Putin ha reconocido oficialmente la independencia de las dos repúblicas de Donbás – región rusoparlante de Ucrania – que en 2014 se proclamaron autónomas. So pretexto de proteger a la población, inmediatamente envió tropas rusas.
Esa decisión ha provocado la indignación exagerada de los dirigentes occidentales. ¡Qué hipócritas! Llevan semanas acusando a Putin de preparar una invasión de Ucrania. Llevan semanas aumentando la presión al reforzar las tropas estadounidenses presentes en Rumania y Polonia, al multiplicar los envíos de armas a Ucrania.
Biden y el gobierno estadounidense fingen defender la paz, pero llevan treinta años rodeando a Rusia con bases de la Otan, una organización militar creada durante la Guerra Fría para aislar a la Unión Soviética. Desde 2015, hay soldados estadounidenses en los tres países bálticos, así como en Georgia y algunos países de Asia central, en las fronteras de Rusia. Es para deshacer este círculo que Putin ha desplegado a sus tropas.
Por supuesto, Putin no actúa en defensa de la población rusa, ya viva en el Donbás, en Ucrania o en cualquier región de la ex Unión Soviética. Putin es un dictador que al mando de un aparato de represión estatal defiende los intereses de la burocracia y los multimillonarios que saquean los recursos del país. Quiere reforzar la potencia rusa para defender la dominación de los oligarcas a quienes representa.
En su mensaje televisivo, Putin habló de la larga historia común entre rusos y ucranianos. Acusó a Lenin y a los bolcheviques de haber creado en 1922 una federación libre, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, la URSS, en vez de un Estado centralizado dominado por los rusos tal y como lo era el imperio zarista – o como lo volvió a ser la URSS burocrática de Stalin. ¡En el fondo, Putin, lejano sucesor de Stalin, le rinde un homenaje a la política de los verdaderos bolcheviques!
Tras hacer pedazos la prisión de los pueblos, el zarismo, tras ganar una terrible guerra civil urdida por las potencias imperialistas en coalición, los bolcheviques demostraron que era posible construir una libre y consciente asociación de todos los pueblos de la antigua Rusia. A pesar de las privaciones, animaron a que se desarrollasen todas las lenguas y culturas. Lo hicieron todo por que los distintos pueblos, rusos, ucranianos, georgianos, azeríes, kazajos, y otros tantos, se desarrollasen juntos en el seno de una amplia economía planificada.
A pesar de la feroz dictadura estalinista que aniquiló la mayor parte de los logros de la revolución bolchevique, ese desarrollo común se mantuvo hasta 1991. No fueron entonces los pueblos de la Unión Soviética quienes quisieron separarse, sino que fueron los burócratas de Moscú, Minsk y Kiev, los que proclamaron la independencia de sus repúblicas. Así como en la antigua Yugoslavia, para disponer cada uno de su feudo y saquear las riquezas, los políticos exacerbaron el nacionalismo, hasta desencadenar guerras civiles, purificación étnica y éxodos.
Entre Ucrania y Rusia, fronteras vinieron a separar a familias y a frenar los desplazamientos. La población sufrió un terrible desplome económico, el saqueo de las empresas públicas y recursos por parte de los mafiosos. En 2014 en Ucrania, la rivalidad entre los clanes ultranacionalistas pro occidente y los oligarcas prorrusos se convirtió en guerra civil. Ucrania se ha convertido en el terreno de la rivalidad sangrienta entre los dirigentes imperialistas y el Kremlin.
La población de Ucrania es la primera víctima. Sufre los bombardeos y se hunde en la pobreza. Los dirigentes occidentales pretenden protegerla pero no pueden ofrecerle sino sangre y lágrimas. Le han negado la entrada en la Unión Europea con las pocas ventajas que conlleva. Su apoyo económico consiste en que los banqueros europeos imponen a Ucrania unos tipos de interés usurarios.
La suerte de los ucranianos es la que nos espera a todos los pueblos, si dejamos que Biden, Macron y los demás dirigentes imperialistas hablar en nuestro nombre. Uno de los objetivos de su póker con Putin es hacer que nosotros aceptemos su guerra futura. Las supuestas democracias no valen mejor que el dictador Putin. Recordemos que el pasado mes de enero no dijeron nada cuando éste envió a paracaídas para que ayudasen al dictador de Kazajistán a reprimir la revuelta popular.
Para reprimir a los trabajadores sublevados, ¡dirigentes imperialistas y jefe de los oligarcas son muy buenos amigos!
Nathalie Arthaud
Editorial del semanal Lutte Ouvrière