 52,01 días. En Marzo de 2023 los contratos indefinidos firmados fueron un 46%. Pero ello no se ha traducido en un aumento en la duración de estos contratos, al contrario pues la media de duración se ha situado entre los 40 a 45 días, e incluso de menor duración. Nos decían que la temporalidad desparecería con la nueva reforma laboral pero ha dejado la puerta abierta a los empresarios para disminuir la duración de los contratos alimentando de nuevo la precariedad laboral.
Y esta situación la están viviendo muchos jóvenes una vez acaban sus estudios y comienzan la odisea de encontrar su primer trabajo. Muchos de estos empleos no son garantía de futuro y son muchos los jóvenes que tienen que buscar más de un trabajo para poder independizarse.
Discriminación laboral entre jóvenes y parados de larga duración
De los 2,76 millones de parados contabilizados en España al finalizar el segundo trimestre del año, el 16,9% son jóvenes menores de 25 años y el 37,6% son parados de larga duración, que llevan más de un año en el desempleo.
Casi un tercio de los desempleados, 838.400 de 2,76 millones según los datos de la EPA, lo es por larga duración (es decir por llevar más de un año buscando empleo). Y es que desde principios de 2021 esta cifra de desempleados no cambia mucho, con ligeros altibajos se mantiene entre los más de 800.000 y cerca del millón.
Quedarse en paro a partir de los 50 años suele significar permanecer fuera del mercado laboral por mucho tiempo. Detrás de los despidos de trabajadores de cierta edad se encuentra casi siempre el deseo del empresario de aligerar costos laborales para luego contratar a trabajadores más jóvenes, por menos dinero y con contratos más precarios. Y es que el despido sigue siendo barato si se compara con la plusvalía que ha extraído la empresa del robo social del trabajo.
Las empresas pueden emplear a los jóvenes que buscan su primer empleo o bien puede mantener por algún tiempo a plantillas de trabajadores de más edad, si bien todo ello según sus cálculos de estrategia en la búsqueda de beneficios, dependiendo de determinados factores económicos que vienen marcados por la situación de bonanza en las empresas y en el plano laboral por la situación de los salarios, los convenios o los cambios en las leyes laborales.
Cuando se hace atractiva para las empresas la contratación de trabajadores jóvenes la rueda se pone en marcha, desplazando a su vez fuera del mercado laboral a los trabajadores de más edad. Y también puede suceder al contrario, aumentar el desempleo entre los jóvenes debido al estancamiento de la contratación en las empresas. Estas tendencias se alternan según el ciclo económico y sobre todo debido al papel protector del gobierno de turno, que incentivan a las empresas para la contratación de determinados colectivos de trabajadores.
El origen de la explotación es el propio sistema capitalista
En cualquier caso, el capitalismo necesita del paro, “el ejército de reserva que diría Marx”, para forzar los salarios y las condiciones laborales. Por eso el paro no desaparecerá si no se lucha desde las empresas ya que la explotación laboral es el medio de subsistencia del capitalista, del empresario capitalista.
El acceso al mercado laboral para la mayoría de la población sigue siendo un problema por ese modo de funcionamiento bajo el capitalismo. El encontrar empleo o mantenerlo depende de los intereses puestos en juego en el mercado laboral que está regido por el beneficio privado inmediato, beneficios que los empresarios extraen de la explotación de la fuerza de trabajo humano en forma de plusvalía.
El trabajo entendido como forma de ganarse la vida participando en la producción en la sociedad no tiene nada que ver con la realidad laboral que impone el capitalismo. Esa realidad está impuesta dentro de los límites de la propiedad privada y la vemos a diario con la precariedad y los bajos salarios, los despidos o los ERTE, es la explotación laboral lo que ofrece el capitalismo a la clase trabajadora.
La explotación laboral se vuelve invisible por las leyes de la propiedad privada que ponen al alcance de los empresarios los medios para proteger sus intereses capitalistas, es decir los beneficios que extraen de esa explotación del robo social del trabajo.
La prueba de que bajo el capitalismo priman más los intereses privados de los empresarios por encima de la necesidad social del trabajo se ve a diario y se ha visto en Cádiz por los despidos llevados a cabo en las contratas de los astilleros de Navantia.
La única solución definitiva es derrocar la sociedad capitalista para eliminar la explotación y construir una sociedad basada en el trabajo y la propiedad colectiva de los medios de producción, el socialismo.