Con el 58,5% de los votos, Macron ha sido ampliamente reelegido. Los que tienen buenas razones para alegrarse se encuentran en la gran burguesía, que ha visto prosperar sus negocios, beneficios y fortunas bajo su mandato de cinco años. Para el mundo del trabajo, la eliminación de Le Pen no es ni siquiera un alivio, ya que se hizo en favor de Macron, enemigo probado de los explotados. La segunda vuelta sólo dejaba una elección entre el millonario de extrema derecha disfrazado de demagogo de los pobres, y el hombre de la gran burguesía, por ello la abstención fue tan grande en los barrios obreros.
De forma abierta o implícita, muchos partidos y sindicatos llamaron a los trabajadores a votar por Macron. En contra de lo que puedan decir, esto no nos protegerá de la extrema derecha.
La derrota de Le Pen no debe enmascarar su aumento de votos, que será un estímulo para los individuos y grupos de extrema derecha, antiobreros y racistas. El éxito de la campaña de Le Pen y de Zemmour quizá empuje a algunos de ellos a actuar. Y, no lo dudemos, contarán con el apoyo moral, si no activo, de todos aquellos que, en el corazón mismo del aparato del Estado, en la policía y el ejército, también son portadores de proyectos fascistas.
Los que pensaban que bloqueaban la extrema derecha y la amenaza fascista pasando unos minutos en la cabina electoral deben darse cuenta de la creciente presión de estas ideas en la sociedad. Ya ha empujado a Macron a hacer concesiones a las fuerzas más reaccionarias de la sociedad. Se ejercerá con más fuerza mañana y llevará al propio Macron a hacer de Le Pen.
Por supuesto, muchos de los 13 millones de votantes de Le Pen no son racistas, fascistas remigrantes o policías islamófobos. Muchas mujeres y hombres de clase trabajadora votaron a Le Pen para expulsar a Macron. Así lo revelan los resultados de los territorios de Ultramar, donde Le Pen se impuso, a pesar de que en la primera vuelta se expresó el descontento con la papeleta de Mélenchon.
Para muchos trabajadores pobres, desempleados y pensionistas, el odio a Macron fue más fuerte que cualquier otra cosa y les llevó a votar a Rassemblement National. Al hacerlo, fortalecieron a la extrema derecha, es decir, a sus peores enemigos.
En el mundo laboral, la desorientación política lleva a algunos a la indiferencia de la abstención, a otros a la trampa de las ilusiones electorales que les hacen creer que su destino depende de la elección de fulanito o menganito. Esta situación es responsabilidad de los partidos de izquierda. ¿Quién ha sustituido las luchas militantes de los trabajadores en las empresas por las luchas electorales? Y, una vez elegido, ¿quién decepcionó y confundió a las clases trabajadoras al adoptar la misma política antiobrera que los partidos de derecha, sino el Partido Socialista, flanqueado o no por el Partido Comunista? Los mismos partidos completaron la difuminación de los puntos de referencia políticos, haciendo pasar a los enemigos de los trabajadores por salvadores, en nombre del frente republicano. ¡Y esto es lo que acaban de hacer con Macron!
No es cuestión de reír o llorar, sino de entender: mientras sigamos buscando un representante en el cuadro político respetuoso con el sistema burgués, sólo podemos perder.
En el marco del capitalismo, no puede haber un buen presidente para los trabajadores. Ningún presidente de la República puede controlar la inflación, la crisis económica o las guerras. Mientras prevalezcan las leyes de la competencia y la competitividad, ningún presidente tiene el poder de reducir la explotación y las desigualdades que crean tanto sufrimiento.
Los trabajadores no tenían nada que ganar en estas elecciones, ni mucho que perder. Lo principal es que recupere su espíritu de lucha. Su fuerza siempre ha estado en las luchas colectivas, las huelgas y las manifestaciones, y así seguirá siendo.
Con Macron en el poder, ya sabemos lo que podemos esperar: la jubilación a los 65 años, el cuestionamiento de la RSA, la rehabilitación del salario por méritos, querido por Sarkozy… Y, el agravamiento de la crisis económica y la voluntad de la clase capitalista de sacar provecho de ella, ayudará a atacar la condición obrera. Por lo tanto, el futuro próximo dependerá de nosotros mismos, de nuestra capacidad de mantenernos unidos para rechazar colectivamente los ataques antiobreros. Y, para hacer frente a las amenazas políticas de la extrema derecha, debemos renovar la lucha contra el capitalismo, con el objetivo final de acabar con el poder de la burguesía.
Traducido de Lutte Ouvrière 25-04-2022