El arte de llorar con la boca llena y de mentir como un bellaco

Textos del semanario Lutte Ouvrière - 21 de octubre de 2024
21 de octubre de 2024

Nos quieren hartar con propaganda patronal. Durante el verano fue la bronca contra la subida del salario mínimo a 1.600 euros neto. Grandes patrones, políticos y sus voceros mediáticos que cobran 1.000, 2.000 e incluso 100.000 euros al día como el patrón de Stellantis, nos explicaban que un salario mínimo de 1.600 euros arruinaría las empresas, llevaría a millones de trabajadores al paro y la economía iba a desplomarse.

Nada más ser nombrado, Barnier lanzó su campaña de intoxicación sobre la deuda nacional: con una deuda de 3.200.000 millones, el país estaría al borde del abismo, y se nos acusa a todos de ser unos niños mimados. ¡Como si no hubiera, por un lado, multimillonarios más ricos que nunca y, por otro, todos aquellos que trabajan de la mañana a la noche, a veces sin poder llegar a fin de mes!

Y ahora hay una nueva ronda de propaganda sobre la “crisis de la industria”. En efecto, el Salón del Automóvil de París fue la ocasión de un intenso lavado de cerebro para hacer creer que la industria estaba en muy, muy mal estado. El Director General de Renault, Luca de Meo, afirmó que su grupo estaba “en modo de supervivencia”. Carlos Tavares, Director General de Stellantis, anunció con estrépito que su margen de explotación se había reducido a la mitad. El diario Le Figaro habla sin rodeos del “descenso a los infiernos de Stellantis”.

Son unos mentirosos. Gritan antes de que les duela. El llamado “descenso a los infiernos” de Stellantis es que obtuvo un beneficio de 5.600 millones de euros en el primer semestre de 2024, en lugar del récord de 11.000 millones de euros del mismo periodo de 2023. Aunque algunos fabricantes han producido menos vehículos, los han vendido a precios mucho más altos. Comprar un coche nuevo cuesta de media entre 8.000 y 10.000 euros más que en 2019. Y, de hecho, se siguen obteniendo beneficios.

Las lamentaciones sobre las incertidumbres asociadas a los coches eléctricos y la competencia china tienen dos objetivos. El primero es animar a los trabajadores a resignarse a los planes de despidos y cierres de fábricas que van en aumento. Esto es tanto más importante cuanto que, además de la purga en curso en muchos de sus subcontratistas y proveedores, los fabricantes de automóviles prevén el cierre de plantas históricas, como la de Poissy, en la región de París, para Stellantis.

Su segundo objetivo es obtener más subvenciones del Estado. Porque aunque el gobierno quiera reducir los gastos del Estado, los capitalistas no tienen ninguna intención de renunciar a sus rentas públicas. ¡Eso sí que es rapiña! Todos estos grandes grupos ganan miles de millones, pero nunca les basta.

Valeo ha anunciado el cierre de tres centros, borrando de un plumazo 1.200 empleos. El grupo ha duplicado el dividendo que cobran los accionistas y ha registrado un aumento de las ventas del 11%. Con 184 plantas en todo el mundo y más de 100.000 empleados, bien podría repartir el trabajo entre todos sus centros y no cerrar ninguno.

Michelin amenaza con cerrar sus fábricas de Cholet, Joué-les-Tours y Vannes. Airbus ha anunciado 2.500 despidos. Con unos beneficios de 3.600 millones en 2023 para la primera y de 4.000 millones para la segunda, podrían mantener todos los puestos de trabajo y todos los salarios, incluidos los de sus subcontratistas y proveedores, a los que actualmente expulsan del negocio.

¿Sería innecesaria la producción con el motor eléctrico? ¿Harían falta menos fundiciones? Entonces, ¡que estos grandes grupos ofrezcan otros empleos a los trabajadores que han trabajado y se han arruinado la salud por ellos y por sus accionistas! ¡Que repartan el trabajo entre todos sin pérdida de salario!

No tiene por qué ser así. Los trabajadores no están condenados a ser aplastados por las leyes del beneficio y las grandes empresas. No dejarnos intoxicar por la propaganda patronal, que a su vez repiten el gobierno y la mayoría de los políticos, es el primer paso para defendernos.

La clase capitalista nos impone una vida de explotación. Arroja a la miseria y al paro a una parte cada vez mayor de la población trabajadora para asegurarse fortunas y privilegios exorbitantes. Contra este parasitismo y esta irresponsabilidad hacia el conjunto de la sociedad, afirmemos nuestros objetivos como trabajadores.

La deuda no es de los trabajadores, es de los capitalistas, ¡a ellos les toca pagar! Ni un parado más en el país: ¡repartir el trabajo para todos! ¡Para mantener el empleo y aumentar los salarios, requisemos los beneficios y los dividendos!

Nathalie Arthaud

Editorial de los boletines de empresas del 21 de octubre de 2024