A partir de entonces, los acontecimientos se precipitaron. Llamados en ayuda por la derecha, utilizados por la izquierda como una muleta cada vez que surgía una crisis, los militares acabaron convenciéndose de que sólo ellos podían salvar el país del caos y, puestos a tener que salvarlo "de vez en cuando" realizando bajo las burlas de la derecha las bajas tareas de un gobierno impotente, pensaron que valía más hacerlo de una vez por todas y sacar de ello gloria y beneficios.
Fue entonces cuando Pinochet y otros generales decidieron preparar un golpe de Estado.
La derecha exigió la retirada de los militares del gobierno de la Unidad Popular para que éstos dejaran de comprometerse con la izquierda. Muy a pesar suyo, Allende se vio obligado a formar un nuevo gabinete en el que no figuraban militares, excepto en la dirección del abastecimiento.
En el Parlamento, el Partido Nacional y la Democracia Cristiana proseguían su pequeña guerra de obstrucción sistemática recortando, igual que lo habían hecho en años anteriores, los ingresos presupuestados para 1973.
Paralizar al gobierno, agravar cuanto pudiera el caos económico, fomentar la agitación social donde fuera posible, movilizar a la juventud escolar contra el proyecto de reforma de la enseñanza, apoyar la huelga de los transportes públicos, incitar a los mineros del cobre a ir también a la huelga... La oposición atacaba sobre todos los frentes, mientras que, por su parte, los comandos de Patria y Libertad se dedicaban a hacer saltar los locales de los periódicos y de los partidos de izquierda. La agitación y la violencia siguieron desarrollándose durante los meses siguientes.
El 14 de junio, los huelguistas de las minas de cobre se manifestaron por las calles de Santiago, produciéndose violentos enfrentamientos. Las señoras de los barrios ricos organizaron colectas y les ofrecieron su hospitalidad. Médicos, profesores, estudiantes y otros miembros de las llamadas profesiones liberales, se declararon en huelga "por solidaridad".
Todo daba a entender que se preparaba un nuevo golpe. Y el gobierno pudo comprobarlo a finales de mayo, cuando supo que había un proyecto de golpe de Estado para el 27 de junio.