¿Conoceremos en pleno agosto una nueva crisis financiera? El último fin de semana, las Bolsas mundiales han conocido un nuevo sobresalto provocado por el deterioro de la situación económica turca que ha visto como su moneda se hundía un 20% en un solo día.
En el origen de esta crisis, está la prueba de fuerza iniciada por Trump con el presidente turco Erdogan. Con su brutalidad habitual, Trump utiliza los medios de presión que le da la potencia del imperialismo norteamericano. El anuncio de duplicar los impuestos aduaneros sobre el aluminio y el acero turcos ha acelerado la debacle de la moneda turca.
Unos días antes, la entrada en vigor de las sanciones decididas por el mismo Trump contra Irán provocaban la caída de la moneda iraní, dejando prever allí también un fuerte aumento de la inflación, un empeoramiento de la crisis económica, del desempleo y de los sufrimientos que va a padecer la población del país.
En estos dos países, las medidas proteccionistas o de boicot económico se traducen en una situación cada vez más dramática para los pueblos. Pero ellos no son los únicos afectados. Debido a la crisis, los gobiernos norteamericanos, pero también los europeos se sumen en una guerra económica cuyas consecuencias son y serán cada vez más pagadas por la población de sus propios países. El aumento de las tasas aduaneras implicará el aumento de los precios no solo en Irán y Turquía. Peor aún, producirá una contracción de los mercados y un agravamiento de la crisis.
Esta situación crea incertidumbre y aviva periódicamente el pánico en los mercados financieros. ¿La última sacudida es un simple accidente habitual en las Bolsas o es el anuncio de un hundimiento mayor?
Nadie puede decirlo dado que los capitalistas han transformado la economía mundial en un auténtico casino planetario de las finanzas a merced de especuladores imprevisibles.
Sin aliento, el capitalismo es incapaz de salir de la crisis. Genera desigualdades cada vez más monstruosas.
Mantiene regiones enteras en el subdesarrollo, otras son transformadas en auténticos campos de ruinas por las guerras llevadas a cabo por los intereses de los capitalistas de las grandes potencias. Poblaciones enteras son obligadas a tomar el camino del exilio para asegurar su vida.
En Francia, los trabajadores han visto empeorar sus condicione de vida al hilo de los ataques llevados a cabo contra el empleo, los salarios, la protección social por la patronal y por todos los gobiernos a su servicio, cualquiera que fuera su color político. Millones de mujeres y de hombres son condenados a sobrevivir en situaciones cada vez más precarias. El incremento de la explotación intensificada y el empobrecimiento de las clases populares permiten a una minoría de grandes burgueses, poseedores de capitales y de empresas enriquecerse de una manera insolente.
El hombre más rico de Francia, Bernard Arnault, ha visto como su fortuna aumentaba en un año 1.300 euros cada dos segundos, ¡una suma que muchos trabajadores no ganan en mes! “¡Primero los beneficios y después de mi el diluvio!” tal es la moral de esta minoría de privilegiados.
Mientras el gran capital controle la economía, los ataques anti obreros continuarán: la patronal estará a la ofensiva en las empresas para aumentar la carga de trabajo y la supresión de empleos: el gobierno, cualquiera que sea, se inclinará ante las exigencias de los capitalistas y de las potencias del dinero. Los que pretenden que la suerte de los trabajadores podría mejorar en el marco del capitalismo mienten y propagan ilusiones funestas.
Para defender el elemental derecho a un empleo y a un salario digno, para no estar amenazados de conocer la situación actual de las masas populares de Turquía sumergidas en la tormenta del agravamiento de la crisis, los trabajadores solo pueden contar con su determinación y las luchas colectivas, estando dispuestos a ir hasta el final, hasta expropiar a la clase capitalista para impedir que lleve al conjunto de la sociedad a la catástrofe.