La situación de los sindicatos obreros en la España actual

Noviembre y Diciembre de 1999

Cercano el aniversario de los 25 años de parlamentarismo, reducido el PCE dentro de IU, al electoralismo, desaparecida cualquier actividad apreciable de la extrema izquierda en la clase obrera, los sindicatos en nuestro país son los únicos restos del auge del movimiento obrero que al final del franquismo desarrolló organizaciones y mostró una combatividad importante contra la patronal y el franquismo, naciendo a la lucha generaciones de militantes que creyeron y lucharon honestamente por un horizonte social distinto al que nos encontramos. La represión llevada a cabo por la dictadura contra las organizaciones obreras durante los últimos decenios hacía que ningún aparato reformista o estilinista fuera capaz de controlar inmediatamente este impulso.

Pero si es verdad que tanto CCOO, como UGT y el resto de sindicatos minoritarios son las únicas organizaciones presentes realmente entre los trabajadores y formadas por trabajadores, han evolucionado mucho, y rápidamente. En dos o tres años tras su legalización después de la muerte de Franco, se han convertido en estructuras negociadoras y reguladoras de los conflictos obreros, aceptando y adaptándose al sistema capitalista como interlocutores e intermediarios entre la clase obrera y la patronal y el estado.

Durante el mes de septiembre 1999 Aznar firmó con CCOO y UGT un documento por el que se acordaba subir las pensiones la miseria de 3000 ptas. de media, ni siquiera suficiente para equiparar al salario mínimo las pensiones más bajas. Pero lo más curioso es que Aznar no necesitaba la firma de los sindicatos, si no era para aparecer ante la opinión pública como gobernante, que fruto de su política económica, podía permitirse un gesto social con los más pobres y aparecer rodeado de sindicalistas, gesto que los socialistas en sus 14 años de gobierno no habían realizado. En realidad no había nada que obligara a Aznar a la firma pues los sindicatos no habían reivindicado con fuerza, ni movilizado a los jubilados para que apareciera como una concesión a los sindicatos, ni siquiera fruto de la negociación. Por el contrario CCOO y UGT aparecen como representantes de lo social y se prestan a dar a Aznar el papel de demagogo social.

Y lo que nos interesa destacar de los sindicatos es precisamente su papel en este teatro "social" que ejemplifica la situación mencionada en nuestro país. Los aparatos de estas organizaciones obreras se han convertido en las comparsas encargadas de encuadrar a los trabajadores, de regular los conflictos dentro de los límites de la estabilidad del sistema capitalista, en suma se han transformado en instrumentos del estado y de la burguesía para controlar su explotación y todo a cambio de ese papel de interlocutor representante de los trabajadores que supone un oficio reconocido por el Estado con prebendas y clientelismo social. Toda una caterva de funcionarios sindicales forma la burocracia sindical, pegados al sillón de su despacho que no saben, ni quieren saber nada del tajo que les aupó a mejores condiciones de trabajo. Todo una multitud de "liberados" que han visto mejoradas sus condiciones de vida y trabajo respecto al resto de curritos de a pie y que deben favores a diestro y siniestro por sus sillones. En definitiva toda una legión de burócratas que forman los aparatos sindicales y que su "función" de interlocutores, de intermediarios entre la clase obrera la patronal y el estado, ha terminado por crear el "órgano": un aparato burocrático de intermediarios.

Entre los trabajadores en general se tiene asumido ese papel de intermediario de los sindicatos y salvo excepciones, esperan pasivamente que el comité resuelva sus problemas. Los sindicatos ofrecen servicios a los trabajadores que paradójicamente paga el estado o el patrón directa o indirectamente, pues las cuotas de la afiliación no dan para mucho. Así desde los servicios jurídicos, vacaciones y ocio, locales, formación continua, o las clases para las oposiciones o la información sobre trabajos y bolsas de empleo son subvencionadas por el estado o la patronal, cediendo locales y residencias del tiempo libre la infraestructura necesaria- para que ellos los gestionen para sus afiliados. Estas organizaciones obreras de servicios, permiten tener cierto número de afiliados que llegan al sindicato por la atracción de sus servicios, por la necesidad de trabajo y no, salvo excepción, por la combatividad de la organización.

Naturalmente en su papel de reguladores del conflicto social a veces se enfrentan a la patronal y al estado cuando la magnitud de los problemas hace coincidir sus intereses con los intereses generales de los trabajadores o la presión de éstos hace necesario luchar pues peligra el propio mantenimiento del aparato sindical. Pero siempre dentro de los límites de la legalidad y sin continuidad en la lucha y reivindicaciones. Los cuatro paros generales llevados a cabo desde la muerte de Franco lo demuestran.

Es habitual escuchar a trabajadores de base despotricar de los sindicatos ya como vividores, de vendidos a la patronal etc., común es también echarles la culpa de los problemas de la empresa. Realmente el descontento que se aprecia cuando se habla con los trabajadores de base, aún respondiendo a situaciones de desmoralización o justificaciones para no luchar, describe una situación en la cual prácticamente ha desaparecido el enfrentamiento directo con la patronal. La asamblea como órgano de decisión y lucha, ha sido convertida en mera sesión informativa del comité que en épocas de conflicto, convoca a los trabajadores para acciones de presión. En general los sindicatos son vistos como organismos de protección del empleo en aquellas empresas en las que están presentes, como organizaciones negociadoras de cierres patronales y no como organizaciones combativas contra la patronal con proyectos anticapitalistas.

Otra crítica general a los responsables de los sindicatos es la ausencia de éstos en los lugares de trabajo para informarse e interesarse por los problemas diarios de los trabajadores. "Solo se acuerdan que existimos cuando hay elecciones...", es frase que resume el estado de ánimo de muchos trabajadores que poco a poco dejan de ir a las pocas reuniones que convocan los sindicatos. Entre los varios factores que influyen en la desmovilización obrera está la dinámica funcionarial y burocrática que normalmente imponen los comités sindicales. Promesas incumplidas ante las asambleas, desconvocatorias de éstas cuando la asamblea había decido democráticamente acciones etc.

Y sobre todo una práctica que basa todo el trabajo sindical en la pasividad de los obreros: el comité informa, el comité negocia, el comité propone... y los obreros... obedecen. "Hemos conseguido en la negociación tal o cual cosa...", "Vamos a exigir a la empresa que abra negociaciones sobre...", "nuestra propuesta es...", pero desde hace mucho tiempo se ha dejado de pulsar, de conocer, de empujar a que los trabajadores de base expresen sus dudas, sus problemas diarios y cotidianos, porque el trabajo sindical es reducido a un maremagnun de mesas y comités de negociación, legislación, reuniones y reuniones con los responsables de la empresa que al final te hacen pasar más tiempo con ellos que con los trabajadores, en resumidas cuentas todo se reduce a una maraña burocrática sindical en la que convierte a los sindicalistas en burócratas con intereses propios y no identificados con las necesidades, esperanzas y objetivos concretos y generales de los trabajadores.

Las organizaciones sindicales la militancia obrera en los 60 y 70

Pero esta situación no ha sido siempre así. Precisamente muchos trabajadores militantes del movimiento obrero, que ahora pasan de los 45 años, recuerdan con nostalgia la lucha obrera en las últimas décadas del franquismo. Recuerdan como los militantes obreros trabajaban en la clandestinidad utilizando los resquicios legales del sindicato fascista preocupados por pulsar, conocer y difundir las ideas de clase y la defensa de los intereses obreros. Un viejo militante de CCOO contaba como después del trabajo se reunía en el bar de su barrio en la tradicional partida de cartas de la tarde con los compañeros y entre carta y carta, comentario de fútbol y toros introducía conversaciones de los problemas sociales, políticos u obreros del barrio o de la fábrica, escuchaba las opiniones y hablaba y difundía las ideas de clase. O como a la hora del bocadillo en la fábrica escuchaba y preguntaba y comentaba los problemas diariamente para después referirlos en la reunión de CCOO o la célula de su partido.

Cientos de militantes obreros cuyo abnegado trabajo a la causa obrera dio como resultado muchas pequeñas y grandes conquistas en los convenios y en las empresas, construyeron las organizaciones obreras, y que sufrieron despidos, cárcel etc., se encuentran desmoralizados, o han dejado la militancia, cuando ésta se han convertido en una máquina burocrática. Otros se han convertido rápidamente en burócratas a sueldo del estado o han sido la cantera de políticos y altos cargos de éste.

Uno de éstos, Fernando Soto, dirigente durante los años setenta de CCOO y famoso por el proceso 1001, escribió un libro "A ras de tierra" en 1975, en el que exponía la táctica llevada a cabo por las CCOO y explicaba las claves de su construcción y desarrollo. En él explicaba como las asambleas eran el núcleo organizativo obrero que desarrollaba la conciencia de clase y era la base de "una democracia entre obreros". Precisamente la experiencia del movimiento obrero que desarrolló CCOO se caracterizaba por tener a la asamblea obrera como órgano de los trabajadores en la cual se articulaba las experiencias de lucha. Así Soto explicaba las experiencias de las luchas obreras y de CCOO, lo que tenía que ser el trabajo militante, es decir la "... Práctica de una democracia asamblearia donde los trabajadores no solamente asientan a lo que propongan los dirigentes, sino que la mayoría sea el actor y ejecutante consciente".

El movimiento obrero de CCOO reflejaba una práctica muy enraizada entre los trabajadores: el método de las asambleas. En ellas "se discuten las reivindicaciones, los pasos a dar para conseguirlas, las formas de lucha, se elige o revoca a la comisión y entre sus preocupaciones ocupa un lugar destacado el defender la propia existencia de la asamblea". En ella se funden los líderes obreros con la base y es donde "los dirigentes obreros interpretan más fielmente los verdaderos intereses de sus compañeros y donde la mayoría se realiza como creadora de las decisiones colectivas". La asamblea instituida semanalmente o periódicamente era un nivel alto de conciencia de los trabajadores de una empresa. Era una labor que posiblemente había comenzado años atrás que pasaba por etapas donde el trabajo sistemático y periódico de los militantes suponía empezar a discutir de los problemas en los vestuarios, en los cuartos de aseo, en la hora del bocadillo o en las aglomeraciones a la salida del trabajo y que incluso seguía en los bares de los barrios obreros y en las sedes de las asociaciones de vecinos.

El coraje, la abnegación y el heroísmo de estos militantes dio como resultado el resurgir del movimiento obrero en los 60 y 70. Soto escribía: "Hay que estar muy atentos al sentir general para así poder detectar las reivindicaciones más urgentes (...) Un trabajo de tal tipo es verdaderamente agotador y exige de la vanguardia un coraje inaudito y una perseverancia sin límite. Pero es la única vía para que se practique esa democracia entre obreros que consideramos fundamental para acumular la fuerza necesaria...".

La transformación en burocracia sindical, de las organizaciones clandestinas

La aparición de la burocracia sindical, la degeneración y la integración en el estado de los sindicatos son producto de las condiciones sociales y económicas del capitalismo y de la voluntad de las direcciones de vivir en el capitalismo y no de combatirlo, abandonando las ideas socialistas revolucionarias. Las direcciones de los sindicatos obreros así como la de los partidos obreros nunca pretendieron otra cosa que ocupar puestos en el estado como políticos o como burócratas.

La realidad militante que fielmente refleja Soto en su libro, ¿cómo ha podido desembocar en la actual burocracia e integración en el estado?. ¿Cómo es posible la degeneración de las organizaciones obreras en estos 25 años?. El mismo autor del libro y dirigente de las CCOO ha terminado por abandonar el sindicalismo, el PCE, entrar en el PSOE y acabar como director general en un departamento para la erradicación del "chabolismo" de la Junta de Andalucía. Aparte de las elecciones individuales por la cual se decide cambiar de terreno en la guerra de clases, la explicación de este proceso degenerativo solo puede venir de las condiciones sociales de estos años, del declive de las luchas obreras y de las direcciones de estas, pues el problema de las organizaciones sindicales no es solamente la práctica impuesta por estas luchas sino los objetivos políticos que los dirigentes de estas organizaciones tenían y tienen.

Y dejando a un lado el trabajo militante, que entre otras cosas la dictadura imponía, el PCE que en esos momentos dirigía CCOO, como el PSOE más tarde en el gobierno, sólo buscaban adaptarse al estado y al sistema capitalista, buscando el reconocimiento de la burguesía y de los políticos franquistas reformistas para obtener el papel de intermediarios integrados en el estado del capital. Nicolás Sartorius dirigente en esa época de CCOO y del PCE, acusado en el proceso 1001, escribía en El País a propósito del 25 aniversario de éste que si la "democracia" se consolidó en España, fue gracias a que "... CCOO y UGT antepusieron a cualquier consideración de reivindicación social o económica la conquista y consolidación de la democracia" y más adelante se pregunta "qué habría ocurrido en España en los delicados años de la transición, con la inflación al 26% y en plena crisis económica, si los sindicatos se hubiesen dedicado a agitar y crear conflictos por todas partes".

Naturalmente estos dirigentes no pretendían otra cosa que instalarse en la democracia burguesa. Nosotros comunistas revolucionarios, no despreciamos las libertades sindicales y de expresión, que son preciosas para los trabajadores, pero nos sirven para oponernos a que la explotación de los trabajadores beneficie al patrón y mejorar a los trabajadores. ¿Qué libertades democráticas son ésas que se utilizan para imponer el 20% de subida salarial de los pactos de la Moncloa y mantener el 26% de los precios regalando el 6% a la burguesía?.

Todos esos sacrificios de los trabajadores trajo descontento. Manuel Sacristán explicaba en 1981 en el País, la crisis abierta en el PSUC, a propósito del V Congreso en el que se rechazó "el eurocomunismo", de esta manera: "La base obrera del Partido Comunista (...) lo que reprocha (a éste) es su adhesión al sistema de las crisis (el capitalismo), su complicidad con lo establecido"(la cursiva es nuestra). Los pactos de la Moncloa y la política de aceptación de la crisis económica por los partidos y sindicatos obreros, hizo que los trabajadores la pagaran con sus salarios, con los despidos y el paro el mantenimiento de los beneficios del capital, abriendo un período de retroceso de las luchas y de conquistas sociales en beneficio de la patronal y de la burguesía.

Este proceso degenerativo aparece muy pronto, legalizados los sindicatos y partidos de izquierda. Como consecuencia de las luchas obreras de los 70, CCOO se convierte en la organización hegemónica de la clase obrera con toda la confianza y credibilidad de ésta. Con las primeras legalizaciones las esperanzas de cambio entre los trabajadores son tan grandes que millones de ellos se afilian. Literalmente hacen colas a las puertas de CCOO para afiliarse. En 1978 la agencia EFE señala que más de 6 millones de trabajadores estaban afiliados a los sindicatos obreros. Es decir un 70% de afiliación. Cerca del 60%, según otros autores.

Paralelamente a este auge en la afiliación y también de las luchas obreras, aparece la burocracia sindical. En 1979 CCOO tenía un liberado por cada 500 afiliados y el 75% son administrativos, es decir cerca de 4.000 personas pagadas por el estado o la patronal. Nos podemos hacer a la idea de los liberados que junto a UGT formarían la estructura sindical.

Justamente cuando la fuerza de la clase obrera se expresa cada vez con más fuerza a través de huelgas y movilizaciones CCOO y UGT como sindicatos mayoritarios y PCE y PSOE como partidos obreros llaman a salvar la crisis económica pidiendo sacrificios a los trabajadores. Se convierten en "bomberos" del fuego social y en sostenedores de los políticos franquistas como Suárez, la monarquía y de la patronal a cambio de un lugar en el nuevo sistema parlamentarista que sustituyó al franquismo. Marcelino Camacho afirmaba que "la política de consenso ahora, como la de reconciliación nacional antes, no es una política de reconciliación de clases..." ¿Entonces qué eran los acuerdos de la Moncloa?. ¿Qué era entonces la política de solidaridad nacional que proponía, a favor de los parados, que los trabajadores dieran una hora de trabajo y los empresarios dos?. Que en todo caso no significaba más que serían los trabajadores los que pagarían, pues la patronal repercutiría en los precios la pérdida de las dos horas.

Los datos reales que expresan las huelgas son inapelables. Hasta 1979 las luchas obreras crecen espectacularmente, los obreros tienen cada vez más confianza en sí mismos y lo demuestran en el número de huelgas y subidas salariales conseguidas. En 1979, y la fecha no es casual, el número de huelgas crece hasta 2.680, estando afectados cerca de 6 millones de trabajadores y casi 19 millones de jornadas en huelga. A partir de los acuerdos de la Moncloa se pacta las subidas salariales con la inflación prevista, limitando ésta a un 20%, perdiendo poder adquisitivo los salarios. De hecho la ganancia media salarial tiene su cima en 1980 con 191.000 ptas. (según los datos de la Contabilidad Nacional. Ramón Tamames). A partir de estos años y en ptas. de 1995 los salarios medios no se recuperan. Agustín Moreno reconocería en 1991 que CCOO "actuó de bombero,... , en más de un conflicto" en esta época haciendo tragar a las bases los distintos acuerdos que harían posible las derrotas obreras.

El ejemplo de estas consecuencias lo expresan los salarios concretos de obreros. En la Olivetti de Barcelona en 1970 un trabajador ganaba 11.000 ptas. y había 5.000 trabajando en la fábrica. En 1980 ganaba 100.000 ptas., a partir de 1982, jubilaciones anticipadas, despidos y en 1994 quedaban 190 trabajadores. En la Seat se ganaba en 1965, 3.500 ptas. al mes, en 1970, 8.000 y en 1980, 100.000; en 1995, quince años después 143.000 ptas. y el mismo proceso de reducción y despidos de personal. Estos datos de carne y hueso hablan por sí mismos de los periodos de lucha y los de retroceso y de los "sacrificios" a favor de la burguesía.

A la vez que firman los distintos pactos que permiten a los distintos gobiernos frenar los salarios, a la patronal realizar los despidos pertinentes y abrir la precarización del empleo y el paro en los 80, los sindicatos van consiguiendo organizar todo un sistema institucional integrado con la garantía y financiación estatal que hace que sean los garantes y reguladores de los conflictos sociales. Este proceso se lleva a cabo en los años de la transición. Los dirigentes de CCOO comienzan subordinando las luchas a los intereses de moderación que tanto el PCE como el PSOE intentan dar para ganarse el puesto en el sistema de la monarquía juancarlista. Así en 1976 un dirigente asturiano de Comisiones, Juan Muñiz Zapico decía: " estamos en contra del callejerismo anarquizante y a favor de utilizar un sistema de huelgas controladas en el espacio y en el tiempo: veinticuatro o cuarenta horas como máximo. No queremos que se nos achaque a nosotros el deterioro de la situación económica". En esta nueva estructura sindical el antiguo método asambleario que da nacimiento a CCOO y que es característico del movimiento obrero español tiene que desaparecer. Y conforme se actúa de freno de la conflictividad y situándose en buenos puestos, se comienza a criticar a las asambleas.

Algo que CCOO había potenciado justamente hasta 1976. Así " hay que distinguir entre el mitin de masas, que siempre será preciso, para que se asuman determinadas orientaciones generales, y el trabajo de organización, de dirección sindical sistematizada"... " las grandes asambleas o congresos sirven para deliberar y aprobar propuestas ya elaboradas y no a la inversa" (Instrucciones para preparar el congreso asturiano de CCOO en 1977). La idea de los dirigentes del PCE como los del PSOE y sus sindicatos respectivos que dirigían era, construir el aparato que les permitiera adaptarse al sistema y no transformarlo y para ello había que destruir la asamblea y la democracia obrera. Algo que se hizo no sin oposición de los obreros. En el número 94 de Nuestra Bandera, la revista teórica del PCE, ante el desbordamiento que los militantes del PCE soportan cuando tienen que defender los sacrificios a la clase obrera en las asambleas se propone: "...es que hay que prepararlas mejor, hay que organizarla mejor, (...) la palabra habrá que dársela quién representa a alguien perfectamente identificado... dar la palabra a los delegados elegidos en las elecciones y evitar en todo momento ese peligro de desbordamiento de CCOO".

No es casualidad que además de los pactos de la Moncloa y en el mismo periodo, se pacte el sistema de representación sindical en las empresas, la LOLS, por la cual los sindicatos mayoritarios en las elecciones sindicales son convocadas por ellos mismos y tienen la representación en todas las empresas y convenios tengan o no tengan representación. Se reparte el patrimonio sindical fascista entre UGT y CCOO y finalmente se pactan las cantidades que el Estado asignará a los sindicatos y todo el engranaje que permitirá tener a los sindicatos toda una red de burocracia, léase funcionarios liberados etc.

En sucesivos acuerdos ANE, AMI etc.- pactan desde la formación ocupacional, la solución extrajudicial de los conflictos frenando cualquier posibilidad de huelga sin antes dar el visto bueno las ejecutivas y su financiaciación mediante subvenciones.

Y una red de delegados sindicales que son más de 170.000. Actualmente es un secreto a voces que los sindicatos viven del estado, a través de las subvenciones directas, de la Formación Ocupacional o de salarios de los liberados, y no de sus afiliados que están alrededor del 20%, - CCOO dice tener alrededor de 700.000-. En resumidas cuentas a cada pacto social le corresponde una "financiación" del estado. El colmo es que han llegado a cobrar de empresas - la SKF Española- por el trabajo de CCOO y UGT de asesoramiento legal en la que se perdieron 110 empleos.

Pero para que el dominio de la burocracia sindical sea efectivo tiene que haber un periodo de retroceso social y de luchas que lo permitan y que ella también se encarga de ayudar en este "trabajo". Pues en momentos de lucha obrera el control de estos puede desbordarlos y romper el aparato burocrático. Necesita también un sector de los trabajadores en los que apoyarse y que sus condiciones sociales permita ser maleables al reformismo. Es un trabajo sucio que se paga con prebendas y puestos estatales de "responsabilidad". Conforme la ola de luchas decrece y los trabajadores se hacen más y más defensivos, la estrategia del capital y del gobierno se desarrolló dividiendo a la clase obrera, segmentándola para que la unión y la extensión de las luchas no fuera posible. Para que las luchas se aíslen y queden reducidas a una empresa o sector, para que la clase obrera no aparezca como una clase contra la burguesía. Así para mantener y aumentar la plusvalía es necesario mantener a capas minoritarias de los trabajadores con condiciones de trabajo y salariales aceptables que les permita separarse del resto de los obreros y con una protección que los sindicatos se encargan de guardar y que alimenta el reformismo y el conservadurismo. En España estas capas de la clase obrera aparecen a finales de los 70 y con el retroceso de las luchas y la situación social se separan del resto de los trabajadores alimentando el individualismo y el conservadurismo.

Este cambio en la estructura de la clase obrera se realiza en los años 80 cuando el declive de la combatividad obrera permite a los gobiernos y a la patronal precarizar el mercado laboral creando la inseguridad y el paro como espadas de Damocles sobre la angustia obrera. Prácticamente el 50% de la población activa actual está en paro o tiene contratos precarios. Sectores productivos como la construcción o los servicios están sometidos a salarios de miseria y a contratos que incluso impiden cualquier protección sindical. La cifra escalofriante de las muertes en la construcción refleja la situación de más del 62% de precariedad en este sector. Miles de obreros están sometidos a horarios de más de 10 horas, sin seguridad, con contratos miserables que provocan los accidentes de trabajo. Después de un verano negro de muertes en la construcción, los sindicatos se contentaron con un día de huelga en la construcción, en el ámbito andaluz y crear una fundación con la patronal y el estado para la prevención de los accidentes y llevar a cabo campañas pidiendo a los trabajadores que se aseguren en el tajo. Es el terrorismo patronal que saca sus beneficios con la sangre de los trabajadores. La misma situación ocurre en el sector servicios y en especial ramas como la hostelería. Por sectores entre la construcción y los servicios tienen a más del 70% de los trabajadores, cerca de 9'5 millones de una población ocupada de más de 13 millones y una población activa actual de más de16 millones.

Mientras tanto los trabajadores de las grandes empresas, del estado o empresas públicas que tienen empleo fijo y salarios que permiten vivir con dignidad están en condiciones distintas que el sector de trabajadores mencionados anteriormente. Es precisamente sobre estos 4 millones de trabajadores que los sindicatos se apoyan y controlan a través de los comités y los convenios. Esta línea divisoria entre empleo fijo y precario, es también de edad y de sexo. Las mujeres y los jóvenes engrosan la mayoría de los parados y del empleo precario y los mayores de 45 años el paro de larga duración.

La burocracia sindical es producto de nuestra época.

Es necesario comprender que a pesar de su papel actual y su degeneración los sindicatos obreros no sólo han sido históricamente necesarios sino que signuen desempeñando un papel en la lucha de clases.

Desde muy pronto, desde el desarrollo de las primeras fases de constitución de la clase obrera, el capitalismo ha intentado contrarrestar con todos sus medios la lucha de la clase obrera y a sus organizaciones y ha creado sus propios anticuerpos que permitiera seguir explotando en su propio país y en el mundo entero. Estas tendencias reformistas y burocráticas se daban ya en el siglo XIX.

A finales del siglo XVIII y principios del XIX con la aparición del proletariado, la burguesía acumula capital y beneficios con una extenuante explotación que esclavizaba a los miles de trabajadores que la revolución industrial necesitaba. Gran Bretaña, y dentro de ella Inglaterra, se había convertido en la potencia industrial que inundaba de mercancías sus mercados. La competencia entre los capitalistas era tal que éstos imponían condiciones de trabajo en las cuales las jornadas de trabajo, de sol a sol, y los salarios dejaban unos beneficios extraordinarios. Sin embargo desde el mismo nacimiento de la clase obrera, ésta se enfrenta a la burguesía. Pasada las primeras luchas ludistas destruyendo las máquinas, el trabajo colectivo, las circunstancias materiales de vida hacen que la asociación sea la única salida que permita mejorar sus condiciones de vida. Precisamente el germen de la sociedad que sustituirá al capitalismo está en las mismas condiciones que éste procura a la sociedad y la clase social que puede llevarla a cabo es aquella que vive las condiciones de trabajo: el proletariado. Por eso frente al individualismo y la competencia del capital aparece la solidaridad, el apoyo mutuo, la asociación de los trabajadores sometidos a las mismas condiciones de trabajo y explotación.

Inevitablemente los trabajadores necesitaban asociarse, primeramente se unen en sociedades mutualistas de ayuda, de socorros mutuos. Es la primera etapa en la cual se consideran a sí mismos una clase diferente a la capitalista. En España estas sociedades aparecen en los años 30 del siglo pasado y como narra Fernando Garrido en la "Historia de las Clases Trabajadoras" aparecen las primeras asociaciones de socorros mutuos en torno a periódicos que implica unas ayudas y alguna protección en caso de despidos y de enfermedad. Pero es en estas sociedades que empiezan a aparecer artículos en los estatutos que proponen la huelga como arma para sus reivindicaciones.

Es a partir de estos embriones de sindicatos que comienzan a construirse las primeras organizaciones por oficios y después por ramas. En sus luchas los propios trabajadores se dan cuenta que en momentos de crisis económica la patronal cierra o despide siendo las primeras organizaciones impotentes para imponer sus reivindicaciones. Las Trades Union inglesas suponen un progreso enorme para la clase obrera. Significa pasar de la dispersión y de la angustia de la impotencia a la unión para mejorar las condiciones de vida. Pero ciertamente esta conciencia primitiva del sindicalismo necesitaba estar acompañada de una lucha política para arrebatarle el poder político a la burguesía. Por eso el cartismo es el comienzo de la elaboración de una política obrera independiente fuera de las corrientes reformistas liberales de la época.

Y en la medida que el proletariado inglés no se dota de una política propia revolucionaria y tras el fracaso del cartismo, aparecen corrientes sindicalistas que se integran en la propia sociedad capitalistas. Años después de escribir "La Situación de la Clase Obrera en Inglaterra", Engels en el prefacio a esta edición, describe la degeneración de capas del proletariado inglés y el aburguesamiento de los sindicatos reducidos a la simple negociación económica y social con el patrón: "... por eso, con el transcurso del tiempo, apareció entre los industriales, sobre todo entre los grandes fabricantes, una nueva tendencia. Aprendieron a evitar los conflictos innecesarios y a reconocer la existencia y la fuerza de los sindicatos". Incluso utilizaban las huelgas para sus propios fines.

Aparece así una capa de trabajadores, que en el periodo comprendido entre 1850 y 1870 en Inglaterra, - periodo de expansión económica y del monopolio que ejerce la industria inglesa en la época - mejoran claramente sus condiciones de vida. "Solo en dos sectores "protegidos" de la clase obrera hallamos un mejoramiento permanente". Son los obreros fabriles y los obreros integrados en las grandes tradeuniones (sindicatos), metalúrgicos, carpinteros, ebanistas... "... constituyen la aristocracia de la clase obrera". Estas capas que viven del enriquecimiento de su burguesía, que paga su aburguesamiento, a costa de la explotación de otras naciones o sectores de su propia clase obrera, constituye el apoyo y engrosan las filas del sindicalismo reformistas. Ya en estos años los sindicatos ingleses tienen cientos de liberados pagados por la patronal y tienen reconocido el papel de interlocutores en los conflictos obreros.

El aburguesamiento de esta capa de obreros es tan evidente que hace responder a Marx a K.Kautsky en una carta de 1882: " ...Me pregunta usted qué piensan los obreros ingleses de la política colonial. Pues lo mismo que de la política en general; lo mismo que piensan los burgueses. Aquí no hay partido obrero, no hay más que el partido conservador y el partido liberal- radical, y los obreros se benefician tranquilamente con ellos del monopolio colonial de Inglaterra y del monopolio de ésta en el mercado mundial".

En su correspondencia de esta época, Marx y Engels reflejan el estado corrupto y degenerado de los sindicatos y de sus líderes: " los líderes sindicales ingleses se transforman en un tipo intermedio entre el burgués radical y el obrero".

Como estamos viendo, el proceso de burocratización y de integración de los sindicatos el sistema capitalista, no es un rasgo que invalide las ideas revolucionarias en la actualidad, es simplemente una deformación propia de nuestra época, del capitalismo, que se acentúa cuando el capitalismo se hace monopolista y el imperialismo domina la economía mundial. Podríamos citar ejemplos de la lucha de Lenin contra el reformismo socialdemócrata anterior y posterior a la revolución rusa. Los adjetivos que utiliza serían los propios para poder utilizarlos ahora en cualquier país sobre los sindicatos: "...en los sindicatos... ha surgido allí una capa... de aristocracia obrera profesional, mezquina, egoísta, desalmada, ávida, pequeño burguesa, de espíritu imperialista, comprada y corrompida por el imperialismo".

1936/39: CNT y UGT terminan por integrarse en el estado burgués

En los países de dictadura fascista los sindicatos, integrados totalmente en el estado, se convierten en el medio de control y encuadramiento de los trabajadores. Este tipo de sindicato no es más que el resultado de llevar hasta sus últimas consecuencias el capitalismo monopolista de estado. El fascismo es una barbarie nacida del capitalismo imperialista, es la manera que la burguesía tiene de imponer a la clase obrera la explotación capitalista por el control total del estado ante la imposibilidad de mantener por otros medios, y en un capitalismo en bancarrota en los años treinta, los beneficios. Para esto necesita aplastar al proletariado y a sus organizaciones. El capitalismo monopolista acepta cada vez menos la independencia de los sindicatos. Necesita integrarlos en el estado pagando con sus migajas a la aristocracia obrera y la burocracia sindical. Cuando el proletariado se niega y no puede realizarse la sumisión, como en España en el 36, sus sindicatos son suprimidos y sustituidos por los fascistas.

La evolución de los sindicatos en España durante la guerra civil es reveladora de esta época. Un proletariado combativo encuadrado en dos organizaciones sindicales la UGT y la CNT. La primera organización ligada al PSOE y la segunda dirigida por anarcosindicalistas. Mientras la primera crea una burocracia sindical que no tiene empacho de colaborar con la dictadura de Primo de Rivera, llegando Largo Caballero, a tener una secretaría de estado. Sin embargo la CNT agrupa a las capas de proletariado más revolucionario y a los más pobres. Los sectores revolucionarios anarquistas dominan el sindicato y permiten el desarrollo de la combatividad de estos sectores. Este sindicato mantiene con un heroísmo y coraje, miles de luchas organizadas por militantes abnegados y profundamente revolucionarios. De hecho hasta entrada la guerra civil solo tiene un liberado a sueldo, el secretario general.

La práctica de la CNT responde también a características de la combatividad del proletariado español. La democracia obrera, las asambleas como núcleo del movimiento y de las luchas, el comité, la colectivización... hacen del movimiento obrero español uno de los más conscientes y revolucionarios del momento. Pero si es verdad que la combatividad mantuvo a la CNT durante algún tiempo fuera del aparato de estado burgués, el desarrollo de la guerra civil y la revolución mostró la incapacidad del anarquismo para comprender el problema del poder y del estado adaptándose al estado republicano, aceptando integrarse sus dirigentes como ministros en él. Al final la impotencia de los anarquistas ante el poder derivó a la claudicación y entrega del poder a las fuerzas burguesas que acabaron con las conquistas revolucionarias y los revolucionarios.

Un trabajo a realizar

"La amistad que debe unirnos... A esta asociación de nuestros intereses, de nuestros derechos y de nuestras audacias, le daremos una cabeza que piense, una voluntad inteligente y firme que imprima la acción y dirija el movimiento".
Efrahen, obrero zapatero 1833.

Un número cada vez mayor de naciones pequeñas o débiles son dominadas por el capital de las burguesías de unos pocos países que las explotan controlando sus materias primas y exportando sus capitales. La concentración de la producción en grandes empresas internacionales que monopolizan los mercados, el dominio del capital financiero y usurario de la bolsa, préstamos etc., éstas son características del capitalismo imperialista cuyo carácter parasitario se acentúa cada vez más ya que une parte creciente de la economía bascula hacia los negocios financieros sin relación con la actividad productiva.

En la época del desarrollo capitalista a principios del siglo XIX, la libre competencia y la lucha entre unos capitalistas y otros permitía a los sindicatos aprovecharse de la situación obteniendo ciertos beneficios. Pero en nuestra época actual, como antes de la primera guerra mundial, el capitalismo monopolista domina los mercados ordenando desde sus casas centrales la política a seguir. La burocracia sindical reformista desarrolla la estrategia de buscar el apoyo del estado y presionar para que éste deje de apoyar a la empresa. En este sentido esta estrategia es coherente con los intereses de la aristocracia obrera que vive de las migajas del capitalismo y de la burocracia sindical que vive del estado. Pero intentar que el estado deje de ser un organismo del gran capital solo es una ilusión que nutre los intereses de la burocracia que vive de él y que consiguiendo sus migajas mantiene a cambio la sumisión, el ecuadramiento de los trabajadores y por consiguiente el progresivo deterioro de las condiciones del proletariado.

Cuando el conflicto de Santana-motor de Linares las órdenes de cierre se dieron desde la casa central de Zuzuki en Japón. Los sindicatos presionaron, y sus acciones se encaminaban a que el estado en este caso la Junta hiciera algo. La Junta de Andalucía subvencionó a la multinacional y participó en la empresa con capital. La multinacional había conseguido el objetivo de aumentar sus beneficios a costa del erario público. Y no es que no defendamos los puestos de trabajo, el problema es que en la actual situación combatir al capitalismo sin adaptarse a él, significa llevar una política independiente de toda la clase obrera contra la propiedad privada y el capital, porque es la única solución.

En este periodo de retroceso social se recrudece el corporativismo y él sálvese quién pueda, y es el caldo de cultivo del reformismo y de la insolidaridad. El aparato burocrático se convierte en esta situación en la protección del estado y del capital que les paga creando una aristocracia obrera que se mira el ombligo y una burocracia sindical con sus propios intereses. Combatir para defender a todos los trabajadores significa precisamente ahora que los trabajadores en mejores condiciones comprendan que su salida a sus problemas es la extensión a toda la clase obrera de las mismas condiciones de trabajo que comienzan con la creación de empleo en las mismas condiciones y de salarios iguales para todos. En esta situación las ideas socialistas o comunistas revolucionarias tienen que batirse contra el viento y marea de los burócratas al servicio del estado y del capital defendiendo siempre la democracia obrera y el control de las asambleas de trabajadores de lo que reivindique y negocie y para esto es necesario mantener los ideales revolucionarios del socialismo como objetivo y la destrucción del capitalismo.

La situación a la que hemos llegado puede que permita decir que como los sindicatos han perdido su papel obrero en la lucha de clases, y que se han convertido en garantes del capitalismo e integrados en su estado, lo que es totalmente cierto, es necesario construir otros con un carácter más radical o apoyar otro tipo de organizaciones y que por tanto el combate contra el sindicalismo reformista está afuera de ellos.

Pero la realidad nos indica que las fuerzas revolucionarias, los militantes que pueden realizar un trabajo honesto, sistemático, "a ras de tierra" y regido por las ideas socialistas somos una minoría. Para llegar a los trabajadores es necesario estar donde están ellos y máxime cuando los obreros de las grandes concentraciones industriales están influenciados y bajo el dominio de los sindicatos mayoritarios. Y éstos son los que por su número y concentración pueden arrastrar al resto y cambiar el fiel de la balanza a nuestro favor.

En definitiva nuestra lucha, nuestra militancia significa combatir el reformismo sindical, exigir la independencia del estado de las organizaciones obreras, recuperar la democracia obrera y las asambleas, en suma que los trabajadores asuman por sí mismos su emancipación. Nuestro trabajo fundamental es difundir las ideas socialistas revolucionarias para combatir el estado y el capitalismo, buscando explicar de una forma sencilla los problemas que genera la explotación, porque la importancia de las luchas está en que ellas tomen esta dirección y no se acomoden al capitalismo. Para esto tenemos que dirigirnos a todos los trabajadores politizados o no, sin reducirnos a buscar delegados o en luchas burocráticas para tomar una sección sindical, que nos llevaría a la esterilidad. Esto significa que tenemos que actuar en los sindicatos actuales buscando la organización de los trabajadores para que en sus luchas desborden la burocracia conciliadora y se retome la lucha de clases. Este trabajo será duro, pero el único que nos puede llevar a otros horizontes sociales y será posible alimentando las brasas del socialismo revolucionario entre las cenizas del movimiento obrero.

Septiembre 1999