Tras dos meses de negociaciones que se convirtieron en una farsa política, ¡aquí estamos con un primer ministro de derechas que hace las delicias de los empresarios, y una Marine Le Pen en posición de fuerza! Macron nombró a Michel Barnier, del partido de derechas Los Republicanos, con la seguridad de que RN (Agrupación Nacional, la extrema derecha de Le Pen) no lo derrocaría inmediatamente. El primer ministro está, de facto, a merced de Le Pen. Por lo tanto, podemos esperar una política dura hacia los trabajadores, y en particular hacia la fracción inmigrante de la clase obrera.
Michel Barnier no tendrá que esforzarse. Su currículum incluye 50 años de leal servicio a la burguesía en las instituciones francesas y europeas. Como candidato en las primarias de la derecha para las elecciones presidenciales de 2022, abogó por la jubilación a los 65 años, la suspensión de las prestaciones por desempleo tras dos rechazos de ofertas “razonables”, una moratoria de la inmigración...
Así pues, Barnier atacará a los trabajadores con el apoyo de Le Pen y Bardella (portavoz del RN). Aprovechan la situación para mostrarse responsables, repitiendo una y otra vez que no están a favor de los bloqueos y la inestabilidad. RN es una rueda de repuesto del sistema burgués, ¡esa es su verdadera cara!
Por su parte, los dirigentes del Nuevo Frente Popular, el grupo más numeroso de la Asamblea Nacional (aunque lejos de tener mayoría), han sido apartados del poder por Macron. Ahora lloriquean hablando de negación de la democracia, y algunos incluso acusan a Macron de traicionar al llamado frente republicano al ponerse en manos de Le Pen.
Pero el verdadero engaño reside en este frente republicano. Era retirarse y llamar a los votantes de izquierda a votar por Macron, por la derecha, e incluso por Darmanin (exministro de Interior) o Borne (ex primera ministra). Era hacer creer que todas estas personas serían una barrera ante el ascenso de la extrema derecha y que, de alguna manera, estaban en el lado correcto de la barricada.
La izquierda es responsable de este engaño. Fueron ellos quienes propagaron la ilusión, simplemente para conseguir unos cuantos representantes electos más, ¡porque sabían que Macron estaba haciéndole el juego a Le Pen! ¡Sabían que había copiado y pegado las políticas de RN con la ley de inmigración!
Desde la izquierda hasta la extrema derecha, los políticos son iguales: oportunistas dispuestos a dar la espalda y aliarse con quienes, justo el día anterior, habían designado como sus peores adversarios.
Lo que todos estos políticos tienen en común es que se consideran parte de la organización capitalista de la sociedad, es decir, bajo el dominio de las grandes familias burguesas que controlan la mayor parte de la economía a través de sus trusts industriales y financieros. Y todos afirman ser “gestores leales”, lo que siempre significa estar al servicio de gente como Arnault, Bolloré, Peugeot, Mulliez, Dassault...
Por eso, a pesar de su variedad, nunca ha habido un solo gobierno que haya prohibido a las grandes empresas cerrar una fábrica y despedir gente, o que las haya obligado a subir los salarios. Y así debe ser: no se puede estar del lado de los empresarios Y del lado de los trabajadores. No se puede estar del lado de los explotadores y de los explotados, ni del lado de los despedidores y al mismo tiempo del de los despedidos.
Para defender sus intereses, los trabajadores necesitan construir un partido que esté dispuesto a enfrentarse a la clase capitalista, a su rapacidad y a su ley del beneficio. No será un partido más de políticos, que hacen de marionetas de las grandes empresas en las cumbres del Elíseo o de Matignon*, sino un partido de trabajadores conscientes de que las grandes empresas tienen nuestras vidas en sus manos, y que sólo las haremos retroceder mediante nuestras luchas y la relación de fuerzas que impongamos.
Este partido debe fundarse en la convicción de que la gran burguesía es una clase parasitaria e irresponsable. Hay que derrocarla porque está llevando a los trabajadores y a la sociedad a la ruina y a la guerra, como ya ocurre en muchas partes del mundo. No se trata sólo de arrancar unas migajas a la burguesía, obligándola a devolvernos dos años de pensiones o haciéndole pagar un poco más de impuestos, hay que impedir que haga daño arrebatándole el poder.
La idea de que los trabajadores pueden influir desde abajo, de que pueden organizarse, participar en la lucha y dirigir la sociedad en lugar de la burguesía rapaz y los políticos advenedizos, es muy minoritaria, porque los trabajadores de hoy no se sienten capaces de hacerlo.
Pero si hay algo, una sola cosa, que un partido de los trabajadores debe hacer, es popularizar esta idea, porque no hay otra forma de sacar a la humanidad de la barbarie en la que se está sumiendo.
Nathalie Arthaud
Editorial de los boletines de empresas del 9 de septiembre de 2024
* residencias oficiales del presidente y del primer ministro francés