¡No habrá un buen gobierno para los trabajadores!

Textos del semanario Lutte Ouvrière - 2 de septiembre de 2024
2 de septiembre de 2024

¿Será Bernard Cazeneuve, Xavier Bertrand o la sorpresa del jefe? Tras 50 días sin Gobierno, y después de haber dado un portazo a un Gobierno del NFP (Nuevo Frente Popular) dirigido por Lucie Castets, Macron estaría a punto de tomar una decisión. Pero esto no significará el final de la crisis política.

De hecho, el problema de Macron no es tanto encontrar un primer ministro como encontrar una mayoría que pueda respaldar y que no sea tumbada por la oposición. ¿Cómo conseguir separar a una parte de los socialistas del NFP y obtener al mismo tiempo el apoyo de la derecha para formar una mayoría? Y si esa mayoría existe, ¿cuánto durará? El problema está lejos de resolverse, e incluso empieza a convertirse en una farsa.

Al fin y al cabo, no es un problema muy complicado. No se trata de acabar con la guerra en Ucrania o Gaza, ni de salvar al planeta del calentamiento global o de una crisis financiera. Se trata de formar un gobierno de coalición, algo que depende únicamente de los propios políticos y que es habitual en muchos países.

¿Y qué es lo que separa a un Wauquiez de un Macron o un Hollande? Muchos han gobernado juntos o se han pasado el testigo de uno a otro, iniciando uno una reforma que fue refrendada y ampliada por el otro. Fue el caso de las sucesivas reformas de las pensiones, agravadas a su vez por la derecha y la izquierda.

De hecho, todos los partidos, incluidos Francia Insumisa (LFI, de Mélenchon) y la Agrupación Nacional (RN, partido de Le Pen), participan ya en la gestión del Estado. Se reparten las responsabilidades, unos a la cabeza del gobierno, otros en las regiones, los departamentos y las grandes ciudades. Y todos trabajan como fieles gestores de los intereses del gran capital, que domina el conjunto de la sociedad.

Lo único que realmente les diferencia es la encarnizada lucha por el poder. Todos están obsesionados con sus carreras personales. Los líderes de los partidos quieren ser Júpiter* en lugar de Júpiter. En cuanto a los segundones, tienen pocas ganas de subirse a un barco condenado a hundirse.

Continuar con sus disputas políticas es irresponsable para los asuntos de la burguesía. Porque esta crisis política añade inestabilidad a una situación económica y social ya explosiva. Así son las cosas: la clase política que la burguesía que se ha dado a sí misma es un puñado de políticos mezquinos e incoherentes, incluso cuando se trata de gestionar su propio sistema. Pero, desde luego, ¡los trabajadores no tienen por qué lamentarlo!

El mundo del trabajo no tiene por qué tomar partido por ninguna combinación gubernamental. Ya sea un gobierno de izquierdas, de centro, de derechas o incluso de extrema derecha, el gobierno atacará a los trabajadores como exigen las grandes empresas en este periodo de crisis del capitalismo.

Detrás de la comedia política y de las diferencias cultivadas por los distintos partidos, hay una misma política antiobrera. Detrás de cada establo político están los enemigos pasados, presentes y futuros de los trabajadores. Y no puede ser de otra manera, porque no se puede estar al servicio de la burguesía y de su sistema sin ser un feroz enemigo del mundo del trabajo.

Los macronistas, la derecha y la extrema derecha están perfectamente satisfechos con esto, haciendo suya la propaganda de los empresarios. Más recientemente, han retomado su mantra contra el salario mínimo de 1.600 euros, que sería peligroso para la economía. Para ellos, el dinero tiene que amontonarse en las arcas de la patronal, aunque eso signifique aplastar los salarios y condenar a los trabajadores a la pobreza, aunque eso signifique demoler las pensiones y sacrificar los servicios públicos y el medio ambiente.  

La izquierda se distingue por sus promesas a los trabajadores. Pero las abandona en cuanto llega al poder, presionada por la patronal. Al final, como hemos visto bajo Mitterrand, Jospin y Hollande, son una y otra vez las grandes empresas, sus riquezas y sus privilegios los que salen reforzados, en medio de una miseria y un caos crecientes.

Mientras dejemos la política en manos de políticos burgueses, nuestros intereses como trabajadores serán pisoteados y la sociedad quedará cercenada para un puñado de privilegiados.

Sólo un gobierno obrero, bajo el control permanente de todos los asalariados, podría ponerse del lado de los explotados. Un gobierno así sólo puede surgir de la lucha contra la gran burguesía y su aparato estatal, de una movilización masiva y consciente de los trabajadores decididos a tomar su destino en sus propias manos.

Nathalie Arthaud

Editorial de los boletines de empresas del 2 de septiembre de 2024

* Júpiter, el apodo dado a Macron por su carácter imperioso y dominante