Tanto el gobierno como todos los principales partidos de la oposición son incapaces de responder a la desigualdad, a las crisis y las guerras que asolan el mundo. Son igualmente incapaces de resolver los problemas tan concretos como la vivienda, los llamados desiertos médicos o mantener los ríos y las acequias para evitar inundaciones.
Sin embargo, son excelentes para amargar la vida de los trabajadores, y en particular la de los inmigrados. Ahora están poniendo todo su empeño en una enésima ley de extranjería.
La ley, que viene de la mano del ministro de Interior, Darmanin, conlleva una serie de restricciones destinadas a combatir la inmigración clandestina y reducir la inmigración legal. Para la derecha y la extrema derecha, es la oportunidad perfecta para vomitar su veneno contra la inmigración, atizando el miedo y los peores prejuicios, especialmente contra los musulmanes.
Esta ley parte de una acusación que los demagogos convierten en una verdad suprema: los inmigrados, con o sin papeles, serían unos aprovechados, unos delincuentes, y hasta unos potenciales terroristas. ¡Una mentira indignante!
¿Unos aprovechados, los que son contratados a la semana o al día para trabajar en las peores condiciones en las obras de los Juegos Olímpicos o del nuevo metro Grand París Express?
¿Un peligro, quienes trabajan con cuarenta grados en las cocinas o cortan trozos de carne en los mataderos por un sueldo de miseria? ¿Un peligro, los que cotizan sin poder beneficiarse de los derechos sociales porque trabajan bajo la identidad de otro?
¡Cuánto cinismo! Se atreven a decir que los inmigrados son unos “indeseables”: son cocineros, manipuladores, repartidores, niñeras, ayudas a domicilio, auxiliares de cuidados, médicos, trabajadores indispensables para mantener en funcionamiento las cadenas de montaje en fábricas, para llevar los hospitales, la construcción, la restauración; en otras palabras, son la columna vertebral de la sociedad.
Al privar a los trabajadores inmigrantes de sus papeles e imponerles subderechos, los senadores, alimentados y cuidados por ellos, demuestran su desprecio y odio por los trabajadores. Pero cuando se pertenece al mundo del trabajo, se conoce el precio de ese sudor obrero.
A pesar de la precariedad y de los riesgos que su lucha conlleva, los trabajadores sin documentación pelean por sus derechos. En la actualidad, hay varios centenares metidos en huelgas, por ejemplo, los de Chronopost y los de las obras de los Juegos Olímpicos. Como cualquier currante, quieren que se les respete y que su trabajo sea reconocido – lo cual supone tener papeles en regla.
Su lucha debe convertirse en la de todos los trabajadores, porque todos estamos en el mismo barco, contra nuestros explotadores. Si los trabajadores sin papeles son despreciados y deben agachar la cabeza mientras son explotados ferozmente, todo el mundo laboral sufre las consecuencias, con unos salarios al suelo y unas condiciones de trabajo que la patronal, exigiendo cada día más beneficios, sigue agravando.
Ya sufrimos las consecuencias colectivamente, con el ambiente hostil a los inmigrados. No sólo afecta a los inmigrados legales o ilegales que acaban de llegar, sino que amarga la vida de los inmigrados instalados aquí desde hace décadas, la de sus hijos nacidos en Francia, y la de todos aquellos cuyo color o cuyo apellido denota un origen extranjero.
Atacar a los inmigrados con o sin papeles, es atacar al mundo obrero. Los trabajadores que se dejan engañar por el racismo y la división están disparando contra ellos mismos. Si bien hay aprovechados en todo ello, son los de siempre: la patronal, pequeña y grande.
Cuando se quita derechos a determinados trabajadores, todos los derechos retroceden. ¡Necesitamos pues tener todos los mismos derechos! ¡Documentación y un sueldo correcto para todos los trabajadores! ¡Libertad de circulación e instalación para todos!
Los trabajadores no tienen enemigos entre los oprimidos, porque forman parte de ellos. Quienes hay que denunciar son los que nos explotan colectivamente. Son quienes dirigen la sociedad y la llevan hacia el abismo al organizar el saqueo mundial, al levantar a los pueblos unos contra otros, y al imponer su control mediante las guerras.
¡Esta lucha sólo se puede llevar a cabo si los trabajadores reconocemos a quienes tienen otro origen, otra cultura, otro color de piel, como nuestros hermanos de clase y de lucha!
Nathalie Arthaud
Editorial de los boletines de empresas del 20 de noviembre de 2023