Una vez apagada la televisión o la radio, una vez desconectado de las redes sociales, ¿qué nos preocupa como trabajadores?
Es llenar el carro de la compra y ver cuánto nos queda en la cuenta bancaria para pagar todas las facturas. Es preocuparnos por mantener nuestro empleo y nuestro salario, y aguantar la presión de los jefes, las jornadas agotadoras y el desgaste físico y mental. Es tener problemas para llegar al trabajo en coche o en tren. Es hacer malabares para ir al médico y cuidar a los niños.
Estas preocupaciones fueron destacadas con la movilización sobre las pensiones. Los trabajadores tomaron la palabra y expresaron una sana cólera: el rechazo a sacrificarse en el altar de los beneficios; el rechazo a esta política de recortes en salarios, pensiones, escuelas y hospitales, cuando los grandes accionistas y los más ricos rebosan de dinero.
Pero ahora que las huelgas y las manifestaciones ya no son una cuestión política, el gobierno y los demagogos de todo pelaje tienen vía libre para crear distracciones. Y para ocultar la responsabilidad de las grandes empresas en la explosión de los precios, los bajos salarios y la degradación de la sociedad, estos demagogos denuncian... ¡la inmigración, por supuesto!
Cazando en los terrenos de la derecha y de la extrema derecha, Macron y Darmanin lanzaron otro proyecto de ley sobre la inmigración. Desde entonces, Ciotti, Le Pen, Zemmour y Maréchal-Le Pen han impulsado las ideas más sucias para restringir el derecho de asilo y los derechos de los inmigrantes.
El ex primer ministro y candidato a suceder a Macron, Édouard Philippe se ha adelantado a todos cuestionando el acuerdo de 1968 con Argelia y el derecho a la reagrupación familiar. Los esclavistas que negaban a sus esclavos el derecho a ser cuidados o a vivir con sus familias ¡no tendrían nada que decir al respecto!
En este contexto infame, un refugiado sirio perpetró un horrible atentado contra niños en un parque infantil de Annecy. Esta tragedia fue inmediatamente explotada por la derecha y la extrema derecha para hacer de los refugiados y los musulmanes el blanco de la reivindicación popular, ¡aunque el asesino, ciertamente desequilibrado, afirmara ser cristiano!
Todo sirve de pretexto para situar la inmigración en el centro del debate político. Es una trampa para los trabajadores. Es una distracción y una forma de dividir y debilitar el mundo del trabajo.
La crisis económica, el deterioro de los servicios útiles a la población, la degradación de los barrios pobres plagados de redes de droga, de incivilidades y de inseguridad, provocan reacciones de repliegue y de rechazo del otro. Es este caldo de cultivo el que explotan los demagogos para convertir a los inmigrantes en chivos expiatorios.
No caigamos en la trampa de la división, mientras los capitalistas se llenan los bolsillos explotándonos y haciendo subir los precios.
Al movilizarnos contra el límite de edad de 64 años, tanto si trabajas en el sector privado como en el público, tanto si eres francés como inmigrante, hemos demostrado nuestra unidad. Esta debe seguir siendo nuestra guía, porque las grandes empresas nos harán retroceder aún más si algunos trabajadores tienen menos derechos.
La inmigración es inseparable de la condición obrera, porque el pan no está garantizado en ninguna parte para los que tienen que ganarse la vida. Se ven obligados a ir allí donde encuentren trabajo. Los empresarios se aprovechan de ello para confinar a los trabajadores inmigrantes en los trabajos más duros, precarios y mal pagados.
Nuestros compañeros argelinos, tunecinos, rumanos o de África negra, no cuestan a la sociedad. Sus músculos y sus cerebros hacen que funcione en todas partes, en las fábricas, en las obras, en las residencias y en los hospitales.
Los que nos cuestan caro son los capitalistas, esa clase social ultraminoritaria que explota a los trabajadores a escala mundial y prospera condenando a la miseria a la inmensa mayoría. Es este puñado de parásitos el que está llevando a la economía y a toda la sociedad al paredón porque están cegados por su rapacidad y su guerra económica permanente.
En el caos de esta sociedad, como los ucranianos o los sirios, ¡también nosotros podemos convertirnos en refugiados de la noche a la mañana!
Así que no olvidemos nunca que nuestro único enemigo es la gran burguesía que domina el mundo. Sólo podremos derrotarla si somos conscientes de que nos enfrentamos a ella como una única clase social que, como decía Karl Marx, no tiene nada que perder salvo sus cadenas y un mundo que ganar.
Editorial de los boletines de empresas Lucha Obrera del 13 de junio de 2023
Nathalie Arthaud