La extrema izquierda, la cuestión palestina, y Hamás

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Otros textos - 18 de noviembre de 2023
18 de noviembre de 2023

La guerra que se reanudó entre el Estado israelí y los palestinos el pasado 7 de octubre llevó a la extrema izquierda a tomar posición. Este artículo se concentra en las políticas de dos organizaciones que militan en Francia, el Nouveau parti anticapitaliste (NPA) de Philippe Poutou y Olivier Besancenot (cuyo semanal es L’Anticapitaliste)1 y Révolution permanente (RP), cuyo portavoz es Anasse Kazib, y que pertenece a la CRT, la misma corriente de laizquierdadiario.es en España y algunos países de América Latina.

El 7 de octubre, el NPA publicó primero un comunicado que se alegraba de que la “ofensiva” proceda del “lado de la resistencia”: “El NPA recuerda su apoyo a los Palestin@s y a los medios de lucha que han elegido para resistir.” Puede que se sintiera algo incómodo puesto que dichos “medios de lucha” incluían la masacre de centenares de civiles israelíes, o incluso de obreros jornaleros tailandeses, por lo que el NPA matizó su posición dos días después, escribiendo que “el proyecto político e ideológico, la estrategia y los medios de lucha de Hamás” no eran los suyos, que lamentaba “todas las víctimas civiles” y denunciaba “todos los crímenes de guerra”. Sin embargo, en ningún momento el NPA critica la naturaleza de clase, burguesa de Hamás, ni tampoco su política nacionalista y reaccionaria. Desde hace un mes y medio, expresa su solidaridad con Hamás, considerado la dirección del pueblo palestino, sin oponerle una política de clase.

Cabe decir que el NPA casi ya no habla de revolución obrera ni de comunismo. En el plano internacional, la “solidaridad” con los pueblos oprimidos en general, y en particular con quienes se presentan como sus dirigentes, es su regla de conducta. No es el lugar de examinar cómo semejante apoyo, socialmente indiscriminado, lo lleva en la guerra de Ucrania a respaldar el bando de la OTAN, Biden y Macron contra la Rusia de Putin. En Francia, su expresión política ya no se distingue mucho de la de La France insoumise, el partido de Melenchon, al que ha propuesto una campaña común de cara a las elecciones europeas de 2024 – un gesto en continuidad con los acuerdos electorales firmados con ese partido en 2020 y en 2021, y fracasados en 2022.

RP en cambio dice ser trotskista y revolucionaria. Recordemos que el grupo procede de la corriente morenista, y que en Francia se formó en 2021 como escisión del NPA, al que reprochaba su deriva hacia la izquierda institucional. Sobre la cuestión palestina, RP defiende, en realidad, una política similar de apoyo a las organizaciones nacionalistas. Al igual que el NPA, su problema con el Hamás son las “víctimas civiles” del 7 de octubre, o sea una crítica que se hubiera podido dirigir al poder bolchevique en su época. Califica a Hamás de “organización pro capitalista y religiosa”, y hasta explica que su programa de un Estado islamista es “reaccionario”; sin embargo, lo apoya porque apoya a “la resistencia palestina”, también llamada “la resistencia del bando palestino”. En un reciente artículo, RP critica a Lutte ouvriere por “faltar a unos principios de solidaridad básica con las luchas de liberación nacional”, lo cual merece una respuesta.

Los comunistas y la cuestión nacional

En un país imperialista como Francia, los revolucionarios deben afirmar su solidaridad con las víctimas de las grandes potencias, y en particular aquí con el pueblo palestino. Al contrario de lo que escribe RP, Lutte ouvriere no es neutral, ni “equidistante” entre “una organización del movimiento nacional palestino y el Estado de Israel”. No hemos dejado de denunciar la política de los dirigentes israelíes contra los derechos básicos del pueblo palestino, y su terrorismo de Estado, cuya violencia se ejerce en una escala sin comparación posible con la de Hamás y con el beneplácito de las potencias imperialistas, entre las cuales Francia.

Sin embargo, la solidaridad no fundamenta una política marxista. Aunque cada situación sea particular, la cuestión de las luchas nacionales y el nacionalismo no es nueva en el movimiento comunista. En su crítica de nuestra política, RP convoca a Marx, Engels, Lenin y Trotsky, quienes ya no están para zanjar el asunto, pero que dejaron una abundante literatura sobre el tema. En particular Lenin y Trotsky, que hacían frente tanto a la dominación imperialista y a numerosos movimientos de liberación nacional.

En el seno de la Segunda Internacional, Lenin respaldaba el derecho de los polacos y de los judíos víctimas de opresión en la Rusia zarista, pero luchaba contra los nacionalistas burgueses polacos y contra el Bund, que sólo pretendía organizar a trabajadores judíos. Para él, reconocer el derecho de autodeterminación de la nación polaca o de la nación judía o de otra era inseparable de la lucha contra los nacionalistas que decían representarlas2. Durante la Primera Guerra Mundial, Rosa Luxemburgo y Lenin denunciaban la capitulación de la SFIO francesa, del partido socialdemócrata alemán y por ejemplo del Labour británico, quienes defendían sus imperialismos respectivos en pelea por su cuota en el saqueo colonial. El marxismo de aquellos dirigentes revolucionarios era sin ambigüedad. RP subraya que, en El socialismo y la guerra (1915), Lenin estaba de parte de la victoria de Marruecos contra Francia, de la India contra Inglaterra, de Persia o China contra Rusia. Es verdad. Pero Lenin también defendía la lucha de clase del proletariado de los países colonizados o semicoloniales contra sus clases dirigentes locales y sus representantes, sultán, señor de la guerra, maharajá.

Durante la revolución rusa, el joven poder soviético reconocía el derecho de autodeterminación de los pueblos, pero quería federarlos, en el marco de la transformación revolucionaria de la sociedad, y luchaba de manera implacable por el poder proletario contra los nacionalistas burgueses, ya fuesen ucranianos, polacos o georgianos.

En su segundo congreso, en 1920, la Internacional comunista debatió sobre la cuestión nacional y colonial. Inscribió en su programa la lucha contra el colonialismo y el imperialismo, pero añadió:

Existen en los países oprimidos dos movimientos que se están separando cada día más: el primero es el movimiento burgués democrático nacionalista, que tiene un programa de independencia política y de orden burgués; el otro es el de los campesinos y los obreros ignorantes y pobres por su emancipación de toda explotación.

El primero procura dirigir al segundo, y a menudo lo consigue en cierta medida. Pero la Internacional comunista y sus partidos afiliados deben combatir esa tendencia y buscar el desarrollo de los sentimientos de ser una clase independiente entre las masas obreras de las colonias.

Una de las mayores tareas para lograrlo es la formación de partidos comunistas que organicen a los obreros y a los campesinos y los lleven a la revolución y a la implementación de la República soviética.” (tesis adicional nº7)

Las mismas tesis insisten en la necesidad de luchar contra “la influencia reaccionaria y medieval del clero”, “el panislamismo, el panasiatismo y demás movimientos similares.” Ese texto, redactado por Lenin, añade: “La Internacional comunista debe apoyar los movimientos revolucionarios en las colonias y en los países atrasados sólo si los elementos de los más puros partidos comunistas – y comunistas de verdad – son agrupados e informados de sus tareas particulares, es decir, su misión de combatir el movimiento burgués democrático.” (tesis 11) Dondequiera que lo pudieran, incluso en la India o en Palestina, los comunistas crearon partidos independientes de los movimientos nacionalistas burgueses.

Durante la revolución china (1925-1927), Lenin había muerto, Trotsky había sido apartado de la dirección de la Internacional, y Stalin, Zinóviev y Bujarin pidieron al joven partido comunista chino que respaldase al partido nacionalista burgués Kuomintang y hasta que se fundiera en él. Ya se sabe qué pasó después: el Kuomintang de Chang Kai-shek se hizo con el poder, masacró a los proletarios y liquidó a los militantes comunistas que lo habían apoyado, para luego ejercer una dictadura feroz durante más de veinte años. Trotsky no se cansó de denunciar esa política de la Internacional, y en el sexto congreso de ésta, en 1928, dio una crítica en regla:

El problema de la naturaleza y de la política de la burguesía viene determinado por toda la estructura interna de las clases en la nación que lidera la lucha revolucionaria, por la época histórica en la que tiene lugar esa lucha, por el grado de dependencia económica, política y militar que liga a la burguesía indígena con el imperialismo mundial o parte de él, y por fin – lo principal – por el nivel de la actividad de clase del proletariado indígena y el estado de su relación con el movimiento revolucionario internacional. Una revolución democrática o la liberación nacional pueden permitirle a la burguesía ampliar y expandir sus posibilidades de explotación. La intervención autónoma del proletariado en el campo revolucionario amenaza de quitárselas todas.” (La Internacional comunista después de Lenin)

Trotsky nunca cambió de posición. Aún en mayo de 1940, escribió en el Manifiesto de alarma de la IVª Internacional:

La IVª Internacional no erige una barrera entre países atrasados y avanzados, entre revolución democrática y socialista. Más bien los combina y los subordina a la lucha mundial de los oprimidos contra los opresores. Así como la única fuerza auténticamente revolucionaria de nuestro tiempo es el proletariado internacional, el único programa verdadero para la liquidación de cualquier opresión social o nacional es el de la revolución permanente.”

Más tarde, el Secretariado Unificado de la IVª Internacional renunció a esa política, y le siguió el juego a los movimientos nacionalistas de los países pobres, desde el PC chino a los sandinistas nicaragüeños, y al FNL vietnamita y el FLN argelino, que cada uno en su momento eran presentados como un camino hacia el socialismo.

Hamás y la lucha nacional de los palestinos

Cuando RP critica nuestra consigna “Contra el imperialismo y sus maniobras, contra Netanyahu y Hamás, ¡proletarios de Francia, Palestina, Israel… uníos!”, en realidad la meta de su crítica es la expresión “contra Hamás”. Hamás administra la Franja de Gaza desde 2007. Tras ganar las elecciones de 2006 frente a Fatah, que venía desacreditado por su colaboración con el Estado israelí, lo derrotó en un enfrentamiento sangriento. Hamás, cuyo nombre significa “movimiento de la resistencia islámica”, se impuso pues en el terreno del nacionalismo burgués, pero en su versión religiosa y reaccionaria. Primero intentó encerrar a las mujeres en las tareas domésticas, imponerles el velo o la prohibición de fumar en público, pero tuvo que retroceder ante las resistencias. Además, si un movimiento obrero comunista se desarrolla en Gaza, tendrá que afrontar una represión equiparable con la de los dirigentes iraníes o de Arabia Saudí, dos regímenes que son modelos para una rama palestina de la Hermandad Musulmana como Hamás.

Calificar a Hamás como “la principal organización de la resistencia” palestina es un abuso de lenguaje, por no decir una estafa. Desde hace 17 años, ejerce su dictadura contra los 2,2 millones de habitantes de Gaza. Dirige un pequeño aparato estatal, con una administración, impuestos, una milicia, cárceles, y un aparato represivo. Antes del 7 de octubre, puede que mantuviera cierto prestigio entre los palestinos, puede que no. Hamás no organiza elecciones. Muchas críticas son dirigidas a él: sus cuadros, quienes defienden los privilegios de la burguesía palestina, suelen ser corruptos y vivir mejor que el resto de la población. Varias movilizaciones espontáneas han surgido en los últimos años, mediante las redes sociales, como el movimiento “queremos vivir” en 2019, cuando miles de jóvenes se manifestaron contra los impuestos y la pobreza – antes de que Hamás los reprimiera violentamente. En el marco del enfrentamiento con Israel, Hamás no busca fomentar o apoyarse en un movimiento de masa, y procura ahogar cualquier atisbo de revuelta espontánea. Durante la primavera de 2021, cuando la juventud de los barrios ocupados de Jerusalén, Cisjordania y de los campos de refugiados se levantó, Hamás quiso aprovechar la situación e imponerse como interlocutor inevitable del poder israelí. Al disparar cohetes contra Israel, quiso demostrar que era la única organización combatiente. El Estado de Israel respondió bombardeando Gaza, y el conflicto militar puso fin a la revuelta de la juventud.

Si parte de las masas palestinas confían en Hamás, lo cierto es que Hamás no confía en ellas. Dice RP que se trata “en el plano militar de la principal organización de la resistencia nacional”. En realidad, Hamás actúa y decide fuera del control de la población palestina y de los más pobres. Sus métodos no tienen el objetivo de permitir que los rebeldes tomen consciencia de su fuerza, que se organicen y realicen un aprendizaje político. Hamás ha formado una milicia que los trabajadores no controlan, que tiene su agenda independientemente de los intereses de ellos, y luego les obliga a apoyarla frente a la represión. El ataque del 7 de octubre fue lanzado por la dirección sin control alguno ni discusión, e impuso sus consecuencias a los gazatíes, quienes, desde entonces, las pagan con sus vidas, con los bombardeos y las masacres perpetrados por el ejército israelí.

Los dirigentes de Hamás habían previsto la terrible respuesta de Israel, por supuesto. Y ésta no tiene por qué contrarrestar la estrategia de Hamás, que tiene como objetivo agrupar a los palestinos (incluso los de Cisjordania) en torno a él, y amplia más aún la brecha de sangre creada por el Estado israelí entre ambos pueblos. Tal y como lo explica cínicamente uno de los dirigentes de Hamás, Khalil al-Hayya: “El objetivo de Hamás no es dirigir Gaza ni traerle agua, electricidad o lo que sea.” (New York Times, 8 de noviembre). Los gazatíes son una masa de maniobra para los dirigentes de Hamás, siendo éstos los protegidos del emir de Catar, un régimen cuya cúpula se forra gracias a la explotación feroz de decenas de miles de obreros, en su mayoría inmigrantes. Hamás no cuestiona el capitalismo ni la dominación burguesa, sino que los defiende. Al orientar a su antojo la rebelión de los jóvenes palestinos hacia el caudal del enfrentamiento militar, contribuye, a su manera, al mantenimiento del orden social, y en el fondo, del orden imperialista. Hamás es una enésima variante del nacionalismo burgués, en una versión religiosa, especialmente reaccionaria. Al igual que la OLP impone su ley en Cisjordania, Hamás es un gendarme en Gaza, e impone su ley a la población combatiendo la ley de Israel, pero dentro del marco del orden social actual.

RP nos critica por abogar por la unidad de los trabajadores palestinos y los trabajadores judíos, un deseo que según ellos no tiene en cuenta el “régimen de apartheid que caracteriza Israel” (30 de octubre). En otro artículo, RP defiende sin embargo “la unidad más profunda… también con los trabajadores de Israel dispuestos a romper con el sionismo”3. A ver quién entiende eso…

Existe un apartheid, es cierto, y especialmente para con los gazatíes y los palestinos de Cisjordania; el artículo de 30 de octubre parece que pasa por lo alto los dos millones de palestinos que viven en Israel y suelen trabajar al lado de israelíes judíos, y al lado también de decenas de miles de inmigrados procedentes de otros países. En realidad, RP nos reprocha el fundamentar nuestra política en la clase obrera. RP convoca a Marx, a Engels, Lenin, Trotsky… pero se olvida de su brújula, de su combate: “¡Proletarios de todos los países, uníos!” RP nos critica por sustituir “discretamente la lucha de liberación nacional palestina [por] una lucha de los trabajadores contra las clases dominantes”. Pues no lo hacemos discretamente, sino que lo reivindicamos, mientras que con RP, desaparece la lucha de los trabajadores.

A falta de una política de clase, esa organización defiende el “transcrecimiento de la lucha por la autodeterminación nacional en una revolución obrera”. Formalmente se retoma un término de Lenin y Trotsky, pero en realidad fue utilizado muchas veces por corrientes que se reclamaban del trotskismo para justificar su alineación con direcciones nacionalistas pequeñoburguesas y su renuncia a construir en la clase obrera el partido comunista revolucionario que justamente permitió en 1917 que la revolución democrática burguesa “transcreciera” en revolución socialista.

Si bien los revolucionarios reconocen el derecho de los palestinos a tener su propio Estado, también reconocen a los israelíes, que hoy día de hecho forman una nación que vive en el territorio palestino, el derecho a su existencia nacional. En cambio, cuestionan el Estado de Israel, no sólo porque se trate de un Estado burgués, sino porque se formó en base a la política sionista pro imperialista, negando los derechos de los palestinos, echándolos de sus tierras por cientos de miles, hacinándolos en campos, y, todavía hoy, aplastándolos bajo las bombas. La consigna de “destrucción del Estado de Israel” no puede ser nuestra, sin embargo, porque los nacionalistas que la formulan no hablan, por supuesto, de su destrucción por parte del proletariado revolucionario, sino de su destrucción en beneficio de otro Estado. Dicho sea de paso, los nacionalistas con esa consigna rechazan que los israelíes de ahora tengan derecho a seguir teniendo, bajo una forma u otra, su propia existencia nacional.

Los revolucionarios militamos ante todo porque los trabajadores tomen el poder, integrando su lucha en la del proletariado mundial por derrocar al imperialismo. Frente a la fragmentación actual, fruto de la colonización y sus consecuencias, defienden la idea de una Federación Socialista de los Pueblos de Oriente Medio. Uniría a los pueblos que hoy día viven en Israel, en los Estados vecinos procedentes del ex imperio británico, en Cisjordania, en Gaza, las distintas partes de Jerusalén, y los que viven en el ex imperio francés. Esa clase de problemas se viene planteando a los revolucionarios marxistas desde hace un siglo. La guerra de 1914-1918 enfrentó a inmensos imperios (Francia, Reino Unido, Rusia) y potencias como Alemania, quienes deseaban redibujar el mapa de las fronteras en beneficio propio, no sólo en el reparto colonial de África y Asia, sin o también en Europa. “Para el proletariado europeo, decía Trotsky, no se trata de defender la “patria” nacionalista que es el mayor freno ante el progreso económico. Se trata de crear una patria más grande: las Repúblicas de los Estados Unidos de Europa, primer paso en el camino hacia los Estados Unidos del mundo. Frente al imperialismo sin salida del capitalismo, el proletariado sólo puede emprender una organización socialista. Para resolver los problemas imposibles de solucionar desde el capitalismo, el proletariado debe emplear sus métodos: el gran cambio social.”4

Hoy en día, un partido comunista revolucionario existente entre los palestinos tendrá que tener en cuenta el sentimiento nacional potente de las clases populares, pero integrándolo como sentimiento de rebeldía ante la opresión nacional y la explotación dentro una lucha de clase por la transformación revolucionaria de toda la región. En Palestina igual que en otras partes la clase obrera y las masas pobres tienen intereses propios, que no se ciñen al deseo de una existencia nacional.

Las guerras sucesivas de Israel han diseminado a los palestinos por toda la región, desde Líbano hasta Jordania y Siria… En el pasado, esa situación les dio como un altavoz entre sus hermanos de clase de los países donde estaban, al mismo tiempo que convertía a los distintos regímenes árabes en sus enemigos mortales. Lo demostró la masacre del Septiembre Negro de 1970, cuando el reino de Jordania mató a miles de palestinos refugiados en su país. Todavía hoy las manifestaciones de apoyo al pueblo palestino movilizan a cientos de miles de personas, en Argelia, Túnez, Yemen, Irak… Hasta Arabia Saudí, que negociaba antes de ayer con Israel con el objetivo de reconocerlo, ha tenido que detenerse, aunque sólo sea por un momento, porque teme que la rabia hoy dirigida contra el imperialismo se vuelque contra su régimen feudal aburguesado.

En el fondo, Hamás quiere dirigir un Estado que pueda desempeñar su papel en el concierto de Estados de Oriente Medio, y que no sea sólo un Estado títere y sitiado como es Gaza por ahora. Hamás desea convertirse en el representante de la burguesía palestina y proteger su control sobre las masas palestinas. Los revolucionarios comunistas, por el contrario, aspiramos a que las clases trabajadoras palestinas, árabes, judías etc., arranquen el poder de las manos de la burguesía y ejerzan su propio poder de clase. Allá donde la OLP y Hamás insisten en la unidad del pueblo palestino detrás de su bandera, que por cierto suelen levantar tanto RP como el NPA, los revolucionarios insisten en las contradicciones de clase, en todo lo que enfrenta a los palestinos pobres contra los más ricos, y lo que puede unirlos con los proletarios y masas pobres de toda la región.

Hamás busca un acuerdo con el imperialismo, un reconocimiento por su parte, aunque para lograrlo prometa destruir “la entidad sionista” de Israel. Defiende los intereses de la burguesía y su política está opuesta radicalmente a los intereses de los palestinos oprimidos – cuya revuelta teme. De ellos pues los revolucionarios tenemos que ser solidarios, en su lucha contra el imperialismo. Apoyar a Hamás por oportunismo, confundirlo con la “resistencia legítima” de todo un pueblo, convertir el reconocimiento del sentimiento de opresión nacional de los palestinos en un respaldo a la política nacionalista de una organización religiosa reaccionaria como es Hamás, es renunciar a cualquier política de clase.

18 de noviembre de 2023

 

1 Nuestros lectores saben que existen dos NPA desde hace un año: el de Philippe Poutou y Olivier Besancenot, que publica el semanal L’Anticapitaliste y de cuya política hablamos en este artículo, y otro, el que publica el mensual Révolutionnaires, del que no vamos a hablar aquí.

2 Véase, por ejemplo, Lenin, « Tesis sobre la cuestión nacional”, 1913

3 Philippe Alcoy, “¿Apoyar a la resistencia palestina, significa apoyar la estrategia y los métodos de Hamás?”, Révolution permanente, 11 de octubre de 2023.

4 León Trotsky, “La guerra y la Internacional”, el 31 de octubre de 1914.